En una reunión de los principales miembros de la Corriente Marxista Internacional a finales de enero, Alan Woods (editor de marxist.com) ofreció una visión general de los dramáticos acontecimientos que se están desarrollando a principios de 2021. La crisis del capitalismo mundial está provocando rupturas, dislocaciones y polarización de clase en un país tras otro.
La pandemia del COVID-19 sigue infligiendo miseria y penurias a los ciudadanos de a pie, mientras los ricos se enriquecen aún más. La clase dominante está inyectando billones en el sistema para mantenerlo a flote, pero incluso si hay recuperaciones a corto plazo, esto asegurará un colapso aún más profundo más adelante.
El nuevo año apenas comenzó antes de que una turba de extrema derecha asaltara el edificio del Capitolio de Estados Unidos en Washington a instancias del ex presidente estadounidense, Donald Trump, convirtiendo el centro del imperialismo occidental en la imagen de un Estado fallido. Estos sucesos, junto con las protestas de BLM [las Vidas Negras Importan, por sus siglas en inglés. NdT] del verano pasado, de mayor envergadura, muestran lo profunda que se ha vuelto la polarización de la sociedad estadounidense.
En otros lugares, las grandes protestas en la India y Rusia demuestran el mismo proceso: el resentimiento de las masas está creciendo y la clase dirigente está fracasando en su intento de gobernar a la antigua usanza. Como explica Alan, todos los caminos conducen a una explosión sin precedentes de la lucha de clases en el escenario mundial.
En este contexto, la tarea de los marxistas es presentar una alternativa socialista revolucionaria a los millones de trabajadores y jóvenes radicalizados que están viendo con sus propios ojos el fracaso total del capitalismo para proporcionarles una existencia digna.
Transcripción
Estas perspectivas mundiales no se parecen a ninguna otra de las que he hablado, como una nube negra que se cierne sobre la situación es esta pandemia sin parangón, sometiendo a millones de personas a la miseria y la muerte. Hay casi 100 millones de casos en todo el mundo, y más de 2 millones de muertes.
Estas cifras no tienen precedentes fuera de una terrible guerra mundial.
La situación es especialmente grave en los países pobres, en África, Asia, América Latina. Pero también afecta a algunos de los más ricos. En Estados Unidos hay más de 25 millones de casos, y el número de muertes se acerca inexorablemente al medio millón. Estoy sentado en Londres, donde Gran Bretaña tiene el peor número de muertes por cabeza. 3,5 millones de casos, y acaban de admitir oficialmente más de 100.000 muertes.
En otras palabras, la crisis actual no es como una crisis económica normal. Es una situación literalmente de vida o muerte para millones de personas. El punto de partida de nuestro análisis es que el capitalismo no puede resolver el problema: él mismo es el problema.
Este terrible azote sirve para exponer las profundas divisiones entre ricos y pobres. Ha dejado al descubierto las profundas líneas de fractura que dividen a la sociedad. Entre los que están condenados a enfermar y morir, y los que no.
Ha dejado al descubierto el despilfarro del capitalismo, su caos e ineficacia, y está preparando la lucha de clases en todos los países del mundo. A los gobiernos les gustan las analogías militares para describir la situación actual. Dicen que estamos en guerra con un enemigo invisible, este terrible virus. Su solución es que todas las clases y partidos deben unirse, detrás del gobierno existente.
Sí, pero un tremendo abismo separa las palabras de los hechos. Este abismo está entre las necesidades urgentes de la sociedad, y los mecanismos de la economía de mercado. Si realmente estuviéramos en guerra contra el virus, todos los gobiernos deberían movilizar todos sus recursos hacia una única tarea: movilizarse para un plan de acción global.
Los argumentos a favor de la economía planificada, el internacionalismo y la planificación internacional son irrefutables. A pesar de las ideas del Sr. Trump, el virus no respeta las fronteras ni los controles fronterizos.
Desde un punto de vista puramente racional, la respuesta sería aumentar la producción de vacunas, uno habría pensado. En cambio, tenemos el repugnante espectáculo de la disputa entre Gran Bretaña y la UE por las escasas vacunas, mientras que a los países más pobres prácticamente se les niega el acceso a cualquier vacuna.
