La razón básica de los errores de la LSR reside en el hecho de que la dirección
no comprende la actitud revolucionaria hacia la guerra. Eso es lo que les lleva a
los pecados que comenten contra el marxismo. Su postura queda resumida al final
de su declaración
:
“En conclusión, debemos afirmar que la base de todos los principales errores
políticos de la WIL se encuentra en la posición defensista que ha adoptado con
relación a la guerra imperialista puesto que la caída de Francia, por primera vez,
hacía real la posibilidad de una derrota del imperialismo británico. El defensismo
raramente se manifiesta de una forma abierta, especialmente en una organización
de izquierdas centrista. Su encubrimiento es especialmente necesario en
una organización que todavía profesa su adhesión a los principios del derrotismo
revolucionario…”.
Se puede resolver esta confusión volviendo a plantear la postura fundamental
del marxismo sobre la cuestión de la guerra. Si tomamos cualquiera de los escritos
de Lenin del período 1914-1917 se puede clarificar el asunto. En un pequeño
folleto titulado El socialismo y la guerra, por ejemplo, podemos leer lo siguiente:
“El socialchovinismo es la idea de ‘defensa de la patria’ en la guerra actual. De
esta idea dimana el abandono de la lucha de clases, la votación de los créditos de
guerra, etc. Los socialchovinistas aplican una política antiproletaria, burguesa,
pues lo que propugnan en realidad no es la ‘defensa de la patria’ en el sentido de
la lucha contra el yugo extranjero, sino el ‘derecho’ de unas u otras ‘grandes’ potencias
a saquear las colonias y a oprimir a otros pueblos. Los socialchovinistas repiten
las mentiras de la burguesía para engañar al pueblo, afirmando que la guerra
se hace en defensa de la libertad y de la existencia de las naciones, y así pasan
al campo de la burguesía contra el proletariado. Son tan socialchovinistas los
que procuran justificar y ennoblecer a los gobiernos y a la burguesía de uno de los
grupos de potencias beligerantes como los que, a semejanza de Kautsky, reconocen
para los socialistas en todas las potencias beligerantes el derecho a ‘defender
la patria’. El socialchovinismo, que de hecho defiende los privilegios, las ventajas,
el pillaje y la violencia de ‘su’ burguesía imperialista (o de cualquier otra burguesía
en general), hace traición absoluta a todas las ideas socialistas y al acuerdo
del Congreso Socialista Internacional de Basilea” (Lenin, El socialismo y la guerra.
Moscú, Editorial Progreso, 1981, pp. 15-16, subrayado en el original).
A partir de esta cita es evidente que la LSR no ha conseguido comprender la
esencia de lo que significa el chovinismo. ¿Cómo un partido serio o un individuo
honesto puede pretender que las citas anteriores caracterizan la política y las actividades
de la WIL? Nuestras principales tesis internacionales, La guerra y la
Cuarta Internacional, explican lo siguiente:
“En aquellos casos donde se trata de un conflicto entre países capitalistas, el
proletariado de cualquiera de ellos debe negarse categóricamente a sacrificar
sus intereses históricos, que en última instancia coinciden con los intereses de la
nación y la humanidad, en aras de la victoria militar de la burguesía. La formulación
de Lenin: ‘la derrota es el mal menor’ significa no que la derrota de tu
propio país sea el mal menor si se compara con la derrota del país enemigo, sino
que una derrota militar resultado de un crecimiento del movimiento revolucionario
es infinitamente más beneficiosa para el proletariado y el conjunto de
la población que una victoria militar asegurada por la ‘paz civil’. Karl Liebknecht
dio una fórmula sin par de la política militar en tiempos de guerra: ‘El
principal enemigo del pueblo está en su propio país”.
Y, de hecho, plantear el problema de cualquier otra forma sería convertirse
en chovinistas regresivos, es decir, aunque no se apoye a la burguesía del
propio país, caer en la posición objetiva de apoyar a la burguesía del país
enemigo. En sus últimos escritos, que sin duda están entre los mejores que escribió
el Viejo, proporciona la exposición teórica más magnífica sobre la actitud
marxista e internacionalista hacia la guerra imperialista en general y
hacia la actual guerra imperialista en particular. Estos fragmentos siempre serán
la exposición clásica de la posición marxista respecto al problema y del
método dialéctico como un medio de determinar la política del partido revolucionario.
Los lectores nos perdonarán si citamos extensamente a Lenin y
Trotsky para asentar la posición del marxismo sobre una base irrebatible.
Trotsky presenta las bases teóricas de nuestra actitud hacia la guerra de la siguiente
forma:
“La guerra actual, como lo manifestamos en más de una ocasión, es una continuación
de la última guerra. Pero una continuación no significa una repetición.
Como regla general, una continuación significa un desarrollo, una profundización,
una agudización. Nuestra política, la política del proletariado revolucionario,
hacia la segunda guerra imperialista es una continuación de la política
elaborada durante la guerra imperialista anterior, fundamentalmente bajo la
conducción de Lenin. Pero una continuación no significa una repetición. También
en este caso, una continuación significa un desarrollo, una profundización
y una agudización.
“Durante la guerra pasada no sólo el proletariado en su conjunto sino también
su vanguardia y, en cierto sentido, la vanguardia de la vanguardia, fueron
tomados desprevenidos. La elaboración de los principios de la política revolucionaria
hacia la guerra comenzó cuando ésta ya había estallado plenamente y
la maquinaria militar ejercía un dominio ilimitado. Un año después del estallido
de la guerra, la pequeña minoría revolucionaria estuvo todavía obligada a
acomodarse a una mayoría centrista en la conferencia de Zimmerwald 1. Antes de
la Revolución de Febrero, e incluso después, los elementos revolucionarios no se
sintieron competentes para aspirar al poder, salvo la oposición de extrema izquierda.
Hasta Lenin relegó la revolución socialista para un futuro más o menos
distante… Si así veía Lenin la situación no creemos entonces que haya necesidad
de hablar de los otros.
“Esta posición política del ala de extrema izquierda se expresaba gráficamente
en la cuestión de la defensa de la patria.
“En 1915 Lenin se refirió en sus escritos a las guerras revolucionarias que tendría
que emprender el proletariado victorioso. Pero se trataba de una perspectiva
histórica indefinida y no de una tarea para mañana. La atención del ala revolucionaria
estaba centrada en la cuestión de la defensa de la patria capitalista.
Los revolucionarios replicaban naturalmente en forma negativa a esta pregunta.
Era completamente correcto. Pero mientras esta respuesta puramente negativa
servía de base para la propaganda y el adiestramiento de los cuadros, no podía
ganar a las masas, que no deseaban un conquistador extranjero.
“En Rusia, antes de la guerra, los bolcheviques 2 constituían las cuatro quintas
partes de la vanguardia proletaria, esto es, de los obreros que participaban en la
vida política (periódicos, elecciones, etcétera). Luego de la Revolución de Febrero
el control ilimitado pasó a manos de los defensistas, los mencheviques y los
eseristas. Cierto es que los bolcheviques, en el lapso de ocho meses, conquistaron
a la abrumadora mayoría de los obreros. Pero el papel decisivo en esta conquista
no lo jugó la negativa a defender la patria burguesa sino la consigna ‘¡Todo el
poder a los sóviets!’ ¡Y sólo esta consigna revolucionaria! La crítica al imperialismo,
a su militarismo, el repudio a la defensa de la democracia burguesa, etcétera,
pudo no haber llevado jamás a la mayoría abrumadora del pueblo al lado de
los bolcheviques…” (Bonapartismo, fascismo y guerra. Artículo inconcluso dictado
por Trotsky justo antes de su asesinato).
Y siguiendo este análisis se ponen las bases para la aproximación marxista
a los problemas de la guerra actual. El colapso y la traición de los grandes partidos
de la Segunda Internacional3, con su apoyo de la patria capitalista, provocaron
una conmoción terrible y un gran golpe en todo el movimiento socialista.
No fue casualidad, por ejemplo, que cuando Lenin en Suiza recibió el
ejemplar de Vorwaerts, el órgano de la socialdemocracia alemana, donde se leía
cómo habían votado a favor de los créditos de guerra del gobierno del káiser,
él creyera al principio que se trataba de una falsificación del Estado Mayor alemán.
Este pequeño episodio reflejaba la confusión y desorientación de la vanguardia
revolucionaria.
