Estado español: Elecciones 10N: más inestabilidad y polarización política en pleno conflicto catalán y en vísperas de una nueva crisis económica

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Las elecciones del 10 de noviembre han dejado un paisaje político aún más inestable que las anteriores elecciones del 28 de abril. Aunque la derecha ha sido nuevamente derrotada, la dirección del PSOE fracasó en su cálculo político de emerger fortalecido, y la táctica de la dirección de UP de hacer fracasar la investidura de Sánchez y arriesgarse a nuevas elecciones, también se demostró un error como lo prueba su pérdida de votos y de peso parlamentario. La polarización de la situación, agitada por la cuestión nacional catalana, se muestra en el fortalecimiento de la ultraderecha y del independentismo catalán, así como de los nacionalismos vasco y gallego.

Los datos

La izquierda  –PSOE, UP y Más País– consigue 10.327.200 votos y la derecha –PP, Vox y Cs–  10.297.500. La izquierda, pues, derrota nuevamente a la derecha. Consigue el 43,14% (43,65% en abril) frente al 42,70% de la derecha (42,82% en abril). La participación fue del 69,90%, con 2,07 millones de votantes menos que el 28A, cuando la participación llegó al 75,6%. La izquierda pierde 958.000 votos y la derecha 873.000. La abstención penalizó levemente más a la izquierda, bastante menos de lo esperado. La suma de diputados de la izquierda (158), nuevamente es mayor a la de la derecha (150), aunque  pierde 8 diputados mientras la derecha gana 3.

El PSOE (28%) baja de 123 a 120 diputados, UP (12,84%) de 42 a 35 y Mas País (2,3%) alcanza 3 diputados. El PP (20,6%) pasa de 66 a 88 diputados, Vox (15,1%) de 24 a 52, y Ciudadanos (6,7%) baja de 57 a 10. La izquierda nacionalista e independentista (ERC, EH Bildu, BNG, CUP) consigue 1,5 millones de votos, mientras que la derecha regionalista (Navarra Suma y Coalición Canaria) consigue 222.400. Por su parte, el PNV y JxCat (el partido de Torra y Puigdemont) suman 905.000 votos.

ERC baja de 15 a 13 diputados, JxCat sube de 7 a 8, y la CUP entra en el Congreso con 2 diputados. El independentismo catalán sube así de 22 a 23 diputados. Por su parte, el PNV sube de 6 a 7, EH Bildu sube de 4 a 5, y BNG consigue 1 diputado tras años ausente del parlamento español.
Como ocurrió el 28 de abril, el resultado de la izquierda nacionalista refuerza el triunfo de la izquierda en todo el Estado. Y esto ocurre, incluso, colocando a PNV y JxCat en la derecha, si bien el carácter del voto a ambas formaciones no es en absoluto homologable al sentido del voto de la derecha española por el factor de la cuestión nacional catalana y vasca, y por la coyuntura actual.  Es importante destacar que la abstención no afecta al nacionalismo, que sube 78.000 votos respecto al 28A y consiguen 4 diputados más, hasta 36.

Claramente, el auge de la extrema derecha que es visto como un peligro mayor en Catalunya y Euskadi por la amenaza a sus derechos democrático-nacionales, ha resultado aquí en un fortalecimiento de las tendencias nacionalistas de la población, y en un fuerte descenso en el apoyo a la derecha española. En Euskadi, nuevamente, la derecha no consigue representación, y en Catalunya baja de 7 a 6 diputados, de un total de 48.

Los resultados de la derecha

Es importante insistir en que la derecha española no gana votos respecto al 28A, pierde 873.000. Vox no supera el resultado de Unidas Podemos  en abril, y la suma de UP y Más País, supera a la ultraderecha por 34.000 votos.

Y no obstante, estas elecciones fueron un regalo del cielo para la derecha, abatida y desmoralizada tras el 28A. Un regalo que les proporcionaron los dirigentes del PSOE y de UP. Sobre todo, PP y Vox han capitalizado el nuevo auge del conflicto catalán tras la sentencia del Procés, lo cual era previsible, favorecido por la cobardía de las direcciones del PSOE y de UP que se unieron al coro de la derecha para criticar la reacción popular a la represión policial.

El dato más destacable en el voto de la derecha es la recomposición que se ha dado entre PP, Vox y Ciudadanos. Literalmente, PP y Vox se han comido a Ciudadanos, cuyo apoyo queda reducido a un pobre 6,7% y a 10 diputados.  La dimisión de Albert Rivera como dirigente  de Ciudadanos y su abandono de la vida política, como consecuencia de su derrumbe, es una excelente noticia para la izquierda. Pero es una mala noticia para la clase dominante, que sufre la pérdida de una fuerza que fue diseñada para ser potencialmente amortiguadora entre la “izquierda” y la “derecha” y garantizar así la gobernabilidad.

