Colombia: A un año del paro general ¿Qué lecciones se pueden aprender?

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Hace un año, inició el paro general del 2021, posiblemente el evento más importante en la historia reciente de Colombia. Durante tres meses de lucha en 23 ciudades, cientos de miles obreros, campesinos y jóvenes enfrentaron la maquinaria del estado colombiano y obtuvieron importantes concesiones de una clase dominante cuya historia no es de negociación sino de represión abierta.

Estos eventos definirán la conciencia de los colombianos por años. La brutalidad policiaca, la gestión criminal de Duque y la crisis económica por un lado, y por el otro, el heroísmo de las masas, con la juventud a la vanguardia, lista para crear un mejor país en sus propias manos. Sin embargo, como marxistas, nuestro análisis debe ser sobrio y entender por qué es que el paro general no terminó con la caída de la clase dominante de este país. 

Dinamita en los cimientos

El 28 de abril de 2021, inició una manifestación popular masiva en contra de la infame reforma tributaria de Iván Duque. Esta reforma tributaria estaba escrita para incrementar la capacidad de recaudo del estado colombiano a través de la subida de impuestos sobre los bienes consumidos por la mayoría de la gente. En otras palabras, un abierto saqueo del bolsillo de los obreros, campesinos y jóvenes colombianos de parte del estado colombiano para pagar la crisis económica que ellos mismos habían causado. 

Si bien las protestas del 28 fueron pacíficas y de carácter casi rutinario (convocadas por las centrales obreras como un evento de un solo día), su desarrollo no lo fue. Para el final del día, el asesinato de un manifestante en Cali se difundiría en redes sociales. Su cadáver, desangrándose en la calle, fue visto por varios manifestantes. Y la furia que definió la insurrección de Septiembre de 2020 se adueñó de las masas después de otro vívido recordatorio de la violencia del estado colombiano.

Mientras que las protestas subieron en intensidad, los manifestantes reconocieron la necesidad de una defensa organizada. Siguiendo el ejemplo de las manifestaciones en Chile y Ecuador, se crearon primeras líneas: órganos de defensa del paro. Hombres y mujeres usando escudos para proteger a aquellos que la policía estaba dispuesta a atacar. Mientras esto ocurría, el infame ESMAD no tuvo problema con usar tanques y armamento pesado para  atacar a la juventud. Videos en redes sociales mostraron a los policías celebrando cada disparo de su tanque hacia los protestantes. 

Después de 5 días, el gobierno de Iván Duque retiró la reforma tributaria que había motivado a la gente a salir, en espera de que esta concesión terminará haciendo que todos fueran a sus casas. Pero el paro general no se trataba sólo de la reforma tributaria. Como explicamos en su momento: 

“El paro general ocurría por la brutalidad policiaca, como el asesinato policial de Javier Ordoñez en Septiembre del 2020. Ocurrió por el hecho de que el sueldo mínimo colombiano apenas llegaba a 1.000.000 de pesos (223.26 euros) mientras que el costo de la canasta familiar (lo mínimo necesario para sobrevivir de mes a mes para una familia) estaba calculado entre 177 euros a 672 euros. Ocurrió por los 72,235 muertos por el Covid-19 a eso de Abril 28, al igual que por la gestión criminal de la pandemia de parte del gobierno de Duque, que tomó más de un mes para establecer medidas de aislamiento solo para iniciar una “reapertura inteligente” en Junio 2020, tirando a los obreros y a la juventud en foso de enfermedad para tratar de reiniciar la producción.”

En semejante situación, donde las masas estaban luchando por sus vidas y reconocían que el gobierno de Duque significaba la muerte de sus seres queridos, la retirada de la tributaria no fue vista como una concesión lo suficientemente grande para justificar irse a las casas. Más bien, fue confirmación de que los métodos correctos habían ganado el día, y de que la tarea era convertir este avance en una victoria definitiva. 

La primera línea, los bloqueos y las centrales

La valentía de la primera línea y la juventud en general durante estos meses no se puede subestimar. Para el 26 de Junio, 4687 casos de brutalidad policiaca fueron reportados por la ONG Temblores. Casos de violencia sexual, despariciones y el uso reportado de más de un centro comercial como centro de detención y tortura fueron la norma durante este periodo. Sin embargo, la juventud no dejó de marchar. En el punto más alto de las protestas, decenas de miles llenaron las calles de Bogotá con el punto de concentración siendo la plaza de Bolivar. 

La retirada de la reforma tributaria y la renuncia de su autor, el ministro de hacienda Alberto Carrasquilla, significó un punto de inflexión en el paro general. Las masas decidieron seguir marchando hasta que se concedieran más demandas consideradas clave, como la renuncia del ministro de defensa Diego Molano, la retirada del proyecto de ley 010 (efectivamente una ley continuando la consolidación y monopolización del sector salud) y la matricula 0. Pero lo más importante es el cambio de perspectiva de las masas. Durante estos dos meses, los obreros, campesinos y jóvenes colombianos pasaron de sentirse impotentes a sentir exactamente cuánta fuerza tienen. 

