Líbano: un paso más hacia la guerra en Oriente Próximo

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El lunes 23 de septiembre, primer día de la campaña de bombardeos de Israel, los ataques aéreos alcanzaron más de 1.600 objetivos en el interior de Líbano, matando alrededor de 500 personas e hiriendo a más de 1.600, mientras que decenas de miles más huyeron de las zonas del sur del país. La guerra no declarada de Israel contra Hezbolá ha comenzado.

Estamos presenciando  un bombardeo prolongado y masivo del sur de Líbano como preparación para una posterior invasión terrestre. En respuesta, Hezbolá ha lanzado cientos de cohetes, algunos de largo alcance, hacia Haifa, Galilea, Safad, el Mar de Galilea y los Altos del Golán. Mientras tanto, el ejército israelí sigue concentrando tropas y vehículos blindados en la frontera con Líbano.

Se trata de una guerra de agresión totalmente reaccionaria pone de manifiesto la farsa  del «derecho internacional», la «inviolabilidad de las fronteras nacionales» y la «soberanía nacional». Como la está llevando a cabo el principal aliado de Washington en la región, no se oye ningún clamor sobre estos «principios», no hay ningún coro de condena a Israel, ninguna sanción, etc. Todo lo contrario. El imperialismo estadounidense ha reafirmado su apoyo incondicional a Israel, con Blinken afirmando que el país tiene un «problema legítimo» en Líbano. Tal es el doble rasero del «orden mundial basado en normas».

Los mandos israelíes han subrayado que, por ahora, la atención se centra en los bombardeos aéreos y que no hay planes inmediatos para una ofensiva terrestre. Sobre cuál debe ser el siguiente paso, hay divisiones en la cúpula. Algunos jefes del ejército creen que una campaña de bombardeos masivos podría obligar a Hezbolá a retroceder. Mientras tanto, algunos miembros del gobierno de Netanyahu piensan que, antes de extender la guerra al Líbano, debería llegarse a algún tipo de acuerdo con Hamás para poner fin a la guerra en Gaza. Los componentes de extrema derecha de su gobierno, sin embargo, han amenazado con retirar su apoyo si se llega a un acuerdo de este tipo.

Se trata de diferencias tácticas que pueden determinar el ritmo de la embestida contra Líbano, pero no la dirección que tome.

El objetivo del bombardeo actual es destruir la mayor parte posible de la potencia de fuego de Hezbolá. Durante años, las agencias de inteligencia israelíes han estado vigilando la acumulación de bases y armas de Hezbolá, y las Fuerzas de Defensa Israelí intentan ahora destruir la mayor parte posible. Otro objetivo es obligar a la población civil libanesa a huir de las zonas meridionales del país, en las que más tarde entraría el ejército israelí con el fin de establecer una «zona de amortiguamiento» que mantenga a las fuerzas de Hezbolá alejadas de la frontera israelí.

Lograr tal objetivo, sin embargo, no resultará ser la operación rápida, limpia y quirúrgica que Netanyahu quiere hacernos creer que será. A pesar de los recientes reveses sufridos por Hezbolá, cuando las fuerzas israelíes entren en el sur del Líbano se enfrentarán a una formidable fuerza de combate. Podría acabar siendo un conflicto largo y prolongado, que es precisamente lo que quiere Netanyahu: mantener a Israel en estado de guerra, crear la sensación de que se está planteando una amenaza existencial a los judíos israelíes y mantener así su propio gobierno en el poder.

Las últimas encuestas muestran que, de momento, esto está funcionando, ya que la retórica bélica se ha intensificado. Tras el asesinato de los seis rehenes a principios de mes, Netanyahu descendió en las encuestas al enfrentarse a protestas masivas en las calles, con cientos de miles de personas tachándole de asesino. Incluso se enfrentó a una breve huelga general.

