Ninguna conciliación con la burguesía y el imperialismo – Defender un programa para la transformación socialista de la sociedad
Ollanta Humala ha conseguido una victoria histórica en las elecciones presidenciales de Perú. Por primera vez en décadas –quizás desde la época de Velasco Alvarado en la primera mitad de la década del 70 del siglo pasado– la mayoría del pueblo peruano va a tener un gobierno que considera como propio; un gobierno que debe atender los deseos, intereses y exigencias de la mayoría trabajadora, de los humildes, de los explotados y olvidados.
Ninguna conciliación con la burguesía y el imperialismo – Defender un programa para la transformación socialista de la sociedad
Ollanta Humala ha conseguido una victoria histórica en las elecciones presidenciales de Perú. Por primera vez en décadas – quizás desde la época de Velasco Alvarado en la primera mitad de la década del 70 del siglo pasado – la mayoría del pueblo peruano va a tener un gobierno que considera como propio; un gobierno que debe atender los deseos, intereses y exigencias de la mayoría trabajadora, de los humildes, de los explotados y olvidados.
Una victoria histórica
Según el recuento oficial provisional, Humala consiguió el 51,6% de los votos y su oponente Keiko Fujimori, la candidata del imperialismo y de la oligarquía peruana, el 48,4%, con una diferencia de medio millón de votos.
El candidato de Gana Perú obtuvo resultados resonantes en las zonas más pobres del país y en aquellas con mayor tradición de lucha en los últimos años: un 78% en Puno, 77,5% en el Cusco, 72% en Ayacucho, un 66% en Arequipa, un 58,3% en Amazonas. La candidata de la oligarquía sólo consiguió victorias claras en Lima (57,5%) y El Callao (57%), donde se concentran la pequeña burguesía y enormes bolsas de pobreza sujetas al clientelismo de los políticos del sistema que repartieron generosas donaciones de comida, ropa y calzado durante toda la campaña electoral. Keiko Fujimori también consiguió victorias ajustadas, de poco más del 50%, en las regiones del norte, la base tradicional del APRA del hasta ahora presidente Alan García, quien jugó abiertamente a su favor.
La clase dominante peruana, monitoreada constantemente por la Embajada de EEUU en Lima, lo intentó todo para imponer la victoria de Keiko Fujimori, tratando de infundir el pánico en la población ante la eventualidad de un gobierno de Humala, como explicamos en un artículo anterior (Leer: Campaña sucia del imperialismo y de la oligarquía para impedir la victoria de Ollanta Humala). A los graves sucesos de Puno de la semana anterior, cuando la población protagonizó un estallido social contra las provocaciones del gobierno de Alan García, se sumó el mismo día de las elecciones una oscura acción guerrillera de supuestos “remanentes” de Sendero Luminoso que atentaron contra una patrulla policial, con el resultado de 5 policías muertos. Hay que señalar que estos supuestos “remanentes” de Sendero Luminoso siempre aparecieron oportunamente en la escena, todos estos años, cada vez que los sucesivos gobiernos antipopulares enfrentaban graves problemas sociales.
La victoria de Humala, por lo tanto, refleja una clara voluntad del pueblo pobre peruano por abatir a la reacción y tomar su destino en sus manos para transformar la sociedad.
Comienzan las presiones de la burguesía y del imperialismo
Está claro que el gobierno de Humala va a estar sometido a una presión implacable por parte de los defensores y privilegiados del sistema: los grandes monopolios, terratenientes, banqueros, y las capas altas de la pequeña burguesía que merodea alrededor de la mesa de donde caen las migajas de la gran burguesía y de las multinacionales.
Como primera señal, la Bolsa de Lima cayó cerca de un 13% el pasado lunes 6 de junio, y debió cerrar sus operaciones. “ `Sin dudas estas son presiones de las empresas para que [Humala] elija en el manejo de la economía a alguien que esté vinculado al mercado y que haya estado involucrado o identificado con las políticas de los últimos años que le permitieron crecer al país’, dijo con una sinceridad apabullante el analista bursátil Germán Alarco” (Clarín, 7 de junio).
Todo el arco opositor, desde los enemigos acérrimos hasta los amigos de última hora (como el ex presidente Toledo) tocan la misma melodía que les dictan sus amos: mantener la política económica a favor de los ricos y a sus agentes dentro del gobierno y de los organismos económicos estatales.
