Las huelgas del sector público por salarios más altos y el surgimiento del recién fundado Partido de la Izquierda (Die Linke) en el oeste del país, han dominado el escenario política de Alemania estas últimas semanas. Las huelgas del sector público por salarios más altos y el surgimiento del recién fundado Partido de la Izquierda (Die Linke) en el oeste del país, han dominado el escenario político de Alemania estas últimas semanas.
Mientras la canciller (Presidenta) Angela Merkel y su "gran coalición" de cristiano-demócratas (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) se enorgullecen por el crecimiento económico y la reducción de las cifras oficiales de desempleo, decenas de millones de trabajadores corrientes viven una realidad diferente.
A diferencia de algunos países europeos, los salarios reales en Alemania han caído estos últimos años. En varios sectores de la economía, donde no existen sindicatos fuertes, los salarios han caído incluso en cifras absolutas. El proceso de acoso al trabajador continúa. Millones de trabajadores pobres no pueden vivir con sus salarios y tienen que pedir ayudas adicionales.
Por lo tanto, no es casualidad que la idea de un salario mínimo nacional tenga un apoyo mayoritario en la población desde hace un tiempo. Un salario de 7,5 euros (como exige la federación sindical DGB) o 8,44 euros (como pide el Partido de la Izquierda), sería visto como una bendición por millones de trabajadores gastronómicos, seguridad privada, peluquerías, logística privada, telemarketing, limpieza y muchos otros.
El descontento de millones intenta encontrar una expresión en una oleada de huelgas por el salario nacional en el sector público y la huelga actual de metro y colectivos de Berlín. Allá donde los sindicatos muestran determinación y se ponen a la cabeza, muchos trabajadores están dispuestos a salir a la huelga por primera vez en su vida y también a unirse a un sindicato.
A las críticas a las grandes empresas y la creciente desigualdad bajo el capitalismo, hay que añadir los escándalos en los que están implicados varios altos ejecutivos de empresas, como el multimillonario Klaus Zumwinkel, que ha tenido que abandonar su cargo después de publicarse revelaciones sobre fraude fiscal con cuentas en el principado de Liechtenstein.
La intención de cerrar la planta de Nokia en Bochum (Ruhr) ha desencadenado un movimiento de protesta y ha impulsado una discusión política sobre las grandes empresas, las ayudas del Estado, el control público y la propiedad privada. La dirección de BMW hace poco anunció que eliminaría 8.100 empleos, a pesar de haber conseguido unas ganancias considerables. El problema es que los accionistas presionan para tener unas ganancias mayores sobre el capital invertido. El debate público sobre el nivel salarial de los altos ejecutivos se está utilizando, en parte, como una válvula de seguridad para desviar la atención del tema clave como es la propiedad de los medios de producción, los bancos, las aseguradoras y empresas de inversión.
Al mismo tiempo, este malestar general encuentra expresión en el plano político. En las últimas tres elecciones provinciales importantes, el Partido de la Izquierda, Die Linke, ha conseguido un avance significativo en la parte occidental de Alemania. En Hessen, Baja Sajonia y Hamburgo, el partido se creó en junio pasado como una fusión entre el WASG (una escisión por la izquierda del SPD) y el PDS (antiguo PC de Alemania Oriental), ahora ha conseguido superar el 5 por ciento necesario para conseguir bancas.
Este acontecimiento era inevitable y, en un sentido, ha cambio las relaciones políticas. Los comentaristas burgueses serios aceptan ahora que tienen que vivir en un sistema político con cinco partidos. Alemania, desde hace generaciones, no tenía un partido relativamente fuerte a la izquierda del SPD. Die Linke aparece ahora en las encuestas como el primer partido en el Este de Alemania, con más del 30 por ciento de apoyo, y con un diez por ciento de apoyo potencial a nivel nacional. En el Este, el partido tiene una base fuerte en la administración local y en el parlamento regional. Es, en realidad una especie de socialdemocracia de izquierda.
La crisis política está muy avanzada en Hessen. Este Estado-Provincia está en el corazón de Alemania y tiene seis millones de habitantes, los democristianos locales, el CDU, había conseguido la mayoría absoluta con más del 48 por ciento de los votos en 2003, y había utilizado esta posición para iniciar una ofensiva "neoliberal". Este año las elecciones del 27 de enero terminaron una estrecha carrera entre la CDU (36,8 por ciento) y el SPD (36,7 por ciento).
Es significativo porque la CDU en Hessen es famosa por ser particularmente reaccionaria y cuando sólo dos semanas antes de las elecciones, al sentir que podían perder, iniciaron una campaña desesperada, racista, violenta y anticomunista. Decían que si, finalmente, ganaba la izquierda y ante un posible gobierno regional de coalición SPD-Die Linke, Hessen poco a poco se transformaría en otra RDA (así se denominaba antes a la estalinista Alemania del Este).
