Aunque la economía argentina parezca ir viento en popa, la situación creada por la escasez de energía, la suba de precios o el aumento de la deuda externa están revelando su verdadera faz.
Los capitalistas saquean el país y nuestros bolsillos
Aunque la economía argentina parezca ir viento en popa, la situación creada por la escasez de energía, la suba de precios o el aumento de la deuda externa están revelando su verdadera faz.
Aparentemente, las cifras apabullan. El crecimiento económico interanual es del 8%. La recaudación del fisco andará cerca de los $200.000 millones este año, lo que elevará el superávit estatal a $30.000 millones.
Aunque en el Gobierno se felicitan porque la economía argentina crece a "tasas chinas", asoman dudas razonables sobre su solidez. En cualquier país, el motor del crecimiento económico es la inversión destinada a incrementar la capacidad productiva. Pero mientras que China destina a la inversión el 40% de la riqueza creada cada año (PBI), Argentina sólo dedica el 22%. Además, la composición de esta inversión tiene bases poco sanas. El 60% corresponde a la Construcción, muy vinculada a la especulación inmobiliaria y a los gastos estatales; y sólo el 40% corresponde a la inversión en maquinaria y equipos, lo cual no es enteramente real porque aquí se computa como inversión la importación de artículos de consumo, como los teléfonos celulares o los aparatos de aire acondicionado.
Además, como el 80% de la economía argentina está orientada al mercado mundial, vía exportaciones, bastaría un cambio recesivo en la situación económica internacional, para que todo el andamiaje económico doméstico se desplome.
Una burguesía parásita
La falta de inversiones, que obstaculiza una producción mayor, unida a la exportación masiva de productos básicos (alimentos, hidrocarburos, etc.) es lo que explica, en gran medida, los aumentos de precios, debido al faltante de estos bienes en el mercado local. Y no es por falta de plata.
Según el Instituto Argentino de Mercados de Capitales, en el 2006 las empresas que cotizan en la Bolsa repartieron $3.400 millones en dividendos a sus accionistas, la cifra más alta desde el 2001. Y este concepto sólo representa una parte de las ganancias empresariales.
Según el INDEC, la tasa de ganancia de las 200 grandes empresas del país es del 11% sobre el capital invertido, cuando la rentabilidad empresaria considerada "normal" es del 5%.
En el campo se espera esta temporada la cosecha de granos más grande de la historia, cerca de 100 millones de toneladas. Esto coincide con los precios más altos que se recuerdan de la soja, el trigo, el maíz y el girasol.
La Bolsa de Rosario calcula que la utilidad, una vez descontado el impuesto a las ganancias, será de 2.460 millones de dólares para los propietarios de la cosecha, fundamentalmente terratenientes, que "es el doble de la rentabilidad histórica de la pradera pampeana" (Clarín, 22 junio 2007). En el negocio de la carne se cuenta la misma historia.
La situación sería algo diferente si los capitalistas invirtieran sus ganancias para incrementar la producción, pero no es el caso. Según el INDEC, a fines del 2006 había 143.000 millones de dólares de activos argentinos en el exterior (dinero e inversiones), de los que 35.000 millones corresponden a divisas depositadas en cuentas en el extranjero. Y estas son las cifras conocidas, que subestiman a las reales.
Esta es la verdadera cara de los capitalistas argentinos: parásitos, rapaces, y depredadores de la riqueza de su país y con su propio pueblo.
No hay ni puede haber igualdad de intereses entre esta gente y los trabajadores argentinos, aunque la bandera celesta y blanca ondee igual para todos.