Así, el presidente de la patronal peruana, Humberto Speziani, “se había manifestado a favor de que Humala anuncie que no removerá de su cargo al presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde”. (El Comercio. 7 de junio).
Con la misma arrogancia se pronunció el principal diario de la burguesía peruana, El Comercio, en su editorial del 7 de junio, decía:
“Si bien es importante que se hayan nombrado a algunos representantes de Gana Perú [el frente electoral de Humala] para encargarse del proceso de transferencia, el presidente electo debe entender la urgencia y necesidad de nombrar a las principales autoridades, como el jefe del Gabinete y el ministro de Economía, piezas claves del manejo económico. Estas deben ser personalidades de reconocido prestigio profesional e incuestionable apego a los principios de la economía social de mercado, que puedan ser interlocutores válidos con las fuerzas de oposición, pero también con los agentes económicos, los organismos financieros internacionales y la banca de inversión. Con la misma preocupación debe seleccionarse a quien ocupará la presidencia del Banco Central de Reserva, cuya autonomía tiene que ser garantizada” (El Comercio, 7 de junio de 2011. Lo resaltado en negrita es nuestro).
Y continúa:
“El nuevo presidente de todos los peruanos, que ha prometido apertura y concertación, debe enfrentar como estadista esta primera prueba de fuego, descartar cualquier forzado cambio constitucional y salir a dar un mensaje tranquilizador a los ciudadanos, al mercado y a los sectores económicos. En ese sentido, debería incluso evaluar la pertinencia de una gira por los países que tienen mayor inversión en el Perú, como Inglaterra, España, México" (Íbidem).
Esto es asombroso y el colmo del cinismo. Pero es que, precisamente –entiéndanlo bien, señores de El Comercio– el pueblo peruano votó mayoritariamente, a través de Humala, contra “las fuerzas de oposición”, por el “cambio constitucional” que tire abajo las leyes antidemocráticas impuestas por la dictadura de Fujimori, y también votó contra “los agentes económicos, los organismos financieros internacionales y la banca de inversión”, que saquean el país, hambrean a la mayoría de la población y tienen en las multinacionales británicas, españolas, mexicanas y norteamericanas sus principales operadores.
No, el pueblo peruano no votó por Humala para que al día siguiente del triunfo electoral todos los perros y lobos de la vieja sociedad se apresten a robarle el fruto de su victoria, para que todo continúe exactamente igual que antes para mayor gloria de las cuentas corrientes y los bolsillos de la oligarquía peruana y de las corporaciones extranjeras.
La dirigencia de Gana Perú, con Humala a la cabeza, se colocaría una cuerda alrededor del cuello si atendiera los cantos de sirena de sus oponentes políticos y de los enemigos de los trabajadores y campesinos peruanos. Diremos, además, que la victoria de Humala podría haber sido más contundente si no hubiera moderado su discurso a lo largo de la campaña electoral, alejando cualquier idea de “estatización”, con la idea de “no provocar” al mercado.
El pueblo pobre y explotado del Perú comprende instintivamente que el dominio asfixiante de los grandes pulpos económicos es el causante de su miseria. El pueblo peruano es un pueblo orgulloso de su cultura e historia, heredero de una civilización y de tradiciones muy antiguas. Siente una humillación profunda al ver su país postrado a los intereses de multinacionales extranjeras que saquean impunemente sus recursos con la participación de una oligarquía criolla rapaz, reaccionaria y racista. Sólo la perspectiva de un cambio radical en sus condiciones de vida y de un futuro mejor puede desencadenar las mayores energías y entusiasmos de los millones de trabajadores, desempleados, campesinos, originarios, jóvenes y pobres de la ciudad y el campo.
Ningún acuerdo con Alejandro Toledo y los demás falsos “amigos”
Lamentablemente, la presión de la burguesía y el imperialismo está teniendo algunos efectos dentro del equipo de Humala, hasta el punto que algunos han ido tan lejos como para sugerir un gobierno de unidad nacional y hasta sumar las bancadas parlamentarias de Gana Perú con las de Perú Posible de Alejandro Toledo. Pero ya sabemos que si tal cosa sucediera –y esperamos confiadamente que será impedido por las bases nacionalistas y de izquierda– sería no para aplicar las reformas que se necesitan a favor de los trabajadores y campesinos peruanos, sino para frustrarlas.