La pregunta que surge es: ¿por qué hay escasez de vacunas? Es necesario ampliar la capacidad de producción mediante la creación de nuevas fábricas. ¿Por qué no se hace? Por la sencilla razón de que las grandes empresas farmacéuticas privadas no tienen interés en ampliar masivamente la producción, porque saldrían perjudicadas. Si aumentaran la capacidad de producción para abastecer a todo el mundo en seis meses, lo que es perfectamente posible, las fábricas recién construidas quedarían vacías inmediatamente después.
Por tanto, los beneficios serían mucho menores que en la situación actual, en la que las plantas existentes pueden producir a pleno rendimiento durante años. Lo que significa que las empresas farmacéuticas obtienen grandes beneficios y, por supuesto, hay constantes problemas de producción y suministro. Esto significa que hay escasez en todas partes, con millones de dosis que no se utilizan, y con millones de muertes como resultado.
Por otro lado, la clase capitalista de todos los países presiona para que la gente vuelva al trabajo, para que se reanude la producción.
Se obliga a los trabajadores a volver a los lugares de trabajo abarrotados, sin medios de protección adecuados, lo que equivale a dictar una sentencia de muerte para muchos trabajadores y sus familias.
Por otra parte, la crisis económica es la más grave de los últimos 300 años, dicen. Sólo entre abril y junio del año pasado se perdieron 400 millones de empleos en todo el mundo. Si se toma sólo el sector del turismo, que es importante para muchos países pobres, se cree que se han eliminado 120 millones de puestos de trabajo. Las llamadas economías emergentes están siendo arrastradas con el resto. India, Brasil, Rusia y Turquía todas están en crisis. La economía de Corea del Sur se contrajo el año pasado por primera vez en 22 años. A pesar de las subvenciones estatales por valor de unos 283.000 millones de dólares.
No voy a dedicar mucho tiempo a la economía, aunque lo haré más adelante si tengo tiempo. Desde el punto de vista marxista, el estudio de la economía no es una cuestión abstracta, no es una cuestión académica. Pero [la economía] tiene un profundo efecto en el desarrollo de la conciencia de todas las clases, esa es la cuestión. Lo principal que observamos ahora en todas partes es una crisis, no sólo de los gobiernos, una crisis política, sino una crisis del régimen. Yo diría que especialmente en Europa y en los Estados Unidos.
Hay claros indicios de que la crisis es tan grave, tan profunda, que la clase dominante está perdiendo el control de los instrumentos tradicionales que utilizaba en el pasado para dirigir la sociedad. Y los políticos burgueses han perdido totalmente el control.
Empezando por EEUU, el país más rico y poderoso. La crisis económica mundial ha golpeado duramente a EEUU. 40 millones de norteamericanos se declararon en paro durante la pandemia, como siempre son los más pobres los que más sufren, y los jóvenes. Una cuarta parte de los menores de 25 años ha perdido el trabajo. Esto, sin duda, provocó una gran alarma en los círculos de la clase dirigente de EE.UU..
Se suponía que el Estado no debía desempeñar ningún papel en la vida económica, ¿quizás recuerden esa teoría? Pero, alarmados por el peligro que imponía la situación, la clase dominante se vio obligada a tomar medidas de emergencia. Abandonaron todas las viejas teorías de que el Estado no debe interferir en la economía, y ahora en todos los países, empezando por los EE.UU., la llamada economía de libre mercado, el capitalismo, está realmente en terapia intensiva, como un paciente de coronavirus. Sólo existe gracias a las muletas del Estado.
La mayor parte de este dinero fue directamente a los bolsillos de los ricos. Pero al principio tuvo el efecto de amortiguar los efectos de la crisis en las capas más pobres. Pero ahora estas ayudas se están retirando. Y tenemos, como resultado, la más terrible pobreza en el país más rico del mundo.
