La imposición de la Cátedra Libre será en el régimen de la Autonomía y el co-gobierno de los claustros, la única manera de asegurarse que la selección de profesores se haga teniendo en cuenta únicamente la capacidad de éstos y que constituya uno de los requisitos imprescindibles para permitir la superación del modelo de enseñanza clasista burgués. No se trata de la simple convocatoria a concursos de méritos y a exámenes de competencia, sino de que sirvan para seleccionar a los docentes de acuerdo a su capacidad profesional y al criterio progresista de los tribunales, lo que puede darse por medio de la participación y decisión estudiantil y a condición de que desaparezca el control gubernamental y reaccionario sobre la Universidad.
Sólo una Universidad Autónoma puede transformarse en baluarte de pensamiento y de investigación libre, creadora de teorías, prácticas, ciencias y artes. La intervención de los alumnos en la elección de los profesores puede garantizar que el favoritismo político, que las diferentes maniobras de las camarillas sean desterradas definitivamente de la Universidad.
La implementación de la Cátedra Libre exige la implementación de la Cátedra Paralela que ayuda a reparar toda injusticia o equívoco cometido en la selección de los docentes, así mismo da la seguridad de que ninguna tendencia ideológica esté excluida.
Sostenemos que no hay teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria, entendemos que la teoría es reafirmada o no en el debate de ideas y en la práctica misma, también implícita en lo anterior, se conforma en la no exclusión de ninguna ideología. Es en esta dialéctica donde se forja el marxismo.
Entendemos que la precarización laboral impuesta a los docentes debe ser radicalmente abolida en una universidad al servicio de los trabajadores. Sólo bajo la fusta burguesa es pensable que los miles de docentes que sostienen la universidad pública lo hagan con salarios de hambre o “ad honorem” (1); a lo que hay que sumar la necesidad de la formación permanente (siempre arancelada) y la flexibilización de los docentes al trabajar en distintas unidades académicas para lograr un salario “digno”. Por ello, entendemos que las cátedras tienen que estar formadas por docentes con dedicación exclusiva y semi exclusiva, los cuales trabajen como un equipo, con plena libertad dentro de las cátedras.
También entendemos que en la universidad pública, los docentes y estudiantes deben devolver a la sociedad la inversión que ésta hace para formar profesionales. Por ello, como parte de la labor de enseñanza y como parte de la labor de aprendizaje, debe existir un aporte en investigaciones, trabajos de campo, desarrollo tecnológico, etc. que beneficie a la sociedad toda. Así, las investigaciones que hoy subvencionan las multinacionales y que se apropian de ese conocimiento público, deben realizarse en la nueva universidad, garantizada por el Estado nacional y compartida por la sociedad gratuitamente. Esta es una forma también de acabar con las prebendas a través de los subsidios por investigaciones y que los profesionales docentes estén en permanente contacto con los problemas cotidianos que sufren los trabajadores para dar respuestas a quienes sostienen con su trabajo la universidad pública.
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1. Uno de cada 2 profesores de la UBA no cobra salarios. Según cálculos extraoficiales, los “ad honorem” ya son unos 14.000, sobre un plantel de 30.000 docentes. En algunas facultades, su presencia es abrumadora. “Si todos ellos decidieran un día no trabajar, Medicina explota. Allí son aproximadamente el 40% de los profesores”, graficó Néstor Correa, dirigente la Asociación Gremial Docente (AGD) y Secretario Gremial de CONADU Histórica. Medicina, Sociales, Filosofía y Letras, Económicas, Derecho y Arquitectura son las más afectadas. Ingeniería y Exactas, las que menos. Aproximadamente 10.000 de estos profesores –gran parte en la franja de los 30 a 45 años- participan en distintos proyectos de investigación de la UBA.
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