Durante los meses de Mayo y Junio una dinámica tomó forma. Se formaron bloqueos previniendo el tránsito libre de bienes, mientras que la policía trataba de dispersar las marchas por cualquier medio necesario, incluyendo la fuerza. Más de 10 billones de pesos se reportaron en pérdidas por las grandes empresas. El proceso de inflación que se había iniciado con la reducción de la tasa de interés y la política monetaria de los últimos diez años fue acelerado gracias al paro. Estos bloqueos, sin embargo, fueron la herramienta más fuerte del movimiento ya que le permitió golpear a la clase dominante exactamente en donde les duele: en el bolsillo. 

Sin embargo, el hecho de que esta fuera la herramienta más fuerte del movimiento era diciente del problema central: la desconexión entre las centrales sindicales y el movimiento en las calles. La perspectiva de las centrales sindicales (quienes formaron el comité nacional del paro para tratar de ganarse la dirección del paro) fue clarificada desde el primer día cuando su respuesta a la intensificación de las manifestaciones en el 28 fue la de pedirle a los manifestantes ir a sus casas y continuar las protestas a través de mítines de zoom. Por otro lado, el movimiento en las calles, al no estar arraigado en el punto de producción, sólo podía detener la distribución de los bienes producidos por los ricos. El problema con esto es que evita la posibilidad de que la clase obrera y los campesinos tomen control de la producción y la coordinen. En otras palabras, remueve el poder de la huelga general de la ecuación: la capacidad de demostrar a toda la sociedad que la clase obrera y el campesinado son quienes de verdad hacen posible a la sociedad. 

Aun con esto, el paro general logró poner la cuestión del poder en la agenda del día y fue la prueba más contundente de la desacreditación de la derecha colombiana. Aquella derecha que había dominado la política por las últimas dos décadas y había obtenido un apoyo popular tan contundente que le había protegido de los escándalos como los 6402 muertos por falsos positivos o la operación fénix (el bombardeo de una base de las FARC en la frontera con ecuador, que terminó con la muerte de cuatro civiles) de repente se encontraba con el repudio completo de las masas. 

El reflujo del paro general

Tristemente, el movimiento se encontró con el obstáculo más grande en una insurrección: su propia espontaneidad. Si bien la espontaneidad es necesaria en cualquier revolución, está puede pasar de ser la chispa inicial que coge al estado y a la clase dominante por sorpresa a ser el freno que evita que los obreros, campesinos y jóvenes tomen el poder ya que no tienen una organización revolucionaria lista para reconocer el momento histórico y las tareas necesarias. 

En este caso, la tarea era organizar una asamblea que reuniera delegados entre los cabildos y crear un programa político que pusiera la disputa por el poder como el ímpetu principal del movimiento. Semejante asamblea se intentó crear, para mediados de Junio. Pero tristemente, en este punto, el desgaste se empezó a sentir. Las masas habían estado en pie de lucha por un mes y medio. En algún momento, el costo del día a día se reafirma sobre las vidas de las personas. No se puede postergar el hoy por un mejor mañana de manera infinita, especialmente si no hay un plan de llegar a ese mejor mañana. 

El comité nacional del paro aprovechó este desgaste para llamar a la desmovilización del paro en Junio 15. Si bien el comité no representaba a todos aquellos que marchaban, si representaba a las centrales sindicales y por consiguiente a los elementos más organizados. La juventud intentó mantener la lucha en las calles y hubo otros episodios heroicos, como la tumba de la estatua de Cristóbal Colón en Barranquilla. Pero para Julio 20, cuando el comité de paro llamó a nuevas protestas, el desgaste fue más que visible. Los números fueron una fracción de la cantidad que atendió durante los últimos meses. Efectivamente, esto marca el final del paro general, ya que la vía electoral se convirtió aquí en la perspectiva general del movimiento. 

Lecciones del paro general

Si bien el paro general no terminó con la caída del gobierno de Duque, la eventual caída de este sistema no se podrá lograr sin sacar un balance claro de explosiones sociales como esta. La impopularidad del gobierno de Duque (efectivamente la impopularidad del establecimiento representado por Uribe y sus compinches) continúa en aumento, llegando al 82%. El apoyo social sobre el que descansaba el Uribismo ha sido efectivamente revertido. 

