La guerra, la paz, y la moralidad burguesa

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Para justificar su bombardeo genocida en la franja de Gaza, el estado israelí, junto a sus cómplices imperialistas de occidente, intentan presentarse como los guardianes de la superioridad moral frente a la “barbarie” de los palestinos. No hay mejor ejemplo de la bancarrota moral de la clase dominante. 

Tras los ataques de Hamas el 7 de octubre, toda la sociedad burguesa y sus representantes en los estudios de televisión y en los parlamentos lloraron con indignación. Las noticias estaban llenas de reportes sin verificar sobre todos los horrores que presuntamente había cometido Hamas – “40 bebés decapitados”, y otras atrocidades que finalmente se comprobó que no habían sucedido. Los políticos y figuras públicas a través del mundo Occidental denunciaron de inmediato estos crímenes imaginarios. 

En coro, los imperialistas israelíes y sus aliados aprovecharon la oportunidad de presentarse como la pauta de la moralidad frente a los terroristas amorales palestinos. El primer ministro de Israel, Netanyahu, escribió en X (Twitter): “Al luchar contra Hamas, Israel no solo lucha por su propia gente. Está luchando por todos los países están en contra de la barbarie.” El 9 de octubre, los jefes de estado en Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña y EE.UU. firmaron una declaración conjunta condenando a “las acciones terroristas de Hamas” que “no tienen justificación, ni legitimación y deben ser universalmente condenadas” 

Basándose en este respaldo moral, Israel llevó a cabo un bombardeo indiscriminado de la Franja de Gaza que hasta ahora se ha cobrado más de 5.000 vidas. Un funcionario del gobierno israelí ha prometido reducir Gaza a una “ciudad de tiendas de campaña”. Durante las últimas dos semanas, el ejército israelí ha estado aplicando la “doctrina Dahiya”, según la cual cualquier barrio o pueblo desde el cual se dispare un misil contra Israel “no es un pueblo civil, sino una base militar”, a la que se debe aplicar una “fuerza desproporcionada”, en palabras del mayor general Gadi Eisenkot.

Para justificar esta matanza de civiles inocentes, incluyendo más de 2.000 niños palestinos (y más de 40 bebés), el ministro israelí Benny Gantz escribió en X: “Absolutamente nada puede justificar la matanza de civiles inocentes”. El doble rasero moral no podría ser más claro.

Aquí vemos cómo los imperialistas usan la indignación moral como un arma ideológica. Es lo mismo que vemos con el llamado “derecho a defenderse” de Israel, en cuyo nombre las clases dominantes occidentales justifican su apoyo a la guerra genocida de Israel contra la población de la Franja de Gaza.

Para los imperialistas israelíes y sus aliados estadounidenses, británicos, canadienses y otros, la violencia es siempre reprensible, inmoral, bárbara, salvaje, ilegítima, terrorista e injustificada cuando proviene de los oprimidos; y siempre justa, legal, defensiva y civilizadora cuando se utiliza para mantenerlos en la explotación, la humillación y la opresión.

Afortunadamente, frente a todos estos horrores e hipocresía, la clase trabajadora y la juventud se están levantando en todo el mundo. En las principales ciudades de todo el mundo, decenas, incluso cientos de miles de jóvenes y trabajadores han salido a las calles para denunciar la matanza en Gaza.

Esto dio a algunos políticos reformistas el coraje suficiente para romper con el coro de los llamamientos al genocidio y levantar una voz tímida a favor de la “paz”. Lo hemos visto con políticos como Jeremy Corbyn en el Reino Unido, Ilhan Omar en los Estados Unidos y los parlamentarios de Québec Solidaire.

En Canadá, 33 parlamentarios federales, incluido el líder del Nuevo Partido Democrático (NPD), Jagmeet Singh, firmaron una carta dirigida al primer ministro Justin Trudeau instándolo a abogar por el alto el fuego. La carta dice, en uno de sus apartados: “Canadá ha sido durante mucho tiempo una voz por la paz. Cuanto más dure este conflicto, más civiles inocentes pagarán con sus vidas. Exigimos que Canadá se una al creciente llamado internacional para el cese al fuego inmediato. Canadá debe actuar antes de que más niños inocentes sean asesinados”.

Puede sonar bien, y como un paso adelante. Pero los pacifistas, con sus vacíos llamamientos a la “paz” entre los pueblos, a menudo no son mucho mejores que los imperialistas belicosos.

Si bien la carta expresa la preocupación de los firmantes por el sufrimiento de los palestinos, muchos de ellos continúan apoyando el “derecho a defenderse” de Israel. Por lo tanto, Israel tiene derecho a bombardear Gaza, ¡pero no demasiado!

