El 18 de octubre de 2007, Karachi vivió la mayor movilización de masas en casi un cuarto de siglo. Según la policía, participó más de 1 millón de personas, mientras que la dirección del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) sitúa esa cifra en tres millones. Esta enorme convergencia de las masas llega después de casi dos décadas muy difíciles, dominadas por la reacción y la calma en la lucha de clases. El 18 de octubre de 2007, Karachi vivió la mayor movilización de masas en casi un cuarto de siglo. Según la policía, participó más de 1 millón de personas, mientras que la dirección del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) sitúa esa cifra en tres millones.
Esta enorme convergencia de las masas llega después de casi dos décadas muy difíciles, dominadas por la reacción y la calma en la lucha de clases. La caída del muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética, la intensa desilusión con la experiencia "democrática" y el giro a la derecha de la política tradicional y la dirección sindical, son otros factores que provocaron la apatía y el escepticismo en las masas pakistaníes.
Esta situación hizo retroceder la conciencia política y debilitó la voluntad de las masas explotadas para entrar en acción. Aparentemente, esta afluencia masiva de gente procedente de todo Pakistán que atestó el aeropuerto de Karachi, era para dar la bienvenida a Benazir Bhutto, la presidenta del PPP que regresaba tras ocho años de exilio forzoso.
Sin embargo, esto era mucho más que una monumental bienvenida presentada por los medios de comunicación de la burguesía. La gente habría tenido una visión mejor de su dirigente en las pantallas de televisión, sin tener que viajar miles de millas de distancia en unas condiciones arriesgadas, pasando noches sin dormir y con mucho esfuerzo, energía y gastando sus escasos ahorros para hacer este viaje.
Miles de autobuses y otros vehículos viajaron desde lugares como Cachemira y las zonas remotas de Pustunjwa. Pero su objetivo básico era estar "allí", ser parte de un movimiento donde podrían expresar sus reivindicaciones y privaciones, donde podrían demostrar su voluntad y determinación de luchar por la transformación de un sistema y una sociedad que domina sus vidas.
Una vez más, las masas oprimidas de Pakistán eligieron como tribuna, como modo y como medio de expresión de su voluntad al Partido del Pueblo de Pakistán (PPP). Y Benazir Bhutto, su dirigente, después de casi dos décadas ha tenido que recurrir de nuevo a la consigna: "Roti, Kapra aur Makan" (Comida, ropa y techo) en sus últimas declaraciones desde el extranjero, para garantizar que esa monumental multitud le diera la bienvenida y la fuerza política para negociar con el Estado y el imperialismo norteamericano, y así tener un mayor control de los asuntos de Estado cuando llegue al poder y vuelva a capitular.
Pero cuando se montó en el vehículo especial que encabezaría el desfile, tras descender del avión, ella se quedó pasmada. Sus primeras palabras tras ver el mar de cabezas humanas en todas las direcciones fueron: "Es increíble".
En 1998, Alan Woods dijo lo siguiente, mientras hablaba en un mitin grande de trabajadores en Karachi: "Cuando ella regrese a Pakistán, millones saldrán a dar la bienvenida a Benazir, a pesar de su política y sus discursos".
Pero, sobre todo, esta masiva concurrencia de las masas hacia el PPP reivindica otra vez la ley universal elaborada en su forma más concreta por Ted Grant sobre los movimientos de masas, la orientación y adhesión de las masas explotadas a sus tradiciones políticas e históricas.
Durante décadas, Benazir ha girado a la derecha en su política económica, ha alternado con el imperialismo norteamericano, ha intentado convencer al Estado pakistaní y a las clases dominantes de su adhesión a la política de preservar el capitalismo. Incluso antes de su regreso, mantuvo negociaciones con el régimen de Musharraf e intentó llegar a un acuerdo que, de concretarse, rápidamente erosionaría su credibilidad política. Esta posición fue proclamada especialmente por las clases charlatanas y la pequeña burguesía radical que domina los medios de comunicación impresos y electrónicos, además de la intelectualidad pakistaní, encerrados en su miope teoría de las dos etapas que sólo les permite analizar mecánicamente la política y la economía. Las masas tenían una percepción diferente.
Benazir ha estado dos veces en el poder, en 1986 y en 1993, y abandonó a las masas para demostrar su lealtad al orden existente. Obviamente, como cualquier otro gobernante de este sistema, hizo la vista gorda con la corrupción y el soborno, inevitables bajo el capitalismo. Contrariamente a la percepción de los medios de comunicación y la intelectualidad, Benazir y sus sicofantes, su popularidad y apoyo no se basan en su "capacidad de manejar el Estado", en su "astucia política" o en sus "habilidades negociadoras y de maniobra", sino en el legado del PPP que procede de la revolución de 1968-1969 en Pakistán.
