Turquía: ¿Cómo ganó Erdogan las elecciones?

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El pasado 3 de noviembre, el partido del Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el Partido AK (AKP), obtuvo una cómoda mayoría en el Parlamento de Turquía. Para muchos de los miles de jóvenes radicalizados y trabajadores esto se vivió con enorme decepción. ¿Cómo pudo conseguir el apoyo de amplios sectores de la población este asesino descarado y aspirante a déspota?

AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo)             49,29%           313 escaños

CHP (Partido Republicano)                                      25,5%             134 escaños

MHP (Movimiento Nacionalista)                              12%                  42 escaños

HDP (Partido Democrático de los Pueblos)             10.69%             61 escaños

Las cifras hablan por sí solas. El AKP logró casi 9 puntos porcentuales más que en las elecciones del pasado junio. Ha recuperado la mayoría parlamentaria que había perdido en junio, que fue la primera derrota política importante para Erdogan.

¿Fueron limpias las elecciones?

¿Cómo podrían haber sido limpias, cuando el sureste del país, hogar de los kurdos, que en gran medida apoyó al partido de izquierda HDP, ha sido víctima de una guerra civil unilateral desde julio? Las brutales incursiones militares, asedios y acciones de francotiradores, barrios aterrorizados a los que se ha impuesto toques de queda arbitrarios, han costado más de 2000 vidas –muchas de las cuales, si no la mayoría, han sido jóvenes, niños y ancianos inocentes; el programa electoral del principal partido de izquierda y prokurdo fue prohibido y cientos de sus oficinas fueron atacadas por bandas para-policiales, organizadas y protegidas por el Estado; varios miles de izquierdistas y activistas kurdos, entre los que se encontraban muchos funcionarios locales, fueron atacados, acosados y encarcelados sin ninguna razón.

Durante los últimos tres meses, la camarilla gobernante ha impuesto en Turquía un clima de terror. Cientos de activistas de la clase obrera y de la izquierda han sido acosados, atacados y asesinados en ataques perpetrados por el Estado o en ataques terroristas de grupos islamistas y nacionalistas próximos al gobierno. Tras la aparición en las redes sociales de las horribles imágenes del cadáver del joven actor Haci Lokman Birlik, de 24 años, (asesinado por la policía), que fue arrastrado por las calles por un vehículo policial, el periódico Sabah, vocero fiel del régimen, lo justificó diciendo que era una práctica normal en todo el mundo. Por su parte, el Primer Ministro, Ahmet Davutoglu, ¡prometió lanzar una investigación para esclarecer el origen del video!

El ataque terrorista que mató a más de cien personas en una protesta pacífica organizada por sindicatos y grupos de izquierdas también causó conmoción en Turquía. Pero mientras millones de personas lamentaban su muerte y responsabilizaban al Estado de ser cómplice, el régimen atacaba sin remordimientos a las víctimas y partidos de la izquierda. Las acciones de la policía durante aquel acontecimiento, atacando a los manifestantes que intentaban huir, a los heridos y ambulancias, confirman la complicidad del Estado en este cruel acto terrorista.

El Primer Ministro, en declaraciones días más tarde, afirmó que la visión de su gobierno y partido difería en “360 grados” a la del ISIS – a quien se atribuyó oficialmente la autoría de los hechos. Esta presunta metedura de pata, sin embargo, nunca fue corregida por el Primer Ministro, quien sí ordenó la prohibición de todas las noticias relacionadas con la investigación sobre el ataque terrorista. Así, mientras que en los medios de comunicación internacionales se podían leer fácilmente noticias sobre los autores del atentado y sus vínculos con los islamistas – y con el Estado – en Turquía se prohibía a la prensa difundir cualquier información sobre los atentados.

Davutoglu también alegó que el Estado poseía los nombres de decenas de kamikazes islamistas que, sin embargo, no podía detener, porque no habían cometido nada ilegal todavía. Pero arrestaron a decenas de periodistas, activistas y otras personas  por sus tuits y comentarios, por atentar supuestamente contra el Presidente. Dos niños de 12 y 13 años, por ejemplo, se enfrentan a dos años de cárcel por despegar varios carteles con la imagen del Presidente para venderlos a un distribuidor de chatarra.

