Mirando las cosas con cierta objetividad, bastaría con que de dedicara un 10% de los recursos destinados al capital especulativo para que el mundo pudiera potencialmente duplicar su producción mundial, no habría motivo para la pobreza ni el hambre,enfermedades o violencia, es decir, para el horror sin fin del capitalismo. El problema es que para el capital, el crédito y la especulación son como una droga de la que dependen y necesitan dosis cada día más fuertes. Mirando las cosas con cierta objetividad, bastaría con que de dedicara un 10% de los recursos destinados al capital especulativo para que el mundo pudiera potencialmente duplicar su producción mundial, no habría motivo para la pobreza ni el hambre, enfermedades o violencia, es decir, para el horror sin fin del capitalismo. El problema es que para el capital, el crédito y la especulación son como una droga de la que dependen y necesitan dosis cada día más fuertes.
El sistema capitalista tiene como principal móvil la ganancia. Todas las inversiones, movimientos de capital, tienen sentido para los burgueses si obtienen ganancias. El problema es que hay limites físicos para la obtención de la ganancia, uno de ellos es la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia, es decir la relación entre la plusvalía y la inversión productiva; a un mayor incremento de inversión en infraestructura, tecnología y equipo, la parte que crea verdaderamente la riqueza: el trabajo humano, reduce su participación generando con esto una reducción en los posibles beneficios de los capitalistas. Claro está que aumentando masivamente la producción de puede lograr contrarrestar esta tendencia, no se obtendría el mismo beneficio por unidad pero sí por el conjunto de la producción, el único problema es que toda esa producción se necesita vender, la lucha internacional por abrir mercados es un voraz juego en los cuales los capitalistas buscan a como de lugar colocar la masa de productos que de otra forma los llevaría al colapso; como se sabe, en el capitalismo actual el crédito juega un papel clave; las instituciones financieras adelantan recursos a las empresas bajo la suposición de que una vez realizada o vendida la producción, los créditos se recobran y el ciclo podrá continuar.
Uno de los aspectos clave de la tendencia a la caída de la tasa de beneficios es que con cada vez mayor frecuencia las grandes corporaciones capitalistas buscan en la especulación, es decir en el gran mercado de apuestas sobre algunos parámetros de la economía real, obtener los beneficios que en el sector productivo directamente no pueden encontrar. Para un burgués moderno resulta más atractivo hacer ese juego de pujas y obtener beneficios en el vaivén especulativo que ocuparse en desarrollar las fuerzas productivas donde corre el riesgo de no vender sus productos y quebrar por ser incapaz de cubrir sus deudas.
Como vemos, si el mercado se pudiera extender hasta el infinito el problema de la especulación no existiría, bastaría con ampliar la producción hasta el infinito para que los problemas de los capitalistas quedaran resueltos. No obstante, el mercado tiene básicamente tres fronteras: el tamaño de las economías nacionales, el de la economía mundial, que en el fondo no expresan más que la ya conocida imposibilidad de que un número conmensurable de consumidores puedan absorber una oferta potencialmente inconmensurable.
Como resulta lógico, cuando la burguesía es incapaz de vender su masa de productos deviene una crisis crediticia. Si existe la posibilidad de que haya nuevos capitales para prestar o para rescatar a los burgueses de su bancarrota el sistema puede ir tirando para adelante aunque la deuda crezca con la esperanza de que algún día se pueda cubrir. Eso es lo que ha venido sucediendo en los últimos años, para ser precisos desde la crisis petrolera de los setentas en el mundo capitalista, con la particularidad de que, en función del tiempo, la caída de los beneficios profundiza más y más la debilidad estructural de la economía capitalista.
Por supuesto cuando las deudas están basadas en capital productivo o en bienes tangibles hay cierta posibilidad de recuperar algo, no obstante, el atractivo de obtener dinero fácil por la vía de la especulación ha llevado a que se destinen recursos cada vez más amplios para dichas actividades. El capitalismo actual presta, invierte, compra y vende en función de papeles que no tiene garantías físicas, como papel moneda, otras deudas y la suposición del precio de las hipotecas de las casas en el futuro.
La vorágine es tal y las apuestas por dichos documentos crecen tanto que da la impresión que realmente valen lo que se paga y se compra por ellos pero ante la primera mala noticia del mundo real, el temor de los especuladores por deshacerse de sus "papeles" es tal que estallan verdaderos crack bursátiles. Fortunas enteras, incluyendo economías nacionales, que desviaron el capital productivo a la especulación pueden ver evaporarse sus recursos en cuestión de horas, peor aún si el dinero invertido era prestado.