Di las cifras en un artículo reciente que escribí, estadísticas espeluznantes. Las familias estadounidenses ahora, muchas de ellas, carecen de dinero suficiente para poner comida en la mesa. Los centros de alimentos proliferan, y millones de personas se hunden en la más absoluta pobreza. Muchos están amenazados con perder sus casas, porque no pueden pagar el alquiler.
En otras palabras, la brecha entre ricos y pobres se ha transformado en un abismo insalvable.
Y esto tiene un efecto. Toda esta demagogia sobre el interés nacional, debemos luchar juntos, todos en el mismo barco, etc. Pues bien, veámoslo en detalle. Las masas están dispuestas a hacer grandes sacrificios en determinadas circunstancias. En tiempos de guerra, la gente está dispuesta a unirse para luchar contra un enemigo común, eso es cierto. Están dispuestas, al menos durante un tiempo, a aceptar un nivel de vida peor. Y también restricciones a los derechos democráticos, hasta cierto punto, durante un período.
Pero la existencia de una desigualdad sin precedentes, la escandalosa riqueza acumulada por los ricos… mientras que, por ejemplo, el FMI estima que cerca de 90 millones de personas van a caer por debajo del nivel de 1,90 dólares al día: el umbral de la pobreza extrema.
Sin embargo, en 2020, la riqueza total de los multimillonarios creció en 1,9 billones de dólares. Eso es durante la pandemia, durante la crisis. Destaca el ejemplo de Jeff Bezos. Ahora gana más por segundo que un trabajador típico de Estados Unidos en una semana.
La brecha que separa a los que tienen y a los que no tienen se ha ampliado hasta convertirse en un abismo insalvable, como ya he dicho. Y esto está profundizando la polarización social y política, esa es la cuestión. Está creando un ambiente explosivo de ira en la sociedad. Dondequiera que mires, en todos los países, hay un odio ardiente hacia los ricos y poderosos: los banqueros, Wall Street y el establishment en general.
Este odio ha sido hábilmente canalizado por el demagogo de derechas Donald Trump. Y esto ha alarmado a los representantes serios del capital. Con razón veían a Donald Trump como una amenaza porque estaba dinamitando deliberadamente la base del consenso, de toda la política de centro que habían estado construyendo laboriosamente durante décadas.
La clase dominante está desesperada por evitar esta polarización y volver a establecer este centro político. Pero todas las condiciones objetivas militan contra su éxito. Y los sucesos del 6 de enero son una llamativa demostración de ello. Ahora dicen que fue una insurrección, intentan destituir a Trump, al que acusan de organizar una insurrección. ¡Si fue un intento de insurrección fue uno muy pobre! Más que eso, fue un gran motín. Pero, no obstante, fue peligroso para la clase dominante, y expuso claramente las profundas fisuras del propio Estado.
Los acontecimientos del 6 de enero en Washington indican que la polarización de la sociedad ha alcanzado un punto crítico, un punto de ruptura. Las instituciones de la democracia burguesa están siendo puestas a prueba hasta su destrucción. Es una crisis del régimen, no una crisis política normal. A pesar del aluvión de hostilidad de los medios de comunicación después, el 45% de los republicanos registrados pensaron que el asalto al Capitolio estaba justificado. Estamos hablando de millones de personas. Eso es bastante significativo, pero más significativo, y esto lo ha olvidado mucha gente, es el hecho de que el 54% de todos los estadounidenses pensaron que el incendio de la comisaría de Minneapolis estaba justificado. Y no olvidemos que el 10% de toda la población estadounidense participó en las protestas de BLM , que es muchas veces más que los que asaltaron el Capitolio.
El movimiento espontáneo que arrasó el país tras el asesinato de George Floyd y los acontecimientos sin precedentes que siguieron a las elecciones en EEUU, si se toman en conjunto, representan un punto de inflexión en toda la situación. Por supuesto, el movimiento es confuso, por decirlo suavemente. Tiene algunos elementos reaccionarios, pero no es sólo una marea negra de reacción. Esas son las tonterías de los observadores liberales que no entienden nada.
