Irak: dos meses después de la caída de Sadam Hussein

0
180

Han pasado dos meses desde la caída de Sadam Hussein. Cuando el 1 de mayo el presidente Bush dijo que habían terminado las operaciones de combate en Irak, en EEUU hubo poca discusión de lo que eso realmente significaba. Para la mayoría de los estadounidenses parecía que la guerra había terminado. Pero no es así. Desde principios de mayo han muerto asesinados en Irak cincuenta y dos soldados estadounidenses (uno al día) y muchos más han resultado heridos.

¿Una trampa “vietnamita” para las fuerzas de la “coalición”?

Han pasado dos meses desde la caída de Sadam Hussein. Cuando el 1 de mayo el presidente Bush dijo que habían terminado las operaciones de combate en Irak, en EEUU hubo poca discusión de lo que eso realmente significaba. Para la mayoría de los estadounidenses parecía que la guerra había terminado. Pero no es así. Desde principios de mayo han muerto asesinados en Irak cincuenta y dos soldados estadounidenses (uno al día) y muchos más han resultado heridos.
Sólo la semana pasada hubo doce muertos y el 12 de junio un F-16 CG cayó derribado al sudoeste de Bagdad, el mismo día otro helicóptero Apache fue derribado como consecuencia del fuego enemigo en el occidente de Irak. Los militares estadounidenses no quieren decir a cuántos ataques se enfrentan sus tropas diariamente, en los que no muere o resulta herido ningún soldado, pero algunas fuentes sugieren que sólo la semana pasada fueron más de una docena de ataques diarios.
La situación empieza a ser difícil para las fuerzas armadas estadounidenses. Lanzaron una operación masiva llamada “golpe a la península”. Según el general de las fuerzas terrestres David McKiernan, la operación tiene la intención de reforzar la lucha frente a “los leales al régimen y a otras actividades contra la coalición que intentan desbaratar nuestros progresos”. Según este general, han arrestado a unas cuatrocientas personas, pero según la Cruz Roja Internacional la cifra supera los mil detenidos.
Esta operación no está dirigida exclusivamente contra los seguidores de Sadam Hussein, también va contra los activistas comunistas y de izquierda que intentan reorganizar sus fuerzas en las principales ciudades iraquíes. Esto demuestra las verdaderas intenciones de las fuerzas de ocupación estadounidenses. Han derrocado a la supuesta “amenaza” para la seguridad de EEUU, Sadam Hussein, pero no tienen intención de permitir que el pueblo iraquí se gobierne a sí mismo. La razón es obvia. Si permiten que la población iraquí decida su propio destino, lo primero que decidiría sería pedirle al ejército estadounidense que abandone su país. Y lo siguiente sería comenzar a tomar el control de su vida y destino.
Dos ejemplos bastan para demostrar esta situación. Uno es un colegio médico de Bagdad (Universidad Mustanseriyya de Medicina) donde los estudiantes protestaban por el fraude en las elecciones a decano. Éste era un baathista intransigente y tuvo que dimitir el 19 de mayo debido a las protestas, era impopular mucho antes de que llegaran los estadounidenses. Por ejemplo, había cerrado el club de la universidad porque los estudiantes se habían negado a poner fotografías de Sadam. Otro ejemplo es la South Refineries Company de Basora, los trabajadores del petróleo exigían el derecho a elegir sus administradores, como en el caso anterior, querían quitar a los administradores baathistas pero el ejército británico tenía otra opinión.