Los internacionalistas de todos los países se quedaron como individuos y grupos
aislados, la mayoría de los cuales sencillamente se oponían a la guerra de
una manera confusa pacifista o semipacifista. A mediados de 1915, en la Conferencia
de Zimmerwald, sólo se reunió un puñado de delegados. Pero incluso entre
esta vanguardia de las masas, existía confusión y ausencia de comprensión teórica
de la guerra y la política revolucionaria. La tarea principal de Lenin durante
este período no fue en absoluto ganar a las masas para su bandera, sino formar
a la vanguardia e incluso a la vanguardia de la vanguardia. Como expresa
Trotsky, Lenin en este período tuvo que concentrar su atención exclusivamente
en la cuestión de la ‘defensa de la patria capitalista’.
Si examinásemos todos los exhaustivos escritos de Lenin desde el inicio de
la guerra hasta el estallido de la Revolución de Febrero, encontraríamos que se
concentran en cuestiones teóricas como la naturaleza de la guerra y la traición
de la Segunda Internacional al proletariado internacional. La tarea básica de
Lenin fue la lucha contra lo que él caracterizaba como socialchovinismo y socialoportunismo.
El papel de Lenin entonces fue demostrar que la lucha de
clases seguía siendo la ley básica de la sociedad de clases, tanto en tiempos de
paz como de guerra. Luxemburgo y Liebknecht en Alemania, de una forma
confusa el ILP4, grupos pacifistas y de oposición en otros países, todos andaban
a tientas en la misma dirección. En aquella época todos hacían su trabajo alrededor
de la lucha teórica sobre la cuestión de la ‘defensa de la patria’. Así que
incluso después de la Revolución de Febrero esta cuestión ocupó un lugar preponderante.
De aquí surge la confusión de la LSR sobre la cuestión del ‘defensismo
revolucionario’.
Lenin no toleraría ni la más mínima concesión al socialpatriotismo y al apoyo
de la burguesía. Tras el derrocamiento del zar, los mencheviques y los socialrevolucionarios
se convirtieron en socialpatriotas y apoyaron a la burguesía rusa.
Lenin condenó la postura de Kámenev y Stalin quienes, en Pravda, llegaron a
apoyar al gobierno provisional, y de una manera oscura incluso apoyaron la guerra
diciendo que defenderían la revolución burguesa frente a los ataques de los
ejércitos del Káiser. El defensismo revolucionario que condenó Lenin era el de
los mencheviques y socialrevolucionarios que apoyaban la guerra, que apoyaban
el Estado capitalista y apoyaban a la clase dominante como el método para defender
las conquistas de la Revolución de Febrero. Pero el defensismo revolucionario
es el significado, ni más ni menos, que del socialchovinismo. El discurso de
Lenin ante los delegados de la fracción bolchevique de los sóviets plantea claramente
su postura:
“Las masas abordan esta cuestión no desde el punto de vista teórico sino del
práctico. Nuestro error reside en nuestra aproximación teórica. La conciencia de
clase proletaria debe corresponder a una guerra revolucionaria que realmente
acabe con el defensismo revolucionario. Ante los representantes de los soldados
se debe plantear la cuestión de una forma práctica, si se hace de otra manera nada
se conseguirá. No somos en absoluto pacifistas. La pregunta fundamental es:
¿Qué clase está llevando a cabo la guerra? La clase capitalista, vinculada a los
bancos no pueden hacer otra guerra que no sea una guerra imperialista. La clase
obrera sí puede…” (Collected Works, Vol. 20, p. 95. Nueva York, International
Publishers, 1929).
Tomemos un ejemplo de otra esfera donde la actitud del marxismo se ha elaborado
teóricamente y demostrado en la práctica. El marxismo ha demostrado
la superioridad del sistema soviético frente al parlamentarismo. Pero la posición
de los antiparlamentarios, basándose en esta idea correcta, se ha convertido en
sectaria. Es necesario tratar esto teóricamente, pero en nuestra agitación cotidiana
todavía hacemos trabajo en las elecciones parlamentarias para convencer a las
masas, a través de su propia experiencia, de nuestro punto de vista, no simplemente
repitiendo, como un papagayo, que los sóviets son la única manera de salvar
a la clase obrera. Los errores de la LSR tienen el mismo carácter.
Trotsky arroja una luz penetrante sobre una de las razones más importantes
de la impotencia de la izquierda revolucionaria durante la última guerra. Trotsky
insistió mejor que nadie en el carácter caduco del Estado nacional y su papel reaccionario
en nuestra época. Nuestra actitud está basada en ese criterio. Nuestra
oposición a la guerra de los Estados imperialistas reside precisamente en su carácter
caduco y al hecho de que apoyar a cualquiera de los imperialismos no puede
ayudar al desarrollo de las fuerzas productivas, de las que depende todo progreso
humano. De aquí parte la proposición profundamente dialéctica de
Trotsky respecto a los problemas del movimiento revolucionario en la pasada
guerra. Rusia era el país donde el proletariado era más revolucionario y más reciente.
El bolchevismo había conquistado a la aplastante mayoría de los trabajadores
organizados y que habían despertado políticamente antes del inicio de la
pasada guerra.
En víspera de la guerra ya habían aparecido barricadas en las calles de San
Petersburgo. En el primer período de la guerra los bolcheviques fueron aplastados
por la represión policial sin ninguna protesta por parte de las masas, incluso
sectores de los trabajadores participaron en las manifestaciones patrióticas
a favor del zar. El cansancio y la desilusión con la guerra por parte de las
masas llevaron a la Revolución de Febrero. Pero a pesar de las tradiciones del
bolchevismo dentro de Rusia, los mencheviques y socialrevolucionarios consiguieron
un dominio preponderante entre las masas, incluidos los trabajadores.
Las masas cansadas de la guerra llevaron al poder, no a aquellos que se
oponían frontalmente a la guerra, ¡sino a los socialchovinistas!
En Alemania, donde Liebknecht y Luxemburgo mantenían una oposición internacionalista
a la guerra, la revolución alemana situó en el poder a la corrompida
socialdemocracia y no a los espartaquistas 5. Los socialtraidores habían apoyado
al káiser y a la guerra imperialista hasta el punto de figurar en su gobierno. Los
socialdemócratas lucharon y se opusieron a la revolución con todas sus fuerzas e
intentaron salvar a la monarquía. Pero, por ironías de la historia, lo que hicieron
fue usurpar el poder en la revolución.
En Gran Bretaña, donde los dirigentes laboristas estaban apoyando la guerra
como miembros del gobierno de Su Majestad, la radicalización y auge revolucionario
de los trabajadores llevó a un tremendo aumento del apoyo e influencia del
Partido Laborista. La internacional revolucionaria continuó aislada de la clase
obrera, esto a pesar de la desilusión de las masas con la guerra y sus resultados.
En todos los demás países se puede observar el mismo fenómeno. Una de las
razones de esto (por supuesto existen otras razones fundamentales en las que no
podemos entrar aquí) fue precisamente la cuestión que planteaba Trotsky. La crítica
correcta de los internacionalistas (por sí misma) del “imperialismo, a su militarismo,
el repudio a la defensa de la democracia burguesa, etcétera, pudo no haber
llevado jamás a la mayoría abrumadora del pueblo al lado de los bolcheviques…”.
Se ha demostrado que la atención de la vanguardia revolucionaria se concentraba
en la renuncia a la defensa de la patria capitalista. Esto no podría ser sobre
la base de ganar a las masas que no quieren un conquistador extranjero. “Cierto es
que”, escribía Trotsky, “los bolcheviques, en el lapso de ocho meses, conquistaron
a la abrumadora mayoría de los obreros. Pero el papel decisivo en esta conquista
no lo jugó la negativa a defender la patria burguesa sino la consigna ‘¡Todo el poder
a los sóviets!’ ¡Y sólo esta consigna revolucionaria!”.
Un examen de la agitación bolchevique en el período comprendido entre Febrero
y Octubre demuestra esto de una manera irrefutable. No sólo esto. Si examinamos
la postura de Lenin hacia las masas en la cuestión de la guerra antes
de Febrero de 1917 y después, hay una notoria diferencia. En el primer período,
como hemos visto, tiene un carácter puramente aposicional, en el segundo, en el
período de la revolución, toda la agitación, propaganda y teoría están dirigidas
hacia el objetivo de la toma del poder. Ante la inminencia del objetivo, Lenin vincula
la cuestión de la guerra con el problema de la clase que detenta el poder.
