Históricamente, la revolución siempre se ha enfrentado al reformismo. La revolución rusa, para triunfar, tuvo que superar, tanto en el debate ideológico como en el estratégico, a las corrientes reformistas de la socialdemocracia rusa. Por el contrario, la victoria de los reformistas en los momentos de mayor agudización de la lucha de clases, ha significado el fracaso de la revolución socialista como lo demostraron la revolución alemana de 1918 y la de 1923. Este, también ha sido el debate de la revolución bolivariana desde su inicio.
El profesor Steve Ellner, plantea este debate a lo interno del chavismo como una pugna entre corrientes de “línea dura” versus corrientes de “línea moderada”, las que a su vez promoverían estrategias “desde abajo” o “estatistas” respectivamente. Según Ellner, mientras “la línea moderada considera los avances del gobierno como fines en sí mismos” apostando a un cambio gradual basado en reformas desde el Estado que proporcionarán estabilidad al sistema, “la línea dura está a favor de una respuesta inmediata y firme a los desafíos planteados por la oposición” pero “defendiendo la adhesión de su partido a la constitución, la cual proclama el respeto a la propiedad privada”. Si bien en vida de Chávez estas corrientes mayoritarias de la dirección se enfrentaron sobre diversos temas (la política de expropiaciones, por ejemplo), se puede decir que ambas coincidían en el carácter electoral y progresivo de la revolución, lo que las distinguía de las corrientes marxistas que desde la base agitaban por la necesidad de una transformación socialista de la sociedad.
Hoy, producto de la crisis económica y del viraje entreguista del gobierno, se han ido desarrollando con mayor profundidad las contradicciones a lo interno de un movimiento que se consideraba policlasista y que, por tanto, tendía a la conciliación de clases en su interior. La agudización de estas contradicciones ha permitido una diferenciación entre la “izquierda” popular y una derecha gubernamental, lo que no quita que elementos de la burocracia tengan fuertes influencias sobre amplios sectores de la base.
Esta izquierda, bastante heterogénea, ha venido dando manifestaciones de lucha contra las imposiciones de la burocracia contrarrevolucionaria. Así, se dieron un gran número de candidaturas alternativas a las oficiales durante el proceso constituyente (derrotadas en su mayoría), que llevarían al reconocimiento entre actores y a la unidad de varias tendencias para las elecciones municipales en Caracas (Eduardo Samán) y en Lara (Ángel Prado), pero cuyo proceso de acumulación de fuerzas se detendría temporalmente por las elecciones presidenciales. Esta es la izquierda del chavismo que el pasado 17 de octubre se reunió en la librería Colombeia para debatir sobre “Un Modelo Económico para Venezuela” y que contó con la presentación de varios jóvenes economistas, del comunero Ángel Prado y del ex ministro Elías Jaua.
¿Qué tan a la izquierda se encuentra esa “izquierda”?
Las dos primeras presentaciones, a cargo de Malfred Gerig y Andy Hernández, sirvieron para ilustrar el tamaño de la crisis económica en números y las capacidades de la economía popular (comunal). De los datos ofrecidos por Gerig, la conclusión obvia es que la burguesía nacional ha sido incapaz de desarrollar las fuerzas productivas en Venezuela y que, por el contrario, es un peso para el Estado, quien a través de la renta la financia. Sin embargo, y aún teniendo en cuenta ésto, los compañeros pasan por alto en su propuesta de modelo la necesidad de expropiar las palancas fundamentales de la economía (industrias, banca, latifundios y comercio exterior), por lo menos en lo inmediato.
Por su parte, Elías Jaua aprovechó su intervención en el espacio para recordar a los presentes la Agenda Económica Bolivariana, cuyos planteamientos recoge la propuesta de Hugo Chávez en su primera campaña presidencial de 1998, y que, si bien planteaba la lucha contra la pobreza a través de la democratización de la renta y la lucha contra las privatizaciones de la industria nacional, lo hacía en el marco de una economía mixta que respetara la propiedad privada.
Desde la Corriente Marxista – Lucha de Clases, aprovechamos nuestra intervención (de 2 min) para plantear en primer lugar, y en vista del análisis económico precedente, la imposibilidad de instaurar un modelo de economía mixta exitoso y favorable de cara a los intereses de la clase obrera y el pueblo, debido a que el Estado venezolano, como administrador de los importantes ingresos petroleros, entra irremediablemente en asociación con los sectores burgueses e imperialistas para mantener la balanza capital-trabajo en favor del capital, y sostener la marcada ineficiencia industrial nacional mediante cesiones directas o indirectas de petrodólares al empresariado. Como hemos venido señalando en diferentes oportunidades, un modelo de economía mixta, en el marco del desarrollo del capitalismo en Venezuela, no es más que otra forma de transferencia estatal de renta petrolera por distintos medios (corrupción, subsidios, importaciones, sobrevaluación monetaria, etc.) en favor de las clases dominantes, claramente atadas al atraso y subdesarrollo de nuestro país.
