Un método ajeno al marxismo
Si ladran es que la caravana se está moviendo (proverbio árabe)
Recientemente me informaron de un artículo firmado por Luis Oviedo, titulado ¨La posición contrarrevolucionaria de Socialist Appeal¨ (publicado en Prensa Obrera nro. 826 del 20-XI-2003). Después de leerlo, no sabía si considerarlo un producto de la mala fe o de la simple ignorancia.
Ciertamente, el método utilizado por su autor es contrario a todo principio básico del marxismo y, sobre todo, del trotskismo, al que el compañero Oviedo y el Partido Obrero (PO) dicen defender.
El PO argentino ha tenido algunos éxitos en los últimos años. En sus filas existen buenos militantes que desean sinceramente el progreso de la causa del trotskismo y de la revolución socialista en Argentina y en América Latina. Sus miembros han realizado indudablemente un buen trabajo en el desarrollo del movimiento piquetero. Todo esto merece nuestro respeto más sincero, y creemos que en nuestras pasadas polémicas con el PO siempre mantuvimos una actitud escrupulosa y respetuosa.
Esto no es un detalle menor. La incapacidad para responder a las críticas y las diferencias de una forma compañera y democrática minaría el partido y le impediría desarrollarse más allá de un cierto límite. Todas las diferencias y críticas internas serían sofocadas y silenciadas. Esto significaría que todo el buen trabajo hecho por sus miembros sería arruinado tarde o temprano.
La razón para mantener esta actitud no es en absoluto diplomática. No somos liberales sino bolcheviques, y mantenemos las tradiciones genuinas del partido de Lenin y Trotsky que hemos defendido contra el revisionismo durante más de setenta años, en cada país e internacionalmente. Habría que añadir que el revisionismo contiene todos los colores del arco iris, y no tiene solamente una coloración de derecha sino también de “izquierda”.
¿Por qué los grandes marxistas eran tan escrupulosos cuando respondían a las ideas de sus oponentes? No era por razones sentimentales, sino por su interés en que la polémica sirviera para elevar el nivel político de los cuadros, y no para ganar porotos en un debate. No hay nada más fácil que erigir un hombre de paja para luego demolerlo. Eso es justamente lo que ha hecho Luis Oviedo. Distorsiona nuestras ideas, a las que triunfalmente “responde” (es decir, que responde a lo que nunca se dijo). Luego, como un chico con zapatos nuevos, se pavonea orgullosamente diciendo a todo el mundo: “Vean ustedes qué inteligente soy”. Desgraciadamente, este método está lejos de ser inteligente, y es enteramente ajeno al método y a las tradiciones del bolchevismo.
En nuestras polémicas nosotros siempre hemos intentado tratar con honestidad los argumentos de nuestros oponentes. Nunca hemos distorsionado o caricaturizado los argumentos de nuestros adversarios políticos, y eso por una muy buena razón. Si distorsionamos las posiciones de nuestros oponentes eso convertiría nuestra respuesta en algo sin valor, y nadie aprendería nada de ella. Esa es la razón por la que Lenin y Trotsky (o Marx y Engels en su momento) eran siempre muy escrupulosos en sus polémicas con sus oponentes políticos. Esa es la razón por la que siempre incluían largos pasajes de los escritos de sus adversarios en sus obras polémicas. De ese modo, nadie podía acusarlos jamás de distorsionar sus argumentos. Porque ése no fue nunca el método de los trotskistas genuinos, sino de los estalinistas. De la lectura del artículo del compañero Oviedo nadie puede aprender nada sobre las posiciones de Socialist Appeal,de El Militante, ni de nadie. Entonces, ¿para qué lo escribió?
Mitología en lugar de argumentos
El artículo de Luis Oviedo contiene tantos errores y tergiversaciones que se requeriría un libro para responderlos. Desgraciadamente, la vida es corta y nosotros tenemos demasiado trabajo como para permitirnos ese lujo. Hay un antiguo proverbio ruso que dice: “Un necio puede plantear más preguntas que las que veinte sabios puedan responder”. No obstante, nos armaremos de paciencia y haremos lo que podamos. El resultado es más bien largo y voluminoso. Es más largo de lo que a su autor le habría gustado, pero no tan largo como sería realmente necesario para contestar a todas las distorsiones y falsificaciones contenidas en el artículo del PO.
A nosotros se nos acusa, entre otras cosas, de “seguidismo a las direcciones establecidas” y de “tener un respeto reverencial por las direcciones burocráticas”. Este asunto puede, felizmente, ser esclarecido de manera bastante simple. Sabemos que Luis Oviedo es un lector asiduo de nuestra web internacional www.marxist.com, y que tiene un buen conocimiento de la lengua inglesa. Permítasenos hacerle entonces una modesta proposición: compañero Luis, indíquenos por favor en qué lugar de nuestra web nosotros damos la más mínima muestra de “seguidismo a las direcciones establecidas” o de “tener un respeto reverencial por las direcciones burocráticas”, en Gran Bretaña, en Bolivia o en cualquier otro lugar. Si Luis puede hacer esto, con mucho gusto rectificaremos nuestros errores. Pero si no puede hacerlo, entonces lo invitamos a publicar una retractación clara de cada palabra que ha escrito o quedará expuesto como un falsario.
Lo que está presente en esta discusión es cómo construir una tendencia revolucionaria con raíces en las masas. Para construir el partido, no es suficiente con tener ideas correctas. Es necesario desarrollar las tácticas adecuadas para convencer a las masas de que esas, nuestras ideas, son correctas. Desgraciadamente, el PO no tiene una posición correcta en relación a las tareas objetivas de la revolución boliviana (ni tampoco, por cierto, de la revolución argentina). Ha cometido errores fundamentales y no está dispuesto a admitirlos. Esa es la verdadera razón de la presente polémica, que vamos a tratar y que está en relación con la consigna de la Asamblea Constituyente.
Pero el problema no termina ahí. Es una cuestión de forma y de contenido. Incluso si el PO tuviera una posición correcta, se vería reducido a la impotencia por su desesperada actitud sectaria hacia el movimiento obrero. Luis Oviedo no muestra el más mínimo indicio de comprensión de cómo aproximarse a la clase obrera boliviana ni a sus organizaciones. Todo se reduce al usual y crudo ultimatismo que es la “marca registrada” de los grupos ultraizquierdistas de todo el mundo. Con métodos como esos no se puede llegar realmente muy lejos.
Luis Oviedo, hay que añadir, no es sólo un miembro del PO, sino también uno de sus principales dirigentes y teóricos. Nosotros debemos asumir, por lo tanto, que su artículo refleja la posición del conjunto de la dirección del PO. Si ese no fuera el caso, entonces invitamos a Jorge Altamira y a los demás dirigentes del PO a que lo desmientan. Si no lo hacen, entonces cada palabra de esta respuesta vale también para ellos.
El artículo de Luis Oviedo es muy llamativo por la gran cantidad de errores concentrados en tan pocas líneas. Contiene al menos un error en cada oración, y a veces dos. Comenzaremos con lo que es una acusación bastante común contra nuestra tendencia. Sin embargo, sí existe una cosa que deberíamos agradecer al compañero Oviedo. Él nos ha provisto, en unas pocas líneas, de un compendio conveniente de todos de los mitos (o la mayoría) que el PO y todos los demás grupos ultraizquierdistas pseudo trotskistas vienen diseminando sobre nuestra tendencia desde hace años. Es bien conocido que si se repite la misma mentira muchas veces entonces algunas personas empezarán a creerla.
Para comenzar por el principio, el compañero Oviedo escribe: “Su prolongada disolución en el laborismo británico ha dejado marcas indelebles en Socialist Appeal, la tendencia encabezada por Ted Grant y Alan Woods: el seguidismo a las direcciones establecidas es “marca registrada” de esta corriente”.
“Disolución” implica que hace años que dejamos de existir como una entidad separada e identificable. Pero si ese fuera realmente el caso, habría que preguntarse, maravillados, por qué el compañero Oviedo se molesta en atacarnos tan ferozmente. Tal ataque sugiere que no sólo existimos como una entidad definida, sino que esta entidad está causando a la dirección del PO algunas dificultades. El PO está obligado a atacar a nuestra tendencia porque está preocupado por los éxitos que estamos teniendo internacionalmente. Es su miedo al crecimiento de nuestra influencia en América Latina y dentro del mismo PO. Y por lo tanto está intentando construir una barrera entre nosotros y sus bases, lanzando una serie de ataques basados en una serie de distorsiones.
Los marxistas y las organizaciones de masas
Cuando los grupos ultraizquierdistas nos atacan sobre la cuestión de nuestro trabajo en las organizaciones de masas, creen que están atacando nuestro lado débil. En realidad, están atacando uno de nuestros lados más fuertes (el lado que siempre distingue a una genuina tendencia marxista de una secta): nuestra firme y persistente orientación hacia las organizaciones de masas de la clase obrera. Cuando nosotros escuchamos este tipo de críticas, simplemente nos encogemos de hombros. Es el ABC que una tendencia marxista siempre debe esforzarse por conducir un trabajo revolucionario en las organizaciones de masas del proletariado. Esto fue explicado por Lenin y Trotsky (o, en su momento, por Marx y Engels) hace mucho tiempo. Un chico de seis años sería capaz de comprenderlo. Pero en la medida que los dirigentes del PO no lo comprenden, estamos obligados a repetir algunas ideas fundamentales.
A los grupos ultraizquierdistas les encanta citar los escritos de Lenin del período 1914-17, cuando él insistía repetidamente en la necesidad de un partido revolucionario independiente y llamaba a los marxistas británicos a que abandonaran el Partido Laborista. Esto ya fue respondido por adelantado por Trotsky cuando escribió: “Pero Lenin tenía en mente una ruptura con los reformistas como consecuencia inevitable de la lucha contra ellos, no como un acto de salvación independiente de tiempo y de lugar. No pidió la ruptura con los socialpatriotas para salvar su propia alma, sino para que las masas rompieran con el socialpatriotismo.” (Trotski, Escritos 1935-36, p. 156 de la edición en inglés Existe versión en castellano: “Sectarismo, centrismo y la cuarta internacional”, artículo escrito el 22 de octubre de 1935 y aparecido en New Militant el 4 de enero de 1936)
La necesidad de construir un partido revolucionario independiente es el ABC para los marxistas. Sin embargo, después del ABC hay más letras en el alfabeto, y un chico que solamente repitiera las primeras tres letras después de varios años en la escuela no sería considerado muy brillante. En la época actual, los revolucionarios se enfrentan a poderosas organizaciones reformistas de masas (tanto partidos de masas como sindicatos) que tienen el apoyo de millones de trabajadores. Nuestra capacidad para crecer depende decisivamente de nuestra capacidad para ganar a las bases de estas organizaciones, especialmente de los sindicatos, pero también de los partidos reformistas de masas.
En el documento fundacional del movimiento marxista, El Manifiesto Comunista, Marx y Engels explican que los comunistas no forman un partido separado y opuesto a los otros partidos de la clase obrera:
” No tienen intereses propios ni separados de los intereses generales del proletariado.
” No profesan principios particulares con los que aspiren a modelar al movimiento proletario.
” Los comunistas se distinguen de los demás partidos proletarios solamente: en que destacan y reivindican siempre, en todas las acciones nacionales de los trabajadores, los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de su nacionalidad, y en que, en las diferentes fases del desarrollo que recorre la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre el interés del movimiento en su conjunto.
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“Los comunistas son, por un lado, en la práctica, la más avanzada y decidida sección de todos los partidos de la clase obrera del mundo; y por el otro, teóricamente, llevan ventaja a las masas proletarias en su visión más clara de las condiciones, los caminos y los resultados generales del movimientos proletario. (Marx y Engels. Manifiesto Comunista.Parte II en Marx y Engels, Obras Escogidas, Vol.1, pp.119-120 Edición inglesa).
Estas observaciones son un libro cerrado para los dirigentes del PO, y todavía expresan la esencia de lo que separa al verdadero marxismo de una caricatura sectaria. Los grupos ultraizquierdistas olvidan siempre que las fuerzas de masas de la Internacional Comunista solamente pudieron ser formadas a través de las escisiones de los viejos partidos de la Segunda Internacional. Más aún, en algunos casos los comunistas ganaron en su momento la mayoría de las viejas organizaciones, como en Francia, Alemania, Bulgaria y Checoslovaquia.