Aquí no está en absoluto contradiciendo su posición del período anterior a la
guerra, en realidad, sigue vigilante para que la dirección de los bolcheviques no
se desvíe de la posición internacionalista. Pero, a partir de la clarificación teórica,
ahora aplicaba la política a la acción. De la formación de cuadros, ahora debía
avanzar hacia la solución del problema de ganar a amplias masas. En ambas
posiciones aplica correctamente la posición del marxismo. No hay necesidad de
extendernos excesivamente en esto.
La LSR ha dicho (muy correctamente) que la WIL basa su agitación en la obra
de Lenin La catástrofe que nos amenaza y como combatirla. Sin embargo, este mismo
panfleto es una respuesta demoledora a la crítica sectaria contra el trotskismo y
su actitud hacia la guerra. Al intentar esquivar la cuestión la LSR afirma: “En la
práctica, la WIL pretende que, por ejemplo, las notas de Lenin en La catástrofe
que nos amenaza y como combatirla [escrita en víspera de la toma del poder] se aplican
a la situación actual y como tal es la base de su propaganda”. Podríamos llamar
la atención de la dirección de la LSR en el hecho de que incluso si nos basáramos
en la perspectiva de la toma inmediata del poder, no resuelve en nada
la cuestión de si somos o no chovinistas. Sólo indicaría, en el peor de los casos,
un error de perspectiva.
El hecho de que Lenin escribiera en vísperas de la toma del poder no le excusaría
si fuera culpable de chovinismo. Como tampoco exculpa hoy a la WIL. Veinticinco
años después están dispuestos a perdonar a Lenin por su ‘chovinismo’
porque dirigió la revolución triunfante, pero sin haber comprendido que si Lenin
hubiera adoptado su método, no habría habido revolución. En nuestra opinión,
el chovinismo “en vísperas de tomar el poder” sería cien veces más imperdonable
que en cualquier otro caso. Sin embargo, debemos examinar lo que Lenin
realmente decía. En La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, en el
apartado La lucha contra la ruina y la guerra:
“Todas las medidas de lucha contra la catástrofe descritas por nosotros reforzarían
extraordinariamente, como ya hemos señalado, la capacidad defensiva o,
dicho de otro modo, el poderío militar del país. Esto por una parte. Pero, por
otra parte, esas medidas no pueden llevarse a la práctica sin transformar la anexionista
en una guerra justa, sin transformar la guerra sostenida por los capitalistas
en interés de los capitalistas en una guerra sostenida por el proletariado en
interés de todos los trabajadores y explotados”.
Y una vez más:
“Es imposible llevar a las masas a una guerra de rapiña en virtud de tratados
secretos y confiar en su entusiasmo. La clase más avanzada de la Rusia revolucionaria,
el proletariado, comprende con creciente claridad el carácter criminal de la
guerra. La burguesía no ha logrado que las masas cambien de opinión al respecto;
antes al contrario: aumenta el convencimiento de que la guerra tiene un carácter
criminal. ¡El proletariado de ambas capitales de Rusia se ha hecho internacionalista
definitivamente! ¡De qué entusiasmo de las masas por la guerra puede hablarse!
“Lo uno está unido de manera indisoluble a lo otro, la política interior a la
política exterior. Es imposible hacer que un país tenga capacidad defensiva si no
existe un extraordinaria heroísmo de las masas sin romper con el imperialismo,
sin proponer a todos los pueblos una paz democrática, sin transformar de ese
modo la guerra rapaz y criminal, la guerra de conquista, en una guerra justa, defensiva,
revolucionaria” (Lenin, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla.
Moscú, Editorial Progreso, 1980, pp. 41-43).
La LSR exclama triunfalmente, como si hubiera descubierto un crimen:
“… su consigna [de la WIL], es verdad que en ninguna parte del documento
se dice explícitamente, pero sí implícitamente en él y en el resto de su propaganda,
es ‘convertir la guerra imperialista en una guerra antifascista de los
trabajadores’. En otras palabras, su ataque principal va dirigido no contra la
burguesía británica, sino contra sus rivales, los regímenes fascistas”.
Si el argumento de la primera parte de esta ‘acusación’ puede ser dirigido
contra nosotros, entonces se aplica cien veces más a Lenin… porque la propaganda
de Lenin de transformar la guerra imperialista en una guerra de trabajadores
no se dice implícita, sino explícitamente. En cualquier caso, ¿cómo se puede
transformar la guerra en una guerra antifascista sin que los trabajadores conquisten
el poder? En cuanto a lo que nosotros se refiere, preferimos mantener la
compañía ‘chovinista’ de Lenin. La última parte de su crítica, que nuestro ‘principal
ataque va dirigido contra los regímenes fascistas’, es absolutamente falsa y
no puede ser sostenida honestamente por cualquiera que lea nuestra prensa y
documentos.
Sobre la cuestión de las consignas también Lenin respondió a la LSR con anticipación.
Ellos se quejan de que la WIL no plantea la consigna de transformar
la guerra imperialista en una guerra civil, aunque la WIL haya proclamado suficientemente
que mantiene los principios y métodos de la Cuarta Internacional.
Sólo sería una locura defender esto como una consigna agitativa en el próximo
período. Igual que sería un sin sentido defender la consigna de la insurrección
la semana siguiente.
Hay un momento y un lugar para cada consigna. Basta con pensar, en mitad
de la revolución, en Lenin proclamando: “Antes de hablar de guerra civil
el pueblo debe ser consciente de su necesidad, si no se caerá en el blanquismo”
6. (Collected Works, Vol. 24. p. 236). Y dar algún consejo para que los ultraizquierdistas
sean lo suficientemente listos para prestar atención: “Ocurre sólo
con mucha frecuencia, cuando la historia da un giro brusco, que incluso los
partidos más avanzados no se habitúen a una situación revolucionaria durante
algún tiempo y repitan consignas que eran correctas ayer, pero que no tienen
ningún significado hoy, que se pierden tan repentinamente como ‘repentinamente’
se produce el giro brusco en la historia” (Collected Works, Vol. 21, p. 43.
New York, International Publishers, 1929). En una determinada etapa de la revolución
Lenin incluso denunció a aquellos que pretendían que él defendía la
guerra civil, haciendo recaer, correctamente, la responsabilidad sobre los hombros
de la burguesía.
LA CONQUISTA DEL PODER ES EL EJE DE NUESTRA PROPAGANDA
Nuestra política con relación a los problemas de la época permanece sobre la base
de granito establecida por Lenin. Nuestra actitud hacia la guerra imperialista
sigue siendo de una oposición irreconciliable. Continuamos las tradiciones del
bolchevismo. Pero en la época de declive y desintegración del capitalismo la continuación,
como señala Trotsky, no significa una mera repetición. En el cuarto de
siglo que ha pasado, las condiciones objetivas para la revolución socialista han alcanzado
la madurez, la decadencia y desintegración del capitalismo se han revelado
en los intentos abortados de revolución por parte de las masas, en el fascismo,
y ahora en la guerra imperialista. Todas las condiciones objetivas de la época
pasada dejan al proletariado receptivo ante el problema de la conquista del
poder por parte de la clase obrera.
Qué distinto de 1914-1918, los cuadros del bolchevismo fueron entrenados y
formados en la postura leninista hacia la guerra imperialista. El socialchovinismo
de los socialdemócratas y los estalinistas fue previsto y pronosticado por los
trotskistas hace mucho tiempo. La exposición teórica del socialchovinismo no es
una cuestión viva para el bolchevismo hoy. Construimos y edificamos nuestro
partido sobre bases internacionalistas leninistas y la cuestión de la guerra no es
menos fundamental.
Como señaló Trotsky, la guerra y la revolución son el examen fundamental
para la política de todas las organizaciones. En estas dos cuestiones seguimos la
tradición leninista. Pero el marxismo no consiste en la repetición de frases e ideas,
por muy correctas que éstas puedan ser. De otra manera, Lenin no podría haber
desarrollado y profundizado las concepciones formuladas primero por Marx.
Y Trotsky no podría haber propuesto la teoría de la revolución permanente. Si
todo lo que hiciera falta para los revolucionarios fuera repetir ad nauseam unas
cuantas frases y consignas tomadas de los grandes pensadores del marxismo, el
problema de la revolución sería realmente sencillo. Los del GBSP 7 serían supermarxistas
en lugar de ser unos sectarios incurables. Como Trotsky dijo de los ultraizquierdistas,
todo sectario sería un experto estratega.
