Una revolución cultural contra la mentalidad burocrática y corrupta

Hugo Chávez declaró una guerra contra la burocracia. La definió como contrarrevolución burocrática que puede derrotar a la revolución venezolana. Sabe que los trámites se empantanan por una especie de colesterol de las instituciones. “Burocracia y corrupción son la fórmula venenosa que se tiene por dentro”… “es la cuarta república y hay que dar una batalla a muerte porque eso puede acabar con lo mejor de los sueños revolucionarios”. Se trata de una declaratoria pertinente al camino trazado rumbo al s al socialismo. Se trata de romper con la mentalidad burocrática, con una cultura de la dilación, el manoseo y la especulación con las necesidades de los pueblos. Se trata de erradicar una cultura del sindicalerismo, los grupos acostumbrados a vivir con p

Guerra a la Burocracia. Los nervios esclerotizados del gobierno

Hugo Chávez declaró una guerra contra la burocracia. La definió como contrarrevolución burocrática que puede derrotar a la revolución venezolana. Sabe que los trámites se empantanan por una especie de colesterol de las instituciones. “Burocracia y corrupción son la fórmula venenosa que se tiene por dentro”… “es la cuarta república y hay que dar una batalla a muerte porque eso puede acabar con lo mejor de los sueños revolucionarios”. Se trata de una declaratoria pertinente al camino trazado rumbo al socialismo. Se trata de romper con la mentalidad burocrática, con una cultura de la dilación, el manoseo y la especulación con las necesidades de los pueblos. Se trata de erradicar una cultura del sindicalerismo, los grupos acostumbrados a vivir con privilegios, se trata de enfrentar el desvío de los recursos y el descorazonamiento de la sociedad victimada por burócratas indolentes, ineficientes y “cancerígenos”.

Es de importancia suprema solidarizarse activamente con la declaratoria y convocatoria de guerra lanzada por el presidente Hugo Chávez. Se trata de una convocatoria que propone avanzar hasta la médula misma de una fórmula criminal que ha sido cáncer en las entrañas mismas de toda revolución. Se tatra de una convocatoria cuya especificidad relativa al gobierno venezolano cobra resonancias extraordinarias si se mira la importancia de semejante guerra en el contexto latinoamericano y en el seno mismo de la cultura, hábitos y costumbres cotidianos de los pueblos latinoamericanos. Será necesario establecer los mecanismos, tácticas y estrategias concretas para semejante guerra cuya primera virtud es su separación de toda moraleja, de todo moralismo, para inscribirse de inmediato como proceso de justicia contra todo lo que empantana y traiciona la voluntad social, sus necesidades, recursos y sueños.

El que está cuidando intereses personales o de secta no merece un espacio en la revolución venezolana. Si alguien pretende convertirse o se ha convertido en punta de una pirámide privilegiada y dominante, incapaz de generar trabajo productivo, que sólo manda selectivamente, da ordenes, favorece a sus amigos o cómplices y castiga a quienes no le son funcionales… gracias a lo impuestos que el pueblo paga… si alguien se propuso dominar a las masas trabajadoras para que guarden silencio u obediencia a favor del poderío de una secta… si alguien derrocha en gastos para sí y su familia, sus amigos y cómplices mientras margina las urgencias de los obreros, campesinos, indígenas… si alguien se hace cómplice del uso de las fuerzas represivas para salvaguardar las propiedades de las clases privilegiadas… si alguien se apropia de manera enmascarada del producto del trabajo ajeno… es preciso dirigir una guerra social contra todos ellos, contra esa clase dirigente.

Burocracia es algo más que “empleados del gobierno” mucho más que esa definición descontextuada, ahistórica y sin base en la lucha de clases, que la hace aparecer como “estructura organizativa caracterizada por procedimientos regularizados, división de responsabilidades, jerarquía y relaciones impersonales” También se trata de no pocas elites con empleados del gobierno que desarrollan tareas administrativas y organizacionales para controlar a los pueblos con impersonalidad y centralización autoritaria. Se trata también de una organización de elites que administran violencia a favor de los intereses y la acumulación de la propiedad privada. Pero también en algunas organizaciones “democráticas” se trata de elites de control para perpetuarse en el poder, de un partido, de una asamblea, de una organización social cualquiera… si ésta les reporta beneficios de algún tipo, claro.

Por culpa de estas burocracias los pueblos han perdido toda capacidad para administrar sus organizaciones y padecer una penosa situación material con privación de la libertad. En una de sus expresiones más odiosas, en plenos procesos revolucionarios como el de Venezuela, las burocracias se reagrupan, como fuerza contrarrevolucionaria, entre las capas dirigentes para gozar de todos los bienes posibles, mientras los pueblos viven en la miseria y ven postergadas sus urgencias. Burocracia así es, entonces, injusticia. Si no son los trabajadores quienes asumen el control del estado con un programa revolucionario y hacia su desaparición paulatina, las elites burocráticas no sólo no producirán los cambios necesarios sino que se encargarán de postergarlos hasta derrotarlos.

No es un problema irresoluble determinar la naturaleza de la burocracia, a qué intereses sirve en un estado capitalista y en una revolución, no es un problema terminológico o teórico, es un problema político de lo más importante. Si la oligarquía en Venezuela quisiera, como ya lo intentó, hacerse del poder a cualquier costo, necesitaría de una burocracia adiestrada para subordinarse al control rentable de un país a favor del saqueo y la explotación, tal como lo hacen muchas estructuras burocráticas en todo el continente. Aunque se disfracen de “progres”. Ese es el peligro contrarrevolucionario al que Hugo Chávez declara la guerra, contra la burocracia y la corrupción, que suelen ser la misma cosa. Habrá que ver qué pasos se dan, cómo avanza tal guerra y qué tan pronto toca los nervios más sensibles dispersos por todas partes: en oficinas talleres, fábricas, iglesias, escuelas, cerebros, ideas y sueños… inoculadas durante mucho tiempo con un imaginario letal que funge como verdad aplastante. En México de dice: “no vivir del presupuesto es vivir en el error”.