Una actitud sectaria hacia las viejas organizaciones reformistas de masas era característica, no de Lenin y Trotsky, sino de los ultraizquierdistas de Holanda, Gran Bretaña e Italia, contra los que Lenin y Trotsky desplegaron una lucha sin cuartel. Aunque ellos intentaban citar los escritos de Lenin del período de la Primera Guerra Mundial contra él, no comprendieron nada del método dialéctico de Lenin. El libro de Lenin “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo” fue escrito en los primeros días de la Internacional Comunista (Comintern) para contestar a los argumentos de los “izquierdistas”, que reaparecen a cada momento en los escritos de los grupos ultraizquierdistas. Lenin explicó que era un crimen separar a los trabajadores avanzados de las masas, y que tales tácticas, lejos de socavar a la burocracia sindical, realmente sirven para fortalecerla.
“No actuar en los sindicatos reaccionarios significa dejar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas bajo la influencia de los dirigentes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de la aristocracia obrera o de los obreros aburguesados…
“Para ayudar a las ”masas” y ganar su simpatía y su apoyo no hay que temer las dificultades, las chicanas, las zancadillas, los insultos y la persecución de los “dirigentes” (quienes, siendo oportunistas y socialchauvinistas, están relacionados en la mayoría de los casos directa o indirectamente con la burguesía y la policía), sino trabajar en todos los lugares donde las masas se encuentren. Hay que ser capaces de todos los sacrificios y vencer los mayores obstáculos para llevar adelante la agitación y la propaganda sistemáticamente, perseverantemente, con persistencia y con paciencia en esas instituciones, asociaciones y sindicatos(por más reaccionarios que estos sean) en las que las masas proletarias o semiproletarias se encuentren”. (Lenin, Obras Escogidas, Vol.31, p.53. Edición inglesa)
Luis Oviedo sufre un ataque de apoplejía cuando se mencionan a las confederaciones sindicales de masas de Argentina (CTA y CGT), y todavía más cuando se menciona a la Central Obrera Boliviana (COB). Son “burocráticas”, ¿no lo ven? Lenin explicó cómo los bolcheviques incluso condujeron un trabajo clandestino en los sindicatos “Zubátov”, establecidos por la policía zarista para mantener alejados a los trabajadores de las ideas revolucionarias. Sin saberlo, los dirigentes del PO están repitiendo los argumentos, no de Lenin y de Trotsky, sino de los “comunistas de izquierda” a los que Lenin criticó tan ferozmente en los primeros años de la Internacional Comunista. En el Segundo Congreso de la Comintern, Lenin y Trotsky desplegaron una lucha contra “la enfermedad infantil” del ultraizquierdismo. El manifiesto del Segundo Congreso, escrito por Trotsky, declara que:
“La Internacional Comunista es el partido mundial de la insurrección proletaria y de la dictadura del proletariado. No tiene objetivos ni se propone tareas separadas y aparte de las propias de la clase obrera. Las pretensiones de los minúsculos grupos ultraizquierdistas, cada uno de los cuales quiere salvar a la clase obrera a su propia manera, son ajenas y hostiles al espíritu de la Internacional Comunista. No posee ninguna panacea ni fórmula mágica sino los fundamentos mismos de la pasada y presente experiencia internacional de la clase obrera; purga esas experiencias de todo error y desviación; generaliza las conquistas logradas y sólo reconoce como métodos revolucionarios los métodos de la acción de masas.” (Trotsky, Los primeros cinco años de la Internacional Comunista, Vol.1, p.131. Edición inglesa)
El mismo documento añade: “Desplegando una lucha sin cuartel contra el reformismo en los sindicatos y contra el cretinismo parlamentario y el arribismo, la Internacional Comunista condena al mismo tiempo todos los llamamientos sectarios para abandonar las filas de las organizaciones sindicales de masas o para volver la espalda a las instituciones parlamentarias y municipales. Los comunistas no abandonan a las masas que están siendo engañadas y traicionadas por los reformistas y patriotas sino que intervienen hasta el final en la más irreconciliable lucha dentro de las organizaciones de masas y las instituciones establecidas por la sociedad burguesa, para derribarlas más segura y rápidamente.”
El método de Trotsky, como el de Marx y el de Lenin, era una combinación de dos cosas: una defensa implacable de las ideas y principios, y una aproximación extremadamente flexible a las cuestiones tácticas y organizativas. Esto está resumido en la “Carta Abierta por la Cuarta Internacional”, escrita en la primavera de 1935:
“Cualquier intento de prescribir un curso idéntico para todos los países resultaría fatal. De acuerdo con la situación nacional, con el grado de descomposición de las viejas organizaciones de la clase obrera y, por último, con el estado de sus propias fuerzas en un momento dado, los marxistas (socialistas revolucionarios, internacionalistas, bolcheviques-leninistas) pueden constituirse en organización independiente, o bien en fracción de alguno de los viejos partidos o sindicatos. Es claro que, cualquiera sea la época o el lugar, este trabajo fraccional es sólo una etapa en la construcción de los nuevos partidos de la Cuarta Internacional, partidos que pueden surgir, o bien del reagrupamiento de los elementos revolucionarios de las viejas organizaciones, o por medio de organizaciones independientes. Pero, cualquiera sea el terreno y los métodos de funcionamiento, deben hablar en nombre de principios sin tacha y de consignas revolucionarias claras. No juegan a las escondidas con la clase obrera; no ocultan sus fines; no sustituyen la lucha principista por la diplomacia y las maniobras. En todo momento, y cualesquiera sean las circunstancias, los marxistas dicen abiertamente la verdad sobre lo que ocurre. (Trotsky, Escritos, 1935-36, pp.25-26 de la edición en inglés).
Uno pensaría que estas líneas están suficientemente claras. No existe un “libro de cocina” revolucionario que pueda darnos una receta de cómo trabajar en todos los países y en todo momento. Lo que está claro es que el partido revolucionario siempre comienza como un embrión y que para superar su aislamiento de las masas no sólo es permisible sino obligatorio para los revolucionarios desarrollar tácticas flexibles para penetrar en las organizaciones de masas de la clase obrera, a condición de mantener siempre una posición firme sobre todas las cuestiones de principios.
La tendencia a la que tengo el honor de pertenecer ha mantenido una posición consistente de principios durante décadas, defendiendo las enseñanzas básicas del marxismo y combatiendo por la revolución socialista, en cada país e internacionalmente. No obstante, no es suficiente con tener ideas correctas, es necesario saber cómo expresar estas ideas de una manera que pueda tener un eco en la clase obrera. Todos los sectarios se paran en este punto. Para separar a las masas de las viejas direcciones reformistas es necesario conducir un trabajo serio y sistemático en las organizaciones de masas, comenzando por los sindicatos. En su artículo, Sectarismo, Centrismo y la Cuarta Internacional (1935), Trotsky caracteriza al sectarismo como sigue:
“El sectario considera la vida social como una gran escuela y se ve así mismo como un profesor en ella. En su opinión la clase obrera debería dejar de lado asuntos menos importantes y agruparse ordenadamente alrededor de su tribuna profesoral. Entonces la tarea estaría resuelta.
“Aunque nombra a Marx en cada frase, el sectario es la negación directa del materialismo dialéctico, que toma la experiencia como punto de partida y siempre vuelve a ella. El sectario no comprende la acción y reacción dialécticas entre un programa acabado y la lucha viva -es decir, imperfecta, inacabada- de las masas … El sectarismo es hostil a la dialéctica (no en palabras, pero sí en los hechos) porque le vuelve la espalda al verdadero proceso que vive la clase obrera.” (Trotsky, Escritos, 1935-36, p.153 de la edición en inglés.)
Estas líneas expresan perfectamente la esencia del sectarismo, que se refleja en cada línea del artículo de Oviedo. Toda la manera con la que él se aproxima a la COB es indicativa de la actitud sectaria arrogante que divide a los trabajadores y conduce a la corriente revolucionaria al aislamiento de las masas. Esa es la razón por la que los grupos ultraizquierdistas están siempre condenados a la esterilidad. Esto se aplica incluso en aquellos casos, como el del PO, donde han podido construir un grupo relativamente fuerte de unos pocos de miles. Esta es, por supuesto, una conquista seria. Pero es sólo el comienzo. En un país como Argentina, un partido de dos mil o tres mil es todavía muy pequeño en comparación con el tamaño de la clase obrera.
La cuestión está planteada incluso más claramente en Gran Bretaña, donde toda la clase obrera organizada está en los sindicatos, y los sindicatos clave están afiliados al Partido Laborista. En una fecha tan temprana como en 1932 Trotsky aconsejó a sus seguidores en Gran Bretaña a entrar al Partido Laborista. Cuando la organización centrista ILP abandonó el Partido Laborista en ese año tenía una fuerza de al menos 100.000 trabajadores. Eso es mucho más de lo que tiene el PO en estos momentos ¿Y qué consejo le dio el Viejo? El consejo de Trotsky al ILP tenía tres partes: a) desarrollar una política marxista genuina, b) volver la espalda a los estalinistas y orientarse a los sindicatos y al Partido Laborista, y c) unirse a la Cuarta Internacional.
Incluso aunque el ILP tenía una base considerable entre los trabajadores avanzados, Trotsky todavía insistía en que debía penetrar el Partido Laborista, que aún disfrutaba del apoyo de millones de trabajadores. Barriendo a un lado las excusas de los dirigentes del ILP –que no existía una izquierda auténtica en el Partido Laborista, que serían expulsados, etc- él argüía por trabajar dentro del PL:
“La política de la oposición en el Partido Laborista es inexplicablemente mala. Pero eso sólo significa que es necesario contraponerle una política marxista correcta, en el seno del Partido Laborista. ¿Que no es tan fácil? ¡Por supuesto que no! Pero hay que saber ocultar las actividades de la vigilancia policial de Sir Walter Citrine y de sus agentes hasta el momento oportuno. ¿Acaso no es un hecho que una fracción marxista no logrará alterar la estructura y la política del Partido Laborista? Con eso estamos enteramente de acuerdo: la burocracia no se rendirá. Pero los revolucionarios, trabajando dentro y fuera, pueden y deben ganar a decenas y centenares de miles de obreros. (Trotsky, Escritos, p.142 de la edición en inglés).
En su polémica con los dirigentes del ILP, Trotsky los criticaba por romper con el Partido Laborista en un momento equivocado y por un tema equivocado (en lugar de elegir un tema político, que podría ser comprendido por las masas laboristas, rompieron por una cuestión organizativa –la independencia del grupo parlamentario del ILP dentro de la bancada laborista):
“El ILP rompió con el Partido Laborista principalmente para mantener la independencia de su bloque parlamentario. No queremos discutir aquí si fue correcto romper en ese momento, y si el ILP obtuvo todas las ventajas esperadas. Creemos que no. Pero es un hecho para toda organización revolucionaria en Inglaterra que su actitud hacia las masas y la clase prácticamente coinciden con su actitud hacia el Partido Laborista, que se basa en los sindicatos. En este momento, la cuestión de si se debe funcionar dentro o fuera del Partido Laborista no es un problema de principios, sino de oportunidades reales. Sea como fuere, sin una tendencia fuerte en los sindicatos y, en consecuencia, en el Partido Laborista, el ILP está condenado aún hoy a la impotencia. (Op.Cit. p. 141-3 de la edición en inglés)
Para continuar con nuestra lección para niños pequeños: en Gran Bretaña las organizaciones de masas de la clase obrera son el Partido Laborista y los sindicatos. Se nos acusa de trabajar en estas organizaciones por un tiempo “prolongado”. Frente a esta acusación ¡nos declaramos culpables! En Gran Bretaña, cualquier tendencia que se reclame marxista y no desarrolle un trabajo de ese tipo estaría condenada a la irrelevancia. Si alguien duda de esto, le pedimos por favor que examine la historia de los autotitulados grupos marxistas que han estado construyendo “partidos revolucionarios” fantasmas en las nubes por un período incluso “más prolongado” y que terminaron en una completa farsa.
