La revolución en Bolivia es una inspiración para los trabajadores y jóvenes de todo el mundo. El levantamiento de las masas de trabajadores y campesinos a principios del mes de junio obligó a dimitir al anterior presidente, Carlos Mesa, y frustró lavía golpista que preparaba el Presidente del Congreso, Vaca Díez, con la ayuda de la embajada de EEUU.
Frente a la trampa parlamentaria, organizar asambleas populares
La revolución en Bolivia es una inspiración para los trabajadores y jóvenes de todo el mundo. El levantamiento de las masas de trabajadores y campesinos a principios del mes de junio obligó a dimitir al anterior presidente, Carlos Mesa, y frustró la vía golpista que preparaba el Presidente del Congreso, Vaca Díez, con la ayuda de la embajada de EEUU.
La Asamblea Popular Nacional Originaria
Pero el movimiento de las masas llegó incluso más lejos que en octubre del 2003. En El Alto, las organizaciones de masas de trabajadores y los habitantes de esta ciudad obrera del norte de La Paz, establecieron la Asamblea Popular Nacional Originaria que amenazaba con convertirse en el órgano del poder obrero y una alternativa al dominio de los capitalistas.
Como única vía de escape la clase dominante tuvo que colocar al frente de la presidencia del país al Presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez, y anunciar la convocatoria a elecciones anticipadas para dentro de unos meses. Esta salida institucional contó con el aval del principal partido de oposición, el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, que depositó toda su autoridad ante las masas para forzarlas a aceptar esta salida.
Esto se vio favorecido además por las vacilaciones y la falta de alternativas de la dirección de la Central Obrera Boliviana (COB), pese a que ésta llevó todo el peso de las movilizaciones obreras, y careciendo de una real estrategia para la toma del poder, como en octubre del 2003, dejó pasar una nueva oportunidad para provocar un cambio fundamental en la sociedad.
La oligarquía quiere desmembrar Bolivia
A pesar de todo, enfrentada con el poderoso movimiento de las masas, la clase dominante boliviana está paralizada e impotente. Su desesperación e impotencia se pueden ver en el hecho de que sectores de la oligarquía están intentando dividir el país, separar las ricas provincias orientales alrededor de Santa Cruz, de las provincias occidentales más revolucionarias que rodean La Paz y El Alto. Con sólo este hecho, la degenerada oligarquía admite la derrota incluso antes de haber comenzado la batalla. Sabe muy bien que no puede infligir una derrota decisiva a las masas en un enfrentamiento directo.
En un intento desesperado por defender su poder y privilegios, estos parásitos reaccionarios estarían dispuestos a destruir Bolivia. Ese es el verdadero contenido de su supuesto "patriotismo". Como cada una de las oligarquías de América Latina, son vampiros y agentes del imperialismo que han engordando chupando la sangre de su país.
La crisis de Bolivia es responsabilidad exclusivamente de la oligarquía y el imperialismo. Refleja el total callejón sin salida del capitalismo en Bolivia, su incapacidad para resolver las necesidades más elementales de la población. Los terratenientes y los capitalistas han arruinado Bolivia y reducido un país potencialmente próspero a la mendicidad. No es posible ningún progreso mientras la riqueza de la nación permanezca en manos de estos bandidos. Esta crisis no es sólo una crisis política episódica. No se puede resolver con un cambio de gobierno, un nuevo presidente, ni siquiera con nuevas elecciones y una Asamblea Constituyente. Es una crisis del sistema que sólo puede resolverse con un cambio fundamental en la sociedad. Una de las principales características del movimiento, particularmente en La Paz y El Alto, ha sido precisamente el descrédito no sólo de uno u otro político burgués, sino del conjunto de las instituciones de la democracia burguesa.
La trampa de la Asamblea Constituyente
La Asamblea Popular Nacional inscribe en su bandera la nacionalización del gas y el petróleo. Eso sigue siendo correcto. Pero la primera cuestión es: ¿quién llevará adelante esto? Es posible que la burguesía, enfrentada con la posibilidad de perderlo todo, ofrezca algún tipo de "nacionalización" para calmar el movimiento. Ya están jugando con la oferta de nuevas elecciones y una Asamblea Constituyente (en algún momento futuro). Todo esto es un engaño, un intento de confundir a las masas y desmovilizarlas.
La burguesía intentará ganar tiempo consciente de su debilidad. Tratará de mantener el poder planteando todo tipo de alternativas y trucos legales "inteligentes". El truco principal es ofrecer a las masas una Asamblea Constituyente, una consigna que, lamentablemente, han adoptado de manera obsesiva algunos grupos de izquierda en América Latina. La consigna de la asamblea constituyente, en las condiciones concretas de la revolución boliviana no es otra cosa que un engaño y una trampa.