En cambio, el paro general, en su punto alto, tenía el apoyo de las masas. De acuerdo a CELAG, el 72% de los colombianos apoyaron las manifestaciones.  La misma encuesta mostró que el 80 por ciento de la población en Colombia cree que la gente rica ha obtenido su riqueza debido a la corrupción o a su herencia. A día de hoy, la encuesta más reciente de la misma institución no pinta un panorama tan abiertamente cuestionante de la clase dominante, pero sin embargo hay apoyo al desafío de la misma. El 44,8% de la población considera la corrupción el problema principal del país, el 63,7% considera necesario limitar las ganancias de los bancos privados y el 53,7% considera necesario limitar impuestos a los más ricos. 

Estos cambios de opinión reflejan el hecho que las guerrillas ya no sirven como el espantapájaros que la derecha colombiana podía usar para poder justificar sus tácticas de represión en contra de la izquierda. Si bien la represión todavía existe, ya no tiene el apoyo social de antes. Esta falta de apoyo y debilidad es lo que impulsa a la represión, que no es una maniobra de un gobierno en control de la situación, sino de un gobierno débil e impopular. La desmovilización de las guerrillas tiene el efecto opuesto sobre la izquierda también. Ahora que las guerrillas ya no son las protagonistas de la lucha contra el estado, la juventud, los obreros y los campesinos están abiertos a organizarse y luchar, en vez de tratar de continuar un conflicto armado asimétrico donde las condiciones están a favor de un estado apoyado por los EE.UU y armado hasta los dientes. 

Todo esto refleja el hecho de que este es un estado con pies de barro, que puede caerse, con la debida organización. Pero es necesario una dirección lista a luchar por la caída del estado y que reconozca la oportunidad. Tristemente, aquí es donde vemos uno de los grandes límites del movimiento: el liderazgo sindical durante el último año ha comprobado que no tiene ninguna perspectiva más allá de negociar con el estado y usar el movimiento de masas (cuando este erupte) para obtener reformas. El comité nacional del paro desmovilizó a sus miembros marchantes en nombre de avanzar su pliego de demandas. La oportunidad de luchar por la sindicalización de los jóvenes y obreros bajo la bandera de las centrales se ignoró por completo en favor de tratar de poner presión sobre el congreso. 

Al final del paro general, el comité decidió aplazar para el día de las elecciones lo que debía hacerse hace más de 10 meses: el fin del gobierno de Duque. Esta debilidad del liderazgo se extiende al reformismo parlamentario. Si bien Petro y el Pacto Histórico representan las aspiraciones de millones de colombianos de obtener mejores condiciones de vida y trabajo, vale la pena recordar las declaraciones de Petro en el calor del momento, pidiendo la desmovilización del paro y la continuación del gobierno de Duque para que terminé la tarea de vacunar a la población y la recuperación. Si bien la campaña de vacunación del gobierno de Duque fue un relativo éxito (con todas las características de la vacunación a nivel internacional con una gran desigualdad entre las ciudades y las regiones, entre los pobres y los ricos, etc),, la recuperación económica solo la han visto los ricos.

Esta decisión de Petro es un reflejo de su característica más débil y peligrosa para el movimiento detrás de él: su naturaleza conciliadora con la clase dominante de este país y su implacabilidad con aquellos que están a su izquierda. En los últimos cuatro años, Petro ha moderado su programa para satisfacer a la clase dominante de este país, exaltando el valor de ciertos empresarios y ricos, defendiendo las pequeñas y medianas empresas, prometiendo no expropiar (y creando campañas mediáticas alrededor de esta consigna, como los diez mandamientos y la firma en la notaría). No solo esto, pero su coalición actual (Pacto Histórico) intenta albergar tanto a aquellos obreros, trabajadores y campesinos que luchan por el cambio como a aquellos que se han beneficiado de la explotación y corrupción, como Armando Benedetti y Roy Barreras. 

Esta moderación no prevendrá la reacción de la clase dominante, que hasta ahora, ha cerrado filas y concentrando su fuego en contra de la campaña de Petro. Desde los pronunciamientos del General Zapateiro hasta el montaje de Caracol Noticias que sugería que el “Pollo” Carvajal había confirmado que Petro fue financiado por Venezuela, pasando por los ataques constante del antiguo presidente Alvaro Uribe y las intervenciones en las elecciones de parte del presidente actual Iván Duque, es claro que la clase dominante de este país está dispuesta a hacer todo lo que pueda hacer para evitar una presidencia de Petro. 

La presión enorme del latifundio y la burguesía sobre un posible gobierno de Petro solo puede ser contraatacada con el movimiento en las calles, dispuesto a defender un programa socialista y a luchar a como de lugar para ponerle fin al dominio de la clase dominante de este país que ha vivido de la explotación y la tortura de la mayoría de la gente. 

Las tareas de los marxistas

La naturaleza conciliatoria de Petro, la presión de la clase dominante colombiana y la presión del mercado mundial son una receta perfecta para la capitulación del Pacto Histórico y la traición de las demandas del movimiento. Es aquí donde la capa más avanzada del movimiento del paro general tiene que usar las lecciones aprendidas desde este evento histórico para ir a la ofensiva.

