Desde el jueves 26 de marzo por la mañana cientos de aviones de combate, en representación de Arabia Saudí y de una amplia coalición de Estados árabes, han estado bombardeando objetivos en todo Yemen, matando a docenas, destruyendo todas las pistas de aterrizaje y gran parte de la infraestructura clave del país. Una vez más, Yemen, que es el país árabe más pobre, se ha convertido en un objetivo de los salvajes ataques del régimen saudí.
Ya cientos de civiles, muchos de ellos niños, han muerto, pero está claro que esta cifra aumentará dramáticamente a medida que los objetivos del ataque entren en las áreas pobladas por civiles en Saná y en los pueblos del norte Houthi que se espera sean bombardeados. Esta mañana [31 de marzo], un campamento de refugiados de los yemeníes desplazados internos fue bombardeado, matando a 40 personas e hiriendo a 30.
Aparte de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Kuwait, Qatar, Jordania, Marruecos y Sudán también estaban enviando aviones, mientras que Egipto y Jordania se preparaban para participar en ofensivas terrestres en caso de necesidad. Omán es el único estado del Golfo Pérsico que no participa. Además de 100 aviones de combate, Arabia Saudí ha destinado 150.000 soldados a la campaña, acumulándolos en su larga y porosa frontera con Yemen, amenazando con una invasión terrestre aún más sangrienta.
Los Estados Unidos y Gran Bretaña han dicho que no participarán directamente en la campaña, pero que van a proporcionar apoyo “logístico” e “inteligencia”. Israel también ha apoyado abiertamente la campaña. Sin embargo, la Unión Europea ha sido vacilante, y aunque sí condenó el avance Houthi, también dijo que los bombardeos saudíes han “empeorado dramáticamente la ya frágil situación en el país y el riesgo de tener graves consecuencias para la región”.
El embajador saudí en los EEUU, dijo el domingo que “esta es una guerra para proteger al pueblo de Yemen y a su gobierno legítimo de un grupo que se alió con el apoyo de Irán y Hezbolá”, y más adelante, dijo: “nosotros estamos haciendo esto para proteger a Yemen “.
El nivel de hipocresía es nauseabundo. El régimen saudí está matando a miles de personas y destruyendo toda la infraestructura clave de este país extremadamente pobre con el fin de … ¡”protegerlo”!
La protección de Yemen y su gente no tiene nada que ver con esta aventura imperialista que tiene un objetivo principal: proteger a la clase dominante saudí y sus estrechos intereses mezquinos en Oriente Medio, que se oponen directamente a las personas pobres y explotadas de la región.
Durante años, Arabia Saudí apoyó al ex dictador de Yemen, Ali Abdullah Saleh, que era odiado por su propio pueblo y finalmente fue derrocado durante la revolución árabe. Entonces los saudíes, junto con el resto de los dictadores y déspotas de los estados del Golfo, maniobraron para instalar en la presidencia a Abdrabbuh Mansour Hadi, quien fue vicepresidente durante 17 años antes de la revolución.
Sin embargo, después de asumir el poder, el apoyo a Hadi se evaporó rápidamente cuando las masas se dieron cuenta de que la corrupción, el nepotismo y el tribalismo habían permanecido en su lugar, al igual que la pobreza y la miseria sólo habían empeorado. Hadi también impuso duras medidas de austeridad sobre la población de la que el 60 por ciento ya vive en la extrema pobreza. Por lo tanto, con el fin de gobernar, Hadi descansaba cada vez más en diferentes facciones que dominaban las diferentes regiones de Yemen. En particular, se apoyó en el tribal-islamista Partido Islah, mientras que el movimiento tribal Houthi y el pueblo zaidí, que representan el 40 por ciento de la población, fueron marginados como lo han sido durante 60 años.
