A finales de marzo iniciaron las protestas y los bloqueos carreteros en la región de Junín, pues los precios de los combustibles, los fertilizantes y los alimentos de la canasta básica se han incrementado en forma desmedida, aumentando el costo de la vida, donde las principales afectadas son las familias de la clase obrera y campesina del Perú.
Estas movilizaciones son un síntoma claro de la profundización general de la crisis del sistema capitalista y de la imposibilidad de combatir sus contradicciones desde el seno del aparato estatal burgués. Desde los diferentes medios de comunicación se incentiva la idea de que el alza de los precios en los alimentos y combustibles se debe a la guerra entre Rusia y Ucrania, lo cual es relativamente cierto, decimos relativamente porque en este enfrentamiento bélico, hay sectores de acaparadores y especuladores que utilizan este tipo de conflictos para enriquecerse desmesuradamente a costa del sufrimiento y del hambre de la clase trabajadora alrededor del mundo, aunque también parecen olvidar que el incremento en los precios ya había iniciado incluso antes de la guerra.
Bajo estas condiciones, es inevitable detener los procesos de lucha de la clase obrera, pues la supervivencia de sus familias se encuentra en riesgo, por lo que no podemos decir que las protestas de Junín son de “dirigentes y cabecillas pagados”, como expresó el presidente Castillo, al contrario, estas se han desatado a consecuencia de su política de conciliación con la clase burguesa del Perú, pues en este afán de obtener el aval de los poderosos ha diluido su programa de reformas y ha dado la espalda a las esperanzas de transformación profunda que el pueblo trabajador depositó en él durante las elecciones pasadas. El 60% de la población en esta región le dio su voto a Castillo y él ha respondido reprimiendo las movilizaciones, poniéndose del lado de la defensa de los intereses de esa clase parasitaria que ha intentado vacarlo y que no lo quiere como representante de su Estado.
Las manifestaciones fueron subiendo de nivel, al igual que la represión, donde hasta ahora el saldo es de al menos una docena de heridos y catorce detenidos. Finalmente se estableció una mesa de negociación entre siete ministros del gobierno de Castillo y los manifestantes, donde se comprometen temporalmente a reducir 90% el impuesto selectivo al consumo y a gestionar una exoneración por tres meses de impuestos a la venta de alimentos básicos. Este acuerdo fue para generar una tregua temporal en las movilizaciones, pero las negociaciones se reestablecerán el 7 de abril. En pocas palabras, no se ha resuelto nada, solo se está ganando tiempo que será aprovechado por el gobierno para desgastar, amedrentar y evitar futuras movilizaciones.
Estas manifestaciones tan solo han sido la punta del iceberg de la acumulación de conflictos y ataques hacia los sectores oprimidos del Perú y a la inestabilidad del gobierno de Castillo, lo que nos llevó a los acontecimientos de ayer en Lima.
Al parecer para el país cada 5 de abril está condenado a ser un día lleno de incertidumbre y caos. Se cumplieron 30 años de ese famoso e inconstitucional autogolpe de estado ejecutado por el exdictador Fujimori. Aquel golpe de estado que perpetraba y apañaba muchos delitos y denuncias en su contra. Un autogolpe de estado con el único trasfondo del cambio de constitución con la excusa de siempre, la lucha contra el terrorismo.
Aquel cambio de constitución escrito desde las bases del SIN (Servicio de Inteligencia Nacional del Perú) adecuado a una política neoliberal, una política que limitaba la participación del estado en puestos claves del sector industrial llevando a un proceso generalizado de privatizaciones en detrimento de la clase trabajadora.
A 30 años de ese día de calumnia y caos, el presidente Castillo no encontró mejor manera de recordarlo que dando un mensaje a la nación a las 23:40 horas del día 4 de abril, anunciando el Estado de Emergencia en Lima y el Callao, con un mensaje cargado de incertidumbre e ineptitud, impreciso, ambiguo que solo generaba confusión en la población.
Finalmente lo que sucedió fue que este decreto fue aprovechado por la derecha para movilizar a sus bases, utilizando las demandas legítimas de la clase obrera para llevar adelante sus pretensiones de sacar al presidente, pues si no pudieron mediante la vacancia, por qué no hacerlo en las calles.
Es evidente que detrás de esta súbita subida de precios se encuentran enormes grupos de poder que lo único que buscan es desestabilizar al gobierno y generar hambre, confusión y caos, lo que estos grupos de derecha buscan es tener cualquier tipo de excusa para poder sacar a Castillo lo antes posible, ya lo han intentado en más de una ocasión en lo que va de su mandato pero no lo han logrado porque no cuentan con el respaldo popular, porque temen que de hacerlo el pueblo se levante, como ya lo ha demostrado, de manera masiva en el 2019 donde no duró ni una semana el presidente que nos impusieron.