En segundo lugar, señalamos lo equivocado que es para nosotros tratar de posicionar al “Chávez del 98” como referencia revolucionaria para el presente, teniendo en cuenta que él mismo, en más de una oportunidad, reconoció como erradas sus concepciones de dicho periodo, en el cual creía en una tercera vía como la que proponía Tony Blair. Es importante advertir estos elementos discursivos, ya que el propio Maduro profundizó su política de conciliación de clases tomando la Agenda Bolivariana como referencia, a lo que se apegaron los sectores más conservadores del chavismo, aquellas que niegan la evolución dialéctica del pensamiento de Chávez, convirtiéndolo en un objeto de culto para adormecer a las masas y obviando las posiciones clasistas y socialistas que pudo alcanzar en algún momento. Así, se intenta presentar en 2018 las ideas del Chávez de 1998 con ilusiones en el capitalismo, cuando esas ideas fueron enterradas por él mismo cuando señaló que el capitalismo no podía trascenderse en los márgenes del propio capitalismo y que llamó en su icónico Golpe de Timón a pasar de una economía capitalista a una socialista y a acabar con el Estado burgués.
Nuestra intervención, terminó planteando tres preguntas a los compañeros presentes: ¿cuál es la tendencia general del gobierno que observan?, ¿existe aún la posibilidad de que la dirección gobernante pueda dar un giro a la izquierda?, y en caso contrario, ¿qué esperamos para conformar una gran corriente de izquierda que plantee el socialismo como horizonte estratégico, y la genuina defensa de los intereses de los trabajadores y oprimidos en general? Estas preguntas, las iremos respondiendo en la medida que confrontemos, más adelante, algunas de las posiciones asumidas por Jaua durante la ronda de respuestas.
Cabe destacar las palabras del compañero Amílcar Figueroa, quien haciendo referencia al tema de la transición al socialismo, señalo: “Yo creo que ese debate, Chávez mismo lo superó en la medida de su desarrollo teórico. No es lo mismo el Chávez del 2008, 2010, que el Chávez de ese programa [el programa de gobierno de 1998]”.
La limitación del tiempo a disposición nos impidió señalar adicionalmente que el modelo de economía mixta y de regulaciones al capitalismo criollo, llevado adelante hasta nuestros días, era inviable de inicio al plantear la imposible conciliación de intereses entre la clase capitalista y el pueblo trabajador, y al emprender una política de medias tantas que limitó el desarrollo de una economía de mercado, pero que no avanzó lo suficiente en la nacionalización de los medios de producción. Aunque este esquema parecía funcionar en el pasado, tal impresión se debió a altos precios petróleros, que al acrecentar los ingresos estatales, concedieron la base material para emprender importantes reformas y conquistas sociales. Este espejismo desapareció una vez se desplomaron los precios internacionales del crudo en 2014 y la cruda realidad de un país dependiente de las importaciones, con una industria abandonada y una incalculable fuga de capitales –por parte de capitalistas y burócratas corruptos–, salió a la superficie. Este hecho, combinado con el feroz ataque de la burguesía y el imperialismo, nos ha conducido al caos económico que hoy evidenciamos. En consecuencia, consideramos incorrecto que se trate de presentar a la Agenda Bolivariana como un plan económico diferente, que aunque con pequeñas diferencias o cambios en cuanto a matices, en lo fundamental ha sido llevado a la práctica por la dirigencia gobernante. En esencia, se estaría tratando de contraponer la política-económica de la dirección bolivariana con la misma políica-económica disfrazada e idealizada.
En todo caso, debemos advertir que la inevitable crisis capitalista en nuestro país negaba la posibilidad de seguir efectuando más reformas y avances sociales, independienteme del modelo a implementarse (economía mixta o de libre mercado). Más allá de toda duda, nuestro país no enfrenta una crisis de modelos como se intenta referir, sino una crisis estructural del capitalismo venezolano.
Contra las cuerdas de la historia
Jaua, entre su segunda y tercera intervención (de la ronda de respuestas), reconoce tres aspectos que son importantes para entender la situación actual: lo primero, es que hay una lucha a lo interno del chavismo; en segundo lugar, que sectores de la burocracia son ahora sectores burgueses; y por último, que esos sectores tienen un gran poder político y “pretenden comportarse como la vieja burguesía” negando cualquier avance (siquiera lento) hacia el socialismo. Según él: “Estamos en una situación de que sectores están desarrollando una política de reversión que nos lleva a una situación anterior a la Agenda Bolivariana”.