Fue en este contexto que los Houthis pudieron ganar fuerza y apoderarse de grandes partes del norte. Sus consignas contra el imperialismo norteamericano, contra la corrupción y contra la pobreza y la austeridad resonaron en los muchos jóvenes de escasos recursos, sobre todo en el norte, donde la mayoría son chiítas. Por el momento los Houthis tomaron Sana’a al “presidente legítimo” Hadi que no tenía ninguna base detrás y se le hizo a un lado con facilidad y sin mucha resistencia.
En el Sur, Hadi no está en una posición mucho mejor. Aquí se las arregló para avivar la ira del movimiento secesionista y empujar a una capa de la gente en los brazos de grupos islamistas a través de su cooperación abierta con el imperialismo norteamericano y al permitir que se ejecutara un programa de aviones no tripulados en el país. Al final, el último refugio de Hadi estuvo en la ciudad meridional de Adén hacia la que avanzaban los Houthis.
Arabia Saudí e Irán
Los saudíes no podían aceptar la desintegración de Yemen y que cayera en manos de fuerzas respaldadas por los iraníes en sus fronteras del sur.
Desde la guerra de Irak, Irán se ha convertido en la mayor amenaza para la posición de Arabia Saudí en la región. Este conflicto se ha desarrollado con el aumento de las tensiones entre los aliados de los saudíes e iraníes en la región –tensiones que han sido empujadas hacia un carácter cada vez más sectario.
Mientras que los Houthis no están en total sincronía con Irán es evidente que la Guardia Revolucionaria iraní han estado apoyándolos económica y militarmente, así como asesorando a los Houthis sobre cómo desarrollar un movimiento político en las líneas de Hezbolá en el Líbano. Los Guardias mismos dicen tener un personal de 300 a 400 en Yemen que trabajan con los Houthis. Pero para los saudíes la expansión de la influencia de los Houthis representaba un peligro y decidieron dar un ejemplo con ellos.
Durante años, la competencia entre el régimen de Arabia Saudí e Irán ha estado desarrollándose entre bastidores a través de terceras fuerzas –en Irak, Siria, Líbano, Pakistán, Afganistán, Bahrein y más– pero el ataque en Yemen es un punto de inflexión. Por primera vez, el conflicto se libra abiertamente– por parte de Arabia Saudí al menos. Esta es una muestra de las enormes contradicciones que se han acumulado en la región. El bombardeo de Yemen es una señal a Teherán de las capacidades de los saudíes.
Las relaciones saudíes-norteamericanas
Los gobiernos estadounidense y británico también han apoyado oficialmente la campaña. Exponiendo la naturaleza cínica e hipócrita del imperialismo norteamericano, los estadounidenses han establecido alianzas cambiantes en Yemen como si estuvieran cambiándose de camisas. Primero apoyaron a Saleh durante más de 30 años, y luego apoyaron a Hadi, entonces encontraron una forma de trabajar con los Houthis (en particular en contra de Al Qaeda) y ahora se encuentran en el otro lado de las barricadas, de nuevo como socios en la guerra de Arabia Saudí en Yemen contra los Houthis. (Sin duda esto beneficiará enormemente de Al Qaeda también).
Sin embargo, esto no cambia el hecho de que los estadounidenses –que han estado históricamente muy cercanos a los saudíes– no fueron informados del ataque que se decidió y planificó a espaldas de los EEUU, junto con otros antiguos aliados cercanos al imperialismo norteamericano, como Egipto, Jordania, Pakistán y Kuwait.
De hecho, para los saudíes el ataque fue también una demostración de fuerza hacia los EEUU. Esto fue claramente expresado por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien dijo que “el eje Irán-Lausana [leer: las negociaciones EE.UU-Irán en la ciudad suiza de Lausana sobre el tema nuclear.] -Yemen” debe ser detenido”.
