Pese a la estabilidad social aparente del último año, desde la Corriente Socialista El Militante siempre sostuvimos que el malestar por las condiciones de vida y de trabajo, en un contexto de auge económico y suba de precios, inevitablemente encontraría una vía de expresión a través de la lucha sindical. Los trabajadores, cansados de soportar salarios que no alcanzan, la precariedad en el trabajo y largas jornadas laborales, están diciendo basta a esta situación de explotación. Quieren vivir en condicondiciones dignas, con salarios que alcancen para algo más que la comida y un techo donde vivir, no arruinar su salud y disponer de más tiempo para disfrutar del ocio y de la vida familiar ¿Acaso no son demandas modestas y razonables?
Editorial El Militante Nº 30
El malestar social está golpeando al gobierno de Kirchner y erosionando su credibilidad ante las masas trabajadoras. Esta situación contrasta con la situación de hace unos meses cuando Kirchner se sentía fuerte con una cota elevada de popularidad.
Los trabajadores desafían el "pacto social"
Sin duda fue el impacto social de las enormes luchas docentes del interior del país (Neuquén, Salta, Santa Cruz) y la represión a la que fueron sometidas, lo que prendió la llama de este malestar, obligando a la dirección de la CTA y CTERA a convocar el paro nacional del 9 de abril, y a ATE el paro de estatales del 11 de mayo. En gran parte del país se generalizaron las luchas contra los topes salariales en el sector de la salud, judiciales, provinciales, municipales, etc.
También se desataron luchas importantes contra el techo salarial y el "pacto social" acordado por la dirección de la CGT y las patronales en empresas como el Subte, Correo Argentino, FATE (neumáticos), Ferrocarril Belgrano Norte, Telefónicos, el sector Alimentación (Terrabussi, Pepsico y Stani), y otras; o contra la amenaza de despidos (Casino de Buenos Aires).
La explosión de ira popular en la Estación de Constitución por el pésimo servicio de trenes fue otra expresión de este malestar. A este cuadro se le suma el caso de corrupción de Skanska, que afectó a algunos funcionarios del gobierno.
Pero la bronca popular también se extendió a gobernadores como Sancho en Santa Cruz o Sobisch en Neuquén, tras el asesinato del docente Fuentealba.
La oposición de derecha a Kirchner (Macri, Lavagna, L. Murphy, Carrió), hasta hace poco tiempo dividida y desarticulada, no puede atribuirse ninguna responsabilidad por esta situación. Quien está poniendo en aprietos a Kirchner y a los demás políticos burgueses es la clase trabajadora y sólo ella.
Pese a la estabilidad social aparente del último año, desde la Corriente Socialista El Militante siempre sostuvimos que el malestar por las condiciones de vida y de trabajo, en un contexto de auge económico y suba de precios, inevitablemente encontraría una vía de expresión a través de la lucha sindical. Los trabajadores, cansados de soportar salarios que no alcanzan, la precariedad en el trabajo y largas jornadas laborales, están diciendo basta a esta situación de explotación. Quieren vivir en condiciones dignas, con salarios que alcancen para algo más que la comida y un techo donde vivir, no arruinar su salud y disponer de más tiempo para disfrutar del ocio y de la vida familiar ¿Acaso no son demandas modestas y razonables?
La demagogia de la derecha y los límites del kirchnerismo
Kirchner no puede resolver ninguno de los problemas fundamentales que aquejan a la clase trabajadora y demás capas oprimidas de la sociedad. En el mejor de los casos puede ofrecer paliativos y soluciones que se quedan a medio camino.
La derecha, pese a que intenta usar esta situación demagógicamente para debilitar al gobierno, ni siquiera está siendo capaz de aumentar significativamente su base social de apoyo, porque la alternativa política y económica que defienden es aún más antisocial y antiobrera que la de Kirchner.
No se trata de tener buenos deseos y voluntad, sino de a qué intereses de clase se sirve. Kirchner no puede resolver los problemas sociales porque no ataca las causas de fondo: los intereses y ganancias de los empresarios y banqueros, que le dictan lo fundamental de su acción de gobierno.
Para resolver el problema de la suba de precios sería necesario que las fuentes productoras de alimentos y productos básicos estén nacionalizadas y bajo el control democrático de la sociedad. Los latifundios y grandes estancias agropecuarias, la cadena industrial anexa (frigoríficos, industria alimentaria) y las redes de comercialización deberían ser estatizadas bajo el control de los trabajadores. De esta manera se podrían producir alimentos baratos y de calidad e impedir que un puñado de parásitos lucren con el hambre del pueblo.
Para tener un sistema de transporte metropolitano moderno y eficiente, es vital que el sistema ferroviario y de subtes sea reestatizado bajo el control de los trabajadores y usuarios. Ya basta de destinar miles de millones de pesos a empresarios parásitos que lucran con subsidios estatales para ofrecer un servicio pésimo.
Para enfrentar los faltantes de gas y nafta sería imprescindible reestatizar YPF y nacionalizar las demás petroleras multinacionales que operan en el país.
Para acometer un verdadero plan de obras públicas, incrementar el número de hospitales y escuelas, llevar las cloacas hasta el último rincón del país y urbanizar las villas, resulta inaplazable dejar de pagar la deuda externa que se lleva cada año más de $20.000 millones. Sólo el control obrero y vecinal, desde abajo, puede terminar con la corrupción de la obra pública, como vimos en el caso Skanska, y que es el gran negociado de las grandes constructoras privadas.
Para terminar con la "inseguridad", no basta con garantizar condiciones de vida dignas para los sectores de la población más postergados (imposible bajo este sistema), sino desmantelar todo el aparato estatal corrupto (policial, militar y judicial) vinculado al narcotráfico, a las redes de prostitución, a las bandas delictivas de "mano de obra desocupada", al gatillo fácil y a la represión popular y genocida de la última dictadura militar, que sigue cobrándose víctimas como Julio López o Luis Gerez. Más allá de algunos pasos adelante dados en el tema de Derechos Humanos, la política tímida emprendida por Kirchner para depurar parcialmente este aparato estatal podrido, está encontrando una resistencia feroz en su seno y en la propia clase dominante, que no quiere prescindir de él para contener la protesta popular. Kirchner no puede apelar a la movilización popular para conseguirlo porque teme que se le escape de las manos y ponga en cuestión al mismo sistema capitalista, del cual es garante.
Una política socialista
La solución definitiva de los problema sociales que preocupan a los trabajadores y demás capas oprimidas de la sociedad (precios, empleo, salarios, vivienda, salud, educación, transporte, "seguridad", etc.) está indisolublemente vinculada a una transformación radical y profunda de la sociedad, a través de una política socialista que expropie las palancas fundamentales de la economía, bajo el control democrático de los trabajadores, y sustituya el actual aparato de Estado burgués corrupto por una organización democrática de la sociedad, desde abajo.
Es obvio que ningún político burgués, ni tampoco Kirchner, va a llevar esta política adelante. Le corresponde a la clase trabajadora hacerlo (que es la inmensa mayoría de la sociedad argentina) y, desde ya, dar los primeros pasos para construir una organización política de masas y socialista, que le sirva de instrumento para este fin. La izquierda debe apuntar a esta perspectiva, y a esa tarea empeña su esfuerzo la Corriente Socialista El Militante.