La crisis del movimiento obrero boliviano – hay que recuperar la independencia de clase

En las últimas semanas se ha agravado la crisis política, económica y social en el país. El conflicto dentro del MAS, como habíamos anticipado en un artículo anterior, se ha generalizado, con consecuencias económicas y sociales. El movimiento obrero (y campesino) está completamente desorientado, con las figuras que habían representado sus líderes en los últimos 20 años descuartizándose en una lucha por el poder, los sindicatos han perdido totalmente su independencia, subordinados al MAS y al Estado. 

La pasividad y desmoralización de los obreros ha permitido que un burócrata permanezca en la dirección de la COB varios años después de que hubiera tenido que llamar un congreso para renovar la ejecutiva. Los bloqueos evistas han llevado al resurgimiento de agrupaciones fascistas como la Unión juvenil Cruceñista o la Resistencia Juvenil Cochala. En resumen, un desastre. Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto? Y, ¿cómo podremos salir de él?

Lo primero que es necesario resaltar es que el movimiento obrero, casi en su totalidad, ha estado subordinado a la dirección del MAS, y por consiguiente al Estado, por los últimos 10 años por lo menos. Esto se remonta en parte al mejoramiento de las condiciones de vida obtenidas gracias a las reformas de los primeros años de gobierno de este partido. Sin embargo, estas reformas crearon la ilusión de que es posible tener un capitalismo más amable con la intervención estatal en favor de los pobres, lo único que hace falta es meter a los reformistas al gobierno y apoyarlos incondicionalmente. 

Pero el MAS ha cambiado mucho desde que accedieron al poder. En su inicio se concibió como el “instrumento político de los movimientos sociales” y existía un cierto grado de participación activa de las bases de estos en su vida política.. 20 años de manejar el Estado capitalista lo ha convertido en una cáscara hueca de lo que solía ser. Hoy ya no existe una base activa del MAS, y los burócratas y funcionarios del partido se pelean por pegas en el Estado como buitres. La pelea mezquina entre Evo y Arce también refleja esto, con los diferentes dirigentes alineándose de uno u de otro lado de acuerdo con su percepción de conveniencia.

Esta lucha ha arrastrado a cierta parte de las bases del movimiento, con diferentes sectores alineándose con uno u otro “líder”. Una vez más hace falta resaltar y reforzar el punto: ambos líderes representan el mismo programa reformista de manejar la crisis del capitalismo. El proceso de cambio ya no promete cambio, sino en el mejor de los casos simplemente mantener las reformas y los programas sociales del pasado. Considerando la crisis económica del país, incluso esto es pedir mucho. Ya que ninguno de los líderes propone una perspectiva de romper con el capitalismo, tendrán que jugar por sus reglas. Esto significa recortes, ajuste, y empeoramiento de las condiciones de vida de las masas.

En este contexto, la división de los oprimidos en dos campos con el mismo programa es un desastre para el movimiento obrero y revolucionario. Lo que están haciendo los líderes, consciente o inconscientemente, es desorientar a las masas, desarmarlas frente a las diferentes amenazas que empiezan a surgir: los grupos fascistas, el resurgimiento del ejército como actor independiente, frente a esto es necesaria la máxima claridad política y organización dentro del proletariado. Evo, Arce y todos los demás lo que hacen es confundir y desorganizar.

Fundamentalmente, la situación actual es la consecuencia de la revolución incompleta de inicios de siglo. Esto no es un fenómeno puramente boliviano: en toda la región sudamericana vimos como el fracaso de los gobiernos llamados “socialistas” dio paso a la reacción (en Argentina, Ecuador, Brasil, e incluso Venezuela donde la oposición reaccionaria ganó las elecciones a la Asamblea Nacional ya en 2015). . 

Esta reacción refleja, no tanto la fortaleza de la burguesía, sino mucho más la absoluta debilidad e incapacidad de los líderes reformistas de la izquierda. Durante las jornadas revolucionarias de octubre de 2003 por ejemplo, el capitalismo podría haber sido sepultado en Bolivia, pero no existía una dirección política con aquella perspectiva. Por lo tanto, después de varios años de convulsión social, el movimiento encontró una expresión política en el MAS, que llegó al poder en 2006 prometiendo un capitalismo más amable bajo la teoría del capitalismo andino-amazónico. 

El boom de las materias primas y los altos precios de los hidrocarburos permitieron financiar ciertas reformas que generaron grandes ilusiones en poder domesticar el capitalismo: sólo hacía falta la intervención del Estado. Eso a su vez fortaleció la subordinación del movimiento obrero y campesino al Estado y al MAS a través de sus organizaciones y dirigentes. 

