Los resultados de las elecciones ratifican que no hubo un giro a la derecha en la sociedad, como venimos defendiendo hace meses. El apoyo mayoritario de los trabajadores a Cristina Kirchner no refleja un nivel de conciencia bajo, sino una visión sobria de la realidad. Los trabajadores consiguieron ciertas mejoras en sus condiciones de vida gracias a sus luchas y a las concesiones otorgadas desde arriba, en el marco de un boom económico prolongado. No les gusta la derecha, pero la izquierda es muy déby débil, cometió numerosos errores y no les da confianza por el momento. La amplia victoria de Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales del 28 de octubre, con un 45% de los votos, mostró la falta de una verdadera alternativa política al kirchnerismo. Carrió, que quedó segunda, anduvo 22 puntos por debajo de Cristina.
Esto es más significativo cuanto que a nadie se le oculta el enorme malestar de las masas trabajadoras con sus condiciones de vida (suba de precios, salarios que no alcanzan, servicios públicos deplorables, preocupación por la inseguridad, etc.). Los sectores de capas medias y de trabajadores descontentos con la política oficial que optaron por castigar al gobierno lo hicieron votando principalmente por Carrió quien, pese al giro a la derecha dado en el último año, es vista aún como progresista por una franja del electorado.
El malestar social también se expresó en una abstención superior a las elecciones presidenciales del 2003, un 27% frente al 22% de hace 4 años. Y en un incremento del voto bronca (blancos, nulos e impugnados), que pasó del 3% al 6% del electorado.
Los candidatos vinculados con políticas más represivas y procapitalistas (Lavagna, Saá, Sóbisch y López Murphy) alcanzaron apenas el 28% de los votos. López Murphy y Sóbisch fueron humillados sumando entre los dos un miserable 3% de apoyo. En Buenos Aires, donde Macri ganó la Intendencia hace unos meses, las listas a la derecha de Cristina y Carrió sólo consiguieron el 32% de los votos.
Estos datos generales ratifican que no hubo un giro a la derecha en la sociedad, como venimos defendiendo hace meses. El apoyo mayoritario de los trabajadores a Cristina Kirchner no refleja un nivel de conciencia bajo, sino una visión sobria de la realidad. Los trabajadores consiguieron ciertas mejoras en sus condiciones de vida gracias a sus luchas y a las concesiones otorgadas desde arriba, en el marco de un boom económico prolongado. No les gusta la derecha, pero la izquierda es muy débil, cometió numerosos errores y no les da confianza por el momento.
El balance en las provincias
En el distrito electoral más importante del país, la provincia de Buenos Aires, el oficialismo encabezado por Scioli (candidato a Gobernador) obtuvo una victoria cómoda. El fracaso estrepitoso de Patti y Blumberg, que en conjunto sacaron menos del 4% de los votos, refleja el rechazo instintivo de las masas trabajadoras a las políticas represivas y a las simpatías con la dictadura que exhiben sin pudor estos reaccionarios epilépticos. Significativamente, el voto bronca superó el 10% de los sufragios. Refleja un descontento con los candidatos del sistema, la falta de inserción en la provincia de las opciones más de izquierda, y la protesta de muchos votantes por la falta de boletas de los candidatos opositores al oficialismo en numerosos lugares de votación, padecida en mayor medida por las candidaturas de izquierda.
En general, los caciques del interior de la provincia mantuvieron sus posiciones, pero es significativo que fueran desalojados por sectores progresistas del kirchnerismo en partidos tan populosos como La Plata, Quilmes, Lanús, Almirante Brown, Tigre o San Miguel.
En Santa Fe, el socialismo de Binner revalidó su mayoría en Rosario y quedó cabeza a cabeza con Cristina en la provincia. En Córdoba, el mayor peso del radicalismo y, sobre todo, la bronca popular contra el probable fraude electoral cometido contra Juez en las elecciones para Gobernador a comienzos de septiembre, se reflejó en el segundo puesto de Cristina, por detrás de Lavagna, y el tercero en Córdoba capital, por detrás de Carrió.
Carrió, como jefa de la oposición
Aunque la Carrió pretenda presumir ahora como jefa de la oposición, va a quedar colocada en una posición muy incómoda. Su giro a la derecha para ganar el favor de los empresarios y de los sectores más conservadores de la clase media, va a provocar inevitablemente fisuras en su frente político, donde un sector (socialistas, sectores del radicalismo, y otros) vive de explotar políticamente el electorado progresista. No es probable, por lo tanto, que la Coalición Cívica concluya unida el mandato presidencial de Cristina Kircher. Un sector será engullido por la derecha, cuando ésta ponga un cierto orden en sus filas, probablemente a través de la figura de Mauricio Macri; y otro sector terminará recalando en la Concertación kirchnerista.
Los resultados de la izquierda
Fue un hecho muy relevante la irrupción de Proyecto Sur, de Pino Solanas y Claudio Lozano, que se situó como la 5ª fuerza más votada, por delante de Sobisch y López Murphy. Lozano consiguió, además, revalidar su banca en Diputados.