Los marxistas deben ser capaces de determinar lo que es progresista de lo que es reaccionario en un movimiento de masas. Debemos entender que aquí, en embrión, tenemos desarrollos revolucionarios en el futuro. Los estúpidos liberales y reformistas no entienden nada, gritan sobre el fascismo, del que no saben nada. Más adelante citaré un artículo muy perspicaz que muestra que los burgueses con visión de futuro entienden lo mismo que nosotros: en todas partes, en todos los países, bajo la superficie, hay un estado de ánimo de ira y resentimiento contra el orden existente. Este estado de ánimo se expresa en el colapso de la confianza en las instituciones oficiales, los partidos, los gobiernos, los líderes políticos, los banqueros, los ricos, la policía, el poder judicial, las leyes existentes, la tradición, la religión, la moral del sistema existente.
La gente ya no cree lo que le dicen los periódicos y la televisión, compara la enorme diferencia entre lo que se dice y lo que ocurre, y se da cuenta de que nos venden una sarta de mentiras. Esto no siempre fue así. En el pasado, la mayoría de la gente no prestaba mucha atención a la política, lo que se aplica también a los trabajadores. Las conversaciones en los lugares de trabajo solían versar sobre fútbol, películas, programas de televisión. Rara vez se hablaba de política, salvo en época de elecciones.
Ahora, todo eso ha cambiado. Las masas empiezan a interesarse por la política, porque empiezan a darse cuenta de que afecta directamente a sus vidas y a las de sus familias. Esto en sí mismo es un reflejo de un estado de ánimo revolucionario. Las instituciones de la democracia burguesa se basaban en el supuesto de que el abismo entre ricos y pobres podía disimularse y contenerse dentro de límites manejables. Pero eso ya no es así. Esa es precisamente la razón por la que ha colapsado el llamado “centro”.
Es cierto que debido a la completa bancarrota de los reformistas, incluidos los reformistas de izquierda, este estado de ánimo ha sido capitalizado por los demagogos de derecha, los llamados populistas. Por supuesto, la naturaleza aborrece el vacío, como dicen los científicos. Los estúpidos liberales y reformistas interpretan esto como fascismo, no entienden nada. Pero los estrategas del capital sí lo entienden, muy claramente.
En Navidad, el Financial Times publicó un artículo firmado por el consejo de redacción, que mostraba una valoración muy diferente del proceso, y hacia dónde iría. Con su permiso, citaré algunas líneas:
“Los grupos que se han quedado atrás por el cambio económico concluyen cada vez más que a los responsables no les importa su situación”.
Es cierto, esta gente -los partidarios de Trump- cuando son entrevistados dicen “¡A Washington no le importamos! Somos el pueblo olvidado!”
El artículo continúa…
“[O] lo que es peor, han amañado la economía para su propio beneficio en contra de los que están en los márgenes. Poco a poco, esto está poniendo en tensión al capitalismo y a la democracia. Desde la crisis financiera mundial [2008], esta sensación de traición ha alimentado una reacción política contra la globalización y las instituciones de la democracia liberal…” (¡ésta es la parte fascinante!) “El populismo de derechas puede prosperar en esta reacción, mientras que los mercados capitalistas siguen en pie”. Y este es el punto… “Pero como no puede cumplir sus promesas a los económicamente frustrados, es sólo cuestión de tiempo antes de que las horcas salgan contra el propio capitalismo…” “y contra la riqueza de los que se benefician de él.”
Eso sí que es hablar en serio, ¿no? Muestra una perfecta comprensión de la dinámica de la lucha de clases. Cómo el llamado populismo de derecha puede ser sólo la primera etapa antes de una explosión revolucionaria. Lo entienden perfectamente bien. Incluso el lenguaje es significativo. Armados con horquillas sugiere una analogía con la Revolución Francesa, o la Revuelta de los Campesinos de 1381, donde los campesinos tomaron Londres. Esta tremenda volatilidad puede observarse en muchos países, si no en todos.