La dirección del Pacto Histórico usará argumentos como su falta de mayoría en el congreso para justificar retrocesos en sus políticas. La tarea de los revolucionarios será ir donde esta dirección no se atreva: a marchar a las calles, organizar a la clase obrera y tratar de orquestar manifestaciones masivas, huelgas, mítines, etc. para poder avanzar todas y cada una de las demandas necesarias. 

Para poder organizar semejante defensa de las demandas iniciales que le dieron combustible al paro, es necesario crear una organización que recoja y reviva las tradiciones del paro general, sobre un nivel más alto, habiendo aprendido las lecciones correctas de cada lucha. Hay toda una capa de jóvenes que ha pasado por la escuela de los ultimos cinco años, viviendo los paros generales del 2019 y el 2021, al igual que la insurrección de Septiembre del 2020 causada por el asesinato de Javier Ordoñez. Esta capa tiene sed de lucha y necesita ideas serias para orientar esta lucha. La mejor manera de dilucidar qué tácticas, métodos y estrategia son necesarios para cada instancia de lucha es con una organización en donde todos los luchadores de diferentes regiones puedan organizarse y conocer las luchas de cada país. 

Esta es nuestra tarea en el futuro cercano: la creación de un partido obrero que pueda unir las luchas de los obreros, los campesinos, la comunidad LGBTQ, las comunidades indígenas y las comunidades afro-descendientes de este país, al igual que la juventud en general. Un partido que reconozca que solo una ruptura con el capitalismo será suficiente para ponerle fin a la crueldad de este sistema, formado por aquellos veteranos de las luchas anteriores y los nuevos reclutas que quieran unirse. 

Nosotros reconocemos que nada de esto es fácil. Semejante solución, a la hora de ser implementada, requerirá gran paciencia, una perspectiva a largo plazo y el reconocimiento de que habrá altibajos y retrocesos. Pero hay causa para ser optimista. Los últimos cinco años demuestran que tan rápido puede evolucionar la conciencia de clase.

Los escépticos se basan sobre el lado debil de la clase obrera, sobre el hecho de que la clase obrera es inicialmente educada por la clase dominante a aceptar el sistema. Los marxistas nos basamos sobre lo que la clase obrera es, sobre su potencial revolucionario y sobre su lugar en el sistema de producción como la clase productiva y explotada. Esto la lleva a la necesidad de luchar para mejorar sus condiciones y eventualmente para sobrellevar el sistema que la explota y restringe su potencial. 

Es cierto que hoy, a un año del paro general, las masas todavía no están listas para iniciar otro paro general. Pero esto nos da más razón para usar este tiempo para formarnos, organizarnos y crear una organización que pueda ganarse la confianza de la clase obrera con ideas socialistas dentro del movimiento. Solo con semejante organización podremos jugar un rol positivo en el momento en el que las masas se decidan a moverse. 

Los últimos años han visto todo tipo de explosiones sociales en todo tipo de países, desde Sri Lanka y Myanmar (países que han vivido al yugo del capitalismo mundial, explotados por el imperialismo) hasta el vientre de la bestia en sí, en donde 26 millones de personas se alzaron contra el gobierno Estadounidense, quemando los precintos de policía y confrontando a la policía. Líbano tumbó a dos primeros ministros en un año. Perú tumbó a dos presidentes en un mes. Explosiones sociales las hay y las van a haber en el futuro cercano. Como individuos, no tendremos ninguna manera de jugar un papel en estos eventos. Pero con una organización, podemos medirnos a la altura de la ocasión y jugar el papel histórico que tenemos que jugar. 

Creemos que el mejor resumen de la situación y nuestra perspectiva fue concedido por León Trotsky en su “Manifiesto de la IV Internacional”:

El mundo capitalista no tiene ninguna solución, a menos que una muerte prolongada se considere como una solución. Es necesario prepararnos para años e incluso décadas largas de guerras, alzamientos, periodos de paz, seguidos por más guerras y más alzamientos. Un partido joven revolucionario debe basarse en esta perspectiva. La historia le proveerá con suficientes oportunidades para probarse a sí mismo, acumular experiencia y madurar. Entre más rápido las bases de este partido se endurezcan, más corto será el periodo de conclusiones sangrientas y menos destrucción sufrirá el planeta. Pero el gran problema histórico no será resuelto hasta que un partido revolucionario este a la cabeza de la clase obrera. La cuestión de los tiempos e intervalos es de gran importancia. Pero esto no altera la perspectiva general histórica ni la dirección de nuestra política. La conclusión es simple. Es necesario continuar el trabajo de educar y organizar a los mejores elementos de la clase obrera y hacer esto a la decima potencia de nuestra energía.