En este sentido, es preocupante que el equipo técnico conformado por los dirigentes de Gana Perú para la transición del traspaso de poderes al nuevo gobierno esté conformado en gran parte por colaboradores y ex funcionarios de alto nivel del gobierno de Alejandro Toledo. De los cuales, destacamos los siguientes: Luis Alberto Arias Minaya (ex director del organismo recaudador de impuestos), Kurt Burneo (ex viceministro de Economía y ex presidente del Banco de la Nación), Óscar Dancourt (ex presidente del Banco Central), Félix Jiménez (ex gerente de Finanzas del Banco de la Nación), Salomón Lerner (ex gerente de Finanzas del Banco de la Nación y empresario), Carlos Herrera Descalzi (ex ministro de Energía y Minas), Daniel Schydlowsky (ex funcionario financiero estatal), Antonio Ketín Vidal (ex ministro del Interior), y Álvaro Vidal (ex ministro de Salud y ex presidente del Colegio Médico Nacional).
La función de estos “nuevos” amigos de Humala es clara. El ex presidente Alejandro Toledo ya declaró que: "Todos saben por quién he votado, pero quiero que sepan que no he dado un cheque en blanco, que permaneceré atento y denunciaré cualquier maniobra que ponga en peligro la democracia". (El País, 6 de junio). Obviamente, la “democracia” para este caballero es respetar la sacrosanta propiedad de la oligarquía, como también lo manifestó su lugarteniente y vocero en el Congreso, Carlos Bruce: “siempre seremos celosos guardianes del sistema democrático y que no se hagan locuras en materia económica” (El Comercio, 7 de junio).
El dilema de Humala
Pero la presión sobre Humala también vendrá del otro lado, de los trabajadores y campesinos pobres; y nos atrevemos a decir que esta presión empuja con mayor fuerza que la que viene de arriba.
El pueblo trabajador peruano es práctico. Quiere pan, trabajo, tierra y vivienda. Quiere salarios y jubilaciones dignas para vivir. Salud, educación e infraestructuras para sus barrios y pueblos. Un comentario a un artículo de balance electoral aparecido en la web de El Comercio, da en el quid de la cuestión. Un lector escribió lo siguiente: “Ganó Ollanta en los lugares donde más caro se vende el gas. Así que el triunfo de Ollanta es culpa de aquellos que gobernaron anteriormente incluido Alan Garcia, quienes permitieron que el gas se venda más caro para los peruanos”. Este breve y sobrio comentario va directamente al corazón del asunto. Perú tiene una de las reservas de gas más importantes de Latinoamérica, el gas de Camisea, explotado por corporaciones extranjeras, entre ellas Repsol de España. El destino principal del Gas de Camisea es su exportación a México para derivarlo posteriormente a los EEUU. A los peruanos se les pide que si quieren gas, lo paguen a precios internacionales.
¿Qué hará Humala al respecto? Por un lado, él afirma una y otra vez que no se tocarán los intereses de las multinacionales extranjeras que operan en el país –como le pide la burguesía– pero por otro lado Humala dice que atenderá las necesidades básicas de los que menos tienen –como le exigen los trabajadores y campesinos pobres. Aquí hay una contradicción. Los intereses de una parte afectan los intereses de la otra. Atender los reclamos de un sector implica agraviar los intereses del otro sector. O se está con las multinacionales, aceptando que el gas se venda caro a la población peruana pobre; o se abarata el gas para el pueblo mermando las ganancias de las grandes compañías. No existe término medio.
Se calcula que, actualmente, existen más de 230 conflictos sociales en el Perú, la mitad de los cuales están relacionados con la depredación medioambiental de las compañías mineras, hidrocarburíferas y madereras en comunidades mayoritariamente campesinas e indígenas. En relación a esto, el conflicto en Puno sigue candente. “El presidente de la organización aimara, Walter Aduviri Calizaya, ayer mediante la radioemisora regional Onda Azul, reafirmó la intención de reiniciar la protesta desde las cero horas de mañana. Aduviri señaló que la población no estaba satisfecha con los ofrecimientos del Gobierno y que no tenía respuesta positiva su pedido principal de cancelación definitiva de las concesiones mineras en la zona sur, especialmente del proyecto Santa Ana” (El Comercio, 7 de junio).
Ninguna alianza con ningún sector de la burguesía. Movilizar a los obreros y campesinos con un programa socialista
Por lo tanto, es inevitable que en determinada etapa los intereses de clase que empujan en direcciones opuestas, en el seno del gobierno y en el conjunto de la sociedad, hagan erupción y choquen frontalmente. El sociólogo peruano Julio Cotler lo planteó claramente hace unos meses: “la paradoja del Perú es que los salarios cayeron el 10% en los últimos 10 años, pero los beneficios de los grandes grupos económicos crecieron el 30%”. (www.eluniversal.com.mx, 10 de abril de 2011).