Esto es a grosso modo el escenario del capitalismo actual, tan sólo hace unos días podíamos leer en Internet:
Cada día se producen nuevos anuncios de bancos que han tenido que "cancelar" el valor de los activos que han comprado (préstamos hipotecarios de viviendas en EEUU o bonos que están "respaldados" por el valor de las hipotecas en EEUU). Citibank 10.000 millones de dólares; HSBC 5.000 millones; Merrill Lynch 8.000 millones y así sucesivamente. Los bancos han confesado unas pérdidas de 60.000 millones de dólares (…)
La gran crisis crediticia no sólo está localizada en EEUU, sino en todas partes. Y sólo acaba de empezar. La OCDE calcula que las pérdidas finales de esta contracción del crédito serán de 300.000 millones de dólares. Otro banco calcula que serán unos 400-500.000 millones de dólares, aproximadamente el 1 por ciento de la producción mundial anual. (Micheal Roberts. Marxist.com, 30 de noviembre de 2007)
En el mismo articulo se destaca el tamaño del mercado especulativo, el cual resulta cada vez menos soportable para la economía real:
Pero la parte más asombrosa de la explosión de capital ficticio fue el valor de lo que se denomina contratos derivados (derivated contracts). De los 70.000 millones de dólares en deuda, aproximadamente 11.000 millones eran "vendidos" en distintos contratos derivados de esa deuda. Estos derivados, que en esencia son apuestas sobre el futuro valor de un bono, una hipoteca o una acción, aumentaron su valor a unos impresionantes 550 billones de dólares, once veces la producción mundial anuall.(Micheal Roberts ibid.)
Del 2000 al 2007 mientras que la economía mundial creció un 5%, el capital ficticio, la especulación, lo hizo a un ritmo del 25% anual. Esto en un mundo donde la pobreza, la violencia, el racismo no dejan de mostrar su huella lacerante. El año pasado, la ONU hizo un estudio sobre la desigualdad en el mundo. Los resultados son verdaderamente espantosos. El 1 por ciento más rico de los adultos en el mundo posee el 40 por ciento de la riqueza del planeta. Europa, EEUU y los países del Pacífico asiático son los que tienen mayor número de ricos. Más de un tercio vive en EEUU, mientras que Japón cuenta con el 27 por ciento, Gran Bretaña un 6 por ciento y Francia un 5 por ciento. (World Institute for Development Economics Research de la ONU).
Según el informe, de los 125 billones de dólares que componen el total de los activos familiares en el mundo, el 10 por ciento más rico de los adultos poseen el 85 por ciento. La mitad de la población adulta del mundo apenas posee el 1 por ciento de esta riqueza global.
Mirando las cosas con cierta objetividad bastaría con que se dedicara un 10% de los recursos destinados al capital especulativo para que el mundo potencialmente duplicara su producción mundial, no habría motivo para pobreza ni hambre, enfermedades o violencia, es decir para el horror sin fin del capitalismo.
El problema es que, para el capital, el crédito y la especulación son como una droga de la que dependen y necesitan dosis cada día más fuertes. Los capitalistas necesitan urgentemente fuentes de dinero fresco para seguir en el juego.
La reforma a los sistemas de pensiones para crear fondos de control privado tiene como objetivo fundamental generar una fuente permanente de recursos frescos que le permitan especular con dinero que no es suyo y obtener beneficios por el manejo de las cuentas de cerca del 25%.
Para diciembre del 2004 un informe del banco mundial señalaba descaradamente "las reformas incentivaron el desarrollo de mercados de capital al encausar los ahorros hacia inversiones en fondos de pensiones del sector privado (…) el volumen de los activos que poseen los fondos de pensiones como proporción del PIB casi se duplicó en la región de América latina y el Caribe en el transcurso de sólo 5 años" (Viveros y Morrison, 2 de diciembre del 2004)
Para 2025 la idea de la burguesía es manejar un monto equivalente al 60% del PIB. Por supuesto este manejo no implica algún tipo de beneficio o reducción de los costos de las pensiones para el conjunto de la sociedad, Lo único que les interesa a los capitalistas es poder traficar con esos montos en los grandes mercados de especulación a nivel mundial y hacer grandes sumas sin esfuerzos importantes El negocio es redondo, reciben un pago fijo por jinetear el dinero y, si pierden, el estado, es decir el pueblo, paga.
Eso no resuelve la enfermedad intrínseca del capitalismo pero en el fondo a ellos les da igual, siempre han encontrado modos de descargar los problemas económicos sobre la espalda de los trabajadores. Aquí es donde surge el problema político: una cosa es lo que desean los capitalistas, es decir su programa, y otra cosa es lo que las masas trabajadoras organizadas les permiten. Ahí es donde entra la lucha de clases y en función de cómo se den las cosas habrá un resultado. Nada esta determinado pero es muy importante que frente al programa definido de los capitalistas, por el cual luchan y se organizan se erija un programa de los trabajadores. Sólo de ese modo estaremos preparados para enfrentar al enemigo y vencerlo, primero en el plano de esta lucha defensiva y después ¿Por qué no? en otro terreno, obteniendo nuevas conquistas y quizá, si se hace lo correcto, la victoria final.