Esto demuestra la profunda desconfianza que se ha desarrollado entre los tradicionales aliados de Oriente Medio de los EEUU desde la guerra de Irak, sobre que éste no está haciendo lo suficiente para combatir el aumento de la influencia iraní. No es por casualidad que el ataque a Yemen se produzca pocos días antes de una fecha límite para que los EEUU lleguen a un acuerdo con Irán sobre la cuestión nuclear.
El Ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, dijo que la guerra en Yemen no afectaría a las negociaciones. Pero sería pueril creerle. Por supuesto que afectará a las negociaciones, porque las negociaciones giran fundamentalmente en torno al papel de Irán en Oriente Medio y a su relación con el imperialismo norteamericano.
La distensión EEUU-Irán
La competencia entre Arabia Saudí e Irán no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, desde la invasión estadounidense de Irak las tensiones han ido en aumento día a día. La ocupación, con la destrucción de las fuerzas del Estado y armadas de Saddam en Irak, eliminó al mayor oponente de Irán y de su ejército, que quedaron entonces libres para intervenir en la región. Esto planteó una gran amenaza para Arabia Saudí y los Estados del Golfo que serían extremadamente débiles frente a cualquier avance del ejército iraní.
Aún más importante, sin embargo, el margen de maniobra para el imperialismo estadounidense fue severamente debilitado por su derrota en Irak junto con la crisis económica –que se profundizó con las guerras– y la consiguiente desmoralización y oposición masiva a la guerra dentro de los EEUU. La revolución árabe y el estado de ánimo cambiante de las masas colocaron barreras aún mayores en el camino de la actividad militar estadounidense en la región. Incapaz de intervenir libremente a nivel militar, el imperialismo estadounidense ha tenido cada vez más que descargar esta tarea en otras potencias –a saber, Irán– para defender sus intereses en la región.
En Irak, la dependencia de los EEUU de Irán ha sido clara desde hace muchos años. Sin embargo, el auge del Estado Islámico y el consiguiente colapso del Estado iraquí ha empujado a los estadounidenses más al lado de los iraníes. Mientras los kurdos en el norte han sido capaces de expulsar al Estado Islámico de su territorio, ha quedado muy claro que las únicas tropas confiables para luchar en el resto del país son las iraníes.
En Siria la situación es similar. Durante los últimos dos años, y en particular, desde el verano pasado, los EEUU han estado luchando, de facto, al lado del régimen de Assad, contra los diferentes grupos islamistas, en particular, el Estado Islámico. Los estados del Golfo, Turquía, Jordania y Yemen, por otro lado, han estado en el otro lado de la división, apoyando a diferentes grupos sectarios en su lucha contra Assad, que está cerca de los iraníes.
Durante el año pasado Israel ha estado cooperando activamente con la rama siria de Al Qaeda, Jabhat al Nusra, un grupo que aplastó a principios de este año los últimos restos del Movimiento HAZM, que es uno de los pocos grupos que admite oficialmente los EEUU. Israel ha dado suministro de armas y cobertura aérea a los soldados al Nusra que también han sido tratados en hospitales israelíes.
Turquía también ha estado apoyando a Jabhat al Nusra y en cierta medida también al EI, proporcionándoles armas y permitiéndoles a refugiarse dentro de sus fronteras. Por supuesto, el mayor apoyo a los grupos islamistas en Siria llegó desde el Golfo, donde los fondos privados y estatales han estado fluyendo hacia una miríada de grupos y milicias. Para los EEUU, sin embargo, el régimen de Assad es la única opción de establecer algún tipo de estabilidad en la región.
En el Líbano la situación se está volviendo similar. El estado está cada vez más obligado a depender de las tropas de Hezbolá en su lucha contra el fundamentalismo sunita en el norte, donde cientos de miles de sirios se han refugiado.
El periodista delNew York Times, Roger Cohen, escribió:“Pero la República Islámica ha vuelto a demostrar una capacidad de resistencia profundamente arraigada. Según los estándares sirios, iraquíes, afganos y egipcio es una isla de estabilidad”.