Lo vimos hace poco en Rusia, donde el regreso de Navalny fue la señal para una explosión de protestas en Moscú y otras 110 ciudades. Lugares como Vladivostok las provincias. ¿Qué representa esto? Todavía no es la revolución rusa, es cierto. También son manifestaciones muy heterogéneas, mucha gente de clase media, intelectuales, liberales, pero también un número creciente de trabajadores. Pero se trata de grandes manifestaciones en el contexto ruso. Hay que verlo en el contexto de la caída del nivel de vida. Entre 2013 y 2018, antes de la pandemia, el crecimiento económico anual promedio fue del 0,7%, básicamente estancado. A finales del año pasado, se vio un crecimiento negativo de alrededor del 5 por ciento.
Putin, en el pasado podía jactarse de cierto éxito en el ámbito económico, pero ya no. El desempleo está creciendo rápidamente y muchas familias están perdiendo sus hogares. Así que la cuestión de Navalny es sólo un elemento de esta situación. Todo indica también que el apoyo de Putin se está derrumbando. Dos días después de su detención, Navalny publicó un vídeo muy interesante, visto por millones de personas, en el que expone la corrupción personal de Putin, mostrando que ha construido un gran palacio en el Mar Negro, y todo esto está creando un ambiente explosivo. Como digo, Rusia todavía no está en una situación prerrevolucionaria, pero los acontecimientos se están moviendo muy rápido ahora.
Ahora, en el otro extremo del mundo, en la India, mientras hablo vemos acontecimientos que equivalen a un movimiento insurreccional: el de los campesinos, que organizaron una marcha de tractores hacia Delhi el 26 de enero, hace un par de días, coincidiendo con el Día de la República, que Modi celebraba con un gran desfile militar. Fue impresionante ver esto en la televisión, asombroso, ver a miles de agricultores luchando contra la policía para llegar al Fuete Rojo, luchando contra policías fuertemente armados, atacados y golpeados. Modi se ha visto claramente sacudido por ese levantamiento, que dio una idea de la furia contenida de las masas.
Pero la debilidad del movimiento en la India, y esto es un rasgo general, es la ausencia de una respuesta seria de la poderosa clase obrera india.
La lucha de los campesinos tuvo un fuerte impacto en las fábricas, pero los poderosos líderes sindicales estalinistas están tratando de poner freno. Ahora el fuego está bajo sus traseros, Ahora hablan de una huelga general de cuatro días, lo que es significativo. En el pasado intentaron agotar a los trabajadores, como hicieron en Grecia, convocando una serie de huelgas generales de un día. Esto es un truco para liberar presión y evitar que el movimiento se generalice.
Antes estábamos discutiendo el SI de las consignas propuestas por los camaradas de Pakistán e India de una huelga general: Espero tener tiempo para tratar este tema más adelante.
No voy a dedicar mucho tiempo a las perspectivas de la administración Biden, pero está claro que Wall Street tiene puestas todas sus esperanzas en la administración y en sus esfuerzos de vacunación, pero Biden presidirá una nación dividida y en declive. Sus intentos de resolver la crisis no harán más que aumentar la deuda del sistema, lo que preparará una crisis mayor más adelante.
No tengo tiempo para ocuparme mucho de China, pero este país es la única gran potencia económica que ha tenido algún tipo de crecimiento positivo. Eso se debe a que el Estado chino intervino con decisión para contrarrestar tanto la pandemia como la crisis económica. Una especie de capitalismo de Estado, si se quiere utilizar esa expresión. Y para ser justos ha tenido resultados hasta ahora.
Es cierto que el crecimiento de China está en torno al 2 por ciento, lo que es muy pobre desde la perspectiva china, pero ahora prevén un crecimiento del 8 por ciento este año. Si esto es cierto, China superará al resto del mundo. Pero este mismo éxito será su perdición. Este crecimiento económico se basa excesivamente en las exportaciones. China está interviniendo agresivamente en el mercado mundial y tendrá que intervenir aún más agresivamente. Esto significará inevitablemente una tensión entre China y Estados Unidos, que ve a China como el principal peligro, no sólo Trump, sino también Biden, los demócratas están de acuerdo.