En una situación donde las masas están en abierta rebelión contra el orden burgués, donde la política parlamentaria burguesa es vista por la aplastante mayoría con una mezcla de desprecio y sospecha, donde la clase obrera, en alianza con los pobres urbanos y campesinos, está construyendo órganos de poder revolucionario en oposición al parlamento burgués, en esta situación, la consigna de la asamblea constituyente tiene un contenido contrarrevolucionario. Es la consigna de la contrarrevolución burguesa con una máscara democrática.
La necesidad del partido revolucionario
Nuestra consigna no es la asamblea constituyente sino Todo el poder a las asambleas populares. Debemos concentrar la atención de las masas, y en particular de la clase obrera y su vanguardia, en la cuestión del poder.
Si existiera en Bolivia un partido bolchevique la tarea de tomar el poder sería inmensamente más fácil. Pero la tarea está planteada y no se puede posponer. Los trabajadores y los campesinos de Bolivia están exigiendo que el poder pase ahora a sus manos pero sus actuales dirigentes están bloqueando una y otra vez esta salida. Sin embargo, es imposible concebir unas circunstancias más favorables para orientar a las masas hacia la toma del poder. Si se permite que esta oportunidad se escape de nuestras manos, podrían pasar años antes de tener otra ocasión similar.
Los trabajadores han demostrado su voluntad de lucha y su determinación de hierro. En la medida que los trabajadores emprendan una acción decisiva atraerán a su lado a la masa de la pequeña burguesía, que siempre está buscando una salida a la crisis que se ha vuelto intolerable para el conjunto de la sociedad.
En cuanto al ejército y la policía, no han mostrado signos de moverse decisivamente para aplastar la revolución. El resultado es que por ahora no se han dado casos de represión seria. Dada la situación, y las divisiones dentro del ejército y la policía, cualquier incidente bastaría para romper en pedazos el ejército, en el que los soldados, casi todos conscriptos, son hijos de obreros y campesinos.
Hay que reforzar la organización de los trabajadores y campesinos en la zona de Santa Cruz y Tarija, donde la oligarquía se siente más fuerte, organizando comités de autodefensa frente al accionar de las bandas fascistas y agrupando a las masas con un programa amplio de reivindicaciones, empezando por las más modestas, y vinculándolas con la nacionalización de los hidrocarburos y la necesidad del poder obrero y campesino.
La tarea más urgente es unir a los elementos más conscientes de la vanguardia obrera a un programa revolucionario. Ha pasado el tiempo de hacer discursos revolucionarios. Es necesario pasar de las palabras a los hechos.
Perspectivas
Si bien los dirigentes de las organizaciones de masas de los trabajadores y campesinos bolivianos han decidido conceder una tregua al presidente Rodríguez, sin embargo, esta vez es poco probable que sea un proceso prolongado como ocurrió con Mesa (que consiguió estar en el poder durante dieciocho meses). Lo más probable es que sea un proceso más corto. A diferencia de octubre de 2003, donde el foco del movimiento fue contra la venta del gas a Chile, en esta ocasión la reivindicación del movimiento es más clara, más profunda y con un mayor contenido político: nacionalización del gas y el petróleo.
Las masas ya han pasado por la experiencia de ver descarrillar el movimiento revolucionario en la política parlamentaria y han visto que eso no funciona. La idea de la necesidad de un gobierno de obreros y campesinos ahora tiene raíces profundas en la mente de amplias capas de los trabajadores y campesinos, sobre todo en El Alto y La Paz, pero también en el resto del país.
La creación de la Asamblea Popular Nacional Originaria es un paso adelante extraordinario para el movimiento, aunque todavía esté en su forma embrionaria y tenga una autoridad política regional limitada. Rodríguez no podrá satisfacer las reivindicaciones de las masas. En el mejor de los casos, durante un período de tiempo, conseguirá mantenerse sobre la fractura de la lucha de clases que divide la sociedad boliviana. Esto empujará a las capas más moderadas de las masas hacia una posición más radical.
La próxima batalla podría ser decisiva. La Asamblea Popular debe tener contenido y debería existir una estrategia consciente de la clase obrera para dividir el ejército y la policía. Las lecciones políticas de esta fase de la lucha deben ser asimiladas por las masas de trabajadores y campesinos. La tarea ahora es construir, basándose en los activistas revolucionarios más avanzados, una organización capaz de dirigir la próxima vez a las masas hacia la victoria.