En Yemen, el mismo proceso está teniendo lugar. A medida que el gobierno Hadi estaba colapsando, abriendo espacio para una inestabilidad masiva y el surgimiento de Al Qaeda, las fuerzas apoyadas por Irán estaban demostrando ser el factor más estable. El ministerio británico de Asuntos Exteriores, reflejando el estado de ánimo entre la capa dominante de la clase dominante estadounidense escribió:
“Estados Unidos tiene que mirar más allá de las consignas alarmistas y de las banderas en llamas para abrir una línea de comunicación directa con la dirección Houthi. El gobierno de Hadi es impotente y ha huido de un enfrentamiento político con el nuevo gobierno Houthi en reconocimiento de que carece de suficiente apoyo público y tribal para librar una campaña contra los Houthis. Los leales a la familia Houthi han surgido como una de las fuerzas militares más eficaces en la lucha contra la expansión de Al Qaeda y el Estado Islámico de Irak y al-Sham en la Península Arábiga. Si Occidente da la espalda al liderazgo Houthi debido a las consignas y a la ayuda oportunista de Irán, o por las protestas de Hadi, podría terminar abandonando a un socio serio en Oriente Medio “.
Esto plantea el problema al que se enfrenta el imperialismo norteamericano con claridad. Los EEUU no tienen más remedio que adaptarse a los iraníes. Esa es la verdadera discusión en las negociaciones nucleares. Los acontecimientos han cambiado el equilibrio de fuerzas en la región a favor de Irán, y ninguna cantidad de buenos deseos puede cambiar eso. Las negociaciones son un medio para formalizar la nueva situación. La cuestión no es si habrá un acuerdo, sino qué tipo de acuerdo será y cómo se puede llevar a cabo.
Arabia Saudí – una nación en crisis
Sin embargo, la cuestión no es tan simple para los saudíes. Para Arabia Saudí, Irán es considerado una amenaza existencial. A pesar de su mar de riqueza, la casa de Saud y la nación de Arabia Saudí –a diferencia de Irán– es una nación extremadamente débil. Los trabajadores y los jóvenes no tienen lealtad a la misma, al Estado o al régimen que ellos ven como ilegítimo en todos los sentidos.
Ellos son repelidos por los clanes gobernantes que viven en la extrema opulencia y decadencia mientras que no permiten a la mayoría ni siquiera el más mínimo respiro. Esta hipocresía es incluso más repelente para el pueblo saudí musulmán a la luz del autoproclamado papel de la camarilla gobernante como los “protectores de la Meca”.
Su minoría chiíta, que vive principalmente en las ricas zonas petroleras del país, ha sido fuertemente reprimida durante décadas y representa una amenaza interna. Por otro lado, entre la población suní también hay una capa significativa que no está contenta con el Reino, que cree que debería ser un Califato. Durante años los saudíes han enviado a fundamentalistas sunitas wahabíes al extranjero a Afganistán, Pakistán, etc. Sin embargo, todavía hay miles de miembros de Al Qaeda, y ahora simpatizantes del Estado Islámico, ferozmente opuestos al reino, dentro del país.
Esto explica por qué el ejército de Arabia Saudí, que es el cuarto más costoso del mundo, nunca ha estado en guerra. Cuando los saudíes se movieron para aplastar la revolución en Bahrein en 2011 se basaron en gran medida en soldados paquistaníes y mercenarios. Además, recientemente la Casa de Saud llamó al ejército paquistaní para que se desplegara en la frontera saudí-iraquí para defender al país de una ofensiva del EI. Está claro que el reino no confía en sus propias fuerzas, que bien podrían desviar sus costosas armas contra el reino mismo. Esto sitúa al régimen en una posición de debilidad frente a una amenaza externa.