Esto fue provocado por la negativa de Netanyahu a retirar las Fuerzas de Defensa de Israel del corredor Philadelphi, a lo largo de la frontera entre Gaza y Egipto. Al negarse a retroceder sobre este punto, Netanyahu pretendía hacer imposible que Hamás aceptara un alto el fuego en esas condiciones, lo que a su vez fue visto como una flagrante falta de preocupación por los rehenes. Si se hubieran celebrado elecciones en ese momento, Netanyahu habría perdido su mayoría de gobierno. Por su propia supervivencia política, necesita mantener el país en estado de guerra, y eso es lo que le empuja hacia una invasión del sur de Líbano.

Hezbolá es un enemigo formidable

Desde el punto de vista del número de soldados y armamento, las Fuerzas de Defensa Israelíes son mucho más fuertes que las unidades de combate de Hezbolá. Las Fuerzas de Defensa Israelí son uno de los ejércitos mejor equipados del mundo. Cuentan con 170.000 militares en activo (a los que hay que sumar otros 400.000 reservistas, gran parte de los cuales han sido llamados a filas), 340 aviones de combate, incluidos los F35 proporcionados por Estados Unidos, 400 tanques, cerca de 800 vehículos blindados, más de 50 buques de guerra de diferentes dimensiones, así como cinco submarinos de ataque.

Su superioridad aérea se manifiesta actualmente sobre el sur de Líbano y otras zonas del país. Israel dispone del armamento necesario para devastar completamente el Líbano. De eso no hay duda.

Sin embargo, Hezbolá ha crecido en fuerza desde la última vez que estuvo en guerra con Israel en 2006. Las estimaciones sobre sus efectivos varían, pero la mayoría coincide en que la cifra ronda los 45.000 combatientes, la mitad de ellos en servicio activo y el resto reservistas. Hezbolá también ha aumentado enormemente su potencia de fuego en los últimos años. Dispone de una variedad de misiles, cohetes y morteros, que suman unos 150.000 -posiblemente 200.000 según algunos observadores- con un alcance estimado de 40 a 700 kilómetros. Dispone de misiles guiados de precisión, como el Fateh 110 de fabricación iraní, con un alcance de 300 km. Israel tiene unos 400 km de largo y unos 100 km de ancho. Así pues, en teoría, Hezbolá podría atacar la mayoría de las zonas de Israel y causar mucho más daño que cualquier cosa de la que fuera capaz Hamás.

Un punto débil importante de Hezbolá es que dispone de un número limitado de misiles antiaéreos y no tiene aviones tripulados propios. Esto significa que, en la actual campaña de bombardeos aéreos, Israel tiene una clara superioridad. Sin embargo, las cosas pueden cambiar muy rápidamente si el conflicto actual se convierte en un enfrentamiento terrestre de unidades israelíes y de Hezbolá.

Hezbolá cuenta con un gran arsenal de drones y miles de misiles antitanque, incluidos sistemas actualizados capaces de penetrar en los tanques de las Fuerzas de Defensa Israelí. También parece que puede tener tanques escondidos en Siria. También dispone de una amplia red de túneles y búnkeres en el sur del Líbano.

En un artículo del Times of Israel , Hezbolá ha construido una vasta red de túneles mucho más sofisticada que la de Hamás, publicado en enero, se nos informa de que el «sistema de túneles en el sur del Líbano se extiende cientos de kilómetros, hasta la frontera e incluso hasta Israel; los lanzadores pueden disparar misiles guiados de precisión desde allí, y luego desaparecer…».

Esto significa que sin duda hay muchos puntos de lanzamiento que la inteligencia israelí puede desconocer, y que serían más difíciles de destruir desde el aire.

Los combatientes de Hezbolá también están curtidos en batalla con una larga experiencia de guerra en Siria, trabajando con fuerzas rusas e iraníes, lo que ha aumentado significativamente su profesionalidad militar. Por tanto, están bien entrenados y organizados, pero también muy motivados, defendiendo su territorio, que conocen bien.