Hoy esta ilusión se desmorona y vemos multitud de pruebas de aquella verdad fundamental del capitalismo: lo que a las masas se les entrega con una mano, tarde o temprano se les quita con la otra, y ninguna mejora está garantizada ni es permanente. Para dar un ejemplo: a principios de 2024 salió un estudio según el cual el salario real promedio en el sector privado estaba virtualmente al mismo nivel que en 2005 (un año antes de la llegada del MAS al poder): 1 553 Bs en 2005 comparado con 1 574 Bs en 2023. En el sector público el aumento es un poco mayor: 937 Bs en 2005 comparado con 1 336 Bs en 2023. Cabe recordar que a 2024 el salario mínimo nominal es de 2 500 Bs.

Este último dato revela otra característica del capitalismo boliviano: este es crónicamente incapaz de garantizar trabajo de calidad y bien remunerado para la población boliviana. Aproximadamente el 85% de la población trabajadora está en el sector informal, sin protección laboral alguna. La causa fundamental de esto es la posición de Bolivia dentro de la división mundial del trabajo. País extremadamente rico en recursos naturales, no obstante nuestro lugar es el de simple explotador y exportador de materias primas, e importador de productos elaborados. Esto significa que el capitalismo boliviano ha sido incapaz de desarrollar una base industrial sólida: la única garantía de empleo de calidad. 

La burguesía boliviana es una combinación de parasitismo, dependencia del imperialismo y atraso feudal-oligárquico. Los intentos del MAS de industrializar el país claramente fracasaron en cambiar estos hechos. Lo cierto es que una industrialización real del país sobre las bases del capitalismo es completamente imposible. Una incipiente industria boliviana en cualquier rama sería totalmente incapaz de competir con la industria china, europea, estadounidense o incluso brasileña. La única forma de desarrollar las fuerzas productivas del país es a través de una economía planificada democráticamente por los obreros, como parte de una federación socialista de América Latina. Esto sólo es posible a través de la revolución socialista. Ya que el MAS no estuvo dispuesto a romper con el capitalismo, lo máximo que pudo hacer es jugar con los bordes del capitalismo y tratar de financiar algunos programas sociales gracias a la bonanza temporal de los altos precios de las materias primas. Pero como ya hemos mencionado, apenas acabó esta bonanza se vio el carácter insostenible de esta política reformista.

Muchos burgueses y lacayos del capitalismo argumentan que las políticas laborales del MAS estrangulan la iniciativa de invertir: “¡El salario mínimo es muy alto!” “¡Es muy costoso garantizar el seguro y las vacaciones!” Debemos recordar a estas damas y caballeros que el salario real promedio está por debajo del salario mínimo. (Este salario mínimo corresponde a un mínimo de existencia, no a un salario digno.) ¡Claramente las leyes no son un impedimento a la hora de explotar a los trabajadores! No tenemos ninguna simpatía con estos vampiros. A sus lamentaciones nosotros respondemos con las palabras de Trotsky en el Programa de Transición: Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las demandas que infaliblemente surgen de los males que él mismo ha generado, ¡que perezca! Los obreros bolivianos sí son capaces de construir un orden social que garantice salarios dignos (¡y mucho más!)

Mientras a cada vez más personas se les hace más y más difícil llegar a fin de mes, muchos capitalistas han estado aprovechando la crisis económica para especular con los precios de las mercancías: el aumento del precio de los alimentos ha sido marcado, y es sentido por amplias capas de la población. ¡Mientras los pobres y los trabajadores se empobrecen, los capitalistas lucran! Esto es inaceptable. No podemos confiar en el Estado para poner un alto a la especulación. La respuesta debe ser la formación de comités de control de precios en cada barrio para garantizar precios adecuados. Este control se debe extender a toda la cadena de suministros y llevar a la expropiación de los especuladores y la planificación racional de la economía.

Las masas que salieron a las calles en los primeros años del Siglo XXI en el país no se sacrificaron por mejoras parciales y temporales, lucharon por un cambio radical. El MAS entró prometiendo este cambio (vale mencionar que sólo después de que en la lucha no se cristalizara una dirección revolucionaria), pero hoy inmensas filas de vehículos esperando combustible y una inflación progresiva pero imparable son testigos de su fracaso. 

La lección aquí es la misma de todas las experiencias reformistas en la época de la crisis orgánica del capitalismo: la traición es inherente al reformismo. No debido a cualquier característica peculiar individual de los reformistas, sino porque al capitalismo en crisis sólo se lo puede forzar a dar reformas con la lucha más resuelta posible, cosa que los reformistas por principio no están dispuestos a hacer: buscan el compromiso a la primera oportunidad que se les presente. Las mejoras ganadas en el pasado tampoco están seguras, y se las debe defender igual de ferozmente. La única forma de garantizar un estándar de vida adecuado para las masas es romper con el capitalismo a través de la revolución. Pero esto es precisamente lo que los reformistas nunca están dispuestos a hacer: no son capaces de ver la posibilidad de una formación social diferente al capitalismo. Los domina el miedo y la desconfianza hacia las masas.

