La Navidad pagana: una celebración sin clases

“Toda mitología supera, domina y transforma las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y mediante la imaginación; por lo tanto desaparece con la llegada de la auténtica dominación sobre ellas” -Marx

Hace ya tiempo que las ciencias naturales empezaron a explicar de manera científica y racional las incógnitas sobre la naturaleza del universo y de la vida, pero, para nuestros antepasados, en ausencia de los medios materiales necesarios para entender el mundo, la explicación sólo podía ser sobrenatural. Educados en una filosofía que despoja a la naturaleza de vida y personalidad, puede resultar complicado ponernos en la piel de nuestros antepasados que observaban los mismos fenómenos que nosotros, condicionados por toda clase de espíritus, dioses o demonios. En (su) realidad, bastaba con apelar ㅡorar, celebrar, amenazarㅡ a los dioses mediante ritos para obtener una buena cosecha, por ejemplo.

“En esta etapa, la religión o magia, el arte y la ciencia no se diferenciaban. No teniendo los medios para conseguir un auténtico poder sobre el medio ambiente, los humanos primitivos intentaron obtener sus fines por medio de una relación mágica con la naturaleza, y así someterla a su voluntad. (…) La intención de los rezos era obtener resultados. (…) Las explicaciones religiosas llenaban el vacío que dejaba la falta de conocimiento de las leyes de la naturaleza.” (“Filosofía y religión” en Razón y revolución)

Así es como encontramos mezcladas la mitología y la naturaleza en un principio. En diciembre, el acontecimiento por excelencia ㅡal menos en el mundo occidentalㅡ es la Navidad cristiana (del latín nativitas, ‘nacimiento’), aunque, si miramos más de cerca, coincide relativamente con el solsticio de invierno. Durante el solsticio, el sol alcanza su cénit en el punto más bajo y desde ese momento el día empieza a alargarse progresivamente hasta el solsticio de verano. El sol, por supuesto, ha sido un elemento natural fundamental para la organización de la vida y de la sociedad desde muchos siglos atrás. Para las culturas antiguas en todo el mundo, el solsticio invernal representaba el nacimiento del sol y el despertar de la naturaleza tras el largo letargo invernal. Este evento era celebrado con grandes fiestas y ceremonias en los diferentes rincones del planeta.

Los iroqueses, por ejemplo, inauguraban el Año Nuevo con un “festival de sueños” que duraba días o semanas en la que se permitía una libertad total: era una época de libertinaje general, en la que se suponía que hombres y mujeres estaban fuera de sí y por lo tanto no eran responsables de lo que hicieran. Muchos aprovechaban la oportunidad para cobrarse rencores antiguos o hacían una confesión general de los pecados que era probablemente un modo de quitar a las gentes sus pesadumbres morales para poder recogerlas y eliminarlas. En otras culturas, como en la etnia de los mundaris, celebraban un festival en el que los amos permitían una extrema libertad en cómo hablar a sus mozos de labor: de este modo, celebraban la terminación de un año de afanes y daban un ligero alivio en ellos antes de comenzar otra vez. La misma situación se repetía en los hos del nordeste de India en la que los sirvientes olvidaban sus deberes para con sus amos, los niños su respeto a los padres, los hombres su respeto a las mujeres y las mujeres toda idea de pudor, delicadeza y dulzura.

El ocio y los festejos, que tenían un carácter totalmente distinto en el mundo pre-clasista, cumplen una función muy clara de alivio temporal de la alienación y explotación sufridas durante el resto del año bajo las sociedades divididas en clases. Incluso las celebraciones dadas en Tonquín (actual Vietnam) recuerdan a aquella época primitiva sin clases, ya que durante el mes entero de celebración todos los tribunales de justicia se cerraban: los deudores no podían ser detenidos; pequeñas faltas como hurtos, riñas y atracos, quedaban impunes y sólo la traición y el homicidio se tenían en cuenta.

Ritos parecidos parecen haber sido corrientes entre los paganos de Europa y las distintas grandes civilizaciones antiguas. No es casualidad, por cierto, que se sitúen en estas fechas los nacimientos de los dioses relacionados con el sol, como Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dionisio… y Saturno, padre de los dioses olímpicos y dios romano de la naturaleza y la agricultura. En relación a este último, se celebraban en Roma las Saturnales (o Saturnalia) durante la semana del 17 al 23 de diciembre para dar la bienvenida al invierno.