Como podemos ver, cualquier unidad de las Fuerzas de Defensa Israelí que llegara se enfrentaría a una fuerza formidable. Sería muy diferente de lo que tuvieron que afrontar en Gaza, donde se enfrentaron con el armamento mucho menos sofisticado de Hamás. A largo plazo, las Fuerzas de Defensa Israelí podrían destruir gran parte del armamento de Hezbolá y matar a muchos de sus combatientes. Sin embargo, las Fuerzas de Defensa Israelí e Israel también pagarían un alto precio, perdiendo muchos soldados y sufriendo muchos daños en el frente interno. Ciudades y pueblos de Israel podrían enfrentarse por primera vez al peligro de ser alcanzados por misiles de Hezbolá.

Netanyahu busca una guerra regional

Netanyahu y su gabinete de derechas han estado trabajando sistemáticamente para convertir la guerra de Gaza en una guerra regional, con el objetivo de involucrar a Irán. En su pensamiento, ve esto como la manera de forzar a Estados Unidos a implicarse más directamente, cambiando así masivamente el equilibrio militar de fuerzas.

La Administración estadounidense, a pesar de su apoyo a Israel, no quiere implicarse directamente en la guerra. Entienden que una escalada más amplia tendría un impacto enormemente desestabilizador en toda la región.

Sin embargo, Estados Unidos se ve obligado a apoyar a Israel. Es su principal aliado en la región. Lo que ocurrió el miércoles en las Naciones Unidas es indicativo de ello. Las delegaciones francesa y británica estaban presionando para lograr un alto el fuego en el frente libanés, pero Estados Unidos lo frustró diciendo que Israel tiene un problema de seguridad «legítimo» y que, por tanto, se requiere un acuerdo diplomático «más complejo».

Antony Blinken, Secretario de Estado estadounidense, en su habitual cinismo, echó la culpa del conflicto a Hezbolá porque lleva lanzando cohetes contra Israel desde el comienzo de la guerra en Gaza y por lo tanto eso da a Israel «derecho a defenderse». Estos caballeros nunca mencionan los derechos legítimos de los palestinos.

Posteriormente, Estados Unidos y Francia intentaron por separado que Netanyahu aceptara un alto el fuego de 21 días en el frente libanés para permitir algún tipo de solución diplomática al conflicto de Gaza. Netanyahu parece haber sentido cierta presión del imperialismo estadounidense y accedió verbalmente a considerar el acuerdo, pero en cuanto esto provocó un alboroto en Israel, en particular entre sus colegas de extrema derecha del gabinete, dio marcha atrás inmediatamente y dijo que nunca había accedido a ningún acuerdo de ese tipo. Su principal preocupación es mantener unido a su gobierno y permanecer en el cargo de Primer Ministro.

Netanyahu puede hacer todo esto porque es plenamente consciente de que Estados Unidos no dejará de apoyar a Israel, sea cual sea su política preferida. Esto es un indicio de la debilitada posición de Estados Unidos a escala mundial. Ya no es el amo absoluto de la casa.

Por eso Netanyahu sigue su propio plan de acción, que ha consistido en provocar a Irán para que entre en liza. En abril, ordenó bombardear la embajada iraní en Siria, matando a siete funcionarios iraníes, entre ellos dos comandantes militares de élite. El régimen iraní respondió en dos semanas, aunque de tal forma que Israel no sufriera daños significativos. La verdad es que Irán no quiere una escalada que pudiera provocar la implicación directa de Estados Unidos. El problema al que se enfrenta el régimen iraní es que eso es exactamente lo que quiere Netanyahu.

