Editorial El Militante Nº 42
No debemos aceptar la lógica de los patrones ni de sus mercenarios dentro del movimiento obrero. Es por eso que, frente al programa de crisis de los grandes empresarios y del gobierno de Cristina Fernández, los trabajadores debemos discutir en asambleas democráticas, en nuestros lugares de trabajo y en los locales sindicales, nuestro propio programa, un programa que satisfaga nuestros intereses.
Editorial El Militante Nº 42
Hace un año, la prensa, el gobierno y los economistas burgueses de todas las tendencias repetían como loros que Argentina iba a quedar al margen de la crisis financiera internacional, o que ésta iba a tener un efecto casi despreciable. Ahora tienen que tragarse sus palabras.
La economía argentina, subordinada al mercado mundial
Los acontecimientos han demostrado que Argentina no es una isla dentro de la economía mundial. Como explicamos hace tiempo, aquellos factores internacionales que empujaron la economía argentina al alza (materias primas, demanda internacional, etc.) están ejerciendo un efecto contrario en la nueva situación. En nuestro documento Perspectivas para Argentina, escrito en octubre del 2007, escribíamos:
"Las perspectivas para la economía argentina están completamente subordinadas a las perspectivas para la economía mundial. El 80% de la economía argentina está orientada a la exportación, una parte sustancial de los sectores clave están en manos de multinacionales, casi todos los bienes de equipo son importados, la deuda externa sigue jugando un papel determinante en la política presupuestaria y monetaria del gobierno, y por lo tanto la suba o baja de los tipos de interés en los mercados internacionales y las oscilaciones del dólar van a tener una incidencia fundamental.
Aún están por determinarse los efectos a medio plazo del reciente desplome de la burbuja inmobiliaria en los EEUU, que ya ha tenido consecuencias en Europa y Japón y ha afectado a los mercados bursátiles de todo el mundo. Pero un cierto retraimiento en las inversiones extranjeras será inevitable, por el miedo a la crisis. Los bancos, que hasta ahora se han mostrado muy remisos a prestar dinero en Argentina, profundizarán esta actitud. Una menor actividad en la economía mundial tendría un efecto depresor en los precios de las materias primas, por la caída de la demanda, lo que podría afectar de manera importante a los ingresos estatales por las exportaciones, y a las ganancias de la agroindustria y de las petroleras. Esto incidiría también desfavorablemente en amplias zonas del interior del país, donde predomina el monocultivo cerealero e hidrocarburífero.
En esas condiciones, se haría notar rápidamente un exceso de la capacidad productiva en el complejo agroindustrial y en otros sectores de la economía que ahora están al tope en la utilización de la capacidad productiva: acero, neumáticos, refino de petróleo, etc, lo que provocaría un hundimiento de las inversiones, incrementando el desempleo y los cierres de empresas. Dependiendo de la rapidez con que la economía mundial se precipite a una crisis, el descenso de la actividad económica en Argentina será más acelerado o más lento." (Perspectivas para la economía argentina. Perspectivas para Argentina, Octubre 2007)
Los acontecimientos están confirmando completamente estas perspectivas. Pero los mismos que acumulaban ganancias siderales en estos años (los terratenientes de la soja, las grandes constructoras que lucraron con la obra pública, los empresarios industriales negreros, los banqueros usureros) ahora exigen congelamiento salarial y justifican condiciones de trabajo precarias con el chantaje de que no hacen caja y que otra alternativa sería despedir obreros a la calle.
Ni la devaluación ni el proteccionismo evitarán la crisis
La pretensión de los capitalistas y terratenientes de que el gobierno profundice la devaluación del peso (actualmente a $3,40 el dólar) para que ellos puedan exportar más barato va contra los intereses de los trabajadores porque reduce los salarios en dólares y se incrementan los precios, ya que las importaciones serán más costosas, al encarecerse el dólar. Estos caraduras quieren que el pueblo les "banque" ganancias (obligando al Estado a gastar miles de millones de dólares para que se devalúe el peso) así ellos no están obligados a invertir plata para modernizar sus empresas y abaratar costos comprando nueva tecnología. Además, al volcarse en el mercado interno más pesos por cada dólar cambiado, en un contexto donde la producción no aumenta, eso empuja los precios todavía más al alza.