En última instancia, los principios básicos del marxismo, como fueron desarrollados
teóricamente por el propio Marx, han sido los mismos durante casi un siglo.
La tarea de sus sucesores consiste, no en repetir unas cuantas ideas mal digeridas
como si fueran papagayos, sino utilizar el método del marxismo y aplicarlo
correctamente a los problemas y tareas planteadas en un período particular.
Ahora es necesario abordar el problema de la guerra, no sólo desde la caracterización
teórica de Lenin, sino también para la tarea de cómo ganar a las masas
para la bandera leninista. Durante la época pasada los cuadros de la Cuarta Internacional
se han formado en el espíritu del internacionalismo. Observamos la
guerra a partir de los principios establecidos por Lenin, pero ahora desde un
ángulo más desarrollado. No realizamos nuestra propaganda desde el punto de
vista de analizar sólo la naturaleza de la defensa de la patria socialista, sino desde
el punto de vista de la conquista del poder por la clase obrera y la defensa
de la patria proletaria.
Trotsky planteó el problema de la siguiente manera:
“Por eso sería doblemente estúpido presentar hoy en día una posición pacifista
puramente abstracta; el sentimiento de las masas es que es necesario defenderse.
Debemos decir: ‘Roosevelt (o Willkie) dice que es necesario defender al
país. ¡Bien!, sólo que debe ser nuestro país, no el de las Sesenta Familias y su Wall
Street” (Trotsky, Problemas norteamericanos, 7 de agosto de 1940).
Sólo los formalistas desesperados y los sectarios, incapaces de apreciar la dinámica
revolucionaria del marxismo, podrían ver en esto una desviación chovinista
o un abandono del leninismo. Nuestra época es una época de guerras y revoluciones,
de militarismo y supermilitarismo. La política y la posición del partido
revolucionario deben corresponder con esta época. La guerra ha llegado como
un horrible justo castigo por los crímenes del estalinismo y el reformismo. Llega
porque los traidores en las direcciones obreras frustraron la lucha de las masas
encaminadas hacia la revolución socialista. Es un reflejo del callejón sin salida en
el que se encuentra el imperialismo, y de la madurez histórica, y del exceso de
madurez, para la revolución socialista.
La última guerra mundial ya fue una expresión de que el capitalismo a escala
mundial había cumplido su misión histórica. Este hecho objetivo llevó rápidamente
a una situación objetiva donde las masas de trabajadores están maduras
para afrontar el problema de la revolución socialista, es decir, el problema del
poder. Los acontecimientos de la época pasada han dejado a la clase obrera con
una psicología de frustración y aturdimiento. Miraban con aprensión y horror la
llegada del segundo baño de sangre en el que no se podía esperar otra cosa que
sufrimiento y miseria. En esta guerra, desde su inicio, entre los trabajadores británicos,
especialmente entre los trabajadores laboristas, ha existido una ausencia
de odio hacia el pueblo alemán. Incluso en EEUU, donde las masas son políticamente
menos conscientes que en Gran Bretaña, en una reciente encuesta de Gallup,
dos tercios de los entrevistados diferenciaban entre el pueblo alemán y los
nazis en la cuestión de la responsabilidad y castigo después de la guerra. Esto, a
pesar de toda la propagan de la burguesía. Si este es el caso en EEUU es cien veces
más cierto en Gran Bretaña.
Es perfectamente cierto, sin embargo, que especialmente entre la clase obrera
existe un odio confuso, aunque profundamente asentado, hacia el hitlerismo
y el fascismo. Pero con todo el debido respeto para la dirección de la LSR, este
odio no es reaccionario ni chovinista, sino que nace de un instinto de clase. Es
cierto que está siendo mal utilizado y distorsionado para propósitos imperialistas
reaccionarios por parte de la burguesía y sus lacayos laboristas. Pero la tarea
de los revolucionarios consiste en separar lo que es progresista y lo que es reaccionario
en su actitud: apartando a los trabajadores de sus direcciones estalinista
y laborista que confunden estos sentimientos progresistas. Y no hay otra forma
que la planteada por Trotsky en sus últimos artículos para separar a los trabajadores
de los explotadores en la cuestión de la guerra.
La decadencia y degeneración del imperialismo británico dejan a las masas
receptivas ante el problema del poder, el problema de qué clase detenta el poder.
Cualquier cuestión que surja debe ser vista desde este ángulo. Nuestra posición
ante la guerra no es simplemente una política de oposición, sino que está
determinada por la época en la que vivimos, la época de la revolución socialista.
Es decir, como competidores por el poder. Sólo de este modo podemos encontrar
un camino para acercarnos a la clase obrera. Sobre el papel, y en abstracto,
la LSR acepta el programa de transición como la base de nuestro trabajo en el
período actual. Trotsky señala que la situación objetiva exige que nuestro trabajo
cotidiano esté vinculado a través de nuestras reivindicaciones transicionales
con la revolución social. Esto se aplica a todos los aspectos de nuestro trabajo. El
hundimiento del mundo en la guerra en absoluto exige una retirada de esta posición,
sino todo lo contrario, le da incluso mayor urgencia. La misma concepción
teórica que forma la base del programa de transición8 y dicta la orientación
estratégica de todos nuestros activistas, forma la base de la actitud estratégica hacia
la guerra en la época moderna.
La guerra es parte de la vida de la sociedad en el momento actual y nuestro
programa de la conquista del poder tiene que basarse, no en la paz, sino en unas
condiciones de militarismo universal y guerra. Podríamos compadecernos de los
compañeros de la LSR por su desafortunada desviación de la historia. Pero desgraciadamente
somos demasiado débiles para derrocar al imperialismo y ahora
debemos pagar un precio. Era necesario (y por supuesto aún es necesario) educar
a los cuadros de la Cuarta Internacional en la naturaleza y significado del social
patriotismo y el chovinismo-estalinista, y su relación con la guerra. En Gran
Bretaña ¿quién ha hecho esto tan enérgicamente como la WIL? El programa de
transición, si tiene un significado, es hoy un puente, no sólo de la conciencia de
las masas al camino de la revolución socialista, sino también de los revolucionarios
aislados hacia las masas.
La LSR se convence de la superioridad de su postura sobre el estalinismo y el
reformismo. Se reconforta con que sigue manteniendo la posición de Lenin en
la última guerra. Esto sería muy bueno… si la LSR hubiera comprendido la posición
de Lenin. Sin embargo, Trotsky y los herederos del bolchevismo empezamos
(incluso si la LSR interpretara correctamente a Lenin, que no es así) ¡donde acaba
la dirección de la LSR! Abordamos el problema de la guerra desde el ángulo
de la inminencia del próximo período de la revolución social en Gran Bretaña
así como en otros países. Los trabajadores estadounidenses no quieren ser conquistados
por Hitler, y a los que les diga ‘tengamos un programa de paz’ les contestarán:
‘Pero Hitler no quiere un programa de paz’. Por eso, nosotros decimos:
defenderemos a Estados Unidos con un ejército obrero, con oficiales obreros, con
un gobierno obrero” (Trotsky, Ibíd.).
Esas palabras del Viejo están empapadas de pies a cabeza con el espíritu del
marxismo revolucionario que, mientras preservan intransigentemente su oposición
a la burguesía, muestran simpatía y comprensión por la actitud de la base
obrera y los problemas que tiene en mente. No nos detenemos en la necesidad
de educar a la vanguardia en la naturaleza de la guerra y la negativa a defender
la patria capitalista, sino que seguimos adelante hasta ganar a la clase obrera para
la conquista del poder y la defensa de la patria socialista.
UNA TENDENCIA PACIFISTA PEQUEÑOBURGUESA
La insistencia en el tema de la “paz” es como un hilo recurrente a lo largo del
documento de la LSR, y en realidad, proporciona la clave para el desarrollo de
la LSR y su posición actual. Comentando una frase de Prepararse para el poder: “la
corrupción y la incompetencia, industrial y militarmente, lleva bruscamente a la
mente de los trabajadores la cuestión del régimen”, la LSR escribe lo siguiente:
“No es una cuestión de mala comprensión de esta frase. Significa que los trabajadores
están cuestionando el derecho del capitalismo a continuar como el sistema
de este país. Esto ante los trabajadores incluso ha comenzado a desplegar
un sentimiento por la paz de masas, mientras que aún apoyan la guerra imperialista
y están, en realidad, ansiosos por que ésta se lleve a cabo de una manera más
eficaz y ofensiva”.