Israel ha aumentado las tensiones llevando a cabo una serie de provocaciones. El ataque a los localizadores y radios portátiles, claramente planeado con meses de antelación, fue una de esas provocaciones. Pero también vimos los recientes ataques aéreos en Siria en los que murieron 14 personas y 43 resultaron heridas, al ser atacadas carreteras, instalaciones militares y un centro de investigación en Masyaf. Anteriormente tuvimos el bombardeo de la embajada iraní en Siria en abril, y a finales de julio el asesinato del dirigente de Hamás, Haniyeh, mientras era huésped del gobierno iraní en Teherán. Netanyahu está ahora provocando abiertamente a Hezbolá para que responda con ataques de represalia contra Israel, que a su vez están siendo utilizados por Israel para justificar el bombardeo generalizado del sur de Líbano y partes de Beirut.

Resulta irónico que, en el conflicto entre Israel e Irán, siempre se pida a Irán que «muestre moderación». Pero es precisamente Irán quien está mostrando una gran moderación. Según un reciente artículo de Bloomberg, el presidente iraní Masoud Pezeshkian dijo:

«’Estamos dispuestos a dejar de lado todas nuestras armas siempre y cuando Israel esté dispuesto a hacer lo mismo’, dijo Pezeshkian a los periodistas… ‘No buscamos desestabilizar la región’. …

«’Si estalla una guerra en la región, no serviría a los intereses de nadie’, dijo. No queremos combatir. Es Israel quien quiere arrastrar a todos a la guerra y desestabilizar la región’».

A Pezeshkan, de hecho, le gustaría normalizar las relaciones con Occidente -incluso con Israel- como forma de conseguir el levantamiento de las sanciones contra Irán. Pero no puede eludir el hecho de que Netanyahu y su gobierno sionista ven a Irán como una amenaza existencial. Después de todo, Irán está a punto de convertirse en una potencia nuclear. Hasta ahora, la única potencia nuclear de la región ha sido Israel.

La influencia de Irán se extiende por toda la región, desde Yemen, Irak, Siria y hasta Líbano, donde tiene a su aliado más capaz en la forma de Hezbolá. Por eso, desde hace tiempo, una de las principales prioridades del gobierno israelí es eliminar la amenaza de Hezbolá. La única forma de conseguirlo es mediante una guerra total en el sur del Líbano.

Intensificación del conflicto en la frontera norte

Los actuales preparativos de Israel para la guerra en el Líbano no deberían sorprender a nadie. El ruido de sables viene produciéndose desde hace tiempo. Ya en junio, el ejército israelí anunció que oficiales superiores habían aprobado «planes operativos para una ofensiva en Líbano». Y periódicamente han ido apareciendo más confirmaciones de tales planes.

En la prensa occidental se expresa a veces la idea de que puede haber políticos sionistas más «moderados» que descarten una nueva escalada. Tenemos a Benny Gantz, que se supone que es el «adulto en la habitación», es decir, el tipo con el que se puede contar para la moderación. Gantz está actualmente en la oposición al gobierno de Netanyahu. Su posición, sin embargo, no es la de poner fin a la guerra. Al contrario, opina que Israel ya debería haber desplazado antes su foco de Gaza a Líbano e Irán, y que «ya vamos tarde en esto…»

Recordemos que Gantz, dirigente del Partido Resiliencia por Israel, es partidario de reforzar los asentamientos en Cisjordania. Estas personas pueden tener diferencias sobre cuestiones tácticas, sobre si negociar o no un alto el fuego temporal en Gaza, pero todos son fundamentalmente sionistas, y todos coinciden en el proyecto a largo plazo de construir un Gran Israel a expensas del pueblo palestino.

En el último año, Israel y Hezbolá en Líbano no han declarado oficialmente el estado de guerra. Y sin embargo, desde el ataque de Hamás del año pasado y antes del actual bombardeo aéreo masivo, 433 combatientes de Hezbolá ya habían muerto en escaramuzas, y otros 78 combatientes de otros grupos también murieron, así como unos 150 civiles.

En el lado israelí, el recuento de muertos fue de 20 soldados de las Fuerzas de Defensa Israelí y 26 civiles. Eso hace un total de 700 muertos antes incluso de que haya comenzado la guerra total. A todo esto hay que añadir ahora los muertos (la última cifra es de 37) y los heridos (más de 3.000) en los ataques a los localizadores y walkie-talkie que afectaron principalmente a oficiales y comandantes de Hezbolá, y los más de 500 muertos del lunes. Esto eleva el total de muertos en el conflicto con Hezbolá a más de mil en el último año.