Antes, China era una gran parte de la solución para el capitalismo mundial, ahora es una gran parte del problema. Y el conflicto particularmente entre EEUU y China amenaza con provocar una guerra comercial aún más grave, que es la mayor amenaza posible para el capitalismo mundial que existe, porque fue el crecimiento del comercio mundial lo que explica el desarrollo del capitalismo en el último período. La llamada globalización. Ahora, por supuesto, esto se convertirá en su contrario con resultados muy negativos para el capitalismo.
Esto a su vez tendrá un efecto dentro de China. Ya ha habido cierres de fábricas y desempleo, que se han ocultado, pero existen. Eso explica la razón por la que Xi Jinping tomó medidas drásticas contra Hong Kong. No fue una expresión de fuerza, sino de miedo y debilidad. A la clase dirigente china le preocupaba que este tipo de movimiento se extendiera al continente, y lo hará, como la noche sigue al día. Como internacionalistas debemos estar preparados para los grandes acontecimientos en China, que ocurrirán cuando nadie lo espere, porque es un régimen totalitario, no sabemos lo que está pasando allí. Mientras que el Estado chino podría reprimir un pequeño Estado como Hong Kong, no será tan fácil controlar 100 Hong Kongs en la China continental. Así que debemos seguir a China con atención.
No tengo tiempo para hablar de la economía durante mucho tiempo. Pero es importante subrayar lo que dije antes: cuando la burguesía se enfrenta a perderlo todo, recurrirá a los métodos más extremos para defender su sistema. Ahora han abandonado sus viejos argumentos sobre el mercado y han optado por el keynesianismo. Se han tambaleado como un borracho de una pared a otra.
Ahora dependen, casi exclusivamente, de las dádivas del Estado. Ted Grant solía describir el keynesianismo como economía vudú, creo que es una descripción justa. La idea de que el Estado tiene fondos ilimitados para intervenir en la economía es una tontería. En realidad es una política desesperada que han adoptado en todas partes y que ha llevado a un endeudamiento astronómico e impensable. Este es el mayor peligro que enfrenta el sistema capitalista en este momento.
Tengo las cifras aquí, las presentaremos en un documento más adelante. Pero tarde o temprano, estas deudas les pasarán factura. Hay una bomba de tiempo de la deuda, que se construye en los cimientos de la economía ahora. A largo plazo, los efectos serán más devastadores que cualquier bomba terrorista. Pero a corto plazo, están muy contentos de continuar con esto. E incluso publican artículos prediciendo confiadamente un rebote.
Ahora, como personas serias, debemos considerar estos argumentos seriamente. ¿Es posible algún tipo de recuperación? Bueno, en primer lugar, debemos entender que las predicciones económicas del FMI y del Banco Mundial deben tomarse con reservas. En primer lugar, la crisis actual es diferente de las crisis del pasado porque está ligada inseparablemente a la pandemia de coronavirus, y nadie puede predecir con certeza cuánto durará. Por ello, las predicciones de los economistas no pueden considerarse más que meras conjeturas. La única certeza es que todos los indicadores principales apuntan a la baja, eso está claro.
Pero, ¿significa eso que una recuperación de algún tipo está completamente descartada? No, no se puede sacar esa conclusión. De hecho, en cierto momento, es inevitable que se produzca algún tipo de recuperación. El sistema capitalista siempre se ha movido en booms y recesión. Tarde o temprano, también encontrarán una salida. Pero tenemos que ver de qué tipo de recuperación estamos hablando. ¿Estamos hablando del comienzo de un largo período de crecimiento y prosperidad, o simplemente de un interludio temporal entre una crisis y otra?
El pronóstico más optimista se basa en la existencia, al menos en los países capitalistas avanzados, de lo que llaman “demanda reprimida”. Hay millones de personas que se enfrentan a un auténtico empobrecimiento, pero también hay millones de familias en mejor situación económica que ahora tienen dinero para gastar, eso es un hecho. Al final de la pandemia, estarán deseosos de gastar en restaurantes, bares, vacaciones en el extranjero, etc. Esto podría significar un fuerte repunte inmediato de la economía después de la pandemia, que no se descarta, junto con nuevas y enormes inyecciones de dinero por parte del Estado.
