OAXACA EN REVOLUCIÓN: LA TRAMPA DEL REFORMISMO

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A mas de 150 días de conflicto, los acontecimientos de Oaxaca han entrado en una momento crucial que pone frente a todos una disyuntiva ante la cual es imposible encontrar un camino intermedio: o la APPO logra extender el movimiento a nivel nacional por vías revolucionarias o el cerco local favorece la intervención del régimen a sangre y fuego para aplastar el movimiento. Revolución socialista o barbarie capitalista, esa es la disyuntiva A mas de 150 días de conflicto, los acontecimientos de Oaxaca han entrado en una momento crucial que pone frente a todos una disyuntiva ante la cual es imposible encontrar un camino intermedio: o la APPO logra extender el movimiento a nivel nacional por vías revolucionarias o el cerco local favorece la intervención del régimen a sangre y fuego para aplastar el movimiento. Revolución socialista o barbarie capitalista, esa es la disyuntiva.
Desafortunadamente es precisamente la búsqueda de ese camino intermedio lo que a estas alturas se está trasformando en su contrario en la lucha del pueblo oaxaqueño. La formación de la APPO representa un verdadero paso al frente en la lucha oaxaqueña; en los hechos la APPO representa un soviet por medio del cual maduró el movimiento a un punto tal que ha sido capaz de erigirse como órgano de poder popular capaz de desafiar al estado burgués, en todos sus niveles: el municipal, el estatal representado por Ulises Ruiz y el federal al mando de Vicente Fox. Este desafio ha provocado que por la vía de los hechos los representantes del Estado burgués no estén gobernando Oaxaca.
Los trabajadores de todo México debemos mantener nuestro apoyo a la APPO y a la lucha del pueblo oaxaqueño, así como retomar lo mejor de la experiencia de este órgano de poder. Pero también es preciso señalar las limitaciones propias de la dirección del movimiento, las cuales ya están teniendo un costo importante. Ejemplo de ello es la cuña metida por la Gobernación, trampa en la que sucumbió Enrique Rueda, dirigente de la sección 22, para dividir a la principal fuerza del movimiento, el magisterio oaxaqueño, y tratar con ello el aislar a la APPO para intentar doblegarla. De no adoptar una política diferente, las cosas se pueden complicar para la APPO y facilitar la irrupción violenta del Estado sobre los trabajadores y campesinos de Oaxaca.
La lucha del magisterio se inició exigiendo demandas por mejoras salariales a través de la rezonificación. Esta exigencia fue la que motivó el inicio del plantón del magisterio en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca. La cerrazón del gobernador Ulises Ruiz ante la demanda magisterial provocó un violento intento de parte de las fuerzas represivas del gobierno local para disolver el plantón. Después de una refriega de horas, los cuerpos policíacos fueron repelidos y el plantón se mantuvo. En respuesta a la represión, las masas oprimidas lanzaron monumentales movilizaciones jamás vistas en la historia del país fuera del DF, se organizaron en la APPO y adoptaron como principal demanda la caída de Ulises Ruiz.
A estas alturas las ofertas para el movimiento por parte de Fox han sido la de rezonificar al magisterio oaxaqueño, otorgarles independencia económica a la Sección 22 del sindicato magisterial, hacer una auditoria a la actual y a pasadas administraciones del gobierno estatal, impulsar una reforma política para permitir el referéndum revocatorio del gobernador , etcétera. Esas ofertas, en condiciones similares a las existentes antes de que la APPO se trasformara en un verdadero órgano de poder popular, podrían haber resultado suficientes. Pero conforme el conflicto se desarrolló y la APPO fue trasformada en un órgano de poder, cualquier oferta resultaría insuficiente si no iba acompañada de la caída del gobernador. Ello dado que la APPO representó la irrupción en el movimiento de las masas oprimidas más allá del magisterio. Y lo que transformó en una verdadera fuerza a la APPO fue el odio de las masas hacia el régimen y hacia el sistema, acumulado por años y años de opresión, humillación y explotación capitalista. Oaxaca es uno de los eslabones mas débiles del decrepito capitalismo mexicano y generaciones enteras de oaxaqueños han tenido que padecer las consecuencias. La búsqueda de una salida a la barbarie capitalista y su decadente expresión en aquel estado transformó a lo que empezó como una lucha del magisterio, en el catalizador que sacó a flote todo el odio acumulado durante décadas entre las masas desposeídas de Oaxaca y que terminó por cristalizar en una demanda política, que es a la vez la más importante del movimiento: la caída de Ulises Ruiz.
Para las masas oprimidas de Oaxaca, el gobernador encarna la representación de todo aquello que les ha hecho daño durante muchos años. Ulises Ruiz concentra todo el odio acumulado por los pobres de Oaxaca. Bajo estas circunstancias, en la medida de que el gobernador ante los ojos de los desposeídos representa todo aquello que ya no quieren, cualquier acuerdo que no contemple la destitución de Ulises Ruiz pasará como una traición ante las masas.
Esto es exactamente lo que le ha pasado al dirigente del magisterio, Enrique Rueda, quien insiste en terminar con el paro de labores basándose en las ofertas de la Secretaria de Gobernación y a pesar del rechazo del Senado de la República por declarar inexistentes los poderes en Oaxaca.
No obstante el divisionismo articulado por la Gobernación e impulsado por Enrique Rueda, el movimiento se mantiene firme en exigir la cabeza del gobernador. Esto choca con las claras intenciones de Fox y el PRI para que esto suceda. El régimen tiene razones de peso mas que importantes para evitar la caída de Ulises Ruiz, pues si las masas oaxaqueñas logran este objetivo se estaría creando un grave precedente para el próximo gobierno panista: la caída de Ulises Ruiz le estaría enseñando a las masas obreras y campesinas de todo México el camino a seguir en el caso de Felipe Calderón. Esta es una cuestión intolerable para la burguesía.