De los 2,5 millones de votos perdidos por Ciudadanos, 963.000 van a Vox y 663.000 al PP. Lo notable es que 900.000 votos de Ciudadanos van a la abstención, lo que muestra la heterogénea composición del voto a esta formación.

El voto a Vox se nutre de la mediana y pequeña burguesía de los barrios ricos y de los pequeños patrones atrasados, reaccionarios y egoístas, de capas medias asalariadas (empleados públicos, profesores, profesionales) y sectores despolitizados, muchos de ellos procedentes ahora de Ciudadanos, que han sido hipnotizados por los vapores tóxicos del nacionalismo español reaccionario. Esta concentración de sectores heterogéneos, de truhanes, de nuevos ricos, rentistas y pequeños patrones explotadores, encuentra un caldo de cultivo ideal en zonas como en la costa del sureste peninsular a raíz del boom hortofrutícola y del turismo: Murcia, Almería, Granada y Málaga, donde la mano de obra principal son obreros inmigrantes sin derechos políticos ni electorales, y  que suponen hasta el 30% de la población, lo que sobredimensiona en estas zonas el voto a la derecha y explica, en particular, el éxito de Vox.  También cala en zonas de alta concentración de inmigrantes y desarraigo social, como Algeciras en Cádiz, donde es la fuerza más votada.

Pero, pese a sus pretensiones, Vox no ha conseguido penetrar significativamente en la base tradicional del electorado de izquierdas, que se concentra en los barrios y ciudades obreras, salvo algunas excepciones como Cartagena en Murcia, y donde lo ha hecho ha sido para sustituir a PP o Ciudadanos como fuerza más representativa de la derecha. Así lo que vemos es una radicalización de una parte importante de la base tradicional de la derecha.

Pese a los pocos estímulos que ofrecía ir nuevamente a votar, y al ambiente reaccionario que se instaló por la efusión del patrioterismo españolista tras sentencia del Procés en Catalunya, el voto de izquierda se ha hecho fuerte en todas las zonas obreras, casi sin excepción. Así, pese a que la derecha ganó en la Comunidad de Madrid, la izquierda ganó en todo el cinturón rojo que rodea la capital (Getafe, Leganés, Móstoles, Alcorcón, Coslada, San Fernando de Henares, Rivas-Vaciamadrid, Parla, Pinto, etc.) así como en todos los barrios obreros de la ciudad: Vallecas, Carabanchel, Usera, Moratalaz, Vicálvaro, Villaverde, Arganzuela, Latina y Centro. Y lo mismo puede decirse de todas las grandes ciudades y zonas proletarias del Estado. Al final, se impuso el instinto de clase y la memoria histórica del No Pasarán.

Las ideas reaccionarias de Vox sólo pueden tener un eco de masas en estas capas atrasadas, histéricas e inestables de la pequeña burguesía, pero no pueden alcanzar una mayoría significativa en la población. Al contrario, tarde o temprano encontrarán una resistencia activa en los barrios obreros y la juventud, y  provocarán una radicalización por la izquierda, que es lo que temen los sectores más perspicaces de la clase dominante.

Esto podrá tener lugar más rápidamente si la izquierda y UP en particular abandona la crítica lastimera, moralista y lacrimógena hacia Vox con frases vacías y abstractas que vayan más allá de alertar sobre la ultraderecha, el franquismo y el racismo, y apelen a una crítica de clase que desnude los vínculos que atan a los truhanes que componen la dirección de Vox con sus amos,  los explotadores y los capitalistas, una crítica que revele de manera concreta el programa antiobrero de Vox en materia económica y social, y el modo fabuloso de vida que llevan los Abascal, los Espinosa de los Monteros y los Ortega-Smith.

Unidas Podemos

El resultado de UP es decepcionante, bajando del 14,2% al 12,84% y perdiendo 7 diputados y 650.000 votos, hasta los 3,1 millones. No está de más recordar que UP ya venía de perder 1,3 millones de votos y 29 diputados en las pasadas elecciones del 28A. Cierto es que el partido de Errejón, Más País, dividió el voto de izquierdas. Consiguió 575.000 votos (175.000 procedentes de Compromís en Valencia) y, al menos, impidió a UP conseguir 4 diputados más: en Málaga, Barcelona, Canarias y Asturias. La única base real de MP era Madrid, único lugar donde consiguió diputados propios ya que el diputado de Valencia pertenece a Compromís. Presentarse en las demás zonas sólo obedecía a cálculos egoístas de aparato para alcanzar el 5% del voto, aunque terminó consiguiendo sólo el 2,4%.