El ataque a los localizadores fue claramente una intensificación masiva de un conflicto latente, y formaba parte de los preparativos para una ofensiva en la frontera libanesa.

El 17 de septiembre, el mismo día del ataque de los localizadores, el gabinete israelí había votado a favor de ampliar los objetivos de la guerra actual para asegurar la frontera con Líbano con el objetivo de «devolver a los residentes del norte a sus hogares de forma segura» y la oficina de Netanyahu añadió que «Israel seguirá actuando para implementar este objetivo». Al igual que utilizó a los rehenes para justificar la destrucción total de Gaza, ahora utiliza cínicamente a los evacuados israelíes del norte de Israel para justificar una nueva carnicería en Líbano.

El ejército y los servicios secretos israelíes habían reunido información de inteligencia, y los expertos militares habían estado diciendo que se estaba preparando un bombardeo aéreo sorpresa, cuyo objetivo sería eliminar la capacidad de Hezbolá de lanzar misiles desde el sur de Líbano. A esto seguiría una invasión terrestre para hacer retroceder a las fuerzas de Hezbolá a cierta distancia de la frontera. La escalada de la guerra en el Líbano está ahora a la vista de todos. Y el riesgo de implicar a Irán -junto con Yemen, Siria e Irak como mínimo- también está creciendo.

La guerra contra Gaza no ha logrado sus objetivos

Como hemos visto, una guerra total entre las Fuerzas de Defensa Israelí y Hezbolá se va a prolongar, provocando un enorme número de bajas y una destrucción masiva. El MK [parlamentario] del Likud, Nissim Vaturi, nos dio una idea de lo que las Fuerzas de Defensa Israelí están planeando hacer cuando dijo que una vez que estallara la guerra, el suburbio Dahiyeh de Beirut «parecería Gaza». ¿Qué significa «parecerse a Gaza»? Significa decenas de miles de muertos y destrucción masiva de infraestructuras básicas.

Está claro que en Gaza la clase dominante israelí persigue su objetivo histórico de expulsar completamente a los palestinos de las zonas que Israel reclama para sí. El problema es que ese plan no se consigue fácilmente. Hay todo un pueblo que se resiste a ese objetivo, que está dispuesto a luchar y morir para conservar lo que queda de su patria histórica. Eso explica por qué la guerra de Netanyahu contra Gaza no está logrando los objetivos declarados de garantizar la seguridad de Israel.

El ejército israelí puede destruir infraestructuras en Gaza, puede matar a muchos combatientes de Hamás, pero está preparando las condiciones para que una nueva generación se una a la lucha. Con su bárbara embestida contra Gaza, con sus crecientes incursiones en Cisjordania, con la continua colonización de tierras palestinas, Israel está empujando a capas más amplias de jóvenes palestinos a alistarse voluntarios para luchar. De hecho, todo indica que a medida que el ejército israelí se retira de las zonas de Gaza previamente tomadas, es Hamás quien asume la dirección.

Lo mismo ocurrirá en Líbano. Pueden bombardear, pueden matar y pueden destruir infraestructuras. Pero lo único que conseguirán es aumentar el resentimiento en todo el Líbano. Los que actualmente están siendo bombardeados en el Líbano se convertirán en nuevos reclutas potenciales para las fuerzas combatientes opuestas a Israel en el futuro.

Ya en junio, el contralmirante Daniel Hagari, jefe de la Unidad del Portavoz de las FDI, declaró abiertamente en una entrevista con el Canal 13 de la televisión israelí que «esto de destruir a Hamás, de hacer desaparecer a Hamás, no es más que echar arena a los ojos de la opinión pública. Hamás es una idea, Hamás es un partido. Está arraigado en los corazones de la gente: quien piense que podemos eliminar a Hamás se equivoca». Explicó que había que encontrar una solución política. Como figura militar destacada de Israel, Hagari sabe de lo que habla en este caso.