Un sector de la dirigencia de Gana Perú, seguramente tratará de justificar sus alianzas con un sector de la burguesía “a lo Lula”, diciendo que están en minoría en el Congreso y que este tipo de alianzas son inevitables. Pero como explicamos en nuestro balance de la primera vuelta electoral (Leer La victoria de Humala en primera vuelta es un golpe a la oligarquía y al imperialismo), sí hay otra alternativa para romper las trabas y trampas parlamentarias de la oposición burguesa e imperialista, tanto de la abiertamente derechista como la que presenta el rostro “más amable” enfundada en un ropaje “liberal”. La alternativa es movilizar activamente en la calle a los millones que votaron por Humala en estas elecciones, agitar por la necesidad de implementar un programa de medidas radicales por mayores salarios, jubilaciones, construcción de viviendas, aumento de impuestos a los ricos, reforma agraria, nacionalización de los recursos naturales y de las empresas estratégicas del país, reestatización de las empresas privatizadas desde el Fujimorato en adelante, etc.
Con este programa el gobierno de Humala conseguiría encolumnar tras de sí a la mayoría aplastante del pueblo peruano hasta forzar la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas que reflejen la verdadera correlación de fuerzas a favor una profunda transformación social del Perú. La combinación audaz de medidas parlamentarias, junto a la movilización y organización de millones de trabajadores y campesinos en las calles y en las comunidades harían irrefrenable este cambio social al que aspira el pueblo trabajador peruano.
La dinámica de la revolución peruana
Para tratar de visualizar la perspectiva y el drama histórico que tiene ante sí la sociedad peruana debemos extraer una enseñanza principal de los acontecimientos revolucionarios que sacudieron America Latina en todos estos años. La realidad es que la iniciativa revolucionaria nunca vino, de manera consciente, de las direcciones de los movimientos de masas. En Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, en Argentina, y en otros países; el movimiento eruptivo desde abajo que, en cada etapa, empujó a la sociedad a la izquierda, siempre fue una respuesta a cada intento de la reacción y de la contrarrevolución de tomar la iniciativa y de tratar de aplastar a la rebelión en marcha. Fue el látigo de la contrarrevolución, lo que atizó el fuego de la revolución y lo que hizo girar a la izquierda a los dirigentes del movimiento de masas y a los gobiernos que se sustentaban en la clase obrera y el campesinado pobre.
Aunque advertimos de los peligros de la política de conciliación de clases de Humala, lo que está claro es que la oligarquía peruana y el imperialismo jamás se reconciliarán con su gobierno porque reposa sobre clases sociales que son sus antagonistas. De una u otra manera conspirarán para minar a Humala y tratar de asegurarse un gobierno completamente adicto a sus intereses. Podemos asegurar que cada intento de la reacción por tratar de hacer retroceder la rueda de la historia será respondido con una potencia decuplicada por los trabajadores, los campesinos y la juventud del Perú con la fuerza elemental de su energía revolucionaria. Y tenemos plena confianza en que el resultado de esta lucha de clases concluirá con el triunfo de la revolución socialista.
Pero este triunfo no será el resultado de ningún automatismo histórico, debe ser preparado y organizado conscientemente. Por eso la tarea más urgente es el impulso y desarrollo de una corriente marxista de masas en el seno del movimiento que se agrupa alrededor de la figura de Humala, una corriente marxista que agrupe en una primera etapa a los elementos más avanzados de los trabajadores y la juventud y que se enraíce profundamente en las masas obreras y campesinas. Su objetivo debe ser ganarse la autoridad necesaria para guiar, con las consignas y las tácticas más correctas, las energías revolucionarias de las masas obreras y campesinas hasta el triunfo final.
El Perú ha entrado de lleno en una etapa histórica nueva, y se acompasa a los acontecimientos revolucionarios que recorren desde hace más de una década América Latina y, actualmente, el mundo árabe y muy próximamente Europa. El torbellino social que se avecina hará que millones de trabajadores, campesinos, jóvenes desempleados, originarios, y demás sectores populares explotados del Perú, se apresten a escribir las páginas más elocuentes e inspiradoras de su historia. La voz de mando es, por lo tanto: Debemos estar preparados.