El gobierno dice también que va a limitar el ingreso de mercaderías baratas de China, Brasil y otros países para defender la "industria nacional". Eso estaría muy bien si solamente lo hiciera Argentina, pero los demás países no se quedarán de brazos cruzados. Todos harán lo mismo. Este tipo de medidas proteccionistas (devaluaciones monetarias, suba de aranceles a las importaciones, etc.) tiende a obstaculizar el comercio y por lo tanto la producción, lo que agrava la crisis, como ocurrió en los años 30 del siglo pasado.
Por esta razón, Brasil está oponiéndose férreamente a la pretensión de Argentina de que el MERCOSUR eleve sus aranceles para impedir el ingreso de mercancías más baratas del exterior. Brasil depende en mayor medida que nuestro país del comercio exterior, dado su mayor músculo económico y el papel más relevante de las multinacionales en su industria.
Estas tensiones dentro del MERCOSUR lo empujan a una situación insostenible y a una perspectiva real de disgregación. El MERCOSUR no representa ninguna alternativa frente a los bloques económicos imperialistas, a quienes está subordinado. Y como se ve en la actual coyuntura, son los intereses nacionales de cada país miembro los que priman frente al interés pretendidamente "latinoamericanista" señalado en las declaraciones rimbombantes que emanan de sus reuniones oficiales. Sobre bases capitalistas no hay posibilidad real de una integración latinoamericana.
Realmente, ninguna de las medidas que están proponiendo los gobiernos de Argentina y los demás países pueden impedir la crisis, que está enraizada en la propiedad privada de los grandes medios de producción y en la pelea de las diferentes burguesías nacionales entre sí; es decir, en la existencia de fronteras nacionales. Al final, como empezamos a ver, las únicas medidas reales que tomarán los gobiernos capitalistas serán contra la clase obrera de cada país, reduciendo costos vía salarios y despidos. Los llamamientos lastimeros del gobierno y los burócratas sindicales de la CGT para que los empresarios no despidan a trabajadores no tendrán efecto alguno en el alma cándida de los capitalistas.
Salvaguardar los intereses de la clase obrera
La clase obrera es la única clase realmente productiva de la sociedad. Somos los obreros quienes abrimos las oficinas cada día, quienes hacemos funcionar los trenes, los camiones y los colectivos; quienes prendemos las computadoras, barremos las calles, levantamos los edificios y hacemos que se genere la electricidad. Los patrones sólo ponen la mano al final del mes para llenarse los bolsillos con el fruto de nuestro trabajo. Si ellos son incapaces, como están demostrando, de encontrar una salida a su sistema y amenazan con conducir a la mayoría de la sociedad a la degradación, la miseria, el miedo y la incertidumbre, deben abandonar la escena de la historia y dar paso a la clase obrera para que tome las riendas de la sociedad en interés de la inmensa mayoría.
No puede ser que unos pocos de miles de grandes empresarios y multinacionales decidan el destino y el futuro de millones de trabajadores y sus familias de cuyo trabajo depende que la sociedad funcione cada día. No puede ser que un puñado de parásitos decida si vamos a trabajar o no mañana, si vamos a poder comer, o nos suban los precios a voluntad y nos transporten cada día en los trenes, colectivos y subtes como si fuéramos ganado.
No debemos aceptar la lógica de los patrones ni de sus mercenarios dentro del movimiento obrero. Es por eso que, frente al programa de crisis de los grandes empresarios y del gobierno de Cristina Fernández, los trabajadores debemos discutir en asambleas democráticas, en nuestros lugares de trabajo y en los locales sindicales, nuestro propio programa, un programa que satisfaga nuestros intereses. Hay que organizarse y luchar para exigir lo que necesitamos como trabajadores para no caer en la degradación y la miseria, y no conformarnos con las migajas (si las hay) que nos tiren los patrones y el gobierno.
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