Este tema recurrente de la “paz” indica la desesperada postura pequeñoburguesa
de la dirección de la LSR. Y no aparece accidentalmente. Es la continuación
y la culminación de toda una serie de errores sobre la cuestión de la actitud
revolucionaria hacia el militarismo y la guerra. En el momento en que se impuso
la conscripción en Gran Bretaña unos meses antes del estallido de la guerra,
la LSR en Militant 9 condenó correctamente la conscripción con fines imperialistas.
Pero como una manera de luchar contra ella, se encontraron en la compañía
del Peace Pledge Union, el ILP y otros organismos pacifistas y semipacifistas defendiendo
lo vano, y desde un punto de vista revolucionario, la política peligrosa
de negarse a aceptar la conscripción en la milicia. Esto en un momento en que
era obvio que la aplastante mayoría de los trabajadores entrarían en la milicia.
En Militant, en junio de 1939, la LSR escribía bajo el titular ¿Qué hacer?:
“¡Hay que acabar con la conscripción! Exigir que el TUC prepare una huelga
general. Exigir que el Partido Laborista fuerce unas elecciones generales. Exigir
que el Comité Ejecutivo de tu sindicato de instrucciones a todos sus militantes en
edad de reclutamiento para que se nieguen a registrarse y les defienda si son perseguidos
ante su negativa. ¡Sólo con la acción de masas se puede acabar con el
reclutamiento forzoso!”.
Esta alternativa que suena revolucionaria tenía una orientación social totalmente
pacifista, característica del centrismo y el socialismo pequeñoburgués.
Desde el punto de vista de la posición leninista tradicional era una orden en
general falsa, y como la actitud hacia el reclutamiento que adoptó el compañero
Trotsky demuestra, también era equivocada desde el punto de vista del
moderno leninismo-trotskismo. Si se deja a los militantes y simpatizantes de
la LSR sin la más mínima orden de qué hacer cuando se enfrenten con la postura
concreta se inscriben.
En realidad, tan utópica era esta idea de negarse a inscribirse que los militantes
de la LSR se inscribieron. De hecho es algo embarazoso tener que defender
estas cuestiones entre personas que pretenden ser seguidores de Lenin. Pero como
los dirigentes de la LSR parecen añorar presentarse como defensores de unas
ideas “pasadas de moda”, quizá lo mejor será dar una buena cita de Lenin sobre
esta cuestión. A propósito, la actitud revolucionaria sobre esta cuestión nos remonta
a Marx, incluso la vieja socialdemocracia en el continente tenía una actitud
correcta y revolucionaria si se compara con la postura de la LSR:
“En el momento actual toda la vida social está siendo militarizada. El imperialismo
es una lucha feroz de las grandes potencias por la división y redivisión del
mundo, eso inevitablemente debe llevar a más militarización en todos los países,
incluso en los pequeños y neutrales. ¿Qué harán las mujeres proletarias contra eso?
¿Sólo maldecir toda guerra y todo lo militar, sólo exigir el desarme? Las mujeres
de una clase oprimida que realmente es revolucionaria nunca estarán de acuerdo
en jugar un papel tan lamentable. Ellas dirán a sus hijos: ‘Pronto creceréis. Os darán
un arma. Tomadla y aprended a usarla. Los proletarios necesitan este conocimiento
no para disparar a vuestros hermanos, a los trabajadores de otros países,
como están haciendo en la presente guerra, y cual es el consejo de lo que debéis
hacer por los traidores del socialismo, pero debéis luchar contra la burguesía de
vuestro propio país, poner fin a la explotación, la pobreza y la guerra, no por medio
de buenas intenciones, sino mediante una victoria sobre la burguesía y a través
de su desarme” (Lenin, La consigna del desarme, Collected Works, Vol. 23, p. 82).
Inmediatamente después del inicio de la guerra, la LSR se unió en una alianza
sin principios con los pacifistas en el “Frente Socialista Contra la Guerra”.
Apenas habían recuperado el aliento de los esfuerzos hechos en esta dirección e
inmediatamente cayeron en una posición pacifista pequeñoburguesa aún peor.
En el momento en que tanto los estalinistas como el ILP aparecían con la consigna:
“No a la guerra”, la LSR se dio prisa en seguir la misma corriente pacifista.
¡En uno de los números de Militant esto fue proclamado como el principal titular!
No existe hoy ninguna necesidad de polemizar contra esta posición porque
los acontecimientos la han arrojado al olvido.
Ni siquiera la LSR, que cayó en esta consigna sin explicación, hoy estaría a favor.
En realidad, incluso los centristas del ILP no harían eso. De este error la dirección
de la LSR de manera natural y automática cayó en el siguiente. El Comité
Ejecutivo de la LSR publicó una declaración especial repudiando la sección del
Manifiesto de la Cuarta Internacional. La guerra imperialista y la revolución mundial
(1940), con el siguiente titular: “Los trabajadores deben aprender las artes militares”
es inaplicable a Gran Bretaña. En privado los dirigentes de la LSR restaban
importancia a la idea de que Trotsky pudiera haber sido el autor de afirmaciones
tan “chovinistas” que correspondían con la postura de la WIL. Esto es lo
que ellos decían:
“Bajo el titular ‘Los trabajadores deben aprender las artes militares’, el Manifiesto
exige que el Estado proporcione inmediatamente a los trabajadores y desempleados
la posibilidad de aprender el manejo de las armas. Esto podría ser interpretado
por algunos como un apoyo a la reivindicación oportunista defendida
por ciertas organizaciones en este país sobre el armamento de los trabajadores.
La consigna ‘armar a los trabajadores’ planteada en un país beligerante en un
momento en que las masas están llenas de patriotismo y el temor inmediato a
una invasión, tiene un carácter puramente defensista y patriótica. Las masas en
este momento desean armas para repelar al invasor, es decir, para defender su
‘propio’ Estado capitalista. Cuando una consigna es utilizada por los imperialistas
con propósitos de reclutamiento… La Sección británica afirma por lo tanto
que la reivindicación del manifiesto internacional no tiene validez en las condiciones
existentes en este país…”.
Su postura sobre esta cuestión tiene su origen en la política incorrecta mantenida
anteriormente sobre la cuestión de la conscripción. Y finalmente, como punto
culminante de todo el proceso, acaban con la posición de… ¡paz en el período
actual! Bien podría un trabajador corriente responder a esta postura: ¡Ellos dicen
‘Paz, Paz’ y no hay Paz!’ Lenin sin lugar a dudas señaló la necesidad de utilizar en
determinada etapa el deseo de paz de las masas. Pero decía que esta posición no
tenía nada en común con el pacifismo. La postura de la LSR, al contrario, es pacifista
y no tiene nada en común con el leninismo. Todos los escritos de Lenin sobre
esta cuestión tenían como objetivo no sólo los socialpatriotas, sino también
todos aquellos que jugueteaban con la consigna de paz sin hacer referencia al
tiempo, el lugar y las condiciones bajo las que se obtendría la paz.
“No queremos una paz separada con Alemania, queremos una paz entre todos
los pueblos, queremos la victoria de los trabajadores de todos los países sobre
los capitalistas de todos los países” (Lenin, A los soldados y marineros. Collected
Works, Vol. 24, p. 125).
“La consigna de ‘¡Abajo la guerra!’ es, naturalmente, justa, pero no tiene en
cuenta la peculiaridad de las tareas del momento, la necesidad de llegar a las
grandes masas por otro camino. Recuerda, a mi parecer, la consigna de ‘¡Abajo
el zar!’, con que los desmañados agitadores de los ‘buenos tiempos pasados’
se lanzaban al campo, sin pararse a pensar en más, para volver… cargados de
golpes. La masa de partidarios del defensismo revolucionario obra de buena
fe, no en un sentido personal, sino en un sentido de clase, es decir, pertenece
a unas clases (obreros y campesinos pobres) que realmente no tienen nada que
ganar con las anexiones ni con la estrangulación de otros pueblos. Cosa muy
distinta acontece con los burgueses y señores ‘intelectuales’, quienes saben muy
bien que es imposible renunciar a las anexiones sin renunciar a la hegemonía
del capital, y que engañan vilmente a las masas con bellas frases y promesas sin
cuenta ni tasa.