El método de Trotsky es absolutamente claro en las líneas citadas arriba. En Gran Bretaña, donde millones de trabajadores están organizados en y alrededor de los sindicatos y el Partido Laborista, incluso un partido de 100.000 es poco más que una secta grande ¿Qué diría hoy de los aspavientos y las insignificancias de los minúsculos grupos que pululan alrededor del Partido Laborista? El SLP ha colapsado ignominiosamente, a pesar del hecho de estar dirigido por un sindicalista combativo muy conocido, el líder de los mineros Arthur Scargill. La Alianza Socialista, dirigida por el SWP, está escindida y en crisis.
A pesar del colosal descontento con Blair, los trabajadores no ven a estos grupos como una alternativa seria. Reciben una cantidad de votos ridícula y pierden lo que ganan con monótona regularidad. Por otra parte, está produciéndose un giro brusco a la izquierda en los sindicatos, la mayoría de los cuales están afiliados al Partido Laborista. La tendencia marxista representada en Gran Bretaña por Socialist Appeal ha estado muy activa en este proceso. Y la historia demuestra que un giro a la izquierda en los sindicatos debe encontrar mañana su reflejo en el Partido Laborista.
El sectarismo y las organizaciones de masas
¿Qué actitud deberían tomar los marxistas hacia la COB y su dirección? Para los grupos ultraizquierdistas la respuesta es, como siempre, simple infantilismo. Su actitud hacia las organizaciones obreras es siempre la misma: denuncias estridentes sobre traición 24 horas al día, siete a días a la semana y 52 semanas al año, cada año ¡El problema es tan simple como se puede ver! Todo lo que se necesita es gritar a todo pulmón que todos son unos traidores y que las masas deberían dejar de seguir tontamente a esos traidores y seguir al PO en su lugar ¡Entonces todo estaría bien!
El problema es que, a pesar de todas sus denuncias y gritos estridentes, las masas no siguen a los grupos ultraizquierdistas sino que permanecen tenazmente leales a sus organizaciones tradicionales de masas. Nunca serán convencidas con denuncias e insultos. Por el contrario, tales métodos únicamente servirán para alejarlas, conducirlas más rápidamente a los brazos de los dirigentes y desacreditar a los trotskistas, quienes aparecerán ante las masas como escisionistas y provocadores sectarios. Esta es la imagen que los estalinistas han intentado dibujar de los trotskistas durante décadas. Desgraciadamente, la conducta de los grupos ultraizquierdistas sirve para confirmar esta caricatura. Éstos han hecho del trotskismo una mala palabra para los trabajadores en todas partes. Este es un crimen que no se puede perdonar.
Los sectarios pseudo marxistas no actúan sobre la base del movimiento real de la clase obrera y de sus organizaciones. En lugar de eso, trabajan con categorías ideales y abstracciones fuera de tiempo y de lugar. Tienen la noción fija e inalterable de que los dirigentes sindicales son incapaces de dirigir la lucha de clases. En un sentido general, tienen razón, en la medida que una lucha exitosa presupone una perspectiva y una política revolucionaria consistente, que estos dirigentes no poseen. Por lo tanto, incluso en el mejor de los casos terminarán la lucha con un compromiso insatisfactorio, aun cuando quieran luchar honestamente, que no es frecuentemente el caso.
Sí, todo esto es verdad, y de hecho es el ABC para los marxistas. Pero incluso el más derechista de los dirigentes sindicales, bajo la presión de la clase obrera, puede empezar a dirigir luchas, e incluso a ir más allá de sus intenciones. Es necesario analizar el movimiento concretamente, siguiéndolo en cada etapa, y no quedarse confinado en generalidades abstractas sobre el rol del reformismo, etc. Dondequiera que los dirigentes sindicales den medio paso adelante, es necesario aumentar la presión para que vayan más allá. Como Marx y Engels explicaron tan bien, los marxistas deben ser los primeros en la lucha por el mejoramiento de la clase obrera, mientras que al mismo tiempo explican pacientemente a los trabajadores la necesidad de un cambio revolucionario. Esa es la tarea de los marxistas en los sindicatos. Esa tarea demanda una combinación de firmeza en todas las cuestiones de principios con la flexibilidad necesaria en las tácticas. Sin una cosa o sin la otra, no iríamos a ninguna parte.
Habiendo establecido su tesis básica (y falsa) sobre nuestra “disolución” en las organizaciones de masas, Luis Oviedo continua desinformando a sus lectores: “En Bolivia ,como no podía ser de otra manera, son fervientes defensores de la burocracia de la COB”. Como Luis Oviedo o bien no ha leído nuestros artículos o bien no tiene la más mínima intención de informar a sus lectores sobre las verdaderas posiciones de nuestra tendencia, esto último es una tergiversación “como no podía ser de otra manera”.
Pero ¡esperen! “Hay más” susurra Luis, con gran aire de misterio, como alguien que desvela una terrible conspiración ¿Cuál es esta conspiración? Luis explica:
“Refiriéndose al nuevo gobierno, Woods escribe que “existe una corriente subterránea de desconfianza y bronca en las masas que se refleja en la intransigencia de sus líderes naturales”. Sobre la supuesta “intransigencia” de la COB, la Federación campesina de Quispe o el Mas de Evo Morales, basta mencionar que todos levantaron las medidas de lucha y abrieron una tregua con el nuevo gobierno. Pero lo más importante es el respeto reverencial de Woods a las burocracias del movimiento, a las que califica como “direcciones naturales”. Es una categoría novedosa. Las direcciones que se encuentran al frente de una clase en un momento determinado de su historia no son una consecuencia de la naturaleza sino de la lucha política entablada entre las distintas tendencias de esa clase (que incluye a los agentes de las clases enemigas, como la burocracia). Al calificar a Quispe y Solares como los “dirigentes naturales” de los campesinos y los obreros, Woods declara por anticipado que renuncia a luchar por una dirección alternativa, revolucionaria, en las organizaciones de las masas.”
[* nota: Quispe es un dirigente campesino, y Morales es un político reformista que encabeza el MAS, partido al que votan los campesinos y los trabajadores y que ocupa aproximadamente el espacio de un partido obrero reformista]
En primer lugar, cuando Oviedo critica la formulación de “dirigentes naturales de la clase obrera”, cita mal lo que nosotros escribimos. Lo que realmente dice nuestro artículo es lo siguiente:
“Por debajo de los dirigentes de la COB hay una capa numerosa de lo que se llaman líderes naturales de la clase obrera. Son los dirigentes locales que se han ganado la confianza de los trabajadores y los campesinos por su honestidad, coraje y militancia. Ellos jugarán un papel crucial en la revolución. Están cerca de las masas y por lo tanto reflejan su espíritu revolucionario. Si estuvieran unidos en un partido revolucionario, el futuro de la revolución estaría garantizado.” ¿No está esto claro? No nos estamos refiriendo a los dirigentes de la COB, ni a Quispe ni a Solares, sino a la capa de activistas obreros por debajo del sector dirigente de la COB.
Pero incluso cuando escribe de los dirigentes de la COB, Oviedo demuestra que no comprende nada. Él alega que nosotros abogamos por “un respaldo incondicional a la dirección de la COB”. Y para Luis Oviedo, los dirigentes de la COB son lo mismo que Quispe y Evo Morales –ellos forman todos un bloque reaccionario. Esta es la típica actitud sectaria. Deja de tomar en cuenta todos los elementos concretos de la ecuación, y lo mezcla todo. Esto hace muchísimo más fácil al PO presentarse a sí mismo, y solo a él, como la dirección. Todo lo que se necesita es proclamarse como tal. Entonces los trabajadores dejarán a un lado a sus dirigentes actuales para congregarse en torno al PO, y todo estará bien.
El método es la simplicidad misma: simplemente denunciamos a los líderes actuales como traidores y nos proponemos nosotros mismos como la alternativa, y llamamos a las masas a que se nos unan ¡Problema resuelto! ¿O no? Si, para construir el partido revolucionario, todo lo que se necesita es proclamarlo, entonces hasta el más pequeño sectario de la historia sería tan grande como Marx, Lenin y Trotsky juntos. Desgraciadamente, la cosa no es tan simple.
Es necesario no hablar de generalidades sino ver cómo se desarrolla el movimiento vivo de la clase obrera. Por supuesto, en general, el rol de los dirigentes políticos y sindicalistas reformistas es contener a las masas. Pero no es suficiente hablar del movimiento obrero y de su dirección “en general”. Es necesario tomar en cuenta las condiciones concretas de cada caso particular. Las organizaciones de masas, especialmente los sindicatos, están bajo la presión de la clase obrera. En períodos donde las masas se mueven a la acción, pueden ser empujadas a la oposición e ir, incluso, más allá de lo que pretenden sus dirigentes.
Los marxistas en Bolivia se condenarían completamente a la impotencia si no fueran capaces de conducir un trabajo serio en la COB y conquistar a sus bases. Para esto, es necesario adoptar una actitud paciente y amistosa, como hizo Lenin en 1917 cuando aconsejó a los bolcheviques “explicar pacientemente” a los trabajadores rusos, quienes en su abrumadora mayoría aún seguían a los dirigentes mencheviques y eseristas en los Soviets y los sindicatos. Es peor que inútil imaginar que la manera de ganar a los trabajadores es gritando y vociferando sobre “traición” desde detrás de la barrera. Este tipo de comportamiento es incluso más lunático en una situación donde los dirigentes sindicales están implicados en la lucha.
En este caso particular, los dirigentes de la COB, pese a todas sus fallas y deficiencias, convocaron una huelga general indefinida. Solares incluso llamó a la formación de milicias obreras y, en una entrevista concedida después de ser elegido dirigente de la COB, dijo: “El primer comunicado es una llamamiento a todos los trabajadores del pueblo boliviano a unificarse, organizarse y luchar hasta liquidar el modelo neoliberal y el sistema capitalista y explotador, e imponer el gobierno obrero-campesino con los sectores oprimidos y explotados.” (El Deber, Agosto 18). En una entrevista después de la insurrección de octubre, Solares declaró: “Esperamos que pronto se consagre un Gobierno obrero-campesino bajo el régimen socialista.” (La Razón, 3 de noviembre).
Luis Oviedo dirá: pero esto son solo palabras. Sí, por supuesto, pero ¿cómo ven las masas de trabajadores y campesinos estas palabras? Dirán: Sí, ¡eso es justamente lo que queremos! ¿Y qué dirá Luis Oviedo a los trabajadores y campesinos bolivianos? “¡No crean a los dirigentes de la COB!¡Son mentirosos! ¡No tienen intención de dirigir ninguna revolución. Los traicionarán!” ¿Y cómo le responderán los trabajadores bolivianos? Dirán: ¿De qué estás hablando? Nuestros dirigentes convocaron una huelga general. Ellos luchan contra el régimen de explotación capitalista. Y tu gente son solamente escisionistas y provocadores”.
Después de los recientes acontecimientos, la autoridad de los dirigentes de la COB entre las masas de trabajadores y campesinos pobres normales será alta. Eso está bastante claro. Nuestra tarea es conectar con esos trabajadores y campesinos ¿Cómo hacerlo? Ciertamente no con insultos y denuncias hacia los dirigentes, en un momento que estos están respondiendo a la presión de las masas y dando una dirección. Lo que debemos decir es: “¡Hasta ahora muy bien, pero debemos ir más allá! Nuestro movimiento ha demostrado el enorme poder de la clase obrera una vez que se moviliza para cambiar la sociedad. Pero el trabajo no está terminado. La oligarquía todavía está en el poder. Debemos organizar otra huelga general y crear comités de lucha por todo el país. A los dirigentes de la COB les decimos, ¡lo que se necesita es acción, no palabras! ¡Ustedes deben pasar de las palabras a los hechos!” . Esta es la única manera correcta de plantear la cuestión. Y es exactamente lo que nosotros planteamos en nuestro artículo. Sólo un sectario fanático incapaz de pensar podría hacer una objeción a esto.