Durante la revolución, los trabajadores, los campesinos pobres y la juventud tomaron de manera virtual la sociedad y la economía. Desde el 6 de noviembre de 1968 al 29 de marzo de 1969, en Pakistán existió una situación de doble poder. Si a la cabeza del movimiento hubiera estado un partido bolchevique, éste podría haber tomado el poder al menos en cinco ocasiones.
Los trabajadores ocuparon las fábricas, los jóvenes y estudiantes tomaron el control de las universidades, se negaban a pagar el boleto en autobuses y trenes, los campesinos pobres en muchas zonas ocuparon las grandes haciendas. La mayoría de la izquierda pro-Moscú y pro-Pekín defendían la "etapa democrática" e incluso denunciaron el movimiento contra la dictadura militar de Ayub Khan, que era un amigo próximo a la burocracia china.
Zulfiqar Bhutto, el padre de Benazir, reconoció el carácter básico socialista del movimiento y llamó a la transformación socialista de la sociedad. Estas ideas conectaron con la lucha y la conciencia de las masas, y de la noche a la mañana el PPP se convirtió en el partido más grande de Pakistán.
Sin embargo, incluso con un programa y consignas socialistas relativamente claras, el movimiento de 1968-1969 fue incapaz de conseguir una victoria revolucionaria. Este hecho fue consecuencia de la ausencia del factor subjetivo, un partido bolchevique. Bhutto realizó algunas reformas radicales en la agricultura, sanidad, educación y en otros sectores. También nacionalizó una parte importante del sector bancario y la industria, pero no derrocó el sistema capitalista. Pero eso no evitó que Bhutto fuera ahorcado más tarde en la violenta dictadura de Zia ul Haq.
Fue el resultado inevitable de hacer una revolución a medias. Su legado continúa y es la razón principal del apoyo al PPP en Pakistán, a pesar de la política de compromisos de Benazir.
El 18 de octubre esta situación se expresó y la principal consigna de la manifestación de bienvenida era: "Bhutto sigue vivo". Si no de manera consciente, pero si inconscientemente, la razón principal que hay detrás del apoyo al PPP es la percepción de que es un vehículo de cambio. Por esa razón, cuando las masas entran en la arena de la lucha política, lo primero que hacen es reunirse bajo la bandera del PPP. También es la causa de que sectores importantes del Estado estén aterrorizados de este apoyo de masas al PPP, por eso no confían ni quieren dar mano libre a Benazir, a pesar de sus garantías y medidas para preservar el capitalismo.
Sólo permitirán que ingrese a las alturas del poder cuando la amenaza del movimiento de masas sea inminente, y después de utilizarla para calmar este tipo de movimiento. Ahora, cuando el Estado sufre una crisis severa y sus conflictos internos salen a la luz, sería más difícil concebir un régimen político basado en una base de clase contradictoria. Este hecho se pudo ver en las dos bombas colocadas frente a la caravana de Benazir, donde murieron 139 personas y otras 500 resultaron heridas.
El fundamentalismo islámico es principalmente un fenómeno impulsado por el Estado y alimentado por la terrible brutalidad infligida por el imperialismo norteamericano en su "guerra contra el terrorismo". Su auge temporal se debe sobre todo al colapso de la izquierda y a su negativa, sobre todo por parte de la dirección del PPP, de posicionarse contra la agresión imperialista. A pesar también de que el imperialismo norteamericano estuvo detrás del golpe de Estado y del asesinato de Zulfiqar Alí Bhutto por parte del general Zia ul Haq en abril de 1979.
El atentado terrorista contra la manifestación fue bastante efectivo en disminuir el impacto de este maravilloso movimiento de masas. Los medios de comunicación y los intelectuales ahora están inmersos en todo tipo de acusaciones especulativas sobre estos atentados. Al analizarlo, esta locura parece tener un método en sí misma. También demuestra la pelea dentro del Estado y el deterioro de sus estructuras. Pero estos actos, perpetrados por el Estado o por sus monstruos de Frankenstein, no podrán acabar totalmente con este movimiento. La dirección del PPP intenta calmar la furia de las masas contra este terrible atentado. Pero la venganza de las masas se expresará en el proceso electoral, o con mayor intensidad, en las tormentas revolucionarias que se ven en el horizonte.