“Este festival famoso caía en diciembre, el último mes del calendario romano, y el pueblo suponía que su objeto era conmemorar el feliz reinado de Saturno, dios de la siembra y de la agricultura, que vivió en la tierra hace mucho tiempo como un rey de Roma, (…). Su reinado fue la fabulosa Edad de Oro: la tierra producía abundantemente, ningún fragor de guerra o discordia perturbaba al mundo feliz; ningún maléfico afán de lucro emponzoñaba la sangre de los campesinos industriosos y contentos. La esclavitud y la propiedad privada eran desconocidos totalmente; todos los hombres tenían todas las cosas en común.” (La rama dorada)

Vemos, pues, que esta festividad hunde sus raíces materiales en el solsticio de invierno y en el nuevo ciclo de agricultura. No solo eso, sino que excepcionalmente durante esa semana, se abolían las clases sociales del momento y se volvía a la época mítica de Saturno, en la que no existía la división en clases ni la explotación. Es curioso que tras todo un año de duro trabajo y subyugación, se concedieran siete días de libertad y desenfreno, en el que se celebraban grandes banquetes y excesos, y los esclavos intercambiaban su posición social con sus amos: esos días eran ellos quienes servían a los esclavos. Así lo describen los historiadores:

“La distinción entre las clases libres y las serviles estaba abolida temporalmente: el esclavo podía injuriar a su amo, emborracharse como sus superiores, sentarse a la mesa con ellos y ni una sola palabra de reproche podía dirigírsele por una conducta que en cualquier otra época del año habría sido castigada con el apaleamiento, la prisión o la muerte. (…) A tan lejos llegaba esta inversión de rangos que cada familia con su servidumbre se convertía en esos días en una república burlesca en la que los altos puestos del Estado eran desempeñados por los esclavos, que daban sus órdenes y derribaban la ley como si verdaderamente estuvieran investidos…”. (La rama dorada)

La libertad permitida en todas estas celebraciones a los esclavos se suponía que era una vuelta del estado social en tiempos de Saturno y que la Saturnalia imitaba la restauración de la Edad de Oro. Esta supuesta “Edad Dorada” es un concepto que aparece en muchas tradiciones mitológicas, refiriéndose a un tiempo idealizado de paz, abundancia y armonía, donde no existían desigualdades sociales ni restricciones materiales. Para los marxistas es difícil no ver en esta ansiada “Edad Dorada” una nostálgica vista atrás hacia el comunismo primitivo definida por la inexistencia de la propiedad privada y las clases sociales. En palabras de Engels: “Una sociedad en la que hombres y mujeres eran iguales, sin amos ni esclavos, sin ricos ni pobres; una sociedad que no conocía el Estado, el ejército ni la policía, ni tampoco tribunales ni cárceles, pues no los necesitaba. Todo ello parece un paraíso de los sueños más audaces de los socialistas modernos.”

Aquellas celebraciones, fueron evolucionando y adaptándose a las nuevas necesidades impuestas por las condiciones materiales. La Saturnalia Romana fue absorbida y evolucionó dentro del Imperio Romano bajo una forma distinta dentro del mito cristiano. El Imperio Romano que, al borde del colapso, buscaba cohesión ideológica, fijó estratégicamente la Navidad cerca del solsticio de invierno para desplazar las festividades paganas, conservando el espíritu de celebración y generosidad, pero en un marco que ya no evocaba la liberación comunal, sino la redención individual en Cristo. Hoy, lo que fue una fiesta de comunión y ruptura temporal con las jerarquías se ha vuelto a transformar en su forma, una forma mercantil basada en el consumo, gasto y alienación; pero que mantiene en el contenido rasgos de esa mirada hacia un época en la que se reunía con los seres cercanos, se compartía y se celebraba el trabajo de todo un año para dar la bienvenida a uno nuevo. Contiene a su vez, una mirada hacia el futuro, una nueva época sin clases ni explotados donde cada uno contribuya según su capacidad y le sea dado según su necesidad, una mirada hacia el comunismo.


Ver también: ¿Qué celebramos en la Navidad? – Alan Woods

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