La ambigüedad deliberada del Estado sobre la cuestión del apoyo al ISIS y el asesinato de activistas de izquierdas, en particular, tras el atentado de Ankara, fue un mensaje de Erdogan – un mensaje que el líder del HDP, Selahattin Demirtas, descifró correctamente: “Si te opones a nosotros te mataremos a plena luz del día y lo encubriremos”.

En las semanas siguientes, el gobierno continuó con sus políticas de intimidación; se detuvieron a más periodistas, y la libertad formal de prensa quedó muy limitada por las amenazas, órdenes judiciales y una ola de expropiaciones de empresas pertenecientes a los opositores – aunque burgueses – del régimen de Erdogan. La última semana de las elecciones, Erdogan logró controlar el monopolio de los medios de comunicación, y lo utilizó –junto con los demás recursos del Estado– para difundir sus mentiras y distorsiones, crear una atmósfera de terror aún mayor y avivar la histeria anti-kurda.

Con la típica doble cara de los “demócratas” occidentales, la canciller alemana, Angela Merkel (¡candidata a Premio Nobel de la paz!) fue a Turquía para promover a Erdogan en este período, incluso ofreció a Turquía una posible adhesión a la UE –a cambio de que Turquía colabore con la prevención de la entrada de refugiados en la UE. La publicación de un informe crítico sobre Turquía también fue retrasada por la Comisión Europea hasta después de las elecciones. El nivel de acoso e intimidación no disminuyó el día de las elecciones. En particular, las áreas kurdas fueron fuertemente militarizadas y un sentimiento de miedo y terror se extendió para poner la máxima presión sobre los votantes. Una delegada del Parlamento Europeo dijo haber presenciado el mayor “ambiente militarista” nunca visto anteriormente.

Por supuesto, también hubo fraude electoral, en algunas mesas de votación se contabilizaron más votos que votantes; algunos candidatos del AKP tuitearon fotos de sus papeletas incluso antes de empezar el procedimiento de votación; en varias regiones de Estambul, la Junta Electoral de Turquía (YSK) anunció los resultados de las elecciones antes de la entrega de los documentos de votación.

¿Cómo pueden ser libres y justas unas elecciones en estas condiciones? Erdogan no iba a dejar nada al azar. Sin embargo, el AKP no ganó las elecciones simplemente por el fraude electoral, sino por la campaña de terror.

Relación de fuerzas entre las clases

Inicialmente, hace más de diez años, el AKP tuvo que enfrentarse a la principal facción nacionalista y republicana de la burguesía turca para hacerse con el poder, hoy, el mayor problema del AKP es la radicalización creciente entre la juventud y la clase obrera que ha ido girando hacia la izquierda. Esta tendencia se manifestó claramente  durante las protestas del Parque Gezi, en 2013 y, desde entonces, en la ola de huelgas y manifestaciones. La creciente lucha de clases se refleja parcialmente en el aumento del apoyo al HDP, una organización de izquierdas que tiene sus raíces en el movimiento kurdo. Su entrada en el Parlamento en junio fue la principal razón por la que el AKP perdió su mayoría. Esto arruinó los sueños de Erdogan de resucitar el sultanato de Turquía concentrando los poderes en la Presidencia y relegando el Parlamento a una posición meramente decorativa.

Erdogan utilizó de forma oportunista las negociaciones con el movimiento kurdo para asestar un golpe desde la izquierda a los nacionalistas turcos – representados principalmente por el CHP; para luego girar bruscamente hacia el otro lado, y atacar a los kurdos con el fin de ganar apoyo entre la pequeña burguesía y los lumpen nacionalistas, y separar al HDP del resto de la clase obrera turca – es decir, dividir a la clase obrera en líneas nacionales.

Provocando al PKK para atacar al ejército turco y matar a soldados turcos y oficiales de policía –ninguno de los cuales, por supuesto, pertenecían a las familias de la élite cercanas a Erdogan o sus compinches, logró crear una atmósfera de terror, inestabilidad e incertidumbre, y atrajo a una capa de las masas turcas.

Con esta táctica consiguió un porcentaje de nuevos votantes –no sólo entre las conservadoras clases medias de Anatolia, sino también entre los conservadores kurdos que apoyaron al HDP en junio. El HDP perdió un total de 1 millón de votos en comparación con las elecciones de junio, la mayoría de estos votos se perdieron en sus bastiones del este y sureste.