Los fundamentalistas islámicos han convocado varias "marchas del millón de hombres" en los últimos años contra EEUU. Pero no han conseguido reunir ni siquiera el 5% de esta cantidad. Ahora, la alianza fundamentalista también está dividida, otro reflejo de las contradicciones dentro del Estado. Esta situación podría agravar su intolerancia y fanatismo, provocando más inestabilidad y caos. Esta esencia destilada del capitalismo no puede ser controlada ni frenada por el Estado o el sistema.
Igualmente, cuando Nawaz Sharif, el anterior primer ministro y un empresario muy rico, regresó a Pakistán el 10 de septiembre de este año, no pudo conseguir una recepción mayor a cinco mil personas. A pesar de que la gran campaña de los medios de comunicación y las enormes cantidades de dinero destinadas a hacer propaganda sobre su "enorme" popularidad.
El régimen de Musharraf controló esta situación sin problemas. Nawaz Sharif habría caído en el olvido político hace mucho tiempo si Benazir no hubiera intentado presentarlo como su socio político en la defensa de la "democracia". Su objetivo principal era crear una alianza con la derecha para acabar con cualquier radicalización a la izquierda dentro del PPP contra su política de colaboración de clases. Los medios de comunicación que rodeaban a Sharif obtuvieron grandes cantidades de dinero para esta cobertura en los medios. La base social de Sharif principalmente está compuesta de comerciantes, intermediarios y pequeños empresarios, además de sectores de la pequeña burguesía urbana. Esta capa de la sociedad, tanto histórica como socialmente, es incapaz de iniciar una lucha desafiante contra las dictaduras. Sharif también fue el producto de su apoyo político a la peor dictadura militar de la historia de Pakistán, la del general Zia ul Haq.
Los medios de comunicación y la pequeña burguesía radical gritan porque el acuerdo con Musharraf facilitó el regreso de Benazir y su bienvenida de masas. Esta idea es un insulto contra los oprimidos que de modo valiente superaron muchos obstáculos para llegar a Karachi. Sin duda, el Estado no puso mucha resistencia, pero también es cierto que los dirigentes del PPP, pequeño burgueses y burgueses que querían billetes en el partido para ganar las elecciones, también invirtieron mucho dinero en trasporte, grandes pancartas, etc., para demostrar su lealtad. Pero mucho más capital se invierte en los mítines de Musharraf, de la Liga Musulmana y del MMA (partidos islámicos), que no consiguen alcanzar lo que ha conseguido Benazir a su regreso.
La resistencia del Estado al acto del PPP también fue débil por la división del Estado en esta cuestión. Estaban aterrorizados porque si intentaban bloquear a los millones de personas que salieron a las calles, eso podría haber producido una explosión difícil de controlar por el Estado. Por eso no pusieron ningún obstáculo para que las masas llegaran a su destino.
No sólo está la cuestión de que los norteamericano impusieran una posible coalición entre Musharraf y Benazir (aunque los dos entraron de mala gana en las negociaciones) para fortalecer a Musharraf en su guerra contra los talibanes. El motivo principal de los estrategas serios del imperialismo para conseguir este acuerdo, era el temor a una insurrección de los trabajadores contra la privatización y otros ataques violentos contra el proletariado pakistaní.
Debajo del estruendo de los atentados, de la riña política y la agitación "electoral", el régimen actual, en su crepúsculo, intenta poner en práctica ataques masivos y el programa diseñado por el FMI. Sólo en el sector de las telecomunicaciones (PTCL), el régimen ha despedido a 29.000 trabajadores para conseguir su privatización. Se quieren dar pasos similares en otros sectores importantes de la economía. El plan sería traer a Benazir para que entrara en algún tipo de acuerdo para compartir el poder y que ella aplicase estos crímenes contra la clase obrera.
No será fácil. No es 1988 ni 1993. Los atentados contra la caravana de Benazir demuestran el nivel de deterioro del Estado y la sociedad desde que ella estuvo en el poder por última vez.
Las masas que se reunieron en Karachi no quieren eso. Votarán a Benazir para que forme gobierno porque en este momento no tienen otra alternativa. Pero ellas quieren exactamente lo contrario. Han sufrido cientos de bajas, han esperado su llegada durante treinta horas, han caminado miles y miles de millas para llegar a su destino, sin comer, sin agua ni dormir. ¿Para qué? No para la privatización, desregulación, reestructuración, subas de precios, desempleo y pobreza. Los oprimidos y explotados que allí se congregaron no quieren la corrupción, la "democracia" liberal, la política capitalista ni la conciliación con el imperialismo.