El problema es que Netanyahu no piensa como los militares, y tiene poderosas razones propias para impulsar la escalada de la guerra. A finales de agosto, el ejército israelí y Hezbolá protagonizaron el mayor intercambio de disparos desde octubre del año pasado. Como lo describió The Washington Post, fue «una escalada dramática pero contenida que no llegó a ser una guerra total». La situación ha cambiado desde entonces.

Las consecuencias de la escalada

Si el ataque a Líbano se convierte en una guerra larga y prolongada, tendría graves consecuencias tanto dentro de Israel como en el conjunto de la región. La sociedad israelí está sometida a una enorme tensión. Basten algunas cifras para ponerlo de manifiesto.

La economía israelí está experimentando una fuerte desaceleración. Tras una fuerte contracción del 4,1% del PIB en las semanas posteriores al 7 de octubre, siguió cayendo en los dos primeros trimestres de 2024, con una previsión de crecimiento global para el año de apenas el 1,5%. El Banco de Israel predice que el coste global de la guerra alcanzará los 67.000 millones de dólares en 2025, lo que podría obligar al gobierno a recortar el gasto en bienestar, educación y otros servicios, al tiempo que su déficit presupuestario global sigue creciendo.

El sector de la construcción está en crisis debido a la escasez de mano de obra: faltan 140.000 trabajadores palestinos de Cisjordania. Y la agricultura también ha sufrido un duro golpe. Hasta 60.000 empresas podrían tener que cerrar antes de fin de año debido a que gran parte de su mano de obra ha sido llamada a filas.

Esto explica las enormes tensiones que sufre la sociedad israelí en su conjunto. Hasta la mitad de las empresas tecnológicas israelíes han reducido su plantilla entre un 5% y un 10%. El 22% de las cosechas de frutas y verduras de Israel han sufrido daños. Decenas de miles de empresas han cerrado. El turismo prácticamente se ha hundido. La población vive con la amenaza de una escalada de la guerra, que podría hacer que sus barrios fueran alcanzados por misiles. Todo esto explica que la cantidad de drogas adictivas y el consumo de somníferos hayan aumentado masivamente en este último año. Y el número de personas que abandonan el país es muy superior al de las que entran.

Esto explica también las profundas divisiones que recorren la sociedad israelí. Éstas se expresaron claramente en las enormes protestas contra Netanyahu por la forma en que ha gestionado las negociaciones para la liberación de los rehenes. Para muchos quedó claro que Netanyahu no tiene ningún interés real en rescatarlos.

Su obstinada posición sobre el corredor Philadelphi demuestra que no se preocupa por ellos. Esto forma parte de su estrategia general para evitar cualquier tipo de negociación que pudiera implicar un alto el fuego. Como estamos viendo, lejos de buscar un acuerdo que pueda poner fin a la guerra, Netanyahu está presionando para que se produzca una conflagración mucho mayor. Pagará un precio por ello mucho más adelante, pero por ahora su estrategia está funcionando.

Efecto desestabilizador en la región

A Netanyahu no le importan los rehenes. Esto es evidente. Tampoco le preocupa el enorme efecto desestabilizador que su belicismo está teniendo en Oriente Medio. Pero millones de trabajadores corrientes de toda la región están viendo la carnicería en Gaza, los ataques en Cisjordania y ahora la escalada bélica en Líbano. También han visto cómo Israel ha llevado a cabo ataques en Siria e Irán con impunidad.

Esto está alimentando un sentimiento de inmensa ira entre las masas árabes de toda la región. Y esto se combina con el empeoramiento de las condiciones económicas y sociales en sus propios países.