Clase, partido y dirección
“En Bolivia,” continua Oviedo “son fervientes defensores de la burocracia de la COB (Central Obrera Boliviana)”
No hay un sólo átomo de verdad en esta afirmación ¿En qué está basada? Luis Oviedo se limita a pescar alrededor de citas aisladas: “Su balance de los acontecimientos bolivianos (“La clave de la revolución andina”, de Alan Woods y Jorge Martín), da un respaldo incondicional a la dirección de la COB.” ¿Qué quiere decir con esto?
“La dirección de la COB mostró gran coraje y determinación en la huelga general (…) Los líderes de la COB han jugado un rol muy positivo. Han mostrado gran integridad personal y coraje encabezando la lucha contra Sánchez de Lozada.”
Y concluye triunfalmente: “Ni entre las propias filas de la burocracia cobista será posible encontrar mejores defensores de Jaime Solares.”
Oviedo se siente incómodo de estar contando mentiras y por lo tanto está obligado a cubrirse las espaldas con la frase siguiente: “Pero, para disimular, Alan Woods agrega que “ahora es necesario algo más que integridad y coraje: lo que es necesario es una clara perspectiva de tomar el poder y un programa y las tácticas adecuadas a esta perspectiva”. Es decir que recomienda una “perspectiva de poder” luego de dejar pasar el momento de la lucha por el poder, la insurrección del 17 de octubre pasado.”
Luis Oviedo sólo cuenta a los miembros del PO sobre nuestra posición lo que él considera indispensable para no dañar su salud – es decir, no mucho. Convenientemente se olvida de citar lo que sigue:
“La dirección de la COB mostró un gran coraje y determinación en la huelga general. Pero hacía falta un plan, una estrategia y una política claras. Era necesario tener una perspectiva de toma del poder. Esto es lo que parece estar ausente, y la ausencia de esto puede hacer naufragar la revolución. El secretario general de la COB, Solares, ha visitado al nuevo presidente. Aparentemente, adoptó la posición de apoyo condicional, es decir, lo apoyaremos en la medida que luche contra la corrupción, cree más empleos, dé a los trabajadores salarios decentes, etc, Esto es un gran error. El gobierno burgués de Mesa será tan corrupto como el de Lozada. No se puede dar empleos y salarios decentes porque sus manos están atadas al FMI y al Banco Mundial. Este es el gobierno de la oligarquía y representa sus intereses. Exigir a este gobierno que defienda los intereses de los trabajadores y campesinos es pedir peras al olmo.
“Dicen que el nuevo presidente han demostrado interés en los puntos planteados por Solares y que las puertas del palacio presidencial están abiertas para los dirigentes de la COB. Pero es como si “la araña invitara a la mosca a entrar a su casa”. Hoy el presidente muestra interés (¿cómo no va a estar interesado en las personas que acaban de derrocar a su predecesor?) pero mañana les enseñará los dientes. La idea de que todo es cuestión de “buena voluntad” es completamente equivocada. Lo que decide no es la buena o mala voluntad de los individuos, sino los intereses de clase. Y los intereses de los trabajadores y campesinos bolivianos no son compatibles con los intereses de la oligarquía y el imperialismo. Cuanto antes se comprenda esto, mejor. El motivo de la “racionalidad” de Mesa no es difícil de comprender. La burguesía acaba de sufrir una derrota seria. No puede utilizar la fuerza y está obligada a una retirada táctica. Tiene la obligación de parecer conciliadora, hacer promesas, con la esperanza de apaciguar a las masas, hasta que llegue el momento adecuado para lanzar su contraofensiva”.
Ahora, amigo Luis, seamos serios por un momento. ¿Suena esto como las palabras de “fervientes defensores de la burocracia de la COB?”
Nuestra tendencia ha planteado consistentemente la perspectiva del poder obrero para Bolivia. Esa es nuestra posición, y Oviedo está obligado de mala gana a admitirlo. En el artículo, que él cita selectivamente, no sólo planteamos la perspectiva del poder sino que mostramos concretamente cómo conseguirlo. Pero Oviedo luego continúa con sus tergiversaciones cuando cita, como es usual fuera de contexto, la frase: “Los trabajadores (…) tuvieron éxito en derrocar al presidente, pero entonces permitieron que el poder se les escapara de entre los dedos”. Esto lleva a Luis Oviedo a un paroxismo de recta indignación:
“Pero los que permitieron que Mesa llegara al gobierno no fueron los trabajadores sino sus direcciones, entre ellas la burocracia de la COB, que pactaron el recambio presidencial con la Iglesia, los partidos del régimen, los empresarios y la diplomacia brasileño-argentina. Para blanquear la política de la burocracia de la COB, Socialist Appeal responsabiliza a la masa”. Aquí entramos en el reino del puro surrealismo ¿es verdad que nosotros culpamos a los trabajadores de no haber tomado el poder? No, no es verdad, y Luis Oviedo lo sabe muy bien. Pero permítasenos volver a la posición de Lenin en 1917. En una de las discusiones de la Conferencia de Abril, Lenin trató de la Revolución de Febrero y preguntó por qué los trabajadores no tomaron el poder en ese momento:
“¿Por qué no tomaron el poder? El camarada Steklov dice que por esta o aquella razón. Eso no tiene sentido. El hecho es que el proletariado no está organizado y no tiene suficiente conciencia de clase. Es mejor admitirlo: la fuerza material está en las manos del proletariado pero la burguesía está preparada y tiene conciencia de clase. Este es un hecho monstruoso pero hay que admitirlo franca y abiertamente y debemos explicar al pueblo que no tomó el poder porque estaba desorganizado y no era lo suficientemente consciente” (Lenin, “Cartas sobre táctica”, en Obras Completas, vol. 36, pag. 437 Edición inglesa.)
¿Quería decir esto que Lenin estaba culpando a los trabajadores rusos por no haber tomado el poder? Tal conclusion sería una distorsión monstruosa –como la distorsión monstruosa perpetrada por Luis Oviedo contra nuestro artículo. Estas líneas de Lenin son también aplicables al reciente movimiento en Bolivia. Es imposible que cualquiera que lea nuestro artículo pueda sacar la conclusión de que culpamos a las masas por lo que ocurrió, de la misma manera que no es posible afirmar que Lenin culpó al proletariado ruso por el aborto del doble poder. Lo que sí vemos aquí es la valiente honestidad con la que Lenin siempre se aproximó al movimiento de los trabajadores. Él siempre llamaba a las cosas por su verdadero nombre.
Nos gustaría ser caritativos. Quizás estas distorsiones no son deliberadas. Puede ser que Luis necesite anteojos nuevos, o a lo mejor solamente es incapaz de comprender lo que lee. Pero en cualquier caso, nosotros invitamos a cada miembro del PO a leer lo que escribimos y a que saque sus propias conclusiones. Mientras tanto, citemos uno de los innumerales pasajes de nuestro artículo que demuestra esto, y que la mala vista de Luis Oviedo o su defecto de comprensión le impiden verlo:
“La magnífica clase obrera boliviana se ha puesto a la cabeza de la nación como líder y portavoz del campesinado, de los indígenas y otras capas explotadas y oprimidas de la población. ¡Este es el hecho más importante y es fundamental para el resultado de la revolución boliviana!”
Todo el contenido del artículo está impregnado de confianza en los trabajadores y su principal mensaje es que los trabajadores de Bolivia pueden y deben tomar el poder, y que para esto es necesario que exista un partido y una dirección revolucionaria. Nosotros señalamos que tal dirección está ausente y que, aunque el momento apropiado se perdió temporalmente, esto se debió enteramente al problema de la dirección. La clase obrera no puede llegar inmediatamente a conclusiones revolucionarias. Las masas sólo aprenden a través de la experiencia, y deben pasar por una serie de experiencias dolorosas antes de que finalmente se orienten hacia la tendencia revolucionaria. Eso fue lo que ocurrió en 1917, y será lo que ocurra en Bolivia. Es bastante natural que los trabajadores y campesinos bolivianos confíen en sus organizaciones y dirigentes tradicionales. Ellos probarán a estas organizaciones y dirigentes muchas veces en la acción, antes de buscar otras alternativas. Y cuando lo hagan, primero intentarán transformarlos.
En el momento actual los trabajadores de Bolivia están siguiendo a los dirigentes de la COB y los campesinos están siguiendo a gente como Quispe. El dirigente campesino, Felipe Quispe, dio un ultimátum al gobierno de 90 días para que resuelva las demandas de los campesinos, o de otra manera él “llamaría a una insurrección para tomar el poder” (bolpress.com, 18 de Octubre). También afirmó en una entrevista que: “ya es hora que las mayorías indígenas y originarias tomen el poder y gobiernen con la clase obrera y los gremios” (La Razón, 11 de Noviembre). También reclamó nuevas elecciones ¿Mantendrá Quispe esta posición? No lo sabemos. Pero sí sabemos que estas demandas son correctas y reflejan la presión de los campesinos pobres ¿Qué actitud deberíamos tomar ante esto? ¿Informar a los campesinos que Quispe es un traidor, y que no existen diferencias entre él y Mesa? Eso es lo que presumiblemente diría el PO. Difícilmente sea esta la manera de encontrar un camino para llegar a los campesinos pobres que tienen ilusiones en Quispe.
Por supuesto que alguien puede decir que no existen diferencias entre los políticos reformistas y los burgueses, y en un sentido esto es verdad. De la misma manera también puede decir que no existen diferencias fundamentales entre el reformismo de “izquierda” y el reformismo de “derecha”. En general, la traición es inherente a todos los tipos de reformismo. Pero tales generalizaciones no nos ayudan a comprender la situación concreta del movimiento obrero o para intervenir en él. Son declaraciones abstractas y carecen de concreción. Pero, como dijo Hegel y Lenin repetía con frecuencia, la verdad es siempre concreta.
Los reformistas – incluso los reformistas de izquierda más sinceros – siempre tienden a traicionar al final porque aceptan la premisa del capitalismo y porque en el fondo su miedo a las masas es más grande que su odio hacia la clase dominante. Esto es correcto, como proposición general. Pero esto no significa descartar la posibilidad de que en un momento dado los reformistas puedan ser empujados por las masas a adoptar una postura radical o incluso semi-revolucionaria.
Tomemos como ejemplo el caso de Largo Caballero, el dirigente sindical socialista español que participó en el gobierno del dictador bonapartista Primo de Rivera en los años 20 del siglo pasado. Más tarde, bajo la presión de las masas obreras, Largo Caballero en los años 30 se movió muy lejos hacia la izquierda e incluso lanzaba discursos abogando por la dictadura del proletariado, siendo conocido como el Lenin español. En Octubre del 34 llamó a una huelga general revolucionaria que culminó en la Comuna de Asturias. Por supuesto, Caballero no era un verdadero marxista, sino un centrista que vacilaba entre el reformismo de izquierda y el marxismo. Pero el centrismo es una etapa inevitable que emerge en el movimiento de masas cuando los trabajadores están rompiendo con el reformismo y moviéndose hacia conclusiones revolucionarias. La manera de cómo el ala revolucionaria se relacione con este fenómeno es una cuestión de importancia decisiva, como Trotsky explicó muchas veces.
Un caso incluso más claro fueron las Juventudes Socialistas españolas, que después de la experiencia de la Comuna, se movieron a posiciones revolucionarias. Abogaron por romper con la socialdemocracia y el estalinismo y salieron públicamente a favor de una nueva (la Cuarta) internacional. Pero Andrés Nin y los llamados trotskistas españoles adoptaron una posición sectaria en relación a las Juventudes Socialistas , y se perdió la oportunidad. Como resultado, los estalinistas tomaron el control de dicha organización y se hicieron con una base de masas. Eso condujo directamente a la derrota de la revolución española. Trotsky rompió todas sus relaciones con Nin, cuyas acciones describió como una traición ¿Qué diría hoy sobre el PO, que repite los mismos argumentos sectarios y ultraizquierdistas de Nin?
