A 72 años del asesinato de un gigante del pensamiento y la acción
En el mes de agosto recordamos un nuevo año del asesinato del Viejo Revolucionario en manos de un agente del Stalinismo, Ramón Mercader.
León Trotsky junto a Lenin, fue uno de los dirigentes máximos de la Revolución de Octubre del 1917, protagonizada por el proletariado y campesinado ruso, dirigida por el Partido Bolchevique.
Desde su juventud Lev Davídovich Bronstein (Yanovka, Ucrania, 7 de noviembre de 1879 – Coyoacán, México, 21 de agosto de 1940) dedicó su vida a la militancia revolucionaria bajo las banderas del Marxismo Revolucionario.
Este gigante del pensamiento y de la acción expresa la continuidad histórica del pensamiento de Marx, Engels, Rosa Luxemburgo y Lenin.
La batalla contra el proceso creciente de degeneración del primer Estado Obrero en el mundo, que surgió de la Revolución de Octubre, quedó en sus manos hasta su asesinato.
En 1905, León Trotsky, formuló su teoría de la Revolución Permanente. Ya en su libro Resultados y Perspectivas (1906) enunció en el capítulo Nuestra Revolución, las ideas que Carlos Marx había desarrollado, tomando el término y el concepto, aplicándolo a Rusia y el mundo.
Para Carlos Marx, la Revolución Permanente es una revolución que no se aviene a ninguna de las formas de predominio de clases, que no se detiene en la etapa democrática y pasa a las reivindicaciones de carácter socialista. Una revolución en la que cada etapa se basa en la anterior y que no puede terminar más que con la liquidación completa de la sociedad de clases.
Mientras que, el “marxismo” vulgar ha elaborado un esquema del desarrollo histórico según el cual, toda sociedad burguesa conquista, más tarde o más temprano, un régimen democrático, después del cual, el proletariado, aprovechándose de las condiciones creadas por la democracia se organiza y se educa, poco a poco, para el socialismo. Tanto los revolucionarios formales como los reformistas sinceros, consideraban a la democracia y al socialismo, como dos etapas del desarrollo de la sociedad no solo independientes, sino lejanas una de la otra.
Trotsky, años después, generaliza la teoría de la Revolución Permanente para los países coloniales y semi coloniales. La formulación, generalización y actualización de la teoría se fue dando a la luz de los principales acontecimientos de la lucha de clases: las tres revoluciones rusas, la Primera Guerra Mundial, las revoluciones alemanas, la burocratización de la URSS, la revolución china y los acontecimientos revolucionarios de los años 30, como la revolución española y en los que enfrentará tanto al fascismo como la política stalinista del llamado “frente popular”.
La Revolución Permanente fue combatida por Stalin en la década del ’20 enfrentándola con su teoría del “Socialismo en un solo país”.
Aspectos centrales de la Revolución Permanente
La teoría de la Revolución Permanente señaló con claridad que los objetivos democráticos de las naciones burguesas atrasadas, directamente conducían en nuestra época, a la democracia obrera, y que ésta ponía en el orden del día las reivindicaciones socialistas.
Un segundo aspecto trata de la revolución socialista como tal, ya que durante un periodo prolongado e indefinido de tiempo y de una lucha interna constante, van transformándose todas las relaciones sociales. Se produce así, un proceso de metamorfosis en la sociedad y en este proceso de transformación cada etapa es consecuencia directa de la anterior, con un pleno carácter político o del choque de los distintos grupos de la sociedad en transformación. Por ejemplo, a los periodos de guerra civil y guerras exteriores se suceden periodos de reformas “pacificas”. O bien, en la economía, en la familia, las costumbres, la ciencia se desenvuelven en una compleja acción reciproca que no permite alcanzar el equilibrio en la sociedad.
El tercer aspecto tiene relación directa con el carácter Internacional de la revolución socialista ya que es consecuencia del estado actual de la economía y de la estructuración social de la humanidad. Para los marxistas el Internacionalismo no resulta un principio abstracto, sino un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas de producción y del alcance mundial de la lucha de clases. La revolución socialista empieza en la arena nacional, pero de ninguna manera se limita a ella. Resulta un estadio transitorio aunque las experiencias históricas demuestren que el proceso puede ser prolongado.
La experiencia de la Unión Soviética y su ulterior desenlace demuestran que la teoría acuñada por el Stalinismo resulta reaccionaria. En una economía aislada como fueron URSS o China las contradicciones internas y externas crecieron junto a los éxitos. Se demostró lo que Trotsky señalaba que, más tarde o más temprano, caerían (como sucedió) víctima de dichas contradicciones.
Para cualquier revolución nacional, su triunfo estriba en el triunfo del proletariado de los países más adelantados.