Toda esta propaganda reaccionaria no consiguió el efecto deseado. Estuvo acompañaba por una masiva campaña de carteles con consignas: "¿libertad o socialismo?", pero no les sirvió a los dos partidos tradicionales de la burguesía de la región (CDU y FPL) para ganar la mayoría.
Por otro lado, el SPD y los Verdes, que habían anunciado que les gustaría formar una coalición de gobierno en Hessen, tampoco consiguieron la mayoría absoluta entre los dos, por lo tanto, tendrán que basarse en los seis parlamentarios de Die Linke para conseguir que la dirigente local del SPD, Andrea Ypsilanti, sea elegida primera ministra del Estado-Provincia y nombre a su gabinete, pero sin entrar en coalición en Hessen. "No pretendemos tener carteas ministeriales", anunciaba Willi van Ooyen, el dirigente parlamentario de Die Linke, mostrando así su intención de apoyar cualquiera de los aspectos progresistas del posible gobierno de Ypsilanti y oponerse a cualquier medida reaccionaria.
Pero es aquí donde empiezan los problemas. Mientras que el SPD, los Verdes y Die Linke coinciden en algunos puntos programáticos importantes, como la abolición de las tasas para los estudiantes y otras reivindicaciones sociales y sindicales importantes, entre ellos tienen una mayoría de 57 escaños frente a los 53 de los cristiano-demócratas y liberales. El objetivo de Ypsilanti, de ser elegida con el apoyo de Die Linke en el parlamento regional, ha provocado una crisis importante dentro del SPD local y nacional.
Es importante comprender que Ypsilanti representa la tendencia de "izquierda" dentro del SPD que no ha seguido totalmente las políticas blairistas del ex-canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, que abandonó la política después de su derrota en 2005 y ahora trabaja como asesor en el gigante ruso del gas: Gazprom.
En las elecciones de 2006 en el SPD de Hessen, Ypsilanti derrotó por muy poco a su rival schröderista, Jürgen Walter. El ala de derecha del SPD creía que Ypsilanti conseguiría un pobre apoyo electoral, nadie pensaba que podría ganar estas elecciones.
Sin embargo, al final se presentó con una fachada de "izquierda" en la batalla electoral, hizo campaña abierta a favor del salario mínimo y otras demandas sociales, con ello consiguió despertar nuevas esperanzas. También fue atractivo para votantes desencantados del SPD que pensaban votar a Die Linke en esta ocasión, pero al final decidieron apoyar al SPD y dar una oportunidad a Ypsilanti.
A pesar de esto, Die Linke consiguió el 5,1 por ciento de los votos, unos 3.500 votos más del 5 por ciento necesario. En cierto sentido, el éxito del SPD en Hessen subraya el hecho de que debido a la orientación tradicional de la clase obrera alemana hacia el SPD, si éste gira a la "izquierda" tiene el potencial de recuperar algo del terreno perdido. Al mismo tiempo, dados los años de dominio del ala de derecha del SPD, Die Linke ahora está consolidándose y ganando nuevos militantes.
El buen resultado inesperado de Ypsilanti, ha demostrado ser una dificultad para el ala de derecha dentro del aparato del partido y en el parlamento. Por ahora han guardado las navajas contra Ypsilanti. Pero sus esperanzas de formar un gobierno de minoría con los Verdes y ella convertirse en primer ministro con los seis votos de Die Linke en abril, se desvanecieron este fin de semana después de que, tras su regreso de unas vacaciones en Suiza, se encontró con una parlamentaria del ala de derecha del SPD en el parlamento del Estado-Provincia que anunciaba que no cooperaría con Die Linke y tampoco votaría a favor de Ypsilanti.
Esta disidente del ala de derecha llamada Metzger (que significa "vendedor") alega "razones de conciencia", dice que ella siempre odia a los "comunistas" desde su infancia en Berlín Occidental en los años sesenta y que, por tanto, no votaría a favor de un pacto Ypsilanti- Die Linke. Está claro que sólo es la punta del iceberg. Detrás hay una intriga organizada por influyentes círculos del ala de derecha del SPD.
Los medios de comunicación presentaron a Metzger como la "política más valiente de Alemania" que iba a "salvar la credibilidad" del SPD y "fortalecer la democracia". Quieren impedir cualquier intento de giro a la izquierda y presionar al SPD para que forme una gran coalición con la CDU. No es casualidad que su "profesor" y suegro, Günther Metzger, un parlamentario de derecha del Bundestag (parlamento nacional) e intendente a principios de los setenta, y fundador del influyente diario derechista "Seeheimer Kreis", acabe de denunciar el liderazgo de Ypsilanti como una "mafia de izquierda".