Ahora seamos claros: a veces los compañeros tienen una idea demasiado blanca y negra sobre esta cuestión. Desde nuestro punto de vista, una recuperación económica temporal no sería mala. La pandemia y el consiguiente aumento del paro, conmocionaron a la clase obrera y provocaron una cierta parálisis, eso es un hecho. Pero incluso una modesta y pequeña recuperación de la actividad económica, un ligero descenso del desempleo, tendría el efecto inmediato de reactivar la lucha económica, ya que los trabajadores se esfuerzan por recuperar todo lo que han perdido en el período anterior.
Y seamos absolutamente claros. Esa recuperación sería temporal, y extremadamente inestable, porque está sobre una base artificial y poco sólida. Contendría en sí misma las semillas de su propia destrucción. Y cuanto más suba, más grave será la caída.
Pero como he dicho antes, la cuestión económica sólo tiene interés desde nuestro punto de vista en la medida en que repercute en la conciencia de las masas. Y aquí debo confesar que me siento un poco incómodo por la forma en que algunos compañeros plantean la cuestión de las perspectivas. Me parece un poco mecánica. Un camarada escribe un artículo, hace una lista de estadísticas muy interesantes sobre el hambre, la miseria, el desempleo, etc., y luego concluye inmediatamente: el capitalismo está acabado, ¡viva la revolución socialista!
Camaradas, me temo que las cosas no son tan sencillas, y desde una perspectiva dialéctica ese método es bastante objetable. No se inyectan conclusiones forzadas en un artículo, no se puede asumir lo que no está demostrado. No hay que asumir que la gente que lee estos artículos está de acuerdo con lo que nos planteamos. Las conclusiones deben surgir del análisis, y debe ser un análisis serio.
No es difícil describir la crisis del capitalismo. Lo que no es tan fácil, y lo que tenemos que establecer, es explicar cómo se llega de A a B. Y esto hay que explicarlo. El principal problema es la ausencia del factor subjetivo. La crisis es un hecho, y el hecho es que los trabajadores están aprendiendo, pero lleva tiempo, es un proceso de aprendizaje. Y las masas no se limitarán a sacar las mismas conclusiones que nosotros sacamos, por razones teóricas, hace años. Las masas sólo pueden aprender de una manera, que es la experiencia. Como decía Lenin: “La vida enseña”.
Pero aprender del gran libro de la experiencia es un proceso lento y doloroso. Se aceleraría enormemente si existiera un partido revolucionario de masas como los bolcheviques. Una organización con suficiente número para estar presente y con suficiente autoridad para ser escuchada por los trabajadores.
Lenin citó a Hegel, dijo que la verdad es siempre concreta. A veces, los marxistas más eruditos lo olvidan. Camaradas, debemos mostrar concretamente cómo pasar de A a B, y de B a C y D y E. Para ello, debemos crear una serie adecuada de reivindicaciones transitorias que protejan la salud y el sustento de los trabajadores, y que hagan recaer el peso de la crisis sobre los hombros de los capitalistas. Debemos plantear reivindicaciones adecuadas, no sólo para los trabajadores de la sanidad y los servicios de primera línea, sino para todos los trabajadores, pagados por la patronal. Si la patronal dice que no podemos pagar estas cosas, ¡que abra los libros y exponga las enormes cantidades de dinero que tiene escondidas, y las enormes inyecciones de dinero que les ha dado el Estado!
Sólo si la patronal no concede estas reivindicaciones, los trabajadores verán la necesidad de una transformación de la sociedad.
El principal problema es el de la dirección. El estado de ánimo furioso de las masas no encuentra expresión en las capas dirigentes de la clase. Los dirigentes sindicales están frenando el movimiento. Pero con o sin ellos, los trabajadores encontrarán una forma de expresarse. En Italia no hay un partido obrero de masas, pero el estado de ánimo de los trabajadores es cada día más irritable e impaciente. Los repetidos fracasos del gobierno están conduciendo inevitablemente a una explosión de la lucha de clases.