Así pues, estamos ante una enorme contradicción: por una lado la decisión de las masas oaxaqueñas para hacer que caiga el gobernador y por otra la obstinación de la burguesía para impedir que eso suceda. La solución a esa contradicción sólo tiene dos salidas: o el movimiento es empujado hacia delante o el Estado termina por imponer violentamente su voluntad.
La lucha de clases posee sus propias leyes y estas indican que en una situación de doble poder como la que se vive desde hace algunos meses en Oaxaca, la única alternativa para los trabajadores es la de asentar el golpe definitivo al enemigo pasando al terreno de las expropiaciones e instalando un gobierno obrero que organice al pueblo, lo arme y le imponga su voluntad a los terratenientes y burgueses.
Algunos podrían argumentar en contra de este punto de vista que Oaxaca no es México. Eso es cierto, en esa medida no estamos planteando la toma del poder en ese estado y hasta ahí. Hemos insistido en que Oaxaca es uno de los eslabones más débiles del capitalismo mexicano, en esa medida la solución a los problemas de ese estado no está al margen de la solución de la problemática del conjunto del capitalismo mexicano.
Concientes de ello, por eso insistimos en un programa de lucha que sacaría a la APPO del aislamiento regional empujando la lucha a nivel nacional uniendo las demandas del pueblo oaxaqueño a las del resto de los trabajadores y campesinos de todo el país y vinculándolas con la lucha por el socialismo, es decir con la lucha por expropiar a los banqueros, empresarios y terratenientes. Esta vinculación programática tiene que ser apoyada por la convocatoria seria (por esto último entendemos, una agitación decidida y que llegue a todos los trabajadores) a una huelga general contra Fox, la imposición de Calderón y por la caída de Ulises Ruiz. Las masas a nivel nacional por medio de la lucha contra el fraude electoral, dieron sobradas muestras de su ánimo de combatividad. Un llamado serio y bien organizado a la huelga general encontraría inmediata respuesta; esa mas, esa huelga, considerando el actual nivel de polarización social, se podría trasformar en una huelga insurreccional abriendo causes para que los trabajadores, los campesinos y los soldados revolucionarios pasen al control de la sociedad, nacionalizando las palancas fundamentales de la economía.
También es necesario impulsar acciones políticas para lograr que los soldados desobedezcan a sus mandos y se pasen de lado de la lucha del pueblo. Una política de este tipo haría que la problemática de Oaxaca se trasforme en una problemática de nivel nacional formando órganos de verdadero poder obrero en cada uno de los estados del país coordinados y organizados por un órgano de poder popular (un soviet) a nivel nacional.
Desafortunadamente este camino no lo puede proporcionar el reformismo. Por muy buenas intenciones que se tengan, si una dirección no se platea una política que supere los horizontes del capitalismo lo único que le queda es la negociación. Sin embargo la lucha de clases siempre llega a un punto en el que ya no hay lugar para la negociación, un punto en el que la única disyuntiva es revolución o contrarrevolución. Y bajo esas condiciones la negociación se puede transformar en la puerta para derrotar al movimiento. De hecho el reformismo es el callejón sin salida en el que ha entrado Enrique Rueda y otros dirigentes, quienes están siendo víctimas de su propia política.
Pero el reformismo también es un freno que está impidiendo que otros dirigentes a nivel nacional lancen acciones decididas para apoyar la lucha de la APPO. Un caso a destacar es el del propio López Obrador el cual, a pesar de que lo puede hacer con toda facilidad, no ha llamado a ninguna movilización en apoyo al pueblo de Oaxaca. El reformismo de AMLO no le permite ver que la lucha de Oaxaca se ubica dentro del contexto general de la lucha de clases del país, que la problemática de nuestros hermanos revolucionarios de ese estado es de competencia de los millones que salieron a defender el voto; que la problemática de unos y otros no es separada sino la misma. AMLO puede convocar de un día para otro a cuando menos un millón de personas en el Zócalo capitalino para frenar todo intento de reprimir a la APPO y exigir la caída de Ulises Ruiz. Los trabajadores de todo el país le debemos demandar al dirigente perredista que actúe y tome cartas en la lucha del pueblo oaxaqueño.
A pesar de las amenazas, Fox no se ha atrevido aun a dar un golpe definitivo contra la APPO. Los titubeos del presidente reflejan el nerviosismo de la burguesía para usar la violencia. Saben que Oaxaca está en extremo lejos de ser algo similar a Atenco; saben que incluso no es poca la posibilidad de que, igual que sucedió en Sicartsa, la fuerzas del orden resulten derrotadas; saben de los riesgos que implica la posibilidad de tener que usar una ejército en el que el 70% de las tropas votaron por López Obrador; saben que existe la enorme posibilidad de que, a pesar de los dirigentes nacionales, la represión en Oaxaca se podría transformar en un incendio que empuje a las masas de todo el país a un nivel de lucha superior al hasta ahora demostrado ¡La burguesía está atrapada en un alambre de púas!
Todos estos elementos ponen en una situación que le permite a la APPO adoptar una política distinta a tiempo. Pero la APPO no tiene todo el tiempo del mundo, urge una asamblea con delegados electos democráticamente que redefina la táctica y el programa de lucha del pueblo oaxaqueño que le permita dar el brinco de la lucha local a la nacional y empujar con ello hacia delante la lucha de los trabajadores de todo el país. El único camino posible para ello es el programa y la táctica de los bolcheviques, guiados por Lenin y Trotsky, quienes lograron unificar la lucha de toda la Rusia de 1917 hasta llevar a proletariado al poder.