Recordamos el 50 aniversario luctuoso de Bertolt Brecht (1898-1956) poeta y dramaturgo alemán cuya obra y militancia son una contribución literaria y política magnífica. Reflejó en su teatro el orden burgués como una sociedad de delincuentes y luchó frontalmente contra el nazismo. Es un mérito suyo haber desarrollado una dramaturgia para elevar el nivel de la conciencia rumbo a la acción transformadora. Pocos tienen ese valor.
Un artista revolucionario
Recordamos el 50 aniversario luctuoso de Bertolt Brecht (1898-1956) poeta y dramaturgo alemán cuya obra y militancia son una contribución literaria y política magnífica. Reflejó en su teatro el orden burgués como una sociedad de delincuentes y luchó frontalmente contra el nazismo. Es un mérito suyo haber desarrollado una dramaturgia para elevar el nivel de la conciencia rumbo a la acción transformadora. Pocos tienen ese valor.
Produjo una estética en movimiento, no contemplativa, una vanguardia teatral ausente de todo prototipo del placer burgués. Su estética es una contribución también contra las crisis de solidez emocional y militante de su época (y la nuestra). En su obra no hay retruécanos de efectismo mágico, no hay eso especial del autor esnobista que vende la farándula en su obra todo sirve a propósitos políticos y estéticos revolucionarios en simultáneo. Belleza convulsiva.
Brecht entendió que la humanidad vive sometida a un drama injusto y miserable. Drama que debe ser transformado radicalmente para él, teatro es construcción de conciencia emocionada y activa. No se trata de una puesta en escena con ilusiones de ocasión, se trata de un trozo de vida real, en el que el público es agente transformador que empeña sus emociones para, de un modo u otro, dar un salto cualitativo de la conciencia a la acción. Los personajes no son títere de caprichos autorales sino correa de transmisión que cruza los estragos capitalistas más desgarradores. Contra la idea de espectador pasivo o entretenimiento burgués, la emoción y la razón son herramientas que, esta vez, con el teatro brechtiano servirán para transformar la realidad con fuerza poética colectiva. Esa es la estética revolucionaria y creadora, no diletante, con que se impulsa una experiencia teatral nueva sin didactismo político, simplismo sensiblero, mojigatería emocional y o sublimación burguesa.
En la dramaturgia de Brecht la lucha de clases no es recurso decorativo para melodramas, es fundamento de una praxis revolucionaria donde identificamos nuestro papel y lugar histórico. Es un teatro sin ilusionismos o escapismos nihilistas, teatro sin divertimentos vacíos de realidad, es un teatro contra el entretenimiento fácil lleno de canciones bobaliconas. Brecht repudió el horror del estalinismo y por eso insistió en la urgencia de impulsar el socialismo permanentemente. Eso jamás fue tarea sencilla, pero a eso el teatro de Bretcht no le tuvo miedo. Hay que recomendarlo siempre.
Reproducimos a continuación traducciones de algunos de sus poemas:
Elogio de la Dialéctica
Con paso firme se pasea hoy la injusticia
Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más
Por la violencia garantizan: "Todo seguirá igual"
No se oye otra voz que la de los
dominadores
Y en el mercado grita la explotación:
"¡Ahora recién empiezo!"
Entre los oprimidos, muchos dicen ahora:
"jamás se logrará lo que queremos".
Quien esté vivo no diga "jamás".
Lo firme no es firme.
Todo no seguirá igual.
Cuando hayan hablado los que dominan,
será el turno de los dominados.
¿Quién puede atreverse a decir "jamás"?
¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.
¿De quién que se acabe? De nosotros también.
¡Que se levante aquél que está abatido!
¡Aquél que está perdido, que combata!
¿Quién podrá detener a aquél que conoce su condición?
Pues los vencidos de hoy son los
vencedores de mañana
y el "jamás" se convierte en "hoy mismo".
Hay hombres que luchan un día
Hay hombres que luchan un día
Y son buenos
Hay otros que luchan muchos años
Y son muy buenos
Pero están quienes luchan toda la vida:
Esos son los imprescindibles.
De La Canción de la rueda hidráulica
Tuvimos muchos señores, tuvimos hienas y tigres, tuvimos águilas y cerdos.
Y a todos los alimentamos.
Mejores o peores, era lo mismo:
la bota que nos pisa es siempre una bota.
Ya comprendéis lo que quiero decir: no cambiar de señores, sino no tener ninguno.
Sigue la rueda girando.
Lo que hoy está arriba no seguriá siempre arriba.
Mas para el agua de abajo, ay, esto sólo significa
que hay que seguir la rueda empujando.
Bertolt Brecht