Lo anterior para nosotros no es una revelación, es algo que hemos venido observando y denunciando. Lo importante es que, planteado en esos términos, responde a las dos primeras preguntas que hicimos (aunque ésa no haya sido la intensión del orador).
Si aceptamos lo que señala Elías Jaua (y en eso es apoyado por Gerig), de que la composición de la burguesía ha cambiado, y que mientras los “amos del valle” han fugado los capitales suficientes para instalarse cómodamente en el exterior manteniendo vínculos con Venezuela; se ha conformado una nueva burguesía al amparo del Estado y financiada por la renta, burguesía que tiene estrechos e indisolubles vínculos con la burocracia[1], entonces, ¿con quién se plantea el modelo de economía mixta que reconoce la propiedad privada? ¿Con los “amos del valle” o con la “boliburguesía”, ambas igual de rentistas y parásitas?
Si, además, esa nueva burguesía tiene el poder suficiente, como para que un ministro como Castro Soteldo la defienda abierta e impunemente, hablando de “burguesía revolucionaria” en medios de comunicación; y ampara a burócratas de cualquier nivel para que permitan atropellos contra campesinos, comuneros y trabajadores; entonces ¿No está claro que su influencia determina entonces la tendencia general del gobierno? Y al mismo tiempo, ¿eso no nos habla de la imposibilidad de que esa misma dirección gire a la izquierda?
Más adelante Elías señaló que:
Lo que observamos de esta declaración, es que la lucha en la dirección se manifiesta como una pugna de tendencias: una en el poder dispuesta a orientarse al libre mercado, otras aún ancladas a esperanzas reformistas, pero ninguna de ellas revolucionara. La primera de ellas, en una franca ofensiva contra las conquistas del pueblo para consolidar su hegemonía, la segunda, defendiendo tímidamente avances como las nacionalizaciones, pero manteniendo una oposición leal a quienes tienen el poder. Mientras, ante la existencia de sectores revolucionarios en la base que representan la posibilidad de establecer una referencia socialista, la derecha (del chavismo) intenta aislarlos o coaccionarlos y los reformistas cooptarlos y así asimilarlos al sistema.
Elías Jaua, planteó el debate al interior del Chavismo ya no en términos de avanzar al socialismo, sino sobre el si el modelo de economía mixta fue exitoso o no. Para nosotros, la revolución bolivariana fue un avance frente a las políticas antipopulares de los años 80 y 90’, sin embargo, el no haber llevado la revolución hasta sus últimas consecuencias, expropiando a la burguesía y colocando los medios de producción bajo control obrero, nacionalizando la banca y planificando la economía, es precisamente lo que nos ha traído a este callejón.
Como han señalado los camaradas del Laboratorio Crítico Comunachos:
Para nosotros, si en 2012 era necesario avanzar hacia el socialismo, hoy, en medio de esta crisis, es aún más necesario ir al socialismo y eso sólo se hará construyendo una alternativa que logre unificar las corrientes de izquierda y revolucionarias de la base para enfrentar a los burócratas y burgueses.
Jaua concluye citando a Chávez: “El que se coloca contra las cuerdas lo noquean”, llamándonos a abandonar nuestra postura “defensiva”, a dejar la “nostalgia” por el socialismo y ponernos en el centro del ring para asumir el debate “actual”.
Compañero, ¡los que se han puesto contra las cuerdas de la historia son los reformistas!, El que nostálgicamente plantea anclarse en el punto inicial es quien adopta una posición defensiva, no nosotros. Ya la historia ha demostrado la bancarrota del reformismo y la necesidad de la revolución, pongámonos en el centro del ring y enfrentemos con los puños a la burguesía, tenga el apellido que tenga.
La crisis que atraviesa nuestro país sólo tiene dos salidas: o la total liberalización de la economía en términos capitalistas, descargando la crisis sobre los hombros de la clase trabajadora, o la revolución socialista, haciendo pagar a los capitalistas y corruptos todo el dinero que han tomado de la república. No hay ni puede haber una solución intermedia o mixta.
¡Socialismo o Barbarie!
¡Control obrero de toda la producción!
¡Comuna o Nada!
¡Únete a la Corriente Marxista Internacional!
Notas
[1] Aquí, Jaua no identifica con claridad a que está haciendo referencia, si a sectores de la burocracia que se han vuelto burgueses producto de la corrupción, o a sectores de la pequeña burguesía que se han beneficiado de la renta por su apoyo al gobierno (como Fedeindustria, que agrupa a las pequeñas y medianas empresas). En cualquier caso, la alianza entre burocracia y burguesía es palpable y contraria a los intereses de la clase trabajadora.