La brutalidad de las operaciones estadounidenses

Es en este contexto de creciente disposición de los jóvenes y trabajadores iraquíes a ejercer sus derechos donde tienen lugar los ataques al ejército estadounidense. Los oficiales ven que el control se les está escapando de las manos y la única respuesta que tienen es la represión.
En Balad han muerto asesinados al menos 27 iraquíes, a principios de esta semana murieron 82 guerrilleros en una operación del ejército estadounidense sobre un “campo de entrenamiento en el desierto” cerca de la ciudad Rawh, próxima a la frontera siria. En realidad, como han explicado muchos testigos presenciales a los periodistas occidentales, las fuerzas estadounidenses deliberadamente abrieron fuego desde los tanques y helicópteros hacia las casas de los civiles iraquíes en Rawah, asesinando a docenas de personas que se escondían en sus casas.
Esta represión brutal está teniendo el efecto contrario al que deseaba el ejército estadounidense. Está endureciendo la actitud de los iraquíes normales ante las tropas estadounidenses. “Si tuviera la oportunidad le dispararía a un americano, porque ahora son nuestros enemigos”, estas son las palabras de Marwan Alrawi, miembro de una familia que tiene una granja cerca de la zona. Ibrahim es otro ciudadano que dice lo siguiente: “Antes de esto, uno de cada diez mil ciudadanos de Rawah estaba dispuesto a luchar contra los estadounidenses. Ahora lo haría más de la mitad… Esta ciudad era un lugar seguro antes de la llegada de los estadounidenses y de que derramaran tanta sangre… ¿Esta es la democracia de la que hablaban?” (Jordan Times, 15/6/2003).
En Mosul, presentada por los militares estadounidenses como un modelo de seguridad, el sábado 14 de junio estallaron los enfrentamientos. Los soldados estadounidenses sufrieron una lluvia de granadas y el accionar de francotiradores en las calles del centro de la ciudad. Los ataques eran obra de antiguos solados que se vengaban por la decisión de la coalición de disolver todas las fuerzas armadas de Sadam Hussein y de no pagarles sus salarios. Cien mil iraquíes se encuentran en la misma situación. El mismo día, dos mil soldados de ocupación tomaron Faluya, el centro de la resistencia “anticoalición”.
El comportamiento de las fuerzas estadounidenses cada vez es más similar a la de Vietnam. Asaltan pueblos y aldeas, donde todos son considerados enemigos y son un objetivo potencial para estas tropas sitiadas en un país extranjero y hostil. Lo más destacable es que EEUU no cuenta con el apoyo de ninguno de los sectores de la población. Han actuado de una forma tan arrogante que no podría ser de otra forma.

Moral baja en las tropas estadounidenses

Sin embargo, la situación de Irak no sólo está afectado a la población, también está teniendo efectos serios en la moral de las tropas estadounidenses. Hace poco el periódico New York Times publicó un artículo titulado: Los soldados estadounidenses ansiosos y cansados se enfrentan a una nueva misión en Irak. Habían prometido a los soldados que la población Iraquí les daría la bienvenida con los brazos abiertos como “libertadores”. La realidad es que el gobierno ha mentido a sus propios soldados. Sólo era un intento de prepararlos para la batalla y elevar su moral. Ahora, después de dos meses, la imagen es completamente diferente.
Los soldados estadounidenses en Irak viven con el temor constante a ser atacados. No saben donde se encuentra el siguiente francotirador, donde se producirá el próximo ataque con granadas. Están muy nerviosos. Esto en parte explica su política de “primero disparar y después preguntar”. Están aterrorizados. El artículo del New York Times explica cómo un soldado estadounidense siente terror incluso cuando se le acerca un niño iraquí. Todo el mundo es una amenaza posible.
Como explica el artículo: “No se suponía que la situación iba a terminar así para los cinco mil soldados y oficiales de la 1ª Brigada del Ejército y la 3ª División de Infantería… Seis meses después de llegar a Kuwait y casi tres meses después de entrar en Irak, todos están dispuestos a regresar a casa…”. El artículo cita a un soldado de infantería, Matthew O’Dell, que decía lo siguiente: “Podés llamar a Donald Rumsfeld y decirle que nuestros lastimosos cuerpos están dispuestos a regresar a casa… Decile que pase una noche en nuestro edificio”. Esto expresa los sentimientos de miles de soldados estadounidenses.
El artículo también explica que: “algunos comentan que están angustiados por las muertes que han ocasionado y lo que han sufrido (…) Todos parecían cansados y amargados. La moral parece haberse derrumbado tan rápidamente como ha subido la temperatura”. Si continúa esta situación, los oficiales van a tener cada vez más dificultades para llevar adelante la tarea que les ha encargado Bush. La situación real puede ser aún peor, pero lo más importante es que la información está empezando a llegar a EEUU y millones de estadounidenses ya saben lo que está ocurriendo.