La dictadura saudí fue profundamente sacudida por la revolución árabe que vio como una amenaza directa a su propio dominio. Temía que la revolución inspirara a la rebelión los pobres, a los oprimidos –de los cuales hay muchos en Arabia Saudí– y a los jóvenes.
Así, el fracaso de Obama para respaldar a su aliado común, Hosni Mubarak, durante la revolución egipcia, complico aún más las relaciones de Estados Unidos con el Reino, que ha perdido la confianza en la capacidad de los EEUU para venir en su rescate si las masas saudíes se movieran. Desde entonces, los saudíes asumieron una posición cada vez más independiente y poco a poco comenzaron a divergir lejos de los intereses estadounidenses en el Oriente Medio.
Una situación desesperada exige medidas desesperadas
El riesgo de tener un gobierno chií en un país respaldado por Irán alrededor de sus fronteras era demasiado grande como para tolerarlo. Si bien esto habría sido visto como pasividad por sectores islamistas suníes del régimen, también habría sido una señal para la rebelión de los propios chiíes oprimidos del reino. Esto significaría la perdida de “su propia” esfera de influencia a favor de los iraníes que lo utilizarían como una base para presionar aún más a los saudíes.
Los saudíes también estaban alarmados por la facilidad con que los estadounidenses encararon la nueva situación. Hace apenas unos meses, cuando se le preguntó sobre la relación con los houthis que tomaron el poder en Saná, un funcionario estadounidense dijo: “No son nuestro objetivo militar. Es Al Qaeda en la península arábiga lo que concentra nuestra atención al respecto”.
Para los saudíes se trataba de una línea roja. Mustafa Alani, del Centro de Investigación del Golfo con sede en Dubai, dijo alWashington Post: “Todo comenzó con el Líbano, luego Siria, luego Irak y ahora Yemen. Es como un dominó, y Yemen es el primer intento de detener el dominó … Ahora hay un despertar en la región, una estrategia de contrainsurgencia, y Yemen es el campo de pruebas. No se trata sólo de Yemen, se trata de cambiar el equilibrio de poder en la región”. Alani pasó a culpar a Estados Unidos, y su búsqueda de un acuerdo con Irán, de la expansión de la influencia iraní, que fue lo que desencadenó la intervención saudí. “No es sólo la bomba nuclear iraní que es un problema, es el comportamiento de Irán que es igual a una bomba nuclear.”
Los déspotas del Golfo están aterrorizados de perder su posición, su poder y sus privilegios. Este miedo es la principal fuerza impulsora detrás de sus acciones. Como un animal herido arrinconado, el régimen despótico podrido arremete en una lucha existencial que está condenado a perder tarde o temprano. Esta es la razón por la que han anunciado la creación de una fuerza armada árabe común para intervenir en la región, eludiendo a los imperialismos estadounidense y europeo. Que esto se materialice, es otra cuestión, porque los gobernantes árabes tienen tantas contradicciones entre ellos mismos como ya tienen dentro de sus países.
El envío de tropas de tierra a Yemen, sin embargo, es una aventura desesperada y muy corta de miras. Además de la debilidad del ejército de Arabia Saudí, Yemen es un terreno muy duro y los Houthis son un pueblo endurecido por la guerra. Abdullah Saleh, el anterior presidente que ahora está cooperando con los Houthis, libró seis guerras contra ellos, pero nunca han sido derrotados completamente en el terreno inhóspito que habitan en las montañas del norte. Los yemeníes también son un pueblo orgulloso que desprecia al imperialismo saudí. Por lo tanto una ocupación probablemente significaría el fortalecimiento de las fuerzas houthis y de Al Qaeda entre capas en las que no tenían ningún apoyo antes. Al final, el resultado sólo puede ser una derrota para los saudíes y un fortalecimiento de la autoridad de los houthis entre la población.