Dos regímenes vecinos de Israel, Egipto y Jordania -ambos países que habían establecido relaciones diplomáticas y económicas con Israel desde hacía mucho tiempo- se enfrentan a una creciente presión desde lo más profundo de la sociedad. Las condiciones económicas y sociales empeoran día a día a medida que la crisis del capitalismo mundial los arrastra.

En marzo, el FMI concedió a Egipto un paquete de préstamos de 8.000 millones de dólares que, según un informe de principios de año, estaba «…centrado en un sistema de divisas liberalizado en el contexto de un régimen de tipo de cambio flexible, un endurecimiento significativo de la combinación de políticas, la reducción de la inversión pública y la nivelación del terreno de juego para permitir que el sector privado se convierta en el motor del crecimiento.»

Lo que esto significa en la práctica son privatizaciones y recortes de las subvenciones públicas a los bienes esenciales, lo que se traduce en un aumento de los precios para la masa de la población. La inflación supera el 30%. Los precios de la electricidad subieron hasta un 50% en agosto como parte de un acuerdo con el FMI. También se recortaron las subvenciones al combustible. Las facturas del gas y el agua suben, y el precio del pan se cuadruplicó en junio. Alrededor de dos tercios de la población dependían del pan subvencionado para sobrevivir. El gobierno se ve obligado a aplicar severas medidas de austeridad, lo que significa que millones de familias sobreviven a duras penas.

En Jordania se da una situación similar, ya que en la última década -de nuevo, bajo la presión del FMI al dispararse la deuda pública- el gobierno ha eliminado las subvenciones al combustible y al pan, ha aumentado los impuestos y ha subido el precio de la electricidad. Como consecuencia, los niveles de pobreza aumentaron del 15 al 24 por ciento entre 2018 y 2022. El desempleo juvenil se sitúa en torno al 22%.

En el informe citado, el FMI explicaba que «el difícil entorno exterior generado por la guerra de Rusia en Ucrania se vio agravado posteriormente por el conflicto en Gaza e Israel, así como por las tensiones en el Mar Rojo.» La guerra de Ucrania afectó gravemente al suministro de cereales, provocando tanto escasez como un aumento de los precios. Así vemos cómo la guerra está afectando al nivel de vida de millones de trabajadores comunes y corrientes del mundo árabe.

Pero el impacto de la guerra no es sólo económico. Tiene efectos profundos en las conciencias. Las masas ven cómo los mismos gobiernos que les imponen la austeridad apoyan de facto a Israel en su guerra contra los palestinos, a quienes las masas árabes consideran hermanos y hermanas.

Ya en abril, cuando Irán tomó represalias contra un ataque israelí, el ejército jordano participó activamente en el derribo de la andanada de misiles y aviones no tripulados que sobrevolaban su espacio aéreo. En los meses posteriores al 7 de octubre, hubo protestas masivas en Jordania que el gobierno reprimió con dureza. Estos acontecimientos sólo sirvieron para revelar que el monarca jordano es un aliado de facto de Israel y del imperialismo estadounidense.

Todo ello ha creado una situación extremadamente inestable tanto en Jordania como en Egipto. Ambos regímenes se asoman al abismo y podrían enfrentarse a una agitación revolucionaria masiva si la guerra se recrudece. En abril, la revista Foreign Affairs publicó un artículo, The Coming Arab Backlash [La reacción árabe que se avecina], que afirmaba: «Con casi todos los países árabes fuera del Golfo sufriendo problemas económicos extremos y, en consecuencia, ejerciendo la máxima represión, los regímenes tienen que ser aún más cuidadosos a la hora de responder a cuestiones como el conflicto palestino-israelí.» El artículo recuerda a los lectores la Primavera Árabe de 2011 y destaca el hecho de que esto podría volver a ocurrir. No les falta razón.

Desestabilización en Occidente

Sin embargo, el impacto de la situación en Gaza y ahora en Líbano va mucho más allá de Oriente Medio. En todo el mundo capitalista avanzado, desde Estados Unidos hasta Europa, Australia y muchos otros países, hemos visto concentraciones masivas de protesta en solidaridad con el pueblo palestino.