Y los firmantes no se han olvidado de unirse al coro de condena contra Hamas. Estos pacifistas crean así una falsa equivalencia moral, equiparando la violencia de los opresores con la de los oprimidos. Esto tiene como efecto enmascarar la opresión de los palestinos. El pacifista que le exija a un esclavo y a un amo que están en conflicto que suelten sus armas no está abogando por la paz, está abogando por la esclavitud. Los pacifistas también son cómplices del imperialismo israelí, pero de una manera más sutil.

Obviamente, el bombardeo de Gaza debe detenerse. Pero un alto al fuego por sí solo no puede resolver nada.

La guerra no comenzó el 7 de octubre. El ataque de Hamas es simplemente parte de una guerra que comenzó hace más de 75 años, cuando los sionistas se propusieron crear Israel robando tierras palestinas con bombas y a punta de pistola, un proceso de expropiación sistemática que continúa hasta nuestros días. Esta guerra es producto de la opresión histórica de los palestinos.

Un alto al fuego no pone fin a la opresión que ha llevado a algunos palestinos a tomar las armas. Este ataque expresó el hecho de que el estado israelí está bloqueando sistemáticamente cualquier camino hacia el fin de la opresión de los palestinos. Nadie puede mantener a todo un pueblo en la miseria, la opresión, la explotación y la violencia sistemática sin esperar, en un momento u otro, una reacción violenta de los oprimidos.

Por lo tanto, las condenas generales de la violencia están completamente vacías. Antes del 7 de octubre, 200 palestinos han sido asesinados solo este año por el estado israelí y los colonos sionistas armados, con total impunidad. Volver al status quo “pacífico” anterior al 7 de octubre significa volver a las condiciones que crearon esta explosión violenta.

De hecho, en nuestra era de imperialismo, la paz es simplemente una pausa entre guerras, parafraseando a Lenin. La paz es la expresión de un equilibrio temporal de poder. Mientras los imperialistas israelíes mantengan su estado de dominación sobre el pueblo palestino, el estado israelí concederá la paz solo en su propio beneficio. La paz, entonces, solo puede ocultar la opresión de los palestinos.

Esto es exactamente lo que vimos con los Acuerdos de Oslo, por ejemplo, donde la Organización para la Liberación de Palestina aceptó el sistema opresivo de Israel a cambio de su reconocimiento por parte del opresor, y su participación en ese sistema opresivo con la creación de la Autoridad Nacional Palestina. La traición al “proceso de paz” de Oslo es precisamente lo que impulsó el ascenso de Hamas.

Por lo tanto, la moral pacifista que rechaza la “violencia” en general es un mal reflejo de la moral burguesa. La burguesía, a través de su control de los medios de comunicación, los centros educativos, las instituciones políticas y legales, afirma tener valores morales generales e intemporales. Pero estos valores solo se aplican en los casos donde son útiles, mientras que ellos nunca se aferran a los mismos. En cuanto a los pacifistas, toman la palabra de la burguesía cuando habla de moralidad, y así sirven para darle respaldo moral y dar credibilidad a sus palabras vacías.

Como comunistas, debemos desenmascarar, denunciar y señalar con el dedo toda la hipocresía de la moral burguesa, que justifica los peores crímenes de los opresores mientras rechaza la violencia cuando proviene de los oprimidos. Desde las revueltas de esclavos hasta la Revolución Rusa, y desde Black Lives Matter hasta Palestina, la historia es siempre la misma: los oprimidos son denunciados por luchar contra su opresor.

Como dice Trotsky sobre la Guerra Civil Estadounidense: “La historia tiene diferentes criterios para la crueldad de los norteños y la crueldad de los sureños en la Guerra Civil. ¡Un propietario de esclavos que a través de la astucia y la violencia encadena a un esclavo, y un esclavo que a través de la astucia o la violencia rompe las cadenas, que los despreciables eunucos no nos digan que son iguales ante un tribunal de moralidad!”

No existe una moralidad abstracta, atemporal, ahistórica y absoluta. El capitalismo nació goteando sangre y lodo por todos los poros, y toda su historia hasta el día de hoy está llena de los cuerpos de millones de oprimidos y trabajadores. La maquinaria capitalista necesita la fuerza vital de los trabajadores para mantenerse en marcha, y los muele por millones para mantener su existencia, mientras aplasta a pueblos enteros cuando es necesario para garantizar los intereses de los estados burgueses.

No hay lugar para el moralismo o el pacifismo en este contexto. Los comunistas se ponen incondicionalmente del lado de los oprimidos y los trabajadores en su lucha contra la opresión.

La forma de garantizar la paz, en Palestina y en todo el mundo, no es con exhortaciones morales, sino con una revolución que pondrá fin al sistema que depende de la violencia y la opresión para sobrevivir, le pondrá fin al capitalismo.