“La masa de partidarios del defensismo ve las cosas de un modo simple, filisteo:
“No quiero anexiones, pero los alemanes “arremeten” contra mi y, por tanto,
defiendo una causa justa y no unos intereses imperialistas”. A hombres de es
del New Deal de intervención estatal para intentar superar la recesión económica y así evitar la
radicalización de la clase obrera. Wendell Willkie era el candidato presidencial del Partido Republicano en 1940.
te tipo hay que explicarles sin cesar que no se trata de sus deseos personales, sino
de las relaciones y condiciones políticas, de masa, de clase, del entronque de
la guerra con los intereses del capital y con la red internacional de bancos, etc.
Ese es el único modo serio de luchar contra el defensismo, el único que nos promete
el éxito, no muy rápido tal vez, pero seguro y duradero” (Lenin, Las Tesis
de Abril. Madrid, Fundación Federico Engels, 1998, pp. 30-31)
Lenin define aún más la posición sobre la guerra:
“Acabar la guerra de una forma pacifista es pura utopía. Se podría terminar
mediante una paz imperialista. Pero las masas no quieren esta paz. La guerra es
la continuación de la política de una clase, para cambiar el carácter de la guerra
hay que cambiar la clase que está en el poder” (Lenin, Conferencia del POSDR de
la Ciudad de Petrogrado. Collected Works, Vol. 24, p. 150).
Esta posición, clara y sencilla, constituye una respuesta aniquiladora a la postura
de la LSR sobre la paz. Siguiendo todos los errores principales de la dirección
de la LSR durante los últimos años en esta cuestión, se revela indudablemente
la existencia de una tendencia pequeñoburguesa pacifista o semipacifista.
Pero la cantidad de errores se desarrolla en una nueva cualidad. La dirección de la
LSR revela ahora una ruptura fundamental con las ideas y los métodos del leninismo,
con las ideas y los métodos de la Cuarta Internacional. Trotsky respondió
por nosotros a este argumento particular sobre la “paz” en su crítica a Shachtman10
en agosto de 1940:
“Leí un breve informe sobre una discusión que tuvo Shachtman con un profesor
en Michigan; allí Shachtman formuló esta idea: ‘Tengamos un programa
para la paz, no para la guerra; para las masas, no para el asesinato, etcétera’.
¿Qué significa esto? Si no tenemos paz, debemos tener un programa para la guerra,
y la burguesía no puede hacer nada excepto organizar la guerra. Ni Roosevelt
ni Willkie 11 están en condiciones de decidir libremente; ellos deben preparar
la guerra, y cuando la hayan preparado la deben conducir. Dirán que no puede
ser de otra manera, a causa del peligro que representa Hitler, etcétera, del peligro
japonés, etcétera. Hay sólo una forma de evitar la guerra, derribar a esta sociedad.
Sin embargo, como somos demasiado débiles para esta faena, la guerra
es inevitable. Se trata, entonces, en lo que hace a nosotros, no de lo mismo que
sucede en los salones burgueses, ‘escribamos un artículo sobre la paz, etcétera’;
eso es para publicaciones como The Nation. Nuestra gente debe tomarlo seriamente;
tenemos que decir: la guerra es inevitable, por lo tanto, tengamos un programa
obrero organizado para la guerra. La movilización de la juventud es parte
de la guerra y se convierte en parte de nuestro programa” (Trotsky, Problemas
norteamericanos, 7 de agosto de 1940).
Compañeros de la LSR ¡no hay nada chovinista aquí! Es la aproximación internacionalista
revolucionaria y marxista a la guerra y al militarismo de nuestra
época. No está en absoluto excluido que en determinada etapa nazca un
sentimiento de masas favorable a la paz, resultado de la carnicería de masas,
del punto muerto en los frentes militares, del sufrimiento de las masas alcanzando
una intensidad insoportable. Sin embargo, incluso si esto aparece, nuestra
postura aún no tendría nada en común con la posición pacifista de la dirección
de la LSR. Nosotros abordaríamos la cuestión desde la perspectiva de que
no podemos dejar el problema de la guerra en manos de los capitalistas, sería
fatal dejar el problema de la paz en sus manos. La paz en la época moderna, si
el imperialismo todavía sobrevive, no será muy diferente de la guerra. La paz
bajo el capitalismo no puede tener una larga duración sino simplemente un interludio.
El único camino para garantizar la paz estaría en el derrocamiento del imperialismo
en Europa y el mundo. De hecho, el énfasis de nuestra agitación debería
girar, por un lado, sobre la diferencia entre la guerra en interés de las masas
y la guerra en interés de los capitalistas, y por otro lado, entre la paz en interés
de los trabajadores y la paz en interés de los capitalistas. El eje de nuestra agitación
seguiría siendo el mismo: el problema del poder, qué clase tiene y controla el poder
en sus propios intereses.
Para fortalecer su posición la LSR cita La guerra y la Cuarta Internacional: “La
lucha revolucionaria por la paz, que adopta formas incluso más amplias y audaces,
es el medio más seguro para ‘convertir la guerra imperialista en una guerra
civil’… Este pronóstico condicional sobre el posible desarrollo de los acontecimientos
es utilizado simplemente como cobertura de una posición pacifista o
semipacifista. Sin embargo, incluso en la Revolución Rusa, que era considerada
‘típica’ de los acontecimientos que tendrán lugar en otros países, la consigna de
la ‘paz’ no era separada por Lenin de la idea de la guerra revolucionaria. Todo
lo contrario, Lenin llevó a cabo una lucha, especialmente en los primeros meses
de la revolución, precisamente alrededor de la cuestión de la ‘guerra revolucionaria’
que es posible sólo si el proletariado mantiene el control del Estado.
Sin embargo, nunca lo consideró de la forma tan escueta que es concebido el
problema por la LSR.
Cierto es que la consigna de paz era sólo una de las armas más poderosas en
el arsenal del bolchevismo. Sin embargo, esta fórmula condicional no necesariamente
tiene que ser planteada en todas las etapas de la guerra, y posiblemente
en absoluto en determinados períodos. Consignas como la “paz” están basadas
en la conciencia de las masas. En el momento actual las masas en Gran Bretaña
están con lo que es calificado por la LSR como “chovinista”. Enfrentados a
la elección entre la paz y la victoria de Hitler, o incluso un compromiso con los
nazis y la continuación de la guerra, el 99% estará a favor de la continuación de
la guerra. Los dirigentes laboristas justifican su apoyo al gobierno capitalista
por la necesidad de luchar contra el hitlerismo. ¿Qué puede responder la LSR
a esto? Hacer referencia al enemigo en casa es muy bueno y correcto, pero no
constituye una respuesta para el trabajador. Él no desea un conquistador extranjero
y un fascista. En lugar de mirar con desprecio e indignación a las masas
“chovinistas”, los dirigentes de la LSR deberían intentar y aprender algo de los
trabajadores aparte de intentar ser su “profesor”.
Un episodio instructivo ocurrió en las primeras etapas de la guerra en 1939,
antes de la caída de Francia. Los estalinistas, durante su período ‘antiguerra’,
lanzaron una campaña en su feudo del sur de Gales. Consiguieron la celebración
de un referéndum entre los mineros del sur de Gales sobre la cuestión de la guerra.
Este era uno de los sectores más militantes y con más conciencia de clase de
los trabajadores de Gran Bretaña. Había mucho descontento y desasosiego entre
los mineros ante la cuestión de la guerra. Ellos recelaban de los objetivos de la
clase dominante. En estas condiciones, los burócratas laboristas y reformistas tuvieron
que recurrir a una maniobra para impedir que el Partido Comunista obtuviera
un gran apoyo entre los mineros en la votación. Plantearon la cuestión
sobre las siguientes bases: “Contra la guerra” o “Sí a la guerra con un gobierno
laborista”. Como era de esperar consiguieron una aplastante mayoría de los votos
para esta última opción. Y consiguieron esto en un momento en que Hitler
no había conseguido grandes victorias y las masas no se sentían directamente
amenazadas por el tacón totalitario de los nazis.
Para llegar a estos trabajadores debemos tener un programa que pueda hacer
frente de lleno al problema de la derrota de la reacción tanto en casa como fuera.