Este estado de ánimo no se expresa en el parlamento, sino en las calles. Nuevas capas se incorporan a la lucha. Lo vimos en Francia con los Chalecos Amsarillos, lo vimos en la India con los campesinos, de una manera peculiar lo hemos visto en el asalto al Capitolio.
¿Cuáles serían las consignas adecuadas ahora en la India? Objetivamente hablando, existen todas las condiciones para una huelga general indefinida. El problema es que los líderes estalinistas, como siempre, han estado arrastrando los pies. Son irremediablemente corruptos, contrarrevolucionarios, pero hay que entender que incluso los dirigentes más corruptos y contrarrevolucionarios pueden caer bajo la presión de la clase obrera cuando ésta empieza a moverse.
Ahora los dirigentes sindicales de la India están discutiendo la idea de la huelga general de cuatro días. Nuestra posición es la de una huelga general indefinida. Entonces, ¿qué hacemos? Nosotros no somos la dirección del movimiento, pero estos tipos sí. Deberíamos decirles: ‘muy bien, hagamos una huelga de cuatro días – ¡pero menos palabras y más acción! Primero: ¡poned la fecha! Inicien una campaña en las fábricas, convoquen reuniones de protesta masivas, creen comités de huelga y atraigan a los campesinos, las mujeres, los jóvenes y los desempleados, y a todos los sectores oprimidos de la sociedad. Y vinculad estos órganos de lucha a nivel local y nacional. En otras palabras, organicemos los ¡soviets! Si eso se hiciera -no digo que se haga-, pero si se hiciera, una huelga de cuatro días se transformaría en una huelga general indefinida, lo que plantea la cuestión del poder. Una vez que las masas de la India se organicen para eso, ninguna fuerza en la tierra las detendrá.
Debo resumir mis observaciones. Pero hay un punto que debemos entender: esta será una crisis larga y prolongada. Durará años, o incluso décadas, con altibajos. Será más larga debido a la ausencia del factor subjetivo.
Sin embargo, esto es sólo una cara de la moneda. El hecho de que sea larga y prolongada no significa que sea menos turbulenta, sino todo lo contrario. La perspectiva actual es de cambios bruscos y repentinos. Procesos que en el pasado tardaban muchos años en desarrollarse pueden ocurrir ahora de la noche a la mañana, lo que plantea cuestiones muy serias ante nosotros. Y debemos estar preparados, camaradas. El año 2021 será como ningún otro, la clase obrera ha entrado en una escuela muy dura, habrá muchas derrotas y reveses, pero de esa escuela los trabajadores sacarán las lecciones necesarias.
Los dirigentes sindicales están completamente fuera de sí, reflejan el pasado, los días en los que tenían una vida fácil con la patronal y podían conseguir fácilmente pequeñas concesiones para los trabajadores. Ahora las cosas son muy diferentes. Tendrán que luchar por cada reivindicación. Y los trabajadores se encuentran en condiciones intolerables, donde sus vidas y las de sus familias están en peligro.
Los sindicatos se transformarán en el curso de la lucha. Uno a uno, los viejos dirigentes de la derecha mueren o se jubilan, o son sustituidos. Una nueva generación de jóvenes luchadores de clase está empezando a desafiar a los dirigentes. El escenario está preparado para la transformación de los sindicatos en organizaciones de lucha.
E incluso los sindicatos más reaccionarios y aparentemente inertes se verán arrastrados a esta lucha. Y los marxistas debemos estar en las primeras filas de esta lucha, de la que en última instancia depende el éxito de la revolución socialista. La dialéctica nos enseña que las cosas pueden cambiar en sus opuestos, y debemos estar preparados para ello.
Tenemos las ideas, los métodos y las perspectivas correctas. Nuestra tarea es ahora convertir esto en crecimiento, crear un poderoso ejército revolucionario de cuadros, que sea capaz de dirigir un ejército revolucionario, capaz de dirigir a los trabajadores en la lucha por el poder.
No hay nada más importante en nuestras vidas. Y juntos, podemos lograrlo definitivamente.