La revolución internacional constituye, pese a los reflujos temporales un proceso permanente. La Ley del desarrollo desigual y combinado
Esta ley resulta una generalización histórica notable, ligada íntimamente a la Teoría de la Revolución Permanente.
Un país atrasado asimila las conquistas materiales e intelectuales de las naciones avanzadas. No significa que las siga servilmente, reproduciendo todas las etapas de su pasado, de su desarrollo. El capitalismo, al contrario de las relaciones precapitalistas, realiza la universalidad y permanencia del desarrollo de la humanidad.
El privilegio del atraso histórico obliga a que se incorpore cualquier proceso que esté maduro, saltando por alto toda una serie de etapas intermedias.
Así, los “salvajes” pasan bruscamente del arco y la flecha al fusil sin recorrer la senda que en el pasado separó a estas dos armas.
El desarrollo de una nación históricamente atrasada necesariamente conduce a una combinación peculiar de las diferentes fases del proceso histórico; tomado en su conjunto, su desarrollo adquiere un carácter irregular, complejo, combinado.
Latinoamérica
En diferentes países de nuestra América se desarrollan procesos que en desiguales tiempos se sostienen en su lucha contra el imperialismo. Citemos a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, etc. donde con flujos y reflujos trabajadores, campesinos y jóvenes avanzan en una lucha por mejorar las condiciones materiales de vida, salud y educación.
Procesos como el liderado por el Presidente Chávez, Correa, Evo Morales, o CFK expresan cada uno a su manera un grado avanzado de la conciencia de las masas en las tareas por delante.
Trotsky el 28 de septiembre de 1938 contestaba una entrevista al trabajador argentino Mateo Fossa en México (publicado por C.E.I.P)
“Mateo Fossa (MF): ¿Qué me puede decir sobre la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos y sus futuros problemas? ¿Cuál es su opinión sobre el aprismo?
León Trotsky (LT): No conozco suficientemente la situación de cada uno de los países latinoamericanos como para permitirme una respuesta concreta a las cuestiones que usted plantea. De todos modos aparece más claro que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo. Los agentes de Estados Unidos, Inglaterra, Francia (Lewis, Jouhaux, Toledano, los stalinistas) tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. En el último congreso contra la guerra y el fascismo fuimos testigos de sus criminales esfuerzos en este sentido. En los países latinoamericanos los agentes del imperialismo “democrático” son especialmente peligrosos, pues tienen más posibilidades de engañar a las masas que los agentes descubiertos de los bandidos fascistas.
Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista” contra la “democrática!” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia. ¡Hay que saber descubrir a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras con que se ocultan!
En todos los países latinoamericanos los problemas de la revolución agraria están indisolublemente ligados a la lucha antiimperialista. Los stalinistas, traidoramente, paralizan a ambas.”
La respuesta de León Trotsky, bien que haciendo referencia al contexto mundial de aquel entonces, donde se encontraban en vísperas de la 2ª Guerra Mundial y en donde las potencias “democráticas” junto al Stalinismo sostenían que la disyuntiva se expresaba en democracia vs fascismo, la misma mantiene total vigencia en el actual proceso revolucionario de Latinoamérica.
Los programas sostenidos por los diferentes Presidentes -de manera desigual- resulta una política de defensa nacional ante la expoliación imperialista.
Pero vemos -parafraseando a la Presidenta CFK- cómo se nos cae el mundo encima.
Y las respuestas luego de años que llevan éstos procesos revolucionarios -siendo correctas muchas de ellas- resultan insuficientes.
La expropiación de los grandes bancos y empresas, la revolución agraria, el monopolio del comercio exterior, la extensión de las libertades públicas, el ensanchamiento de la democracia. En fin las tareas que las burguesías de las diferentes regiones, mantienen inconclusas: soberanía política, independencia económica, expulsión del imperialismo, etc., en manos del proletariado empieza por la resolución de los problemas democráticos; poco a poco, mediante la lógica de su dominación, enfoca las cuestiones socialistas. Sólo, luego de un periodo indefinido con su poder empieza a emprender seriamente la colectivización de la economía agraria. Es esto lo que Lenin calificaba de “transformación” de la revolución democrática en socialista. Pero después de que la clase obrera ha conquistado el poder, los fines democráticos del régimen proletario se transforman inevitablemente en socialistas. El tránsito orgánico y por evolución de la democracia al socialismo es concebible sólo bajo la democracia obrera. He aquí la idea central de Lenin y Trotsky.
En los momentos actuales donde la crisis mundial capitalista se encuentra a la orden del día, resultan de una vigencia notable las ideas del viejo León Trotsky.
El mejor homenaje que podemos hacer a este magnífico revolucionario es aprehender en su dimensión las ideas que posibilitan la comprensión y la acción para la transformación revolucionaria de nuestra realidad. Pongamos manos a la obra.