Es significativo en este aspecto que los pacifistas hayan perdido una parte importante
del pequeño apoyo que tenían al principio de la guerra. Incluso el ILP
se ha visto obligado a modificar su perspectiva pacifista. Incluso desde la dirección
intransigente y aislada de la LSR, aunque conserva básicamente su visión
pacifista, ya no se escucha la consigna patética de “No a la guerra”. Todo esto,
por supuesto, debido a las victorias sin paralelo del imperialismo alemán. La dirección
de la LSR ha sido incapaz de orientarse en los acontecimientos y aplicar
el método revolucionario que exigiría una comprensión teórica del pasado. Para
ellos todo debe ser una réplica exacta del pasado. La revolución en tiempos de
guerra debe seguir el patrón exacto de la Revolución Rusa. En realidad la historia
procede de una manera mucho más compleja. Los acontecimientos de todas
las revoluciones se deciden por la estructura fundamental de la sociedad de clases
y por eso las leyes básicas de todas las revoluciones se pueden formular y predecir
por anticipado. Pero imponer un plan absoluto, del que no se pueden desviar
los acontecimientos, sería una estupidez escolástica. Hay demasiados factores
implícitos que son totalmente incalculables. La Comuna de París 12 se
desarrolló en líneas diferentes a la Revolución Rusa; la rusa de la española y de
la china, etc., etc., En cuestiones de este carácter, las líneas de desarrollo sólo se
pueden indicar algebraicamente.
LA SITUACIÓN EN GRAN BRETAÑA HOY
Examinemos cómo la LSR ve la situación actual en Gran Bretaña:
“Estas políticas equivocadas no tardan en combinarse. ‘La corrupción e incompetencia,
industrial y militar, lleva bruscamente a la mente de los trabajadores
la cuestión del régimen’. No hay posibilidad de entender mal esta frase. Significa
que los trabajadores están cuestionando el derecho del capitalismo a continuar
como el sistema de este país. Esto antes incluso de que los trabajadores
hayan empezado a mostrar un sentimiento de masas por la paz, cuando aún apoyan
la guerra imperialista y ansían, en realidad, una ofensiva más contundente.
“O toda la historia anterior fue accidental y de ella no se pueden aprender
lecciones, o la WIL malentiende totalmente y distorsiona no sólo la situación actual
del imperialismo británico, sino también la etapa actual de desarrollo de la
conciencia de la clase obrera. Nos inclinamos ante esta última teoría. El ambiente
entre las masas es aún predominantemente de apoyo a la guerra imperialista,
y la burguesía británica está manejando la guerra tan eficazmente como permiten
las limitaciones del ‘capitalismo democrático’. Estos factores no ayudan a la
‘rápida maduración de ‘todas las condiciones para explosiones sociales’. Cuando
lleguen las explosiones sociales, y llegarán, no nacerán de las reivindicaciones de
los trabajadores para un curso más eficaz de la guerra. Ni tan siquiera las luchas
de clase pueden surgir sobre esta cuestión porque no es una cuestión de clase en
cuanto a lo que concierne a los trabajadores. Esta no es su guerra y no tienen ningún
interés de clase en la victoria en ella.
“En la actualidad, las masas están bajo la dirección ideológica de la burguesía
y de la pequeña burguesía, y de ahí el apoyo a la guerra imperialista. La burguesía
británica ha sufrido muchas derrotas en esta guerra y ha hecho que sectores
de los trabajadores critiquen la dirección de la burguesía y exijan un rumbo más
eficaz de la lucha. Pero esta no es una reacción de clase proletaria ante la situación,
es una reacción pequeñoburguesa y es posible sólo porque los trabajadores
todavía están imbuidos de una ideología de clase ajena. Tal descontento de la clase
obrera se detendrá con quejas, de la misma forma que el descontento similar
e incluso más elocuente de la pequeña burguesía, y podría incluso transformarse
con las victorias británicas en un apoyo mayor al gobierno imperialista.
“Eso no pudo llevar a la acción de la clase obrera, sólo porque la reivindicación
de un rumbo más eficaz de la guerra imperialista no es una reivindicación
de clase para los trabajadores. Además, la acción de clase de los trabajadores, como
ellos saben, perjudicaría aún más la eficacia del imperialismo británico. Las
derrotas británicas pueden llevar a explosiones sociales, pero serán explosiones
provocadas por el cansancio con la guerra, por un deseo de acabar con una carnicería
sin sentido, para escapar de las durezas económicas de la guerra y conseguir
la paz duradera y la prosperidad para el mundo”.
Estas líneas indican una completa falta de comprensión de la situación actual
de Gran Bretaña. Constituyen una crítica de la situación estancada en la que se
encuentra la LSR. Cualquier organización que tenga la más mínima conexión
con la clase obrera en Gran Bretaña, se daría cuenta de lo incorrecta que es esa
aproximación a la situación actual. El desarrollo de la conciencia de masas en
Gran Bretaña durante la guerra ha ido en la dirección de una conciencia “socialista”
y, sí… incluso comunista. Entre los trabajadores, dentro de las filas de las
fuerzas armadas, entre el estrato amplio de las clases medias, se está produciendo
un creciente fermento y un proceso de radicalización.
No ha existido en décadas un período en Gran Bretaña en el que la mente de
las masas haya sido tan receptiva a las ideas y perspectivas revolucionarias. El objetivo,
e incluso en un sentido, las condiciones objetivas para la revolución socialista
ya están madurando en Gran Bretaña. Se puede decir sin exageración que
el terreno es más favorable para el rápido crecimiento del trotskismo dentro de
la clase obrera británica que en cualquier otro momento de la historia de nuestro
movimiento. Existe una creciente y extendida crítica, una falta de confianza
en la clase dominante. La correlación de fuerzas entre las clases ha quedado totalmente
socavada. Esto, a su vez, tiene un efecto dentro de las filas de la clase
dominante, donde se han abierto diferencias y fisuras.
Estamos en una situación prerrevolucionaria. Con una política correcta podemos
conseguir un buen trampolín para dar un gran salto en nuestra influencia
en el próximo período. Aquí vemos por qué la WIL ha conseguido logros sustanciales,
aunque sean modestos, en el caos actual, mientras que la LSR ha decaído
y se ha desintegrado. Pero para aprovechar la situación es necesario comprender
el proceso que está teniendo lugar y la forma en que se desarrollará la conciencia
de las masas.
Con un aire de presuntuosa incredulidad, la LSR proclama que “no hay posibilidad
de entender mal esta frase. Significa que los trabajadores están cuestionando
el derecho del capitalismo a continuar como el sistema de este país…”. Si
esto quiere decir que decimos que los trabajadores desean seriamente una revolución
socialista ahora, es una estupidez. Pero que los trabajadores se mueven inconscientemente
en esa dirección está fuera de toda duda. Sí, compañeros, afirmamos
definitivamente que los trabajadores están comenzando a desafiar el derecho
del capitalismo a continuar como sistema en este país.
Sólo los escolásticos desesperados intentarían imponer un patrón rígido del
que no se puedan desviar los acontecimientos. La LSR presenta a los trabajadores
como si éstos estuvieran en un estado constante de chovinismo violento
e histérico. Triunfalmente proclaman el hecho indudable de que la mayoría
aplastante de las masas apoya aún la guerra. Pero lo hacen debido al deseo de
defender sus derechos y organizaciones de la destrucción y en absoluto por un
deseo de defender a la clase capitalista. Es una pena que la LSR nunca se haya
hecho la pregunta: ¿Por qué si su esquema mecánico es correcto las derrotas
del imperialismo británico en el pasado no llevaron a la masas a exigir la
paz “sino al contrario, las llevó a un deseo de ver la guerra “con un rumbo más
eficaz y ofensivo”? Ni explica por qué los trabajadores, que apoyan la guerra,
se han vuelto cada vez más críticos con la clase dominante a pesar de sus victorias,
como demuestran los resultados electorales y el aumento del número de
huelgas. Cualquier programa pseudosocialista tiene asegurado un gran apoyo
frente a los candidatos del gobierno en las elecciones.
La Common Wealth 13, reflejando el movimiento de la pequeña burguesía hacia
el proletariado, ha conseguido éxitos en los feudos tradicionales tories. The
Times ve en esto una “presagio de mal agüero” del sentimiento de las masas. Los
“marxistas revolucionarios” de la LSR son incapaces de hacer esta evaluación correcta.
Literalmente, no hay un sólo apoyo social firme dentro de la población
sobre el que se pueda basar la burguesía en una crisis social. Los funcionarios en
un sindicato tras otro están violando las Leyes de Disputas Sindicales. Incluso la
policía está afectada por el ambiente imperante dentro de la población. Precisamente
en un intento de quitar importancia a este ambiente las masas se ha podido
presentar el Beveridge Scheme 14. Millones de trabajadores están escépticos
ante los objetivos de la clase dominante en la guerra y los resultados de una victoria
británica. Pero aún apoyan la guerra. ¿Por qué tienen un odio a los “alemanes”
como la LSR nos quiere hacer creer? Todo lo contrario, entre las amplias
masas, especialmente aquellas organizadas en el movimiento laborista y sindical
tal sentimiento es inexistente.