Aparte de esto, la izquierda hizo la peor elección en años, perdiendo la mitad de los votos conseguidos en el 2005, aproximadamente medio millón. Sumando los 310.000 votos conseguidos por Proyecto Sur, el voto por izquierda a Kirchner obtuvo el 4,4% de los sufragios. En Capital, este apoyo trepó hasta el 11,6% en las elecciones para diputados (7,27% para Proyecto Sur) y en la provincia de Buenos Aires al 5,7% (3,16% Proyecto Sur).
El PO perdió 100.000 votos, alcanzando apenas los 125.000. El MST, que recibió 155.000 votos, perdió cerca de 40.000. El frente PTS-MAS-Izquierda Socialista obtuvo 95.000 votos. Otros grupitos menores consiguieron 70.000. El desempeño más desastroso lo protagonizó el FRAL (frente único de los partidos Comunista y Humanista). Los 440.000 votos conseguidos por ambas fuerzas por separado en el 2005, se desplomaron a ¡80.000! La degeneración política de la dirección del PC ha reducido a cenizas al que llegó a ser el partido político más importante de la izquierda argentina, llevando la amargura a miles de militantes comunistas honestos.
No fue casual este malísimo desempeño de la izquierda en estas elecciones. Refleja el papel pernicioso que juegan las direcciones de casi todos estos grupos. Insensibles al deseo de unidad de miles de militantes y simpatizantes, repitieron su táctica suicida de presentarse por separado arruinando por enésima vez las esperanzas e ilusiones de cientos de miles de luchadores. Sus vicios sectarios y autoproclamatorios generan un desprecio general, agravados por los intereses de aparato de estos grupos, que reciben (como las demás fuerzas políticas) decenas de miles de pesos del Estado por los votos recibidos para financiar sus campañas electorales, sostener sus aparatos y, de paso, exhibir su chapa. Para esta gente, los intereses de la clase obrera están en segundo lugar. Estas direcciones son irreformables, condenando a estos grupos a una irrelevancia política cada vez mayor.
Hacemos una excepción con el frente Nueva Izquierda-MST, a quien dimos un apoyo crítico en estas elecciones, por ser la fuerza que más consecuentemente bregó por la unidad de la izquierda y de los luchadores, y no sólo en el terreno electoral. Por eso nos complace que fuera la lista de izquierda más votada.
Aunque compartimos con la dirección de Nueva Izquierda-MST el depositar en Proyecto Sur la responsabilidad principal por el fracaso en la conformación de un frente unido entre ambas fuerzas, que hubiera sido lo deseable, se debería haber valorado la importancia política que tenía para cientos de miles de trabajadores y jóvenes ver concentrado en un candidato común el voto contra Kirchner y la derecha.
Por esa razón, como propusimos en nuestra declaración previa a las elecciones, creemos que los compañeros debieron resignar su candidatura presidencial a favor de Solanas, quien duplicó los votos de Ripoll, para centrar su agitación en las elecciones a legisladores que era lo más relevante políticamente. Bajando su candidatura presidencial, Nueva Izquierda-MST habría elevado su autoridad política y moral entre cientos de miles de votantes de izquierda de todo el país, comenzando por los votantes de Solanas, consiguiendo más votos y, posiblemente, bancas en Diputados y en algunas legislaturas provinciales.
En esta nueva etapa, el interés de la clase trabajadora y demás sectores populares exige una confluencia de ambos proyectos políticos, con libertad de corrientes en su interior, para dar la pelea contra la política procapitalista y proimperialista que prepara el nuevo gobierno de Cristina Kirchner, y contra la derecha.
Perspectivas para el gobierno de Cristina
¿Qué perspectivas se abren para el gobierno de Cristina Kirchner? En la medida que el boom económico se mantenga continuará con la política exhibida por Kirchner, balanceándose entre las clases y otorgando algunas concesiones a las masas trabajadoras, mientras que defiende los intereses comunes de los capitalistas y multinacionales.
No fue casualidad que, durante la campaña electoral, Cristina insistiera en la necesidad de un pacto social entre empresarios y trabajadores. La suba de tarifas anunciada en el gas, la electricidad, el transporte y el teléfono, y la publicación de estadísticas que reflejen subas de precios más realistas y, por lo tanto, más elevadas, llenan de preocupación al gobierno, a la patronal y a la burocracia sindical cegetista. Temen que se desate una ola imparable de reclamos salariales. Habrá, por lo tanto, una ofensiva feroz para tratar de imponer el pacto social a cualquier precio. La viabilidad de este pacto social será una verdadera prueba de fuego para el gobierno de Cristina y la burocracia sindical.
Los trabajadores tendrán que hacer su experiencia con el gobierno de Cristina, y en un primer momento depositarán algunas expectativas comprensibles. Pero la paciencia de las masas no durará eternamente. La imposición de un pacto social que tendrá como objetivo contener los reclamos salariales para mantener los niveles de la rentabilidad empresaria y condiciones de trabajo precarias abrirá las primeras fisuras entre el gobierno de Cristina y la clase obrera. Y a medio plazo, una ralentización del crecimiento económico e, incluso, el ingreso a una fase recesiva de la economía, como consecuencia de la debilidad de la economía internacional, reducirá al mínimo la conciliación de intereses de trabajadores y empresarios, que es la divisa política del kirchnerismo.
Esto preparará las mejores condiciones para el surgimiento y desarrollo de una herramienta política de masas de la clase obrera en los próximos años.