Una situación intolerable para las masas Iraquíes

Esta verdad ya está lo suficientemente clara para la población iraquí. EEUU y Gran Bretaña prometieron democracia y libertad. Ahora dicen que pasarán años hasta que en Irak haya un gobierno democrático. Según dijo Richard Haass, director de la política de planificación del Departamento de Estado, a la agencia de noticias AFP: “Creo que como mínimo deberíamos hablar de años”. Paul Bremer, el nuevo gobernador estadounidense, prevé dos años de gobierno “interino” dirigido por las fuerzas británico-estadounidenses. Por ahora han pospuesto sine die la convocatoria de la Asamblea Nacional. Incluso han rechazado al Congreso Nacional Iraquí. Esto ha hecho que Chalabi (líder del Congreso Nacional Iraquí), el hombre que sólo hace dos meses iba a gobernar el país, critique abiertamente a los estadounidenses. Ha advertido a EEUU que está cometiendo un error al negarse a dar a los iraquíes (es decir a él mismo) más control sobre el territorio ocupado. Pero incluso esta tímida crítica, estas “palabras de sabiduría”, no son aceptables para Washington.
Prometieron “petróleo al pueblo iraquí”. En su lugar planean la privatización de la empresa petrolera, además de otras empresas propiedades del estado, y venderlas al “mejor postor”, es decir a empresas estadounidenses.
Prometieron “mejores condiciones de vida”. En la mayoría de las ciudades y pueblos los iraquíes no disponen de agua ni electricidad. Los salarios, al menos en algunos sectores, se pagan, pero en realidad nadie va a trabajar, porque EEUU no quiere abrir las empresas públicas. “Llevamos semanas sin que nadie nos pida que hagamos algo”, decía Mahmoud Hameed, un geólogo de la empresa nacional de irrigación que había ido a recoger su salario. “Estamos esperando para ver cuando empieza el trabajo real”. (Dar al Hayat, 16/6/03).
En medio de la confusión de la posguerra no hay estadísticas laborales, pero los expertos iraquíes y extranjeros calculan que al menos un tercio de la fuerza laboral está parada o subempleada. Incluso los futbolistas profesionales han protestado porque un batallón estadounidense ha acampado dentro del estado nacional. ¡No pueden jugar partidos oficiales de fútbol!
En Gran Bretaña los medios de comunicación han insinuado que los problemas son fruto de la actitud de los oficiales estadounidenses. Pero esto no explica las grandes manifestaciones que se celebraron el pasado domingo 15 de junio en Basora con 12.000 personas exigiendo el derecho a gobernar su propio país.