Los resultados de UP muestran el grave error político de no haber investido a Sánchez tras el 28A y haber pasado a la oposición. La dirección del PSOE es firme garante del régimen monárquico y de los intereses del Ibex35, prefirió aventurarse a nuevas elecciones y sacrificar la mayoría de la izquierda en el parlamento antes que alcanzar un acuerdo de gobierno con UP. Pero la dirección de UP, ciega de cretinismo parlamentario y oportunismo, trató de forzar un acuerdo de gobierno imposible con Sánchez, al punto de preferir elecciones anticipadas al no resultar aquéllo posible. En la oposición, UP tenía todo para ganar apoyo social, mostrando en la práctica la insuficiencia del izquierdismo de Sánchez y agitando su propio programa.

Cualquiera podía prever el inevitable bajón de UP el 10N: la abstención, el hastío, la falta de ilusión de cientos de miles en un gobierno con Sánchez y, sobre todo, el inevitable repunte del nacionalismo españolista tras la sentencia del Procés, dibujaban el mejor escenario para la derecha en detrimento de la izquierda y de UP en particular. Para peor, la campaña electoral de UP fue pobre, sin apenas contenido programático y volviendo a centrar el discurso en la fórmula fracasada del gobierno de coalición con Sánchez, en lugar de agitar valientemente por su propio programa y en ofrecerse como alternativa de gobierno. Las elecciones, en cambio, han permitido a Errejón aparecer como una referencia (por ahora menor) en la política estatal, y dar alas a la demagogia reaccionaria de la extrema derecha.

Perspectivas para un nuevo gobierno

La constitución de un nuevo gobierno aparece, a priori, más complicada que el 28A. Rivera, presionado fuertemente por el Ibex35, sin abandonar su discurso derechista, se mostró abiertamente favorable en la campaña electoral a facilitar la investidura de un gobierno del PSOE, y en ello confiaba Sánchez ahora. La desgracia es que el 28A la suma PSOE-Cs daba 180 diputados y ahora sólo 130, muy lejos de la mayoría de 176 diputados.

El primer objetivo de Sánchez ahora es conseguir la abstención del PP para no tener que buscar el apoyo de UP y de los independentistas. Pero la primera reacción de Casado ha sido negativa. Comprensiblemente, el PP entiende que si facilita la investidura de Sánchez dejará a Vox solo en la oposición frontal al gobierno PSOE, de manera que la ultraderecha podría comerle una parte de su base electoral que se nutre, como la de Vox, de la misma composición pequeñoburguesa histérica y reaccionaria.

Si falla este plan, a Sánchez sólo le quedan dos opciones. La primera es tratar de conseguir la abstención de UP y de los independentistas, y el apoyo de lo que queda de Cs, de Errejón, PNV y los regionalistas canarios, cántabros y de Teruel. Eso le daría en segunda votación 144 votos, suficientes frente a los 140 de PP y Vox. Pero UP sigue insistiendo en que no quiere ningún acuerdo que no pase por un gobierno de coalición ¿mantendrían los dirigentes de UP esta pretensión hasta el final a riesgo de nuevas elecciones? No está claro. Y salvo ERC, tampoco está nada claro que las demás fuerzas independentistas, como  JxCat y Bildu, le faciliten la labor con la abstención, y la CUP ya ha declarado que votaría en contra.

Así las cosas, a Sánchez sólo le quedaría la opción de tragar la amarga píldora de proponer un gobierno de coalición, claro está que con una trampa para UP. Lo que Sánchez nunca aceptará, siguiendo las instrucciones del Ibex35, es una coalición en exclusiva con UP. Un gobierno netamente de izquierdas sería un reclamo irresistible para las familias obreras y demás sectores explotados, que exigirían en la calle la satisfacción de sus demandas más sentidas. Lo más probable entonces es que Sánchez abra el abanico para una coalición amplia con UP, Ciudadanos, y Errejón, para diluir el peso de UP en este gobierno y que Cs y Errejón hagan de contrapeso moderado a las pretensiones de UP. No hay que olvidar que los diputados de Cs son truhanes políticos. Su pretensión de disputar el liderazgo de la derecha pasó a mejor vida, saben que su único futuro político ahora es venderse al mejor postor y quien tiene la bolsa ahora es Sánchez, no el PP. Tras dos años de implorar de manera humillante un lugar en el gobierno, los dirigentes de UP lo tendrían muy difícil para negarse a apoyar un gobierno de este tipo, y si se niegan y lo frustran el PSOE lo tendría muy fácil para cargar sobre ellos la responsabilidad de nuevas elecciones.