La propuesta utópica del Proceso de Cambio está llegando a su fin. La pregunta ahora es: ¿qué ha de reemplazarlo? Todos los programas sociales y subsidios han sido insostenibles por ya casi una década, pero ahora se acerca el punto donde la cantidad se transforma en calidad con el agotamiento de las reservas internacionales. Claramente el gobierno de Arce está preparando el camino hacia la eliminación de los subsidios a los combustibles y la liberalización de este mercado. Esto va abrir el paso a la especulación y el aumento de los precios en todos los ámbitos. Es necesario luchar contra estos acontecimientos. 

El punto central en cuanto a la escasez de dólares es que sí existen dólares. Pero están en manos privadas que prefieren mantenerlos fuera de circulación o esconderlos en paraísos fiscales alrededor del mundo. La burguesía boliviana está atada a la burguesía mundial, las instituciones financieras internacionales, los bancos suizos son cómplices de su sabotaje de la economía boliviana. Este es uno de los motivos por los cuales es imposible concebir la revolución socialista como un acto limitado a las fronteras de los estados nacionales. Aun así el primer paso es la expropiación de la burguesía nacional boliviana y financiar con su riqueza robada la salud, la educación y una amplio programa de obras públicas que dé trabajo seguro a la población, forzada hasta ahora a sobrevivir a como dé manera.

Claramente esta no es la perspectiva inmediata actualmente, pero los comunistas en el país deben prepararse para esto, tomando en cuenta la situación actual explicada arriba. Con este fin, es necesario reafirmar ciertos principios fundamentales para orientar a los revolucionarios en la época entrante.

La experiencia de los bloqueos evistas en el mes pasado han levantado una serie de cuestiones de carácter táctico que es necesario aclarar. En primer lugar ante la movilización de grupos fascistas con la intención de desbloquear, debemos ser absolutamente claros que estamos del lado del pueblo campesino en contra de estos ataques. 

Claramente no estamos en absoluto de acuerdo con las posturas de los dirigentes campesinos actuales, que consideramos erróneas y dañinas para el movimiento, pero ante el ataque de grupos de ultraderecha que representan el ariete de la reacción, nuestra posición debe estar clara.

Lo mismo vale cuando se trata del uso del ejército con los mismo fines.

Es esencial repetir, como ya habíamos mencionado a principios de año:

“La política arcista representa la continuación de la política evista en un contexto político y económico deteriorado a nivel nacional e internacional. El conflicto entre los “arcistas” y los “evistas” se puede reducir a una lucha personal por el poder político: por el control del partido y por la presidencia, con los funcionarios y burócratas del partido y del Estado apoyando a uno u otro lado dependiendo de sus propios intereses.”

No existe ninguna diferencia fundamental entre las políticas de Evo y de Arce: caso contrario, que demuestren en la práctica que están dispuestos a luchar por mejoras, en lugar de dejarse arrastrar por la corriente de la crisis del capitalismo, o utilizar la confianza que las masas han depositado en ellos (especialmente Evo) para sus propios fines cínicos. 

Por una parte Arce utiliza el aparato judicial para impedir que Evo se presente como candidato, empujando el proceso donde se le acusa de estupro. Independientemente del mérito de la acusación, está claro que la preocupación real de Arce no tiene que ver con la justicia sino con la disputa política dentro del MAS. Por la otra parte, Evo, utiliza los bloqueos para zafarse de la acusación y asegurar que se puede presentar como candidato. Su interés no son las reivindicaciones de las masas campesinas, sino su propia supervivencia política. 

Es necesario luchar con todos los medios a nuestra disposición por la recuperación de la independencia de la clase obrera. La crisis indigna a la gran mayoría de la población, y moviliza a ciertos sectores. En algunos casos con demandas económicas muy avanzadas y muy correctas. Por ejemplo la movilización de los endeudados en contra de los abusos por parte de los bancos y las instituciones financieras. Una de sus reivindicaciones era la anulación de todas las deudas por debajo de cierto monto. Esto es absolutamente correcto, pero sin una perspectiva política de superación del capitalismo es una demanda imposible de conseguir: los bancos son la columna vertebral del sistema y poseen enorme poder. A su vez, la superación del capitalismo es imposible sin que exista una fuerza organizada y dispuesta a luchar por esto.

La conciencia de la clase ha sufrido un revés a causa de la experiencia de los últimos 20 años. Los obreros aprenden a través de la experiencia, y tendrán que pasar por experiencias dolorosas y varias derrotas antes de que vuelvan a surgir. Ese es un proceso que puede llevar su tiempo. Aun así, es esencial empezar a organizar ahora a aquellos que ya han sacado las conclusiones necesarias sobre el carácter del capitalismo y la necesidad de la revolución, y convertirlos en cuadros que puedan formar los andamios del futuro partido comunista de masas que derrocará de una vez por todas este sistema putrefacto.

Actualmente, el nivel de movilización de la clase obrera está en un punto bajo, ante la falta de una alternativa clara, pero tarde o temprano las masas serán empujadas de nuevo a la lucha por sus propios intereses. La tarea de los comunistas es prepararse para esto.

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