Al mismo tiempo, los saudíes están incrementando las posibilidades de ataques en la propia Arabia Saudí, donde los houthis han demostrado ya que son capaces de operar. En la guerra anterior de Arabia Saudí contra los houthis en 2009, los rebeldes tomaron el control de una zona montañosa en el interior de Arabia Saudí, en la región fronteriza de Jabal al-Dujan y ocuparon dos aldeas dentro de territorio saudí durante más de una semana. Las regiones fronterizas saudíes de Asir, Najran, y Jizan eran regiones originalmente yemeníes anexadas por Arabia Saudí después de la derrota del Reino de Yemen en 1934. Contienen tribus chiíes zaydíes cuya lealtad descansa más favorablemente con el movimiento Houthi que con el gobierno saudí.
Por lo tanto, los saudíes podrían ser capaces de eliminar a los houthis del poder, pero no serán capaces de aniquilarlos y sólo podrán sustituirlos por un gobierno débil que necesitaría apoyo permanente. Esto significará una larga sangría de recursos saudíes a expensas de una mayor inestabilidad interna – algo que los iraníes utilizarán al máximo. Y la posibilidad de una ruptura de Arabia Saudí a largo plazo, está implícita en toda la situación.
Más tensión
Por supuesto, para los iraníes la guerra de Yemen es una gran provocación. No hay duda de que van a aumentar el apoyo a sus aliados en la península. En particular Bahrain, con su gran población chiíta, será un objetivo para los iraníes. En un reciente discurso de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah en el Líbano, dijo: “Bahrein es como cualquier otro país del mundo y es posible enviar armas y combatientes, incluso a los países más estrechamente controlados del mundo.”
También podrían intervenir más directamente en Irak y Siria. Pero aún más amenazante para los intereses saudíes, los iraníes podrían intensificar sus actividades en las áreas chiíes dominadas en la misma Arabia Saudí. A medida que los regímenes árabes títeres entren en crisis, Irán sigue siendo una de las pocas verdaderas naciones con un fuerte ejército en la región. Esto significará que la dependencia de Estados Unidos de la República Islámica aumentará aún más.
Al final, está claro que Irán se convertirá en la fuerza dominante de la región. Esto sólo hará que sea una amenaza aún mayor para la clase dominante saudí lo que hará aumentar la escala del conflicto. Para los saudíes se trata de una cuestión de vida o muerte, lo que significa que ninguna opción puede descartarse.
La crisis del imperialismo de EEUU
En última instancia, el caos, la anarquía y la barbarie que se extiende por todo Oriente Medio se puede atribuir al imperialismo estadounidense y a su infinita arrogancia. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha extendido el sectarismo, el fundamentalismo y ha estado respaldando incesantemente las fuerzas reaccionarias de Oriente Medio. Sin embargo, ahora está entrando en una crisis que limita su alcance. Así, las fuerzas reaccionarias que ha conjurado están escapando fuera de su control.
Los saudíes están exigiendo un cambio en la política estadounidense, pero esto no lo deciden individuos, sino los intereses materiales. La relación con los saudíes ha cambiado conforme las condiciones materiales han ido cambiando.
En la década de 1980 el papel del petróleo saudí en el mercado mundial y de los EEUU era tan importante que éste hubiera ido a la guerra para defender a la clase dominante Saudí contra una revolución o cualquier otro movimiento popular. Hoy, sin embargo, puede que ya no sea el caso. Los EEUU han pasado de ser el mayor comprador de petróleo de Arabia Saudí a un competidor importante. Esto no sólo representa una amenaza para las ganancias de la clase dominante saudí, sino también para su papel en la política mundial. El resultado ha sido una guerra de precios instigada por los saudíes, en parte en contra de la industria del petróleo de esquisto de Estados Unidos, y en parte en contra de Irán.
Así que en términos de los precios del petróleo, los saudíes han sido incluso una fuente de inestabilidad, en lugar de estabilidad. La guerra de precios saudí contra las empresas estadounidenses de esquisto está amenazando hasta un millón de empleos en Estados Unidos. Al mismo tiempo, China se ha convertido en el mayor comprador de petróleo saudí.