Aunque Erdogan no tuvo ningún papel oficial en estas elecciones –como Presidente no puede pertenecer o apoyar públicamente a ningún partido- las elecciones giraron en torno a su figura. Su mensaje fue claro: vota por mí, garante del orden y la unidad de Turquía, o si no cualquier otro sólo ofrecerá caos.

La oposición

En este contexto, es importante tener en cuenta que la mayoría de los votantes votaron activamente contra Erdogan. Esto demuestra la polarización que se vive hoy en Turquía. El país se divide en dos bandos, una mayoría de la población está en contra de Erdogan, su gobierno corrupto, sus tendencias islamistas autoritarias y sus aventuras imperialistas. Al mismo tiempo, la campaña del AKP no estuvo inspirada de esperanza y entusiasmo ante el futuro, por momentos fue incluso un asunto aburrido.

La verdadera pregunta que cabe hacerse es, ¿por qué ganó? ¿Por qué alguien que es considerado un corrupto y asesino y no despierta entusiasmo gana las elecciones en un ambiente tan polarizado? Erdogan ha estado envuelto en una corriente interminable de escándalos; ha actuado como un asesino; y se  acepta ampliamente que está detrás de la creciente presencia del ISIS y de otras organizaciones islamistas, que han desempeñado un papel desestabilizador en Turquía durante los últimos tres años. También queda claro para una mayoría de la población que –aun sin apoyar al PKK– reconoce que Erdogan está provocando una guerra contra los kurdos y causando la muerte de cientos de soldados y oficiales de la policía turcos, la mayoría de los cuales provienen de las capas más pobres de la sociedad. Sin embargo, a pesar de la creciente radicalización de las masas, no hubo un proyecto político en las elecciones que se viera como alternativa para salir del atolladero y el caos que se vive hoy en Turquía.

El CHP ha sido históricamente el partido que ha capturado las tendencias de izquierda en la sociedad turca. Pero para la mayoría de las personas que están buscando una salida a la crisis actual en Turquía, este partido y, en particular, su líder, Kemal Kiliçdaroglu, es visto como el típico político “pragmático”; es decir, sin principios. Para las elecciones presidenciales del año pasado, el CHP presentó un candidato en común junto con el ultraderechista MHP, que no sólo defendió un programa económico de derechas, sino que fue elegido claramente por sus credenciales islámicas.

Mientras que las bases del CHP han estado presionando a la izquierda y oponiéndose al AKP, la dirección ha sido muy moderada en sus relaciones con Erdogan, al punto de que ha mantenido serias discusiones sobre una posible entrada del partido en un gobierno de coalición –una trampa en la que han caído todas los partidos. Por tratar de copiar al AKP o legitimar sus crímenes llegando a negociaciones con él, el CHP se ha desacreditado y alejado de los trabajadores y jóvenes más combativos. De esta forma, no ha capitalizado la caída en popularidad de Erdogan y, en gran parte, se ha mantenido estancado en términos de votos desde 2011.

Un antiguo asesor de Abdullah Gul, quien fue co-fundador del AKP, hablando sobre la falta de una alternativa al AKP dijo que: “los demás partidos han fallado totalmente en este aspecto: sus campañas no han tratado de crear una movilización en torno a una idea como la del AKP. De hecho, entusiasmados por el descrédito general tan grande que sufría el AKP, la oposición estaba casi segura de que el resultado sería un Parlamento sin mayoría, estimando que el AKP se quedaría por debajo de los 276 escaños”.

El HDP

El HDP ha sido una excepción a la norma de la política turca durante la última década. Mientras que la tónica general ha sido la de un discurso escurridizo, lleno de vaguedad y “moderación”, el HDP se ha alzado como una voz radical y representativa del sentir de la gente. Al mismo tiempo, la lucha radical y heroica de las YPG (Unidades de Protección Popular) de Siria, un grupo que es considerado como parte de la misma tendencia que el HDP, ha inspirado a cientos de miles de turcos desesperados por el coqueteo de Erdogan con el ISIS y otros islamistas reaccionarios. Además, a pesar de los muchos intentos de los dirigentes del HDP por comprometerse con Erdogan, los violentos ataques recibidos por su parte han hecho del partido un polo natural de atracción para muchos jóvenes anti-Erdogan.