Desarrollos similares son enteramente posibles en nuestra época. La crisis del capitalismo significa la crisis del reformismo. El reformismo sin reformas no tiene sentido. Veremos la emergencia de tendencias reformistas de masas de izquierda e incluso centristas ¿Qué actitud deberíamos tomar ante tales tendencias? La actitud del PO puede ser predicha de antemano ¿Pero qué consejo dió Trotsky a sus seguidores sobre este tema en los años 30? Trotsky, que comprendía muy bien las organizaciones de masas y la psicología de los trabajadores, recomendó a los trotskistas que adoptaran una actitud paciente y amistosa, como podemos ver en su carta a Cannon titulada “¿Cómo trabajar en el Partido Socialista?” (marzo del 36) cuando decía lo siguiente:
“En lo referente a la crítica de la dirección centrista, es muy importante tener en cuenta lo siguiente: esa crítica no debe diluirse en cuestiones secundarias que sólo sirven para irritar a la militancia socialista, sino que debe concentrarse en cuestiones importantes, elegidas cuidadosamente. Existe el peligro de que en las reuniones nuestros camaradas respondan a las banalidades y perogrulladas centristas con burla y desprecio. Esto podría crearnos una atmósfera desfavorable desde el comienzo. Para un militante carente de preparación política, resulta difícil elevarse al nivel de nuestra crítica; en ese caso, la ironía (por merecida que sea) podría perturbar y exasperar a la base y despertar sus sospechas. Los dirigentes centristas aprovecharían la oportunidad para dirigir dichos sentimientos en contra nuestra. Por eso es indispensable emplear mucha paciencia y un tono tranquilo y fraternal. (Trotski. Escritos, 1935-36, p.268 de la edición inglesa)
En la misma carta, queda claro que Trotsky estaba descontento con la forma en que los trotskistas franceses habían llevado el trabajo en el Partido Socialista: “Además, en el caso de Francia se despilfarró demasiada energía en el “desenmascaramiento” -a menudo puramente verbal- de los dirigentes, en lugar de realizar un trabajo profundo en la base, sobre todo en la juventud.” (Op.Cit. p. 267)
Todas estas críticas pueden ser dirigidas al PO y a los otros grupos ultraizquierdistas. No han comprendido ni una sola línea de lo que Trotsky y Lenin escribieron. A Luis Oviedo no le gusta nuestro artículo ¿Por qué no le gusta? Porque critica a los dirigentes de la COB de una forma constructiva – de una forma que pueda encontrar un eco en las bases del sindicato en estos momentos ¡No los llama traidores ni denuncia ante dichas bases que sus dirigentes son lo mismo que la burguesía! Dice a los dirigentes: hasta ahora muy bien, ¡pero ahora deben tomar el poder! Es decir, adopta el mismo método utilizado por Lenin y los bolcheviques en 1917, el mismo método con el que Trotsky apremiaba a sus seguidores en Francia.
¿”Una categoría novedosa”?
En la sección subtitulada “El problema de la dirección” escribimos los siguiente: “La revolución boliviana parece tener un carácter puramente espontáneo. Pero esto no es verdad. En primer lugar, no ha caído como un rayo desde un cielo azul, tiene sus antecedentes en el período anterior. En segundo lugar, está dirigida por los líderes naturales de la clase obrera, los militantes con conciencia de clase de la COB. En tercer lugar, estos militantes no han caído de las nubes, estaban educados en las ideas que han circulado en el movimiento obrero y sindical boliviano durante décadas, las ideas del trotskismo.”
“En Rusia, antes de 1917, decenas de miles de activistas obreros habían sido educados durante dos décadas en el espíritu de la propaganda bolchevique. En Bolivia estas ideas y el programa del trotskismo son familiares desde hace mucho tiempo para los activistas obreros. Las Tesis de Pulacayo de 1946, adoptadas por la federación de mineros, no son otra cosa que el Programa de Transición de Trotsky traducido a las condiciones concretas de Bolivia. El punto básico es la necesidad que tienen los trabajadores de tomar el poder en una alianza con los campesinos y después emprender el camino hacia el socialismo. Deben formar la base sobre la cual el movimiento ahora puede avanzar hacia su objetivo natural: el objetivo del poder obrero.”
Luis Oviedo se burla de nuestro uso de la frase “líderes naturales de la clase obrera” (“Es una categoría novedosa”) pero su humor está totalmente fuera de lugar. Demuestra que no tiene la más mínima idea de cómo se desarrolla la clase obrera y de las relaciones dialécticas entre la clase, el partido y la dirección. Esto fue explicado muchas veces por Trotsky, notablemente en su Historia de la Revolución Rusa. Naturalmente, los grupos ultraizquierdistas nunca compendieron esto, como nunca comprendieron nada.
¿Quién lideró la revolución rusa de febrero? ¿Fue el Partido bolchevique? No. El Partido bolchevique sólo tenía alrededor de 8 mil miembros en un país de 150 millones de personas. El movimiento en las fabricas y en los cuarteles estuvo liderado precisamente por los lideres naturales del proletariado, sobre los cuales nuestro amigo Luis habla tan despectivamente. Tales líderes se hallan siempre presentes entre los trabajadores y se destacan en cada huelga. Ellos son la capa de proletarios militantes, con conciencia de clase, que son conocidos y respetados por sus compañeros. Algunos están organizados en partidos políticos, muchos otros no y sólo comienzan a organizarse en el curso de la lucha. Ganarse a ese estrato de la clase es la tarea clave del partido revolucionario. Pero eso nunca puede conseguirse con una actitud de arrogancia y de superioridad que se presenta ante los trabajadores con un ultimátum y que es, lamentablemente, el método habitual de la dirección del PO.
En Rusia, un pequeño número de esos activistas obreros eran miembros del Partido Bolchevique en febrero y un número mucho mayor había sido influido por las ideas y la propaganda de los bolcheviques durante más de una década o más. Pero al comienzo de la Revolución la gran mayoría de los trabajadores y soldados no apoyaban a los bolcheviques sino a los mencheviques y eseristas. Podemos observar un proceso similar en cada revolución. Las masas siempre tratan primero de tomar la línea de menor resistencia. Siguen a los líderes más conocidos y a los partidos con grandes aparatos. Esta es una ley que se repite una y otra vez.
Lenin era muy consciente de que los bolcheviques eran una pequeña minoría y que la tarea del momento era ganar la confianza de las masas de los trabajadores y soldados que apoyaban a los lideres reformistas. Comprendía la necesidad de las tácticas pacientes y flexibles. Advertía a los bolcheviques que debían “¡Explicar pacientemente!” Esto es lo que los dirigentes del PO parecen orgánicamente incapaces de comprender, y eso es lo que finalmente los condenará a la impotencia.
Qué significaban las consignas de Lenin
Es extraño que los lideres del PO, que han leído apenas lo suficiente sobre la Revolución Rusa, hayan recordado algo como la Asamblea Constituyente habiendo olvidado completamente otra consigna de los bolcheviques ampliamente bien conocida: ¡Todo el poder a los soviets! No tienen ni la más remota idea del auténtico contenido transicional de esta consigna. Y siempre malinterpretan el método empleado por Lenin y Trotsky en su utilización.
Esa fue la consigna central del partido bolchevique en 1917. Todo el mundo sabe esto. Pero como señaló Hegel, lo que es conocido no es necesariamente comprendido. Y los líderes del PO, no han comprendido el verdadero significado y contenido de las tácticas de Lenin en 1917. Él levantó la consigna ¡Todo el poder a los soviets! en un momento en que los Soviets estaban bajo el control de los partidos reformistas (mencheviques y eseristas). Les dirigió a los líderes reformistas un desafío: ¿Por qué no toman ustedes el poder? Repitió esto miles de veces, en discursos y por escrito. Siempre dijo que si los líderes mencheviques y eseristas hubieran decidido tomar el poder (lo que pudieron hacer pacíficamente después de la revolución de febrero, cuando el viejo poder estatal había sido destruido) los bolcheviques garantizarían que la lucha por el poder se reduciría a un pacifico debate en el interior de los Soviets.
Podemos imaginar cómo Luis Oviedo, si hubiera vivido en esa época, habría gritado ante semejante “revisionismo”: ¡Cómo se atreve Lenin a plantear esas demandas a los líderes reformistas! ¡Cómo se atreve a decir que el poder debería pasar a los traidores! ¡Obviamente!, era porque Lenin ¡no tenía confianza en el partido revolucionario ni en el proletariado! Ha renunciado a luchar por una dirección alternativa, y ha caído en el “seguidismo a las direcciones establecidas”. De hecho esos argumentos son los que usaron algunos bolcheviques ultraizquierdistas (¡los ultraizquierdistas, como los pobres en la Biblia, siempre están con nosotros!) Lenin, simplemente se encogió de hombros, y nuestra reacción es la misma. Hemos comprendido y estamos aplicando el método de Lenin y Trotsky y no nos sentimos terriblemente impresionados por el infantilismo de los ultraizquierdistas que se imaginan grandes genios, cuando ni siquiera comprenden el ABC del marxismo.
“Contra lo que afirma Alan Woods,” continúa Oviedo, “la dirección de la COB (al igual que Quispe y Evo Morales) tuvo una posición extremadamente clara respecto a la cuestión del poder: era partidaria de la “salida constitucional”, es decir del reemplazo de Sánchez de Lozada por Mesa; en otras palabras, abiertamente hostil a la toma del poder por los explotados. Es decir, que tuvo una política que está muy lejos del “papel muy positivo” que le asigna Woods. Claro que para jugar ese papel contrarrevolucionario, la dirección de la COB debía estar a la cabeza de la huelga general…”.
El compañero Luis tiene una visión muy particular del proceso revolucionario en Bolivia ¿Cuáles son los hechos? En los recientes acontecimientos de Bolivia, la COB ha jugado un papel decisivo. Ni siquiera el compañero Oviedo se atreve a negar esto. Más aún, los líderes de la COB, pese a las limitaciones de sus capacidades y de sus perspectivas, se pusieron a la cabeza del movimiento. Que no llevaran al movimiento a la toma del poder y que por lo tanto se perdiera una gran oportunidad, es autoevidente, y eso nos muestra lo que ya sabíamos -que los líderes de la COB no son marxistas revolucionarios, y por lo tanto en el momento de la verdad no supieron qué hacer.
Sí, la dirección del movimiento era completamente inadecuada y una oportunidad brillante se perdió. Sí, debemos trabajar para construir una genuina tendencia revolucionaria en Bolivia. Pero la primera condición para realizar ese trabajo es comprender la realidad, como Lenin comprendió la verdadera correlación de fuerzas en Rusia en abril de 1917. La realidad es que la tendencia revolucionaria en Bolivia es débil debido a las políticas falsas de Lora y del POR. Es necesario comenzar desde un modesto principio y demostrar a los trabajadores de Bolivia, comenzando por la capa activa de la COB, que somos gente seria y no sectarios lunáticos.
Le guste o no al compañero Oviedo (y está claro que no le gusta), la inmensa mayoría de los trabajadores bolivianos apoyan a la COB -y a su actual dirección. El hecho de que los lideres de la COB llamaran a una huelga general indefinida y hablaran de la necesidad de un gobierno de trabajadores y campesinos con un programa socialista habrá acrecentado enormemente su autoridad ante los ojos de los trabajadores de Bolivia. Ignorar este hecho sería infantil en extremo.
Entonces, para acercarse a los trabajadores bolivianos es necesario, no sólo llevar adelante una política correcta sino hacerlo de manera que tenga un eco en los trabajadores y no apartándose de ellos. Por eso decimos a los activistas de la COB: “Lo que ustedes han hecho hasta ahora está muy bien. Pero el trabajo no está terminado. Hay que continuar la lucha hasta el final. Es necesario tomar el poder y derrocar a la oligarquía”
Pero todo esto es irrelevante para nuestro amigo Luis. Él tiene otra interpretación de los acontecimientos de Bolivia ¿Por qué los dirigentes de la COB se pusieron a la cabeza de la huelga general revolucionaria que derrocó a Goñi? Lo hicieron, dice Oviedo, sólo para traicionar mas eficazmente a los trabajadores. La mentalidad sectaria de los dirigentes del PO alcanza aquí toda su gloria. Esta gente es incapaz de entender la forma en que el movimiento de los trabajadores se desarrolla en Argentina, Bolivia o en cualquier otra parte.
¿Todo el poder a la COB?
