La situación económica que aparentemente es de total éxito y de nada que temer, según lo los informes color de rosa emitidos por los reformistas para intentar convencer al Presidente y al pueblo de que es posible resolver los problemas del país manteniendo la propiedad capitalista de las principales empresas y bancos del país, esconde la grave de crisis de una economía que no es capaz de producir ni siquiera un tercio de lo que consume.
Sólo estatizando las principales empresas bajo control obrero lograremos desarrollar el país
Recientes balances de la actividad económica del año 2006 provenientes de diferentes entes económicos del estado, indican el sostenido crecimiento que ha venido mostrando la economía venezolana en los últimos 3 años debido a las diferentes políticas implementadas por el gobierno revolucionario. En el informe de cierre del BCV para 2006 se señala un incremento del 10,3 % del Producto Interno Bruto, una excelente noticia para cualquier país. Igualmente, continúa el crecimiento de la demanda interna, la cual alcanzó una tasa del 18,8% -superior a la del año 2005- y que prácticamente duplica al crecimiento del PIB.
Este dinamismo del consumo privado se asocia fundamentalmente con el incremento en los ingresos de la población como consecuencia del sostenido crecimiento de la economía, la mejora del empleo y las remuneraciones, el mayor acceso al crédito y las transferencias de recursos a los sectores más vulnerables a través de los diferentes programas sociales. Así mismo, como elemento muy positivo, continúa la recuperación del poder adquisitivo iniciada en 2003, al experimentar un incremento real anual de 9,3%. El nuevo nivel de salario mínimo supera el costo de la canasta alimentaria normativa al mes de noviembre en 11%.
Pero estas cifras alentadoras, que indican crecimiento y mejora en el nivel de vida de la población, muestran otra cara cuando se analizan los números mostrados en letra pequeña en dichos informes. A los sectores burocráticos y reformistas parece que no les interesa que se conozcan datos que reflejan la seria crisis estructural que padece el sistema capitalista en Venezuela desde hace décadas y que puede cuajar en un cambio de tendencia en este crecimiento y en una crisis profunda en la economía nacional de no implementarse políticas que den al traste con el control capitalista de las principales palancas de la economía.
Por ejemplo, cuando se disgrega el tipo de crecimiento experimentado por el PIB se puede observar que el crecimiento es fundamentalmente a expensas de sectores no generadores de bienes de consumo manufacturados tales como la actividad financiera, construcción, comunicaciones, comercio y servicios comunitarios, donde básicamente el motor del crecimiento es el gasto del gobierno con los extraordinarios ingresos petroleros. Este crecimiento asimétrico donde la banca logra un 37%, la construcción un 29,5%, mientras la industria manufacturera solo lo hace en un 10%, refleja la base de la crisis en gestación. Otro indicador preocupante a tener en cuenta es el desproporcionado incremento en los niveles de importación que ascendieron al monto de 31.344 millones de dólares, lo que representa el 18% del PIB y que representan un record histórico.
Cuando analizamos estos resultados de manera integral, podemos observar que el crecimiento de la demanda interna no es suplido por la industria manufacturera nacional en manos de la oligarquía nacional, lo que obliga al gobierno a suplir esta carencia echando mano a la importación masiva de alimentos y productos de consumo, lo que significa un exorbitante gasto de divisas. Como hemos analizado en artículos anteriores, la caída en la tasa de recapitalizacion del parque manufacturero nacional desde 1998 resulta estrepitosa. Esto refleja tanto el parasitismo que desde hace mucho tiempo caracteriza a los capitalistas venezolanos como la política de sabotaje económico fomentado por Fedecámaras y Fedeagro. Y ello a pesar también de todas las facilidades crediticias que ingenuamente el gobierno revolucionario le ha ofrecido al sector privado. Esta desinversión y abandono de empresas por parte de la burguesía nacional, ha repercutido seriamente, como ya lo hemos señalado, en la caída de la producción nacional así como en el decrecimiento de la tasa anual de generación de empleo en el sector industrial, con el agravante de que este sector constituye la principal fuente creadora de trabajo en cualquier economía.
Como podemos ver, la situación económica que aparentemente es de total éxito y de nada que temer, según lo los informes color de rosa emitidos por los reformistas para intentar convencer al Presidente y al pueblo de que es posible resolver los problemas del país manteniendo la propiedad capitalista de las principales empresas y bancos del país, esconde la grave de crisis de una economía que no es capaz de producir ni siquiera un tercio de lo que consume. De continuar la tendencia en la expansión del consumo, como producto de las políticas aplicadas por el gobierno revolucionario en la distribución de la renta petrolera (que anteriormente acaparaban y saqueaban el imperialismo con la oligarquía nacional), y seguir combinándose esta expansión con el mantenimiento de la industria productiva en manos de los capitalistas -que sólo buscan su beneficio privado, odian la revolución y seguirán saboteando la economía- en pocos años tendríamos que gastar la casi totalidad del ingreso petrolero para costear las importaciones, lo cual es inviable.
Es impostergable que el gobierno revolucionario tome conciencia de la grave situación que se está gestando y proceda a la nacionalización del aparato productivo del país en manos de una burguesía que lo mantiene estancado desde hace décadas y que en particular en los últimos 7 años ha utilizado su control de este aparato productivo para intentar minar las bases económicas del país y desgastar a la revolución. El gobierno debe poner dichas empresas bajo control de los trabajadores y realizar un plan masivo de recapitalización con los recursos que se están quemando en importaciones, a fin de recuperar la producción y el empleo antes de que se produzca el predecible desbarajuste de la economía.