Al apelar al “espíritu de Gezi”, el HDP indicó la mayor debilidad del  movimiento kurdo en los últimos 40 años –es decir, que era basarse basó únicamente en las áreas kurdas y en las demandas nacionales kurdas. Al convertirse en una organización turca más amplia, en lugar de simplemente kurda, el HDP jugó un papel importante en la reducción de la brecha entre los kurdos y la clase obrera turca, que la clase gobernante ha tratado de mantener cuidadosamente. Esto fue también, en parte, un resultado de la creciente integración en dos décadas de urbanización incesante. El partido también logró unificar a la izquierda turca, tradicionalmente dividida y paralizada, y a las capas más avanzadas de la clase obrera. Esta es una posición que se ha conservado.

Así, mientras que los votos del HDP disminuyeron de 6 millones a 5,1 millones desde junio, es todavía superior a los 3,9 millones de votos que recibió durante las elecciones presidenciales de 2014 y dobla los 2,5 millones de votos recibidos por los candidatos independientes kurdos de la izquierda en 2011. A pesar de todos los intentos por parte de Erdogan de expulsar al HDP de las zonas turcas en el oeste, el partido mantuvo su presencia allí; un logro importante en estas condiciones.

Si bien miles de jóvenes apoyaron al HDP, grandes capas de la población se han mostrado escépticas. Durante el movimiento del Parque Gezi, la mayoría de las bases del partido participó en el movimiento, pero el aparato del partido no lo hizo de forma organizada y, de hecho, fue visto como ausente del movimiento para salvar las negociaciones de paz entre el gobierno y el PKK.

Durante las elecciones presidenciales hace apenas un año, el mismo tipo de consideraciones hizo que el HDP no se mostrara lo suficientemente crítico con Erdogan a los ojos de las masas. Aunque el partido cambió su línea sobre este tema, sus dirigentes son vistos constantemente como dispuestos a transigir. Durante el verano, una semana antes de la masacre de Suruç, los líderes del HDP mantuvieron la puerta abierta para las negociaciones de coalición con el AKP en caso de romperse las negociaciones con otros partidos. Más tarde, después de que Erdogan lanzara una guerra civil unilateral contra los kurdos y la izquierda, el partido incluso se unió al gobierno provisional, formado tras el anuncio de las elecciones, junto al AKP bajo el argumento de que utilizaría sus posiciones para dejar en evidencia a Erdogan y luchar contra el AKP desde dentro.

Aún hoy, pocos días después de las elecciones, y después de que ha quedado suficientemente claro que Erdogan se quedará en el poder a cualquier precio, los portavoces del HDP han dejado una puerta abierta para la aceptación de su sistema presidencial con un cambio en la Constitución. Aunque esto fue desmentido más tarde, se alimentan aún más las sospechas insinuadas por Erdogan –de que el HDP estaría dispuesto a traicionar el movimiento y hacer un trato con Erdogan a cambio de un mejor acuerdo sobre la cuestión kurda.

Durante la campaña electoral, el HDP defendió un programa radical con muy buenas reivindicaciones democráticas, como el fin de la guerra, más autonomía para las autoridades regionales, más derechos para las minorías nacionales y una petición clara de paz. Sin embargo, estas demandas eclipsaron totalmente las demandas sociales y económicas del HDP y, para muchas personas, eran otra vez una confirmación de las mentiras y distorsiones del gobierno – que el HDP se preocupa sólo por los kurdos. Además de esto, muchas de las demandas del partido se parecían a las de los demás partidos, por lo que las diferencias eran insignificante para muchos.

A pesar de todo, el atentado de Ankara trajo una enorme ola de sentimientos contra el gobierno y una adhesión al HDP. En los días después de los bombardeos cientos de miles de personas salieron a las calles. Las universidades del país se cerraron por los paros espontáneos y los trabajadores del sector público se unieron en huelga a otros muchos trabajadores del sector industrial. En las áreas kurdas, el estado de ánimo era de mayor indignación aún, llegando casi a la insurrección en ciertas áreas que habían estado librando una resistencia masiva contra las operaciones militares. Selahattin Demirtas pronunció un discurso muy impactante que fue visto por millones de personas, en el que dijo lo que todos sabíamos, que el Estado –y Erdogan, en particular– estaban detrás del terrorismo en Turquía.