Nuestros artículos sobre Bolivia, que no contienen ni una partícula de “seguidismo a las direcciones establecidas”, no fueron escritos para complacer a Luis Oviedo, sino que están dirigidos a los trabajadores bolivianos, y especialmente a la capa de activistas organizados en la COB. Al contrario de lo que hace Luis Oviedo, es necesario convencerlos de continuar avanzando en la satisfacción definitiva de sus demandas. El propósito de nuestros artículos (que fueron ampliamente leídos en Bolivia) era explicar dos cosas: 1) la necesidad de derrocar al capitalismo y 2) la necesidad de conformar un partido revolucionario. La principal demanda programática era extender los comités de trabajadores – los embriones de soviets- y a través de ellos tomar el poder. Eso fue lo que escribimos y cualquiera es libre de verificarlo. No sabemos cómo hace el camarada Oviedo para concluir que defendemos “todo el poder para la COB”. Esa es una invención de su parte que no tiene relación con la verdad.
“¡Qué es esto!” protesta Luis. “¡Alan Woods recomienda una perspectiva de poder a los burócratas de la COB! Y peor aún, luego de dejar pasar el momento de la lucha por el poder, la insurrección del 17 de octubre pasado. ¿Quién ha escuchado nunca una posición marxista semejante a esa?”. El caso es que si la COB hubiera tomado el poder, eso hubiera sido una buena cosa desde nuestro punto de vista. La consigna de “Todo el poder a la COB” hubiera sido un millón de años luz preferible a la consigna reformista burguesa de Asamblea Constituyente propuesta insistentemente por el PO. Sin embargo, lamentamos informar al compañero Luis que nosotros nunca propusimos tal consigna (que el poder pasara a manos de la COB) y por lo tanto, como todo el resto de su artículo, es una fantasía producto de su activa imaginación.
Permítasenos citar exactamente los que nosotros escribimos en nuestro artículo: “La revolución tiene enormes reservas en la población, tanto en las ciudades como en el campo. El proletariado boliviano tiene una tremenda tradición revolucionaria, en sus acciones ha demostrado que no ha olvidado esta tradición. Además, los cuadros del movimiento han asimilado algunos de los elementos más importantes del marxismo y el leninismo, que es decir trotskismo, incluidos en las Tesis de Pulacayo. La idea del poder obrero no es extraña para ellos. ¡Hay que construir sobre estas bases! Hay que plantear la cuestión central claramente y sin ambigüedades: para comenzar a solucionar los problemas de la sociedad el poder debe pasar a la clase obrera, a la COB, a las juntas vecinales y a los otros órganos de poder obrero” (énfasis nuestro).
Eso fue lo que nosotros escribimos. La afirmación de que nosotros proponíamos que el poder pasara a manos de la burocracia de la COB es simplemente una burda invención de Luis Oviedo. La cuestión del poder es una cuestión concreta y debe ser planteada de manera concreta. Partimos de las organizaciones de trabajadores y campesinos que existen en la realidad, no de abstracciones. Y las organizaciones que existen actualmente en Bolivia, que han liderado la lucha, y a las que millones de trabajadores y campesinos están observando, son las que mencionamos.
Al PO no le gustan. Quieren algo diferente ¿Qué es lo que quieren? ¿Qué los trabajadores de Bolivia abandonen sus organizaciones y acepten la dirección del PO? Esto podría ser muy bonito, pero desafortunadamente eso no significa que vaya a ocurrir. Por eso lamentablemente estamos obligados a seguir el método de Lenin y Trotsky y proponer las consignas transicionales que se adecuen a la situación real de Bolivia.
Ese fue siempre el método de los grandes marxistas del pasado, comenzando por Marx y Engels. Sólo combinando la firmeza de principios con una gran flexibilidad táctica, Marx y Engels ganaron gradualmente la mayoría dentro de la Asociación Internacional de Trabajadores. En una carta a Engels, Marx explicaba que había que usar una extrema flexibilidad, especialmente cuando combatía los prejuicios de los sindicalistas británicos. En una frase maravillosamente apropiada, Marx dijo que había que ser “suave en las formas pero audaz en el contenido” Esto resume la actitud de los marxistas cuando trabajan en organizaciones obreras reformistas. Qué diferente a los gritos e insultos de los grupos ultraizquierdistas que imaginan que sus argumentos son más convincentes si son expresados a todo volumen.
Lula, Chávez y el movimiento piquetero
Con la clase de insistencia que podemos asociar con la de un chimpancé buscándose pulgas, Luis llega
extraordinariamente lejos para encontrar fallas en nuestro artículo. Con un grito final de triunfo, él llama la atención sobre el hecho que “en su largo análisis de los sucesos bolivianos, Alan Woods no dice una sola palabra acerca del papel jugado por Lula“.
Muy cierto. Ni tampoco mencionamos el rol jugado por George Bush, Tony Blair, Chávez, Nelson Mandela, o el Papa. Esto puede ser lamentable pero, como se suele decir, “cada fruta tiene su estación”. Nos hemos referido a Lula en otras oportunidades y nos volveremos a referir a él en otro momento. Y cuando lo hicimos, criticamos tanto la política reformista de Lula como su capitulación ante la burguesía y el FMI. Y mantenemos esta posición desde hace tiempo como parte de nuestra tendencia general al “seguidismo a las direcciones establecidas” y al “respeto reverencial por las direcciones burocráticas”.
Pero Luis Oviedo realmente toca fondo cuando escribe: “además de tener un respeto reverencial por las direcciones burocráticas: son chavistas en Venezuela, partidarios de Lula en Brasil, están con la CTA (y contra los piqueteros) en Argentina.”
El argumento de que somos “chavistas” es tan falso como el de que somos “partidarios de Lula”. Estamos por la revolución en Venezuela, pero repetidamente señalamos las limitaciones de la política de Chávez. Estamos por la revolución socialista tanto en Brasil como en Venezuela. Cualquiera que se tome el trabajo de leer nuestra página en Internet verá claramente que esto es así. Luis Oviedo nos ha leído, pero aparentemente no ha comprendido una sola palabra de lo que leyó.
El asunto es aún más claro en el tema de los piqueteros. En cada artículo que hemos escrito desde el comienzo de la Revolución Argentina hemos expresado nuestro apoyo sin reservas al movimiento piquetero. Esa es la razón por la que Oviedo no reproduce una sola cita que justifique su absurda acusación, la que como todo el resto ha sido simplemente inventada. Lo que sí es verdad es que hemos criticado las tácticas del PO hacia el movimiento piquetero. Pero no es lo mismo una cosa que la otra, a menos que Luis Oviedo considere al movimiento piquetero como propiedad privada del PO.
Cada grupo sectario desea crear la ilusión de que posee su propio movimiento de masas. Observamos eso en el movimiento piquetero. Aunque el PO ha hecho un buen trabajo en la construcción del movimiento, ha jugado un rol negativo renunciando a la unidad de los piqueteros en una organización común. Objetivamente, los intereses de los piqueteros son de unidad; las divisiones son perjudiciales para sus intereses y son útiles para los intereses de la clase dominante. La única razón por la que continúan divididos es que los diferentes grupos políticos (no sólo el PO) insisten en mantener el control de “sus” piqueteros. Esta conducta es francamente lamentable. Afirmamos eso y lo mantenemos. No entendemos cómo eso puede ser interpretado como estar “contra los piqueteros”. Lo que está realmente en contra de los piqueteros es la clase de táctica que subordina los intereses de clase al prestigio de esta o aquella camarilla.
Por supuesto, el PO no es el culpable exclusivo de esta lamentable situación. Las demás organizaciones actúan de la misma manera, esto es, burocráticamente y no como debe actuar una genuina tendencia revolucionaria. Como resultado, el movimiento piquetero ahora está estancado. Este es, en parte, resultado de cierto reflujo de las masas que no encuentran una salida. Pero también es resultado de las políticas y tácticas equivocadas de los dirigentes, que fueron incapaces de proponer una perspectiva seria y han tenido tácticas y consignas incorrectas. Esas mismas tácticas, consignas y metodologías incorrectas que ahora buscan exportar a otros países de Latinoamérica.
¿Qué es, en realidad, lo que objeta el PO?
Lo que el PO realmente objeta es la crítica que hacemos en nuestro artículo sobre la consigna de la Asamblea Constituyente. Pero Luis Oviedo no hace ninguna mención a eso ¿Por qué? ¿Se podría deber a que existen militantes del PO que están comenzando a preguntarse si esa consigna no será incorrecta, y que no tiene relevancia en la situación argentina de hoy, ni en Bolivia? o ¿podría deberse también a que los militantes del PO están leyendo nuestras publicaciones en nuestra web In defence of Marxism (www.marxist.com) y pueden ver la corrección de nuestras críticas a las consignas falsas y peligrosas del PO? Y ¿podría ser también que los dirigentes del PO, que claramente son incapaces de entablar una discusión política honesta, están intentando levantar un muro entre sus filas y las nuestras con su campaña de mentiras e insultos?
Como el camarada Luis ha olvidado citar lo que escribimos sobre este tema, permítasenos recordárselo reproduciéndolo completamente:
“El viejo poder estatal, socavado, sacudido y magullado, todavía mantiene el control. La revolución sólo puede tener éxito derrocándolo y sustituyéndolo por un nuevo poder, un poder proletario. A la caída de Lozada le seguirá, en un futuro no muy lejano, la caída de Mesa. Ya la burguesía está buscando un candidato alternativo, que tendrá que salir no de la derecha, sino de la izquierda. La clase dominante sólo tiene dos armas para tratar con las masas: la violencia o el engaño. Pero la violencia ha demostrado ser un arma inadecuada para enfrentar un movimiento de tales dimensiones. El uso del ejército, lejos de intimidar a la población, ha tenido el efecto contrario, ha provocado en las masas más determinación y energía.
Por lo tanto, está preparado el escenario para el engaño. Pero para engañar a la población tienen que conseguir que ésta abandone las calles, las minas y las fábricas, que dejen la iniciativa en manos de los políticos profesionales, es necesario ofrecerle algo en lo que creer. Los viejos y desacreditados políticos burgueses no sirven para este propósito. Deben salir nuevas caras, hay que escribir un nuevo guión. Para asegurar que las masas no tengan en sus manos el poder real, se les debe ofrecer algo que parezca el poder, en lugar de la esencia, la sombra.
Consciente de su debilidad, la burguesía intentará basarse en los dirigentes de la clase obrera para volver a recuperar el control de la situación y apaciguar a la clase obrera. Mesa -que no es el más estúpido de los dirigentes burgueses-, ha asistido a reuniones de campesinos junto con los dirigentes de los sindicatos campesinos y de la COB. Este hecho, en sí mismo, es un reconocimiento tácito de la verdadera correlación de fuerzas de clase. Los trabajadores deberían sacar la conclusión y tomar el poder en sus propias manos. Dada la situación actual, existe la posibilidad de transferir pacíficamente el poder, o con una violencia mínima. Pero las vacilaciones sólo sirven para dar tiempo a la reacción para que se reagrupe y reorganice, haciendo inevitable un futuro más sangriento.
En este contexto, la consigna de la “Asamblea Constituyente”, defendida por algunos grupos de la izquierda, está jugando un papel negativo y contrarrevolucionario. La burguesía -personificada en su ala más ‘liberal’ y ‘democrática’- intentará desviar la atención de la población hacia una discusión vacía sobre las delicadezas constitucionales, mientras que las cuestiones reales relacionadas con el empleo, el pan y la tierra se posponen de manera indefinida.
En lugar de concentrarse en la cuestión central del poder, desviarán la atención de los trabajadores y los campesinos a trucos legales y demagógicos. Las energías de la revolución se disiparán infructuosamente ¡No es extraño que los partidos burgueses hayan apoyado entusiastamente esta consigna! Todo esto es una gigantesca estafa. Peor aún, es peligroso. Detrás de la fachada de la “asamblea constituyente” se movilizarán las fuerzas de la reacción. Detrás de bambalinas, los imperialistas estadounidenses continuarán con sus intrigas habituales.
Es necesario educar a las masas a que crean solamente en sí mismas, en su poder y auto-organización. Se debe explicar que bajo el capitalismo el parlamento es sólo una cáscara vacía sin poder real. El único poder que existe es, por un lado, el poder de los banqueros, terratenientes y capitalistas -el viejo poder reaccionario que debe ser derrocado- y por el otro lado, el poder de las masas trabajadoras.