Estas personas tienen conexiones empresariales y están dispuestas a todo para evitar un giro a la izquierda en Hessen, que encontraría eco nacional. Está claro que un gobierno Ypsilanti, lejos de ser un gobierno reformistas de izquierda fuerte, tarde o temprano entraría en crisis debido a la presión de la clase dominante.
Sin embargo, a pesar de estas presiones de los empresarios, también sufriría la presión de la base para que cumpla sus promesas y elimine los peores aspectos de la contrarrevolución "neoliberal" de los últimos veinte años, Sobre todo, porque los 16 gobiernos de los Estados-Provincia (Länder) también tienen que decir algo en la política nacional a través del Bundesrat (segunda cámara alemana), un gobierno de Ypsilanti tarde o temprano entraría en conflicto con el gobierno federal de Merkel donde gente del ala de derecha del SPD, como Frank Walter Steinmeier (ministro de exteriores) y Peer Steinbrück (ministro de economía) tienen posiciones clave y ahora preparan rápidamente la privatización de la empresa ferroviaria alemana, Deutsche Bahm, contra la voluntad de la base del partido y de la mayoría de la población.
Aunque cualquier comparación es inapropiada, no debemos olvidar que en 1923, el socialdemócrata de derecha Friedrich Ebert, entonces presidente de la República, ordenó al ejército (Reichswehr) intervenir en los Estados-Provincia de Sajonia y Turingia para derribar a gobiernos formados por socialdemócratas de izquierda y miembros del partido comunista (KPD).
Aunque el SPD está en una coalición de gobierno municipal con Die Linke (antiguo PDS) en la capital del estado, Berlín, desde 2001, y Die Linke ha demostrado que está dispuesto a hacer concesiones políticas con tal de mantener sus puestos y privilegios, en otros gobiernos estatales similares formados en otras zonas del Este estos últimos años, el establishment político del ala de derecha del SPD considera esta colaboración en occidente algo similar a un tabú.
En el caso de Hessen, esperan, con la ayuda de los medios de comunicación, poder impedir este precedente y conseguir que Ypsilanti se rinda. Están dispuestos a mantener al archi-reaccionario primer ministro Roland Koch en el cargo durante un período indefinido, aunque no tenga mayoría parlamentaria propia. Está por ver hasta donde están dispuestos a luchar los reformistas honestos que rodean a Ypsilanti, si están dispuestos a luchar contra el ala de derecha del SPD o llegar finalmente a un acuerdo con Die Linke.
Si Die Linke no cae en el oportunismo ni en el ultraizquierdismo, de esta situación sólo puede ganar. Es correcto que Die Linke en Hessen haya ofrecido votar a un candidato socialdemócrata en el parlamento para echar al reaccionario gobierno cristiano-demócrata. También es correcto resistir cualquier intento de conseguir puestos ministeriales y poco a poco ser absorbidos por el aparato del Estado.
Die Linke debe evitar a toda costa cometer los mismos errores que la dirección de PRC italiano (Refundación Comunista) que ha caído en la trampa de un gobierno de coalición. No obstante, estar fuera del gobierno socialdemócrata y al mismo tiempo apoyar de manera oportunista a los dirigentes socialdemócratas puede ser también un desastre, como demuestra el ejemplo reciente de Izquierda Unida en España.
Las diferencias en política exterior son todavía un factor importante en Alemania, donde aún prevalecen las tradiciones pacifistas y Die Linke se opone a cualquier intervención militar del ejército alemán en Afganistán y en cualquier otra parte. Es poco probable que los dirigentes de Die Linke estén dispuestos a ceder en este principio por el "bien" y "respetabilidad" de un gobierno de unidad nacional.
La tarea principal es ofrecer un frente único a los militantes y seguidores del SPD y los sindicatos, para realizar acciones conjuntas. Sobre todo, Die Linke necesita superar los límites del reformismo de izquierda, evitar el cretinismo parlamentario y adoptar un programa socialista, explicando que no se puede consolidar ningún avance ni reforma positiva sin tomar los altos comandos de la economía y ponerlos bajo el control y la dirección de los trabajadores.
En el caso de Hessen, por ejemplo, la reivindicación de renacionalización de Deutsche Telekom con compensación sólo en caso de necesidad comprobada, fue aprobada en la última conferencia de Die Linke celebrada el pasado verano, y prácticamente sin oposición alguna. También está en el manifiesto electoral. Las actuales campañas histéricas de los medios de comunicación contra el "comunismo" y Die Linke, demuestran que la clase dominante tiene miedo a que la idea de la verdadera democracia socialista no esté muerta y pueda conseguir cada vez más apoyo. Debemos asegurarnos de que ese miedo esté justificado.