Por el momento, el imperialismo norteamericano no puede y no cortará los lazos con los saudíes que son cruciales para asegurar los precios mundiales de la energía, así como las operaciones militares de los EEUU en Oriente Medio. Pero está claro que la relación es la más débil de la historia de Arabia Saudí y que hay una brecha cada vez mayor entre los intereses de las dos clases dominantes.
En Oriente Medio la crisis del imperialismo estadounidense es obvia. Los saudíes (y sus títeres árabes) están construyendo su propio ejército más allá del control del imperialismo norteamericano.
Israel está abiertamente en conflicto con la Administración estadounidense, yendo tan lejos como para intervenir las comunicaciones de sus negociaciones con Irán y reproducir las grabaciones de sus enemigos Republicanos en casa. Ellos también están cooperando abiertamente con Al Qaeda en Siria. La relación entre los EEUU e Israel nunca ha sido tan tensa como hoy. Después de la victoria electoral de Netanyahu, la Administración de Obama no le felicitó. Por el contrario, John Kerry envió una carta criticando la retórica de Netanyahu en las elecciones.
Mientras tanto, la dependencia de Israel de la ayuda de Estados Unidos ha bajado relativamente. Desde el 20-30 por ciento del PIB en el pasado, la ayuda estadounidense a Israel hoy en día es de alrededor del dos por ciento del PIB. Los israelíes han estado humillando abiertamente a los estadounidenses diariamente y Netanyahu incluso se ha reunido con el presidente ruso, Vladimir Putin, a pesar de los estadounidenses.
Turquía también se ha opuesto abiertamente a los EEUU en Siria e Irak, colaborando con el Estado Islámico y Al Qaeda. Al mismo tiempo, ha aumentado los lazos con Rusia, lo que le permite construir un gasoducto importante a través de Turquía que eludiría a Ucrania en su camino hacia Europa. Egipto, que es el segundo mayor beneficiario de la ayuda militar, ha estado desafiando abiertamente a los EEUU y es un jugador clave en la actual campaña militar.
Al igual que cualquier imperio en declive, son los vasallos satélites quienes lideran las fuerzas centrífugas de su desintegración. Al final del Imperio Otomano fueron los egipcios quienes se rebelaron construyendo su propio ejército, teniendo sus propias relaciones bilaterales con los enemigos de Europa. Incluso fueron tan lejos como para anexionarse otras regiones otomanas. El sultán guerreó con los egipcios y los wahabíes de la Península, pero al final no tuvo más remedio que adaptarse a ellos para preservar la unidad del imperio, pero ya era demasiado tarde. Egipto era un reflejo de la decadencia general del Imperio, al igual que la rebelión de los aliados de Estados Unidos en el Oriente Medio es un signo de la crisis del capitalismo y el continuo declive del imperialismo estadounidense que está dando lugar a un aumento de la inestabilidad entre las naciones del mundo.
Los EEUU no cortarán los lazos con sus aliados de inmediato, pero también necesita a su enemigo mortal, Irán. El terreno está cambiando bajo los pies de los gobernantes y las contradicciones están acumulándose. De una forma u otra tienen que ser resueltas.
Algunos estrategas “inteligentes” llaman a esto un “nuevo paradigma”, un “Oriente Medio multipolar”, un cambio de estrategia, etc. Ellos tratan de teorizar y presentar la nueva situación como algo decidido por la clase dominante, pero esto es sólo una cobertura de la completa incompetencia del imperialismo norteamericano y sus aliados. De hecho, los acontecimientos de hoy ponen de relieve más que nada la falta total de control de la clase dominante de Estados Unidos sobre la situación.