Lamentablemente Castillo no ha sabido, ni ha querido apoyarse en el clamor del pueblo, pues en vez de unirse y dirigir al movimiento legítimo de los trabajadores por mejorar sus condiciones de vida hacia una lucha frontal contra los intereses del capital y en defensa de su gobierno, ha hecho todo lo contrario, les ha dado la espalda purgando de su gabinete a los sectores con más vínculos con el movimiento obrero, ha diluido por completo su de por sí escueto programa y ha sacado a la policía a reprimir al pueblo que lo llevó al poder.
Todo esto lo ha hecho para congraciarse con una oligarquía que lo desprecia y aborrece desde el día que resultó candidato a la segunda vuelta electoral, esa misma burguesía es a la que Castillo espera agradar para mantener su gobernabilidad y no ser vacado. Pero los acontecimientos del 5 de abril muestran claramente que, si la derecha no puede vacarlo en el congreso, utilizará las demandas genuinas del pueblo oprimido para vacarlo en las calles.
Las protestas que se dieron en Lima, fueron significativamente diferentes a las protestas de Junín.
En Junín, las consignas de lucha eran por la disminución del costo de la vida, por demandas económicas legítimas del movimiento obrero y campesino de la región, que fueron atendidas con una represión brutal por parte de la policía. Mientras que, en Lima, los manifestantes salieron a las calles vestidos con playeras de la selección de Perú, ondeando banderas peruanas y gritando consignas exigiendo la renuncia o la vacancia de Castillo, a pesar de la gran movilización policiaca que hubo, la contención hacia los manifestantes no fue mediante la represión desmedida, pues incluso hasta ahora se habla de que ha habido más policías heridos que manifestantes, donde la policía fue quien terminó siendo replegada.
Esta represión selectiva marca muy bien la pauta de las intenciones de la derecha, pues siendo en Lima donde tienen su principal fuerza de apoyo, utiliza a los sectores más desclasados para hacer desmanes, aprovechando las movilizaciones que ocurren en otras regiones. Al haber un vacío en la dirección de la organización obrera y ante la inoperancia y claudicación de Castillo la derecha se monta de las demandas del movimiento obrero para mermar aún más la base de apoyo del presidente y destituirlo.
Castillo ha tenido la oportunidad tangible de llamar a las masas obreras en defensa de su gobierno, incluso de romper con el sistema Capitalista bajo la premisa del supuesto “marxismo” que solo en dicho representa. Sin embargo, ni siquiera se le ven intenciones de impulsar la asamblea constituyente para “reformar” al capitalismo peruano que es una demanda con clamor popular, al parecer se le olvidó que esa propuesta estaba en su agenda y da la espalda al pueblo y coquetea con la derecha. Aquella derecha que una vez vacado buscará meterlo preso.
Como verdaderos marxistas, entendemos que una asamblea constituyente y una modificación a la constitución bajo el proceso de la legalidad burguesa solo representará un cambio para no cambiar nada, pues mientras el poder estatal y las palancas fundamentales de la economía se encuentren bajo el control de la clase burguesa, este seguirá operando para garantizar la defensa del interés del capital y no en pro del pueblo oprimido del Perú. Como se menciona, Castillo ha abandonado esta vía a la que se había comprometido, sin embargo, el clamor de los partidos de izquierda de que la constituyente es la única vía para resolver los problemas y contradicciones inherentes al capitalismo en el Perú, también es equivocada.
El Perú está inmerso en una gran crisis política, social y económica, de las más profundas en los últimos tiempos, y los problemas fundamentales solo se podrán resolver por vías revolucionarias, nacionalizando las palancas fundamentales de la economía y la banca, expropiando a los terratenientes y repartiendo la tierra entre los campesinos pobres. Solo un gobierno de los trabajadores podría garantizar que estas medidas se ejerzan en favor de la mayoría de los oprimidos del campo y la ciudad.
La claudicación de Castillo ante la derecha solo es el reflejo más nítido de la bancarrota de un gobierno reformista que intenta curar con aspirinas el cáncer provocado por el capitalismo. No puede haber un cambio a medias en nuestro país, o vamos a fondo o la derecha nos aplastará.
Treinta años han pasado y en el Perú pareciera que las cosas no cambiarán, sin embargo, las leyes de la dialéctica nos dicen que nada permanece, todo está en constante movimiento, y tarde o temprano le llegará la hora de morir a este sistema capitalista decadente, pero para esto, es necesario que las tareas de la organización de la vanguardia obrera en las filas de partido revolucionario se cumplan. No podemos confiar en la estrategia del reformismo, que ha demostrado una y otra vez, a lo largo y ancho de América Latina sus limitaciones y claudicaciones, necesitamos confiar en las fuerzas de nuestra clase, necesitamos construir y ampliar las fuerzas del marxismo revolucionario, y luchar de manera decidida contra el sistema capitalista, necesitamos avanzar hacia la revolución socialista, solo así podremos emancipar al pueblo oprimido del Perú y del resto del mundo de la violencia, miseria y explotación de la sociedad dividida en clases.