En Londres, hemos visto concentraciones de más de un millón de personas. Hemos visto el movimiento de acampadas en muchos campus universitarios. Y hemos visto cómo en muchos países la guerra de Gaza se ha convertido en un elemento clave de la política local. En Gran Bretaña, afectó al sentido del voto de la gente, y también es un factor que puede influir en la oscilación de ciertos estados en las próximas elecciones presidenciales estadounidenses.

Todo esto está concentrando las mentes de los analistas burgueses serios, que no dejan de advertir de las consecuencias de una escalada de la guerra en Oriente Próximo. Pero a Netanyahu todo esto no le preocupa. Está pensando en su propio patio trasero y en su propia carrera política. Uno de sus objetivos, como hemos visto, es encontrar la manera de atraer a Estados Unidos. Si la guerra se intensificara hasta incluir a Irán, Estados Unidos se vería obligado a respaldar a Israel.

Si Estados Unidos se implicara directamente en la guerra, podría producir un efecto similar al de la guerra de Vietnam en su propio frente interno. Radicalizaría a la juventud estadounidense mucho más que todo lo que hemos visto hasta ahora. Un efecto similar se vería en toda Europa.

Todo esto se produce en el contexto de la actual guerra en Ucrania. Los mismos políticos que apoyan a Israel también están presionando para que se intensifique la guerra en Ucrania, presionando para que se conceda al ejército ucraniano el derecho a utilizar armamento proporcionado por Occidente para atacar en lo más profundo de Rusia.

Millones de personas en todo el mundo están asistiendo a un espectáculo en el que estos supuestos «dirigentes» están dispuestos a jugar con el riesgo de una gran confrontación militar entre los países de la OTAN y Rusia, poniendo así en peligro la vida de su propio pueblo. Individuos como Netanyahu y Zelensky están dispuestos a empujar al mundo entero hacia el Armagedón, arriesgando la vida de cientos de millones de personas, todo ello por sus propios intereses a corto plazo.

La guerra en Oriente Próximo se conecta así con la guerra de Ucrania. Son dos frentes separados, pero en ambos tenemos a la misma potencia imperialista implicada, EEUU, junto con sus aliados de la OTAN. En el otro tenemos a Rusia en el frente ucraniano. Pero Rusia también está en una alianza de facto con Irán, y si las cosas se intensificaran, China tendría que respaldar a Rusia. Es perfectamente consciente de que Estados Unidos tiene una estrategia para limitar el acceso de China a los mercados mundiales.

Por lo tanto, la guerra de Israel tiene consecuencias mundiales. A corto plazo, una extensión de la guerra al Líbano, con su potencial para arrastrar a otros países, tendrá un impacto económico inmediato. Muchos países están en recesión o estancados y muy cerca de ella. Una guerra más amplia llevaría a una economía mundial ya tambaleante al borde del abismo y a una grave recesión, como ocurrió en 1973-74.

Mucha gente puede pensar que Israel está lejos y que los acontecimientos allí no les afectarán. Pero está más cerca de lo que imaginan y pronto sentirán sus efectos. La reacción que se avecina no será sólo un asunto árabe. Los trabajadores y los jóvenes del mundo sufren los efectos de la inflación, los bajos salarios, la falta de empleo, los recortes en los servicios públicos, y ven cómo los mismos gobiernos que les imponen todo esto se dedican simultáneamente al belicismo y al envío de miles de millones de dólares para la guerra.

La lucha para defender al pueblo palestino, para defender al Líbano del ataque de Israel, la lucha para impedir que la guerra se extienda por el mundo empieza en casa contra nuestros propios gobiernos. Mientras permanezcan en el poder seguirán jugando con la vida de millones de personas. Nuestra tarea es sacarlos del poder, y con ellos a todo el sistema podrido que representan. Si quieres la paz entre las naciones tienes que involucrarte en la guerra entre las clases.

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