El 22 de mayo por la tarde, en Quilmes, compañeros del Polo Obrero sufrieron una brutal represión por parte de las fuerzas de “seguridad”, más específicamente de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI) de la Policía Bonaerense. Mientras la gente se preparaba para recibir un plato de comida en el comedor popular “Es la hora de ser feliz”, la policía se preparaba para golpear sin piedad a quienes necesitan ayuda para alimentarse. Entre los hechos más graves, un niño de nueve años, Julio, terminó herido en la cara y en un ojo. Un policía disparó balas de goma con su escopeta, cinco de las cuales impactaron de lleno en el rostro de Julio, que miraba desde una ventana del primer piso.
Según el comunicado difundido, los uniformados usaron como excusa que estaban realizando un “operativo” para pedir documentos. ¡Menos mal que solo querían pedir documentos! Con esa excusa salieron a dar una golpiza y balearon a un niño.
Eduardo Belliboni, dirigente del Polo Obrero, informó que el estado del menor no reviste gravedad, aunque “terminó internado porque tenía comprometida la visión en el ojo derecho” debido a la proximidad de una bala a su ojo. Remarcó que no se trata de un hecho aislado, ya que la violencia estatal es cada vez más común en la provincia de Buenos Aires, como en todo el país.
Tenemos que remarcar que la policía de la provincia de Buenos Aires no actúa de forma muy diferente a las fuerzas policiales de cualquier otra provincia o de la Nación bajo Bullrich y Milei. Este accionar sistemático nos ayuda a comprender que las fuerzas represivas del Estado son irreformables, ya que su papel es proteger los intereses de la minoría dominante, reprimiendo a la mayoría trabajadora y pobre. Están atadas con mil hilos a la delincuencia y al narcotráfico.
La única respuesta que el Municipio de Quilmes y la Gobernación de la provincia de Buenos Aires, encabezados por Mayra Mendoza y Axel Kicillof, ofrecen frente al llamado “problema del delito” es el llamado Plan de Inversión Municipal para la Prevención del Delito, que no es otra cosa más que los operativos de “saturación policial” en los barrios obreros, cumpliendo en la práctica la función de intimidar y hostigar a trabajadores y jóvenes en sus propios territorios, como quedó en evidencia con el ataque al comedor.
El ataque al comedor se da en el marco de una ofensiva más amplia de persecución y hostigamiento contra las organizaciones sociales y los movimientos de desocupados por parte del gobierno de Milei, que ha profundizado la criminalización de la protesta social, impulsando causas judiciales, allanamientos y campañas mediáticas de estigmatización con el objetivo de deslegitimar a quienes se organizan desde abajo para enfrentar el hambre y la miseria.
En 40 años de democracia burguesa, y con decenas de “reformas en la policía” muy publicitadas, no logramos avanzar ni un solo paso hacia una sociedad sin violencia estatal, ya que la violencia y la explotación son parte integral del sistema capitalista. Solo con una revolución que destruya el Estado de los capitalistas y construya un Estado de la clase obrera, reemplazando a la policía y al ejército con el pueblo armado, podemos demoler desde los cimientos esta institución tan reaccionaria. Poco a poco, todas las tareas de gestión del Estado deben ser desempeñadas por todos.
Es necesario que nos organicemos colectivamente desde una perspectiva revolucionaria, lo cual implica participar, discutir, politizar los comedores y votar medidas concretas para avanzar hacia la perspectiva de un gobierno de los trabajadores.
Desde la Organización Comunista Militante queremos solidarizarnos con los compañeros que sufrieron la represión y con sus familias. Con reformas fantasmas no vamos a lograr cambiar nada. El problema no es la institución policial en sí misma; el problema es el sistema capitalista. El camino a seguir es una mayor organización y formación política en cada barrio y lugar de trabajo, junto con la lucha callejera a través de marchas, piquetes, asambleas autoconvocadas y movilizaciones.
No podemos confiar en los políticos del régimen para generar cambios reales en la vida de los trabajadores. Solo la construcción de un genuino partido comunista revolucionario puede dinamitar el podrido y senil sistema capitalista.