La huelga general de tres días convocada por los sindicatos tras el ataque resultó la más importante desde hacía muchos años, y demostró que la clase obrera está dispuesta a unirse a la lucha contra Erdogan. Este movimiento no fue un acontecimiento aislado. Fue un reflejo de la ira acumulada y generalizada de los trabajadores y la juventud, causada por años de ataques a los niveles de vida, así como a los duros logros ganados, como el Estado laico y los derechos democráticos. Quedó claro también que el régimen se vio sacudido por este movimiento.

Pero el potencial de convertir el movimiento en una lucha de masas nacional no se realizó. De hecho, se cancelaron actividades de masas durante la duración de la campaña electoral debido al peligro de otros ataques. Si bien fue una medida correcta, también hay que recordar que de las 2.000 personas fallecidas directamente por el régimen, sólo 150 fueron asesinadas durante protestas masivas. Erdogan no necesita protestas de masas para cometer asesinatos. Ni tampoco dejaría el poder voluntariamente si no saliera reelegido. La única manera de sacarlo del poder es preparar un movimiento desde abajo basado en el movimiento revolucionario de las masas turcas y kurdas.

Las maniobras de Erdogan

La falta de tal desarrollo dio a Erdogan más terreno para maniobrar. Con la falta de una alternativa fuerte y clara, en medio de una creciente incertidumbre e inestabilidad, las capas más atrasadas y conservadoras de la pequeña burguesía –que vive bajo la enorme presión del derrumbe económico y la creciente inestabilidad, y que está desesperadamente buscando una clase fuerte en la que apoyarse– giró hacia Erdogan. Esto es típico de esta clase, que carece de la capacidad para actuar de forma independiente y que siempre termina posicionándose detrás de la clase más influyente de entre las dos clases principales – la clase obrera y la clase capitalista.

Las promesas de Erdogan de estabilidad y retorno a la prosperidad económica de los primeros 10 años de su gobierno, se ajustaban con el conservadurismo inherente de esta capa, que no vio otra alternativa para detener el caos en el que están inmersas sus vidas. Dividiendo a la clase obrera en líneas nacionales y mediante la imposición de un régimen de terror, Erdogan logró aparecer como el hombre fuerte, representante y garante de la nación. Toda su campaña fue guiada por el lema, “no soy yo, no eres tú, es Turquía”.

Esto también tuvo un efecto en las áreas kurdas conservadoras. Mientras el HDP iba avanzando y el movimiento kurdo en Siria iba dando grandes pasos hacia adelante, apoyaron el movimiento; pero tan pronto como se levantaron las tensiones sin una respuesta contundente creíble por parte de los líderes kurdos, las capas medias conservadoras kurdas cayeron en la desmoralización y el pesimismo. Viendo un retorno a los métodos del PKK, que no logró mucho durante los 40 años de guerra civil, optaron por el AKP ansiando la estabilidad.

Inestabilidad venidera

Pero los problemas de Turquía no son una cuestión de mayoría parlamentaria; forman parte de la crisis del capitalismo turco. Mientras la economía turca crecía – con el apoyo de la economía mundial – la desigualdad extrema y las prácticas corruptas de la clase dirigente eran toleradas por las masas trabajadoras. Pero con la ralentización de la economía, las masas han ido radicalizándose  e impacientándose cada vez más. Para defender sus privilegios y sus reglas de juego, la camarilla gobernante ha tenido que girar a la derecha y apoyarse en las capas más atrasadas y reaccionarias, pero al moverse hacia la derecha está alimentando aún más la creciente polarización.

Las fuerzas reaccionarias que él ha alimentado para intervenir en Siria y reprimir a la izquierda en Turquía van a seguir su propio curso. Como cualquier persona de Pakistán o Siria podría explicar, todos los regímenes que han intentado domar a los islamistas han vivido para lamentarlo. Con el fin de conservar su propia posición, Erdogan ha allanado el terreno para lo que podría ser la “Sirianización” de Turquía – es decir, su desintegración, no sólo entre kurdos y turcos, sino también entre Anatolia y las regiones occidentales, que potencialmente podrían conducir a Turquía a convertirse en un Estado fallido.