Podemos imaginar el carácter cicatero, cobarde y limitado de este gobierno en impulsar reformas profundas a favor de las familias trabajadoras. Con la cuestión catalana ardiente y el empeoramiento de la situación económica que se anuncia, será un gobierno débil, sometido a mil presiones, y podría caer en cualquier momento. El desprestigio de este gobierno arrastraría a UP sellando casi definitivamente su futuro, si no es echado antes por la puerta de atrás y sin ceremonias. Esto solamente beneficiará a la derecha y a la ultraderecha.

Lo que deben hacer los dirigentes de UP es un reexamen serio y honesto de sus errores pasados. Deben huir de estas componendas parlamentarias desmoralizantes y presentarse como la única alternativa de izquierda consecuente, sin renunciar a una sola coma de su programa, mostrarse dispuestos a investir a Sánchez y pasar a la oposición. De esta manera podrían explotar para sí mismos el inevitable desprestigio del gobierno de Sánchez en lugar de dejar a la derecha todo el campo de la oposición.

Por Asambleas y Congresos  democráticos en Podemos e IU ¡Que las bases tomen la palabra!

Hace 5 años Podemos surgió como un faro de esperanza e ilusión para millones de personas, principal y fundamentalmente de la clase trabajadora. El Podemos que hablaba de impugnar el Régimen del 78, de terminar con la casta y que concentró 300.000 personas en Madrid en enero de 2015 (lo que nunca ha podido hacer ninguna fuerza política en el Estado español en solitario estos 40 años) hace tiempo que quedó atrás. En su lugar surgió una estructura jerárquica y un aparato burocrático de cargos públicos, que ha ido adaptándose progresivamente al sistema y renunciando a todo lo que sonaba radical en su programa. De disputar la dirección de la izquierda al PSOE, Podemos e IU han terminado arrastrándose de manera humillante tras el aparato socialista, implorando un lugar secundario en su gobierno con el programa que aquél decida. Y este es el objetivo que se mantiene hoy tras el progresivo declive de la organización, que pasó de juntar 6,1 millones de votos en 2015 a la mitad hoy día. Para peor, si la perspectiva más desfavorable que aquí planteamos se cumple, que UP integre un gobierno débil y desdentado con PSOE, Ciudadanos y Más País, la organización se juega su propia viabilidad. Todo ello pavimentaría, esta vez sí, un triunfo incontestable de la derecha más reaccionaria en 40 años. Es necesario que la voz pase a las bases y que ésta ponga orden en sus filas, y asuma la posición que le pertenece.

Tenemos un ejemplo cercano que demuestra la fuerza de las ideas y de lo que debemos hacer. En Gran Bretaña, Jeremy Corbyn y sus partidarios, sin ser revolucionarios ni marxistas, han conseguido transformar el partido socialdemócrata más derechista de Europa, el Partido Laborista, en el más izquierdista, con un programa de medidas radicales, que incluye nacionalizaciones de sectores clave de la economía, viviendas, universidad gratis y semana laboral de 32 horas, convirtiéndolo en el mayor partido de Europa con grandes posibilidades de ganar las próximas elecciones en ese país.

Es por ello que, desde Lucha de Clases, proponemos la convocatoria de una Asamblea o Congreso extraordinario en Podemos e IU, verdaderamente democráticos, que acometa una transformación completa de ambas organizaciones, que las dote de estructuras  realmente democráticas, que espante a los atrapacargos y que adopte un programa político radical de reformas democráticas y sociales avanzadas, no en base a lo que el débil y parásito capitalismo español esté dispuesto a conceder, sino en base a las necesidades reales e incuestionables de las familias trabajadoras que no pueden esperar: vivienda, empleo, salud y educación para todos, depuración completa del aparato del Estado de franquistas y reaccionarios, nacionalización de los principales sectores productivos, derecho de autodeterminación para las nacionalidades históricas y una república democrática.

Exigimos una asamblea democrática que no tenga nada que ver con la democracia superficial practicada hasta ahora en los congresos de ambas formaciones, donde todo está cocinado desde arriba y sólo se exige un acatamiento servil a las bases. Deben celebrarse asambleas de barrio y ciudad que elijan delegados para asambleas provinciales y regionales que confluyan finalmente en una gran asamblea estatal, con documentos políticos y programáticos debatidos y votados en todas ellas, que reflejen la auténtica voluntad y posición de las bases de Podemos e IU.

No hay otro camino para revertir la situación actual y recuperar el apoyo popular perdido, un camino que ponga las bases para un resurgimiento de UP como verdadera y única alternativa en la izquierda, y como referencia de combate al régimen podrido de la monarquía borbónica del 78.