EEUU es un coloso con pies de barro. Está siendo arrastrado por una profunda crisis que afecta a todos los aspectos de su vida. Sus derrotas militares, la desmoralización y decadencia de su ejército; su crisis económica que está polarizando a la clase dominante, así como a las masas, mientras que lo entorpece para librar guerras ofensivas; su crisis política que está socavando la legitimidad de su sistema político completamente. Todos estos factores hacen que los EEUU estén declinando como fuerza, tanto interna como externamente. En este vacío, otras potencias más pequeñas están tratando de intervenir, lo que profundiza la crisis y eleva las tensiones.
Para sus perros rabiosos en el Oriente Medio la situación no es diferente. Los saudíes, los israelíes y los turcos son todos regímenes que están resolviendo constantemente una crisis para preparar otras. La mayor amenaza para ellos son las masas que están siendo radicalizadas por la crisis del capitalismo y la revolución árabe. Así, cada uno a su manera, está buscando desesperadamente soluciones a corto plazo para sostener su imperio criminal. Esta es la principal fuerza impulsora de la clase dominante y de esto viene toda la barbarie y la reacción que actualmente domina Oriente Medio.
Sin embargo, hay una fuerza mucho más importante que también se está preparando. La revolución árabe que comenzó en el año 2011 se encuentra en un reflujo temporal, pero nada se ha resuelto. La pobreza, el desempleo y la falta de democracia va en aumento y la clase dominante nunca ha sido tan débil entre las masas como lo es hoy.
En Egipto, la dictadura de Al Sisi es extremadamente débil, sólo sostenida por el hecho de que las masas están cansadas y desorientadas después de años de lucha. Pero la revolución egipcia nunca ha sido derrotada en lucha abierta. Las masas recuerdan cómo derribaron cuatro gobiernos en tres años. De hecho, como una advertencia, ellas derribaron al primer gobierno de Al Sisi –el gobierno Biblawi– en la primavera de 2014. Más pronto o más tarde, la misma fuerza emergerá para enfrentarse contra Al Sisi.
En Turquía también, la sociedad está completamente polarizada y la popularidad de Erdogan está siendo erosionada por el aumento del desempleo y los escándalos de corrupción diarios que rodean a Erdogan y sus compinches.
Irán no se queda atrás. Entre las jóvenes generaciones la legitimidad de la República Islámica es extremadamente baja. Para ellas, la Revolución Islámica no tiene ningún contenido progresista, sino que es meramente un símbolo de la dictadura, del atraso y de la decadencia. La podredumbre y la corrupción detrás de la escena están lejos de los ideales piadosos que los mulás predican hipócritamente. Por el momento, las masas están viendo las negociaciones con la esperanza de que les traerá algún tipo de alivio de las sanciones impuestas por EEUU, pero tarde o temprano van a empezar a moverse de nuevo.
No hay un solo régimen estable en toda la región, e incluso Arabia Saudí podría ver una explosión revolucionaria en cualquier momento. Después de décadas de dominio, el capitalismo no ha sido capaz de resolver ninguno de los problemas de las masas árabes y de Oriente Medio. Por el contrario, hoy vemos el resurgimiento del tribalismo, del fundamentalismo y de la barbarie a una escala nunca vista antes.
En medio de esto, el pueblo de Yemen, al igual que los de Irak y Siria, que han sido sometidos a la pobreza y a las privaciones durante décadas, son considerados meros peones a los ojos de las clases dominantes parasitarias. Esta nación orgullosa que guarda muchos tesoros culturales está descendiendo a la barbarie y al tribalismo. Esto es lo mejor que el capitalismo puede ofrecer a las masas.
La revolución árabe mostró que una vez que las masas se mueven todos los reaccionarios pueden ser apartados fácilmente. La tarea es, sin embargo, no sólo derrocar a los gobernantes reaccionarios, sino también eliminar su Estado reaccionario y el sistema capitalista que los genera.
¡No a la guerra imperialista contra el pueblo de Yemen!
¡Abajo el capitalismo y el imperialismo!