La lucha por el poder en última instancia se decidirá fuera del parlamento. Los antagonismos en la sociedad boliviana son demasiado profundos, las contradicciones demasiado grandes, como para ser solucionadas por la aritmética parlamentaria. Si perdemos la iniciativa, si permitimos que nuestra fuerza vacile, si nos desmovilizamos, entonces las fuerzas de la reacción se reagruparán detrás de la fachada de la ‘democracia parlamentaria’, a la espera del momento adecuado para golpear y aplastar a los trabajadores y campesinos.
Lo peor que se puede hacer durante la revolución es perder tiempo. A lo largo de la historia, muchas revoluciones se han perdido debido a los debates y discursos interminables, a la búsqueda fantasmas y sombras en lugar de buscar la esencia del poder. Marx dejó esto claro en 1948-9 y Lenin repitió con frecuenta esta advertencia en 1917.
No repetiremos aquí los argumentos que ya explicamos con relación a la consigna de la Asamblea Constituyente en Argentina. Basta con decir que esta consigna se ha tomado prestada de la historia de la revolución rusa sin comprender en lo más mínimo su verdadero contenido. La Asamblea Constituyente es no una consigna socialista sino democrático-burguesa que es útil en la lucha contra un régimen autocrático y dictatorial (como el zarismo ruso). Pero Bolivia (como Argentina) tiene un régimen parlamentario burgués del que ya tienen mucha experiencia las masas. Por lo tanto, la consigna no tiene relevancia en la situación actual de Bolivia.
Aquellos que defienden la Asamblea Constituyente en la situación actual de Bolivia han abandonado el punto de vista del proletariado y adoptado el vulgar y pequeño burgués cretinismo parlamentario.
El cretinismo parlamentario es una enfermedad mortal de la revolución, jugar con el parlamentarismo y las constituciones, esto es lo que los seguidores de la asamblea constituyente están invitando a hacer a los trabajadores bolivianos. Esta no es una política seria sino una desviación vergonzosa, un intento frívolo de eludir la cuestión central, ¡que no se lucha por una nueva forma de democracia burguesa, sino que se lucha por el poder obrero!
La primera condición es: absoluta independencia de las organizaciones obreras respecto de la burguesía. Nada de pactos, alianzas, coaliciones o cualquier otro tipo de arreglo con la llamada ‘ala progresista’ de la burguesía boliviana.
En Bolivia ya existen elementos de poder obrero: en los sindicatos, en las juntas vecinales, en los cabildos y otros órganos de lucha. Es necesario extender y desarrollar estos órganos y unirlos. Sólo de esta forma se puede crear una alternativa de poder dispuesta a dirigir la nación.”
Finalmente, para que no haya confusión posible sobre nuestra posición en Bolivia, reproducimos nuestras demandas con las que concluimos el artículo:
“¡Larga vida a la revolución boliviana! ¡Ninguna confianza en la burguesía sus partidos! ¡Por un gobierno de trabajadores y campesinos! ¡Por una Bolivia socialista en los Estados Unidos Socialistas de América Latina! “
Nuestra posición en lo que concierne a las tareas objetivas de la revolución boliviana es bien clara y no deja lugar a dudas ¿Qué se puede decir de la posición invocada por el PO?
Una vez más acerca de la Asamblea Constituyente
Un calamar, cuando huye de su enemigo, libera una gran cantidad de tinta con la esperanza de confundir a su perseguidor y hacerle perder el camino. Pero como no se ha usado más que un poco de tinta para dejarnos fuera de la ruta, entonces retornamos ahora al tema central, a la razón por la cual la consigna de la Asamblea Constituyente, en este contexto específico, es contrarrevolucionaria. Luis Oviedo ha adoptado claramente la célebre frase de Winston Churchill: La mejor defensa es un buen ataque. Los dirigentes del PO se han molestado por nuestro uso de la palabra “contrarrevolucionaria” en relación a la consigna de la Asamblea Constituyente en Bolivia y han tratado, sin mucho éxito, de devolverla usándola contra nosotros.
Nuestra posición en Bolivia no es diferente a nuestra posición en Argentina: estamos por la revolución socialista y por el paso del poder a la clase obrera mediante los comités de huelga, juntas (como las llaman en Bolivia) o soviets. Esos comités existen en forma embrionaria. Es necesario construirlos, unirlos, fortalecerlos y extenderlos, vincularlos a nivel local, regional y nacional, hasta el punto en que se constituyan en un poder alternativo al régimen capitalista. No tenemos dudas sobre eso, lo hemos repetido en numerosas oportunidades.
Nuestra posición es bastante clara, pese a los intentos de Luis Oviedo y de la dirección del PO de falsearla y presentarla a sus militantes de manera distorsionada ¿Pero cuál es la posición del PO? ¿Han llamado ellos a la toma del poder por parte de la clase obrera? En teoría sí, pero en la práctica la cosa no está tan clara. El problema consiste en la consigna que el PO ha inventado y ha tratado de imponer al movimiento argentino y que ahora desea también imponer a los trabajadores bolivianos. Esa es la errónea y peligrosa consigna de la Asamblea Constituyente.
Esa consigna no surge naturalmente del movimiento, sino que se la inyecta artificialmente desde afuera por los grupos, que como el PO, han malinterpretado las lecciones de la Revolución Rusa y la posición del Partido Bolchevique en 1917 y 1918. Ahora, por una cuestión de prestigio, se encuentran incapacitados para abandonar esta desgraciada consigna y están intentando presentarla como una panacea, válida para todos los casos. Esto es un completo desastre para los movimientos revolucionarios, especialmente en América Latina. Repetimos, en las condiciones existentes en Latinoamérica, la consigna de la Asamblea Constituyente es incorrecta, ambigua y, objetivamente, posee un contenido completamente contrarrevolucionario.
La posición del PO en Bolivia es, por los menos, confusa, y el origen de esa confusión es la consigna de la Asamblea Constituyente. Por una parte, el PO ha llamado a un “gobierno de obreros y campesinos para Bolivia”. Y por el otro persiste en mencionar la Asamblea Constituyente, que no tiene nada que ver con los problemas reales del movimiento obrero en Bolivia. Trinchera es el periódico de la Oposición Trotskista, el grupo del PO en Bolivia. En Trinchera (La Paz, octubre de 2003, Fuera Goñi, el gringo asesino) podemos leer: “No podemos quedar en el mero constitucionalismo, y optar por una salida ‘chavista’. Frente a la salida de Goni los trabajadores debemos tener una propia perspectiva, una Asamblea Constituyente libre y soberana. No convocada por ningún parlamento, sino sobre sus escombros. Con la disolución del ejército represor.”
De nuevo, el dirigente del PO Jorge Altamira escribe en Prensa Obrera nro.821 (Ahora es cuando, 16 de octubre del 2003): “Para que haya una constituyente soberana es necesario que las masas derroquen al gobierno y que sus organizaciones tomen el poder”. Vemos aquí cómo se continúa acumulando la confusión: si las masas son lo suficientemente fuertes como para derrocar al gobierno y sus organizaciones son capaces de tomar el poder en sus manos, ¿por qué deberían usar ese poder para convocar una Asamblea Constituyente, que no es más que otro parlamento burgués?
Trinchera sostiene que la Asamblea Constituyente no debe “ser convocada por ningún parlamento, sino sobre sus cenizas”, pero una Asamblea Constituyente es en sí misma un parlamento -un parlamento democrático basado en elecciones libres- ni más ni menos. Bajo ciertas circunstancias, esta consigna democrática burguesa puede ser apropiada y revolucionaria. Pero no en una situación en la que los trabajadores están en condiciones de tomar el poder e iniciar una revolución socialista (la única revolución concebible en Bolivia o en Argentina). En esta situación, la consigna de la Asamblea Constituyente es un paso para atrás, no hacia adelante. Lleva implícito que existe otra etapa, intermedia: una etapa democrática. Es decir, implica una nueva versión de la vieja teoría menchevique-stalinista de las dos etapas que ha llevado a un desastre tras otro.
O tal vez sea un problema de palabras y lo que los camaradas del PO entienden por Asamblea Constituyente es una Asamblea Nacional de consejos obreros (o soviets). Debemos entonces responder que no es aceptable para una tendencia marxista adoptar consignas confusas y ambiguas en ningún momento. Pero en medio de una Revolución es un crimen. Si el compañero Altamira se refiere a un Congreso Nacional de soviets de trabajadores y campesinos pobres, ¿por qué no lo dice claramente? ¿Por qué confunde dos cosas, no sólo diferentes sino antagónicas e incompatibles? El dominio directo de la clase obrera a través de los soviets es infinitamente más democrático que cualquier parlamento.
El parlamentarismo burgués (aun en su forma más democrática) es incompatible con el dominio de los soviets (que es el poder en manos de los trabajadores). La lección de la Revolución Alemana de 1918 es muy clara al respecto.
Permítasenos decir que no fueron Lenin ni Rosa Luxemburgo sino el revisionista Hilferding quien intentó mezclar la Asamblea Constituyente con los soviets, cuando era claro que sólo una de las dos instituciones podía triunfar. Al final, gracias a los socialdemócratas, el parlamentarismo burgués liquidó a los consejos obreros, y por lo tanto a la revolución.
Cuando nosotros escribimos que esa consigna, en el contexto de la revolución boliviana, era contrarrevolucionaria, ¿qué queríamos decir? Sólo eso, que en la situación donde la burguesía teme perderlo todo, y se ve imposibilitada de recurrir a un golpe reaccionario (como fue el caso de Bolivia), puede intentar derrotar la revolución por otros medios. Pueden tratar de encontrar una salida contrarrevolucionaria por medios democráticos. Esa es la razón por la cual es imperdonable para los marxistas en Bolivia adoptar posiciones ambiguas y confusas que empañen la idea de la revolución socialista. Tales ambigüedades pueden destruir la revolución.
La consigna de la Asamblea Constituyente no es socialista sino una demanda democrático burguesa. Sería apropiada para un régimen semifeudal donde la democracia burguesa estuviera ausente, como el zarismo ruso o la China de los años 30. Y fue adecuado en Argentina en el periodo de lucha contra la dictadura militar. Pero en un país donde existen las instituciones de la democracia burguesa, y donde han existido desde hace años, no tiene sentido. Crea la ilusión de que las masas puedan encontrar la solución a sus problemas bajo el capitalismo, que existe otra etapa, una etapa democrática, antes de la toma del poder por parte de la clase obrera, que no hace falta cambiar el sistema sino la legalidad, el régimen parlamentario.
En efecto, el PO le dice al pueblo de Argentina y de Bolivia que este sistema parlamentario es corrupto, entonces podemos tener otro, un sistema parlamentario diferente. Así todo se resolverá. Pero no es así. Es verdad que el régimen parlamentario en Argentina y Bolivia es corrupto y no representa los intereses del pueblo, como es corrupto también en EEUU y en Gran Bretaña. Pero no sirve de nada hablar de otro tipo de democracia burguesa que pueda ser diferente a ésta. Esta es una aproximación a la democracia desde la concepción idealista, no desde el marxismo. En tanto la burguesía sea propietaria y controle los medios de producción, el parlamentarismo, aun en el régimen capitalista más democrático, siempre será deformado, corrupto y estará bajo el control de los grandes bancos y monopolios. Eso es lo que nosotros debemos explicar a los trabajadores, comenzando por sus elementos mas avanzados.
¿Significa esto que los marxistas son indiferentes a las demandas democráticas? ¡De ningún modo! Siempre lucharemos por las reivindicaciones democráticas más avanzadas en la medida que tengan el más mínimo contenido progresista y revolucionario. La lucha por la democracia -esto es por la democracia burguesa, es progresiva en tanto esté dirigida contra regímenes autocráticos o dictatoriales. Está en el interés de la clase obrera desarrollar y extender la democracia para establecer el más amplio campo de acción para la lucha de clases. Esa es la razón por la cual llamamos a una Asamblea Constituyente revolucionaria en España en 1976 como una alternativa a la dictadura franquista y a la reaccionaria monarquía del rey Juan Carlos.