Como si fuera una burla de la posición de la LSR las victorias de los ejércitos británicos
en el Norte de África han coincidido con huelgas y malestar a través del país por
cuestiones salariales. Según la versión de la LSR debería estar sucediendo lo contrario.
La realidad es que aquí no existe ninguna contradicción. Las masas apoyan
la guerra porque no ven otra alternativa. Mientras tanto, la lucha de clases
no puede esperar. Aquí está la clave del ambiente en Gran Bretaña que el Viejo
tan claramente visualizó.
Las masas cada vez son más críticas con el capitalismo y el imperialismo, pero
están paralizadas por el temor a las consecuencias de una victoria nazi. La política
militar y los escritos del Viejo nos dan el arma que proporciona la respuesta
a las cuestiones que están preocupando a las masas. La dirección de la LSR todavía
apoya la idea de agitar para que el laborismo tome el poder. ¿Cómo puede
suceder que apoyen, lo que según su método de razonamiento, obviamente es
una demanda “chovinista”? Y que lo hayan hecho durante todo el curso de la
guerra. Lejos de ser una dirección laborista deseando “la paz”, incluso el llamado
ala de izquierdas del tipo de Shinwell y Bevan, es más celosa que nadie en su
apoyo a la guerra. La LSR habla del gran giro en dirección al laborismo que ocurrirá
en el próximo período. Esto es correcto, pero no han comprendido o explicado
por qué ocurre esto.
El primer gran giro de los trabajadores a la izquierda, un proceso que está ya
comenzando, llegará debido al desencanto por el contraste entre sus propias
condiciones y los beneficios y privilegios de la clase capitalista. No será un movimiento
contra la guerra como tal. A pesar del apoyo total a la guerra del Partido
Laborista, las masas inevitablemente se moverán hacia el Partido Laborista.
Una situación revolucionaria no aparece con las masas como patriotas histéricos
un día y con una delirante exigencia de paz al día siguiente. Sus
reivindicaciones se reflejarán en la presión sobre la dirección de las organizaciones
de masas. Hoy esa presión se está reflejando en el movimiento hacia el final
de la tregua política. Pero el crecimiento del sentimiento de masas por el fin de
la coalición se expresó como una reacción contra el apoyo a la burguesía, no
contra el apoyo a la guerra.
¿Qué programa sugiere la LSR que deberíamos desarrollar entre las masas como
programa por un gobierno laborista? ¿Un programa por la paz inmediata?
En cuanto se reduzca el temor de las masas a una victoria de Hitler, las reivindicaciones
de las masas de mejoras y concesiones aumentarán. Esto ocurre especialmente
cuando una capa amplia se da cuenta de que la victoria y el final de la
guerra no mejorarán sus condiciones, sino que provocarán desempleo de masas
y extensión del malestar. A pesar de las ideas de la LSR, las experiencias de la
pasada guerra y sus consecuencias no han desaparecido sin dejar rastro en la
conciencia de la clase obrera. La necesidad de los marxistas es diseccionar y encontrar
lo que es progresista en el ambiente contradictorio y comprender los
cambios en la psicología y el movimiento de las masas.
El intento de los dirigentes laboristas y sindicales de intensificar demagógicamente
sus promesas a la clase obrera sobre las perspectivas gloriosas después de
la guerra está lejos de conseguir un éxito significativo. Los estalinistas están comenzando
a cosechar las recompensas de su actividad rompehuelgas y antiobrera
en la forma de un creciente rechazo antagonista hacia ellos por parte de los
trabajadores. Y esto a pesar de sus intentos de azuzar e intensificar los sentimientos
chovinistas, y a pesar de la extensa simpatía por la Unión Soviética.
Las huelgas del año pasado fueron las más elevadas en muchos años, frente
a las innumerables dificultades y obstáculos situados ante a los trabajadores
por parte de los burócratas estalinistas y laboristas. ¡Apenas una indicación de
las tranquilas relaciones en Gran Bretaña! Pero hay un factor en el que vemos,
mejor que en cualquier otra cosa, la asombrosa madurez de la clase obrera: la
amplia actitud crítica no sólo hacia la burguesía, sino también hacia los dirigentes
obreros. Este no es un fenómeno aislado, sino que abarca a grandes sectores de
los trabajadores, organizados y desorganizados, en la industria y en las fuerzas
armadas. Amplios sectores de los trabajadores no tienen ilusiones en los burócratas
sindicales, su instinto de clase y su solidaridad les hace aferrarse a pesar
de esto a sus organizaciones. Ante la falta de una alternativa por ahora les tolerarán.
Toda la situación exige imperiosamente que nos preparemos para las explosiones
que se están desarrollando mediante la comprensión de lo que está
ocurriendo en el desarrollo objetivo de los acontecimientos y su reacción subjetiva
dentro de la conciencia de la clase obrera. La minoría revolucionaria
puede jugar un papel incluso ahora, puede asegurarse una poderosa influencia
en la venidera revolución. Que estamos en un período de negra reacción y chovinismo
dentro de la clase obrera sólo puede ser la opinión de sectarios que están
totalmente alejados del contacto con la clase obrera.
Notas
1. Los oponentes internacionalistas en la Primera Guerra Mundial se reunieron en 1916 en el pueblo suizo
de Zimmerwald. La Revolución de Febrero en Rusia de 1917 vio la caída del zar y llevó al poder un gobierno
provisional de partidos reformistas y capitalistas.
2. Los bolcheviques y los mencheviques eran, respectivamente, las alas revolucionaria y reformista del Partido
Obrero Socialdemócrata Ruso, al principio como fracciones y, más tarde, como partidos separados. Los
socialrevolucionarios eran un partido reformista con gran influencia entre el campesinado.
3. Creada en 1889 aglutinó a los partidos socialdemócratas (socialistas) y laborista. Colapsó en 1914 cuando
prácticamente todas sus secciones votaron a favor de sus propios gobiernos capitalistas en la guerra. Fue
recuperada en 1923 como una organización totalmente reformista y comenzó a ser conocida como Internacional Socialista.
4. El Partido Laborista Independiente (ILP). Habitualmente a la izquierda, se escindió del Partido Laborista
en 1932. La mayoría de sus dirigentes regresaron al Partido Laborista después de la guerra, dejándolo durante un período prolongado en el aislamiento sectario hasta que desapareció a finales de los años setenta.
5. Creció de la primera ala revolucionaria del SPD alemán, entonces el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD). Formó la base del Partido Comunista Alemán (KPD) en 1918. Sus dirigentes incluían a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
6. Después Louis Blanqui (1805-1881). Socialista revolucionario francés cuyo nombre quedó vinculado con la
teoría de la insurrección armada de pequeños grupos de conspiradores, se oponía al concepto marxista de
la lucha de masas.
7. El Partido Socialista de Gran Bretaña (SPGB), creado en 1905 fue, y sigue siendo, una pequeña secta con
su propia “interpretación” peculiar del marxismo.
8. Adoptado por la Cuarta Internacional como su programa fundador en 1938. Las consignas transicionales
tienen la intención de sortear el abismo que existe entre el nivel de conciencia actual de la clase obrera y
la necesidad de la revolución socialista.
9. Periódico de la LSR. No vinculado al periódico Militant creado en 1964.
10. Max Schachtman. Uno de los fundadores de la Oposición de Izquierdas de EEUU, se escindió de la Cuarta Internacional oficial en 1940.
11. Franklin D. Roosevelt, un demócrata, fue presidente de EEUU desde 1933 a 1945. Introdujo el programa
12. La corta vida del gobierno obrero después de la insurrección de los trabajadores parisinos el 18 de marzo
de 1871. Fue aplastado el 28 de mayo de 1871, con más de 20.000 trabajadores asesinados. Trotsky trata
esta cuestión en La comuna de París y Marx en La guerra civil en Francia.
13. El partido de la Common Wealth se formó en Gran Bretaña durante la guerra. Defendía una política radical
incluida la nacionalización, se oponía a la tregua electoral durante la guerra, consiguió un sustancial
número de votos y dos elecciones.
14. El informe sobre Seguridad Social y Servicios Aliados, publicado en diciembre de 1942. Sus principales
propuestas, un Sistema Nacional de Seguros y un Servicio Nacional de Salud, fueron implantadas por el
gobierno laborista en 1945.