Guerra de guerrillas

Dentro de Irak se está abriendo un escenario completamente nuevo. El periódico The Times dice que “las tropas británicas podrían tener que quedarse en Irak más de cuatro años si las milicias pro-Sadam continúan minando los esfuerzos de la coalición para imponer la seguridad en el país”.
No tenemos nada más que añadir a este párrafo excepto recordar a nuestros lectores lo que escribíamos hace seis semanas:
“Los estadounidenses y los británicos no tienen una base real de apoyo en Irak. Cualquier apoyo que ellos pudieron tener al principio se está evaporando como el agua sobre la arena caliente del desierto. La superioridad militar aquí sirve de poca ayuda. Una guerra de guerrillas larga con métodos de baja tecnología como los francotiradores, emboscadas y ataques suicidas, puede tener un efecto devastador si cuenta con el apoyo de la población, y lo tendrá.
El imperialismo estadounidense es la potencia más poderosa de la historia, pero su poder no es absoluto. Fue derrotado en Vietnam por un ejército de pies descalzos. Para ser más correctos, fue derrotado en el frente interno por un movimiento de masas contra la guerra. Hasta el momento, la mayoría de los estadounidenses han apoyado la guerra en Irak, pero porque ha sido corta y relativamente indolora para EEUU. Pero si resulta que los soldados estadounidenses se atascan en Irak durante mucho tiempo, sometidos a los taques de una población hostil, la actitud de la población estadounidense cambiará. En el Líbano un solo coche bomba fue suficiente para obligar al ejército estadounidense a retirarse. En Irak son inevitables acontecimientos similares. Tarde o temprano, el resultado final será el mismo”. (El mundo después de la guerra de Irak. 16/5/2003).
A principios de mayo Bush destituyó a Garner, al anterior general a cargo, que había sido criticado por proceder demasiado lentamente a la hora de restaurar los servicios y por permitir la extensión del saqueo. Después Paul “Jerry” Bremer fue nombrado como administrador civil en Bagdad. Rendirá cuentas directamente a Donald Rumsfeld, el secretario de defensa estadounidense.
El nombramiento de Bremer fue visto como el final de una larga lucha entre el Departamento de Estado y el Pentágono en relación a la administración de Irak. El secretario de estado Colin Powell quería un mayor control civil, mientras que el secretario de defensa insistía en el aspecto militar. Este último ha sido claramente el ganador.
Bremer está más próximo a los neoconservadores del Pentágono. En un artículo publicado en el Washington Times el 13 de enero de 2003, sostenía que la guerra contra el terrorismo no se “puede ganar a la defensiva, debemos pasar a la ofensiva. Para ser claros, debemos matar a los terroristas antes de que ellos nos maten a nosotros”.
Esa es la política que están aplicando hoy en Irak. La administración estadounidense y los oficiales han tenido un exceso de confianza con relación al resultado de la guerra. Se sienten extremadamente poderosos. Y en términos militares ciertamente lo son. Pero están jugando con fuego. Durante las últimas tres décadas la clase dominante estadounidense parecía haber aprendido las lecciones de la guerra de Vietnam. Han sido muy cuidadosos a la hora de evitar la ocupación de países extranjeros. El cambio en la correlación internacional de fuerzas después del colapso de la Unión Soviética ha jugado un papel determinante en la nueva actitud de EEUU, además de la miopía de Bush y compañía. Pero la razón decisiva es que la burguesía estadounidense necesita una política agresiva para preservar su papel dominante en el mundo, tanto económica como políticamente.
En última instancia, los hombres que están al frente de la clase dominante estadounidense son los que necesitaban las grandes multinacionales. Simplemente la burguesía no tiene otra elección.
La situación en Irak es tan inestable que incluso el último defensor de la política norteamericana en Irak, Adnan Pachachi, declaró que “Irak tiene tres semanas para evitar caer en el caos”. Este personaje es descrito por el periódico The Independent como “un antiguo ministro de relaciones exteriores iraquí altamente considerado y se espera que juegue un gran papel en una administración transicional iraquí”. En otras palabras, es sólo otro títere de EEUU, pero extremadamente preocupado por la explosión social que se puede producir en el próximo período.
Las fuerzas de ocupación no tienen ninguna forma de evitar la guerra de guerrillas en Irak. Su política agresiva está provocando más furia y resentimiento entre la población.
El domingo pasado era la fecha tope para que aquellos iraquíes que tuvieran armas las entregaran sin recibir castigo. La coalición publicó la medida esperando restaurar la ley y el orden.
EEUU declaró ayer que los iraquíes tenían 123 pistolas, 76 rifles semiautomáticos, 435 rifles automáticos, 46 ametralladoras, 11 armas antiaéreas y 381 granadas y bombas. Probablemente sólo querían librarse de sus armas viejas y rotas, pero estos números demuestran que la cantidad de armas existente en Irak es enorme.