La reciente victoria electoral alimentará la megalomanía de Erdogan, haciéndolo aún más despiadado y arrogante. Su campaña contra los kurdos no va a terminar, ya que probablemente se dispondrá a ajustar cuentas con todos aquellos que se han atrevido a enfrentarse a él.

Así, la ansiada estabilidad de las clases medias no va a llegar. Tampoco regresarán los años anteriores de prosperidad, que fueron alimentados por el boom económico mundial. A medida que esta realidad se imponga ante las masas, sólo quedará el aumento de la desigualdad y la explotación creciente de los trabajadores y la juventud turcos. El saqueo del país por parte del gobierno y sus compinches, junto con el aumento de la pobreza y la miseria, confrontará a las masas trabajadoras con la camarilla dirigente una y otra vez. La pequeña burguesía fluctuará entre el conservadurismo, anhelando la estabilidad prometida por Erdogan, y la indignación y la ira causada por sus promesas incumplidas. Pero no tendrán a nadie  en quien apoyarse salvo en la clase obrera.

Por supuesto, la naturaleza despótica de Erdogan está también causando grietas dentro de la clase dominante, algunos miembros de los cuales están preocupados seriamente acerca de la dirección que está tomando su gobierno. Pero la burguesía liberal turca, que una vez jugó un papel parcialmente progresista, se ha reducido a un tímido parásito. Teme a Erdogan, pero aún más a los movimientos de masas. Así que, a pesar de sus serias objeciones, siempre han estado dispuestos a tratar y negociar con Erdogan, quien a su vez asegura sus ganancias robando las arcas del Estado o atrayendo capital especulativo a Turquía. La naturaleza enrevesada, lumpen y mafiosa de Erdogan es un reflejo del callejón sin salida de la propia clase gobernante turca.  

La única clase que puede mostrar una manera de salir del atolladero es la clase obrera turca –la clase obrera más fuerte de Oriente Próximo y África del norte. Pero la clase obrera se encuentra sin una dirección y organización; el HDP tiene la tarea de cerrar la brecha entre la juventud revolucionaria y las masas de trabajadores. Esto sólo es posible mediante un esfuerzo enfocado y decidido para conectar con las luchas de los trabajadores en todas las regiones, generalizar y elevar sus demandas a nivel nacional bajo un programa radical y un plan de lucha. Si se hace de forma decisiva, una lucha de ese tipo atraería rápidamente a grandes capas de la clase media, que son igualmente víctimas de la crisis del capitalismo, pero incapaces de encontrar una salida a través de su propia clase.

Al mismo tiempo, el partido debe conectar las demandas diarias con la lucha general contra el capitalismo. No se puede ganar la lucha por la justicia, la paz y condiciones de vida dignas si el poder sigue en manos de una minoría. Sólo tomando el poder económico y del Estado en sus manos, las masas trabajadoras pueden superar el derrumbe y desintegración de la sociedad que trae consigo el capitalismo. Esto se debe explicar pacientemente a las masas, que poco a poco llegarán a las mismas conclusiones a través de sus propias experiencias.

Turquía está pasando por tiempos difíciles. Las elecciones dieron la victoria a Erdogan; pero no revelan toda la situación. Las elecciones sólo representan un punto estático dentro de un proceso en movimiento; tampoco pueden revelar lo que esconde la superficie.

Turquía está cociéndose a fuego lento justo por debajo del punto de ebullición. La frustración y la indignación generalizadas se revelan episódicamente a través de movimientos accidentales y acontecimientos, pero luego mueren debido a la falta de una dirección organizada. Si bien esto proporciona a la clase gobernante un respiro temporal para maniobrar, no resuelve las contradicciones principales. En una situación tan explosiva el estado de ánimo puede cambiar en 24 horas, y el Erdogan triunfante de hoy podría tener que enfrentarse con un movimiento revolucionario capaz de borrarlo del mapa. Una vez que los trabajadores y la juventud de Turquía empiecen a moverse, nada podrá detenerlos. Su movimiento conducirá a una nueva fase de la lucha de clases – no sólo en Oriente Próximo, sino en todo el mundo.

Artículo original: http://www.marxist.com/turkey-how-did-erdoan-win-the-elections.htm