Benazir, al menos verbalmente, ha cambiado el principio fundacional del PPP: "El socialismo es nuestra economía" por el de: "igualitarismo mohammadi (islámico)". A largo plazo esto no funcionará. No se puede proporcionar "Roti, kapra aur Makan" (comida, ropa y techo) exprimiendo la economía, ni se puede mantener este capitalismo podrido y en crisis, ni intentando quedar bien con el imperialismo norteamericano.
Sobre la base de una política capitalista no durará mucho tiempo en el poder. Por otro lado, la crisis intensa del capitalismo pakistaní está exacerbando el fanatismo y terrorismo religioso. La economía está en ruinas con los mayores déficits de la historia en comercio, en cuenta corriente y en presupuesto. Los indicadores sociales están entre los peores del mundo. El precio del petróleo se dispara y la inminente crisis económica capitalista mundial tendrá efectos devastadores en el ya agonizante capitalismo pakistaní.
El Estado está preso del conflicto interno, y la sociedad profundamente enferma. La continuación de esta política exacerbaría las contradicciones. Por otro lado supondría sangre, caos y anarquía que llevarían a una pesadilla de barbarie, cuyos elementos ya se empiezan a ver en zonas fronterizas entre Pakistán y Afganistán.
La manifestación del 18 de octubre demuestra claramente la otra cara de Pakistán. El 10 de abril de 1986, Benazir tuvo una recepción similar con más de un millón de personas. El 11 de abril, en una rueda de prensa confesó que si hubiera querido llegar al poder, el día anterior lo podría haber hecho con facilidad. ¡Tenía razón! Pero se negó a tomar el camino revolucionario. Llegó al poder a través de un acuerdo con la clase dominante. Ahogó las esperanzas de las masas e intentó mantener el status quo. El movimiento entró en reflujo y fue derrocada.
Una vez más, en 1993, llegó al poder debido a la presión de masas desde abajo. Y de nuevo giró a la derecha. ¿Se repetirá la historia en esta ocasión? ¿Se reproducirá eternamente este ciclo violento? Creemos que no. La miseria y la pobreza son demasiado inmensas. Las condiciones de vida son intolerables. Las masas han pasado por un prolongado período de reacción y opresión. A las masas les ha supuesto un enorme esfuerzo empezar a levantarse. Millones unidos en una masa ganan una gran confianza y un sentimiento de fuerza colectiva. Si Benazir sigue sus precedentes en esta ocasión, no será la reacción de derecha o el Estado quienes encabecen una rebelión. La oposición vendrá de las mismas masas que le dieron la bienvenida con unas enormes esperanzas.
Ninguna fuerza de la reacción ha movilizado o ha podido movilizar jamás una marea enorme de personas en Pakistán. Las masas explotadas quieren el cambio, han optado por lo que consideran que es su tradición política durante más de tres generaciones. Si ésta falla, entonces la próxima vez entrarán en la arena política de la historia, en lugar de ir al aeropuerto de Karachi irán a ocupar las fábricas, tomar el control de los ferrocarriles, telecomunicaciones, redes eléctricas y expropiarán la riqueza y bienes imperialistas, ocuparán la tierra y tomarán el control de los sectores clave de la economía, en un plano mucho mayor que sus antecesores en la revolución de 1968-1969.
El acuerdo Musharraf-Benazir aún es confuso. Incluso si intentan actuar siguiendo los deseos de Washington, en su camino hay demasiados obstáculos y baches. Puede haber todo tipo de accidentes, desde un incidente judicial hasta nuevos atentados terroristas. Incluso si esta alianza inestable llega al plano electoral y lleva a formar un nuevo gobierno, la oportunidad de que continúe es muy sombría y existen muchos peligros internos y externos. La insurrección de las masas desde abajo dará su primer golpe. La turbulencia de la economía y las convulsiones sociales son demasiado serias como para superarlas mediante este acuerdo que EEUU intenta manipular.
La clase obrera de Pakistán tomará en sus manos el destino y transformará la sociedad. Los marxistas del PPP han defendido una y otra vez su estrategia y perspectivas para los acontecimientos del 18 de octubre, después de veintiún años largos. Esta reivindicación es el desafío revolucionario que está cada vez más cerca y es más evidente. Las tareas de la historia son hoy más concretas que antes. La movilización de masas en Karachi ha expresado con claridad qué quiere la población: emancipación de la explotación, de la droga, la miseria, la enfermedad y la esclavitud. Los marxistas planteamos ante este movimiento una alternativa socialista revolucionaria. A través de los acontecimientos de las próximas semanas y de su experiencia, capas cada vez más amplias de las masas girarán hacia el camino revolucionario. La tarea de los marxistas es garantizar que las masas explotadas consigan su victoria socialista, más pronto que tarde.