Es necesario construir un movimiento de masas

Apoyamos el derecho a la autodefensa del pueblo iraquí contra los invasores. Es una lucha de liberación nacional contra una potencia imperialista ocupante. Al mismo tiempo, debemos decir al movimiento guerrillero que no deben aislarse de las masas. Un movimiento guerrillero aislado corre el riesgo de caer en los métodos del terrorismo individual. La resistencia armada sólo puede triunfar si es un auxiliar del propio movimiento de masas. Si la lucha continúa simplemente a nivel de conflictos armados esporádicos, entonces el ejército estadounidense tiene mayor capacidad de fuego y puede vengarse como está haciendo ahora, asesinando a cientos y posiblemente miles de iraquíes.
La tarea es construir un movimiento de masas donde participen los trabajadores, los estudiantes, los pobres de las ciudades y del campo, hasta que alcance un nivel en que no pueda ser detenido por la fuerza militar. Este movimiento de masas se está creando. En todas las ciudades hay manifestaciones de masas. Desde Kirkuk hasta Basora llegan informes de miles de personas tomando las calles, exigiendo sus derechos básicos. Son valientes actos de desafío, si consideramos que los ocupantes no dudan en disparar a las personas desarmadas.
La tarea de los verdaderos revolucionarios es vincular a las masas, plantear la necesidad de crear comités de trabajadores para tomar el control y gestionar los servicios esenciales y las fábricas. Si los estadounidenses no quieren abrir las estaciones de servicio ¡hagámoslo nosotros mismos! Si no hay agua ni comida, ¡abramos las puertas de las fábricas para que nuestros hijos no mueran de hambre o cólera! ¡Debemos defender nuestros hospitales y servicios públicos básicos!
Debido a la ausencia de un movimiento obrero organizado con una dirección socialista auténtica, sin duda, los fundamentalistas chiítas conseguirán ganar terreno en el país. Pero todavía están muy lejos de poder tomar el control de la resistencia a nivel nacional, ni siquiera en las principales ciudades.

El papel del movimiento comunista

Merece la pena mencionar un artículo publicado esta semana en The Economist (14/6/03) titulado: Comunistas contra clérigos en Irak. Este semanario burgués normalmente ridiculiza a los comunistas, pero en esta ocasión admiten que “unos cuantos comunistas de Irak se encuentran entre los valientes que se enfrentan a los ayatollas”.
El artículo da una imagen diferente a la de la propaganda habitual que nos llega sobre el fundamentalismo islámico. El autor hace la siguiente pregunta: “¿Pueden los comunistas dar la nota de nuevo?” Lo que sigue a la pregunta es interesante: “Los jóvenes están hartos de que se les diga que películas pueden ver y cuáles no. Las mujeres exigen iguales derechos de herencia y la abolición de las leyes que sancionan los crímenes de “honor” y les prohíbe abandonar el país sin el permiso de un tutor masculino. En los cafés de Bagdad frecuentados por artistas y escritores, se habla de un contragolpe”. El artículo cita a un artista que dice: “No queremos sustituir un sistema totalitario con otro”. Si incluso The Economist es capaz de percibir este ambiente, eso significa que las masas tienen ansia de democracia genuina y quieren controlar sus propias vidas.
Por supuesto The Economist intenta minimizar el papel de los comunistas, presentándoles como un grupo pequeño con escasa influencia. ¿Pero para qué dedicar dos columnas a este tema si los comunistas no cuentan con ningún apoyo? La verdad es que los comunistas iraquíes tienen una larga tradición. Durante las últimas semanas hemos podido ver que esta tradición no se ha perdido. Para el movimiento comunista iraquí se ha abierto una oportunidad histórica.
Debemos recordar que, cuando estalle el movimiento de masas, es poco probable que los religiosos fundamentalistas puedan controlar la dirección (al menos en sus etapas iniciales). En Irán los seguidores de Jomeini no jugaron ningún papel en el derrocamiento de Sha o en la revolución de febrero de 1979. En la etapa inicial de esa revolución los trabajadores crearon sus propios comités, los shuras (soviets). Los trabajadores intentaron tomar el control de su destino. Fue más tarde, con el apoyo del Partido Comunista de Irán, el Tudeh (que describió al ayatolla como “progresista” y “antiimperialista”) y las principales organizaciones de izquierda, que Jomeini pudo tomar el poder, sobre las espaldas de la clase obrera derrotada y traicionada. El ascenso del fundamentalismo siempre es el resultado de una derrota de la clase obrera o de la política equivocada de su dirección.
Debemos apoyar todos los esfuerzos de los trabajadores iraquíes por crear sus propias organizaciones. Para hacerlo es absolutamente necesario aprender las lecciones del pasado. No existe un ala progresista de la burguesía occidental ni iraquí, no existe una etapa intermedia. El triunfo de la lucha por la liberación nacional sólo se puede conseguir como parte de la lucha por la transformación socialista de la sociedad, tanto en Irak como en el conjunto de Oriente Medio.