En los países capitalistas democráticos como Gran Bretaña ciertas demandas democráticas conservan su validez, como la abolición de la monarquía y de la Cámara de los Lores, y la lucha contra la reaccionaria legislación antisindical que plantea severas restricciones al derecho de huelga. Los marxistas británicos han comprendido la necesidad de hacer uso de los caminos democráticos que se nos abren, incluido el parlamento, en el grado en que sea posible. Pero nosotros nunca hemos puesto ninguna ilusión en el parlamento ya que, en último análisis, la clase dominante nunca cederá el poder sin luchar y que la cuestión del poder se decidirá fuera del parlamento.
Pero Bolivia no es Gran Bretaña. Las contradicciones en Bolivia llegaron al punto en que la cuestión del poder se plantea en negro sobre blanco. Los trabajadores y campesinos pobres han demostrado su determinación de cambiar la sociedad. La revolución rápidamente adquirió una envergadura y una energía que recordaba al heroico movimiento de los trabajadores españoles en el período de 1930-37. No hay ninguna duda de que tuvieron el poder en sus manos, pero no fueron conscientes de ello. Y así una oportunidad de lo más favorable se perdió.
¿Cuál fue la razón de este revés? No había ninguna razón objetiva para que los trabajadores de Bolivia no pudieran tomar el poder. Permítasenos agregar algo más: no había razón objetiva para que la misma COB no hubiera tomado el poder en sus manos – además del hecho de que tal desarrollo por alguna razón no habría sido del agrado del PO. La razón no fue objetiva , sino subjetiva – por la ausencia de un partido y de una dirección revolucionaria. Este hecho fue incluso reconocido por uno de los dirigentes de la COB.
La tarea central es unir los mejores elementos de la COB y de la juventud en un partido o tendencia revolucionaria con ideas claras -una tendencia que ponga la cuestión del poder obrero firmemente en el centro de la escena, que convenza a los trabajadores de que ellos tienen la fuerza suficiente para conquistar el poder y de que no deben renunciar a este objetivo. La vanguardia proletaria debe ser firme y resuelta y no permitir verse desviada del objetivo principal por los “inteligentes” argumentos de los elementos pequeño burgueses que tratarán de desviar su atención de la cuestión del poder con toda suerte de complicados esquemas y trucos legales.
La clase dominante boliviana primero intentó derrotar a la revolución por la fuerza, pero eso tuvo el efecto de enfurecer a los trabajadores y acrecentar su combatividad. Sintiendo que el poder se le escapaba de las manos, la clase dominante decidió cambiar de táctica. No podía usar la violencia y por lo tanto decidió pasar al engaño. Este mismo proceso lo hemos visto en todas las revoluciones de la historia. ¡Ay del partido revolucionario que se deje seducir por tales trucos y engaños en el momento decisivo!
En 1848 Marx y Engels pusieron en ridículo a esos “demócratas revolucionarios” que perdían el tiempo debatiendo constituciones y leyes mientras que la revolución era descarrilada y destruida. Es suficiente leer lo que escribió Marx sobre la Asamblea de Frankfurt para probar esto.
La consigna de la Asamblea Constituyente jugó un papel progresista en Rusia en el periodo anterior a noviembre de 1917, junto a otras demandas transicionales como “Paz, pan y tierra”, “Derecho a la autodeterminación de las naciones” y, sobre todo, “Todo el poder a los soviets”. Pero al tomar esta consigna como un absoluto, apropiada para todos los países en cualquier situación, la dirección del PO la convierte en su opuesto, y de hecho en un completo sinsentido. La consigna de la Asamblea Constituyente no existe fuera de determinado momento y lugar. Por ejemplo, en Rusia después de noviembre de 1917 se volvió contraproducente y contrarrevolucionaria, y los bolcheviques debieron disolverla por la fuerza. Ahora, décadas más tarde, el PO ha rescatado esa consigna del tacho de basura de la historia, la desempolva, y la enarbola orgullosamente como un niño con zapatos nuevos. No contento con invocarla en Argentina (¡y hacerla su consigna principal!) la repite como un remedio para todos los males en toda Latinoamérica, y aún más allá.
Es bastante sorprendente que los dirigentes del PO se metan solos en un enredo, cuando es perfectamente claro que la consigna de la Asamblea Constituyente es una consigna democrático burguesa que es absolutamente inapropiada para un país donde ya existe un régimen parlamentario burgués. Han tomado esa consigna por los pelos, y tratan de imponerla en una situación donde no tiene el menor significado ni relevancia. Es solo una distracción de las verdaderas tareas de la revolución. En ese sentido juega un papel negativo y un rol contrarrevolucionario.
La contrarrevolución puede triunfar de más de una manera. No es siempre necesariamente mediante la implantación de una dictadura militar. La historia conoce algunos ejemplos donde la contrarrevolución ha tomado formas democráticas. Esto es lo que la burguesía y el imperialismo están haciendo en Bolivia. En esas especulaciones la idea de una Asamblea Constituyente actúa como un juego que divierte a los reaccionarios y distrae la atención de las masas de las verdaderas tareas de la revolución. Es un vehículo perfecto para una salida contrarrevolucionaria de apariencia democrática, como ocurrió con la República de Weimar en Alemania después de la Revolución de 1918.
Llegados a este punto preguntamos directamente al PO: si la consigna de la Asamblea Constituyente es tan revolucionaria, ¿por qué fue adoptada por los políticos burgueses en Bolivia? Estos son los hechos. Más aún, fue aceptada por los representantes del FMI en el país ¿Por qué? La respuesta es clara: porque es inofensiva y no atenta contra el orden establecido ni contra el imperialismo. La burguesía, enfrentada con el movimiento revolucionario de los trabajadores y los campesinos pobres, intentó utilizar la violencia y fracasó. Las masas barrieron a un lado las fuerzas del estado y se encaminaron a la toma del poder. Pero la burguesía, al aceptar esta consigna, puede ganar tiempo, haciendo que el movimiento de las masas se detenga y entibie, mientras pierde su enorme energía en las discusiones legales y constitucionales que Marx criticaba duramente en 1848. Esa es la evidente realidad que el PO no ha entendido.
Conclusiones
Es muy fácil calumniar y falsificar ideas en unas pocas líneas, pero no es tan fácil dar respuestas serias a preguntas serias. Estamos respondiendo a las acusaciones de Luis Oviedo algo extensamente porque queremos fijar una posición correcta ante los miembros del PO y de toda la izquierda de América Latina. Un método y una política equivocados tarde o temprano te van a pasar factura. Todo el progreso del PO puede rápidamente reducirse a la nada si la dirección partidaria no esta dispuesta a aceptar que esta cometiendo errores. Un comportamiento de este tipo es una receta acabada para crisis internas y divisiones en el futuro.
El motivo que prevalece en el artículo de Oviedo no es el ánimo de clarificación política sino sólo consideraciones de prestigio y el deseo de mantener a cualquier costo la impresión de la infalibilidad de su dirigencia. Esto es muy nocivo y puede terminar por deshacer todo el buen trabajo que la militancia del PO ha realizado en los últimos años a menos que sea corregido. Los dirigentes del PO dan la impresión de ser orgánicamente incapaces de admitir sus errores. En lugar de eso, tratan de cubrirlos atacando a otros. Esto no sería tan malo si usaran un método honesto en sus polémicas, pero desafortunadamente no es así.
El método usado por Luis Oviedo criticando nuestro articulo es ajeno a los métodos honestos y democráticos del marxismo y del bolchevismo. Consiste en agrupar una serie de citas aisladas, puestas fuera de contexto, y arbitrariamente elegidas para engañar y falsificar. Con tales métodos es imposible educar a los militantes del PO. Por el contrario pueden ser sistemáticamente mal educados en un sentido sectario. Errores teóricos inevitablemente se reflejarán en la practica. Podemos ver esto en la Argentina. La izquierda en Argentina (y no sólo el PO) fue sonoramente derrotada en las elecciones porque fracasaron en unificar una campaña común. La clase obrera no tenía un candidato común de toda la izquierda a quien votar. Sacaron entonces como conclusión que la izquierda no era seria, y actuaron de acuerdo a eso. Se decían así mismos: esta gente habla de la necesidad de la revolución socialista, pero ni siquiera son capaces de acordar un candidato o un programa común para luchar contra los partidos burgueses en las elecciones. Y esta crítica está bastante justificada.
La actitud de los marxistas hacia el parlamento depende de las circunstancias objetivas. En un periodo donde las masas están pendientes de las elecciones, es necesario participar en la lucha electoral como un campo más de la lucha de clases. El boicot a las elecciones en esa situación, es decir boicotearnos a nosotros mismos, es infantilismo ultraizquierdista. Las vacilaciones del PO sobre la cuestión de participar en las elecciones presidenciales de Argentina fue una de las razones, agregadas a los errores tácticos y a las perspectivas equivocadas sobre el movimiento revolucionario, por la que fracasó en las elecciones. Una política equivocada será inevitablemente castigada.
La incapacidad para dirimir diferencias y responder críticas en forma democrática y compañera puede dañar al partido y detener su desarrollo más allá de cierto límite. Toda diferencia interna y discrepancia será ocultada y silenciada. Esto significa que toda la buena labor realizada por los miembros del partido será deshecha tarde o temprano. Un partido revolucionario serio debe estar preparado siempre para admitir honestamente sus errores y rectificarlos. Un partido que nunca esta dispuesto a hacerlo ira de fracaso en fracaso. ¡Y esto no es un pequeño detalle!
La tarea de construir un partido revolucionario de masas serio en Argentina está en sus etapas iniciales. La mayoría de los trabajadores argentinos, al menos todos los que se encuentran organizados, están bajo la dirección de los elementos reformistas o peronistas de la CTA o la CGT. Al exagerar su propia fuerza, el PO pierde de vista la enormidad de las tareas que restan por realizar. En ese camino mal educan a sus miembros y se termina aplicando una política falsa. La derrota electoral ha causado ya desmoralización y confusión a muchos de los activistas de la izquierda. Un debate abierto y democrático es necesario para corregir los errores y prevenir que se repitan. Los dirigentes no deben temer los debates, sino promoverlos. Un dirigente que teme debatir es un líder en bancarrota que nunca construirá un partido revolucionario de masas ni en mil años.
La Internacional es el partido mundial de la clase obrera. Para los marxistas el partido es primero y principalmente un programa, métodos, ideas y tradiciones. El partido (más aún la Internacional) debe ser construido sobre sólidos cimientos. Es mejor que esté basado en la clara e inequívoca aceptación de las ideas, los métodos y las tradiciones de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. De otra forma se construirá sobre arena. Algunos, como el PO, que imaginan que han encontrado un atajo exitoso ignorando los principios, las ideas y la teoría, se pueden encontrar pronto en la confusión. Negándose a aceptar los errores o a escuchar las críticas solo acelerarán la inevitable crisis. Mientras más crezca la organización, más grande será la crisis cuando llegue.
A pesar de sus primeros éxitos, el PO está experimentando claramente algunas dificultades. Sus perspectivas para la revolución en la Argentina fueron equivocadas. Recibieron un severo revés en la elecciones como consecuencia de las vacilaciones políticas y de sus tácticas sectarias que dividieron los votos de izquierda. Todo eso ha creado un creciente descontento y criticas en el interior del PO. No es difícil de observar que una parte de la organización esta comenzando a sentir la inadecuación y los errores de la dirigencia partidaria en una serie de cuestiones, incluidos sus errores en la consigna de la Asamblea Constituyente, y están leyendo materiales de nuestra tendencia tanto en In Defence of Marxism (www.marxist.com) como en El Militante (http://argentina.militante.org) . Eso explica los desesperados esfuerzos del compañero Oviedo por atacar a nuestra tendencia.
Como nuestra tendencia comienza a ser bien conocida, todo los intentos de desacreditarnos y falsificar nuestras ideas se volverán contra sus autores. Los cuadros genuinos del marxismo en América Latina hallarán su camino hacia los verdaderos herederos del legado de León Trotsky y la Cuarta Internacional.
Invitamos a todos los miembros del PO, y a todos los que deseen luchar por las ideas de Lenin y Trotski a establecer un diálogo amistoso con nosotros. ¡No dependan de las falsas interpretaciones de sus dirigentes! Si deseas conocer la verdad sobre nosotros comunicate con nosotros y juzgá por vos mismo.
17 de diciembre de 2003