Varios países de Europa suspendieron el uso de la vacuna Oxford/AstraZeneca durante dos semanas, por una asociación no probada (y poco probable) con la aparición de coágulos de sangre. Tras una revisión por parte de la Agencia Europea de Medicamentos (AEM), la vacunación con AstraZeneca se ha vuelto a reanudar, pero esta decisión política ha mermado gravemente la confianza de la población en la vacuna, que ya era baja.
Además de esto, Gran Bretaña y Bruselas siguen envueltas en una disputa proteccionista por el acceso a las dosis.
La incompetencia, un lanzamiento fortuito y la desinformación gubernamental en toda Europa ya han socavado la confianza en las vacunas COVID-19 en general, pero especialmente en la vacuna AstraZeneca. Lo ocurrido estas últimas semanas exacerbará aún más este problema, que se ve enredado con la farsa del “nacionalismo de las vacunas”.
Como resultado, los desventurados y cínicos representantes del capitalismo corren el riesgo de prolongar la pandemia, poniendo en peligro innumerables vidas.
La suspensión de AstraZeneca
17 países europeos frenaron el lanzamiento de la vacuna de AstraZeneca, incluidos Francia, Alemania, España, Italia e Irlanda. La tendencia comenzó en Austria, cuyo gobierno paralizó un lote de vacunas de AstraZeneca el pasado 7 de marzo tras el fallecimiento de una mujer de 49 años por problemas de coagulación después de recibir una dosis.
Dinamarca fue el primer país en suspender el uso de la vacuna de AstraZeneca por completo, seguido de Islandia y Noruega una semana más tarde tras una serie de tromboembolismos. Este último afirmó que tres sanitarios fueron hospitalizados con coágulos de sangre después de recibir la vacuna, y uno falleció.
En respuesta, la AEM lanzó una revisión sobre la posible existencia de un vínculo causal entre la vacuna AstraZeneca y los coágulos de sangre, y concluyó el jueves que la vacuna es “segura y efectiva”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha declarado que “no hay evidencia de que los incidentes fueran causados por la vacuna y es importante que continúe la campaña de vacunación para salvar vidas y evitemos los casos de enfermedad más severos”.
No hay evidencias
¿Tiene alguna base la preocupación por los coágulos de sangre?
Tales efectos secundarios no se declararon en ninguno de los ensayos a los que se ha sometido la vacuna AstraZeneca. De los 24.000 participantes en los ensayos de la compañía, solo el 1 por ciento informó de un suceso adverso grave, y de estas 168 personas, fueron más quienes recibieron el medicamento de control que la vacuna activa.
Pero esta es una muestra relativamente pequeña de personas en su mayoría sanas. ¿Qué pasa con los datos del mundo real?
Hasta ahora, se han registrado alrededor de 37 trastornos tromboembólicos en 17 millones de vacunaciones. Ya que la mayoría de los vacunados hasta ahora han sido mayores, cabría suponer que cientos de estas personas podrían estar en riesgo de sufrir trombosis en circunstancias normales.
En resumen, no hay razón para suponer que la vacuna haya causado estos peligrosos coágulos de sangre. Incluso si hubiera una mínima posibilidad, hay muchos otros medicamentos de uso común (desde analgésicos de venta libre en farmacia hasta anticonceptivos) que conllevan riesgos de complicaciones y reacciones adversas.
Efecto dominó
Después de la acción inicial tomada por algunos países, la suspensión fue claramente coordinada por los principales países de la UE. El Ministro de Economía y Finanzas de Francia, Pannier-Runacher, declaró:
“Pueden imaginarse que hablamos con Italia, hablamos con España, hablamos con Alemania y no es casualidad que estos cuatro países, el mismo día, anunciaran la misma decisión”.
Tras la decisión de algunos países de detener la vacunación con AstraZeneca, los demás temieron ser acusados en caso de que algo estuviera mal. La política triunfó sobre la evidencia científica.
Es evidente que cualquier indicio de efectos secundarios potencialmente graves debe investigarse a fondo, pero los hechos conocidos ciertamente no justifican una pausa de dos semanas. La opinión científica era firme en ese momento, ahora validada con el informe de la AEM.
Esta decisión debe entenderse en el contexto de la desastrosa campaña de vacunación de la UE. Hasta ahora, la Unión Europea ha suministrado 7 dosis por cada 100 habitantes. Esto se compara con las 23 dosis en EE. UU. y 31 en el Reino Unido.
Hemos explicado el motivo de esta lenta vacunación con más profundidad en otros artículos, pero un factor importante es que la UE se enfrenta a un déficit en el suministro de la vacuna AstraZeneca, desde enero, que la empresa atribuyó a un “fallo” de producción.
Estos problemas de suministro están relacionados con la disputa de diferentes países en la negociación de contratos y la negativa de las empresas farmacéuticas a ceder el control de los derechos de propiedad intelectual. Todo esto dio lugar a una disputa pública a tres bandas, en la que la UE amenazó con imponer controles a la exportación de las vacunas AstraZeneca, fabricadas en Bruselas, destinadas al Reino Unido.
Escepticismo sobre las vacunas
Otro factor en esta situación es el problema mencionado anteriormente del escepticismo sobre las vacunas. Como hemos explicado en otras ocasiones, está estrechamente relacionado con la terrible falta de confianza de las masas en el establishment político y la ausencia de una explicación y un programa de clase de la izquierda para la aparentemente interminable pesadilla de los confinanamientos y el aumento de las tasas de infección.
Este clima de desconfianza precedió a la pandemia, tras una década de recortes y austeridad impuesta por la crisis capitalista de 2008-2009. Pero se ha intensificado aún más por el manejo desesperado de este desastre sanitario por parte de las clases dominantes de un país tras otro.
En Francia, donde el escepticismo sobre las vacunas es especialmente alto, el odiado gobierno de los ricos de Macron manejó mal la situación desde el primer día.
La extrema lentitud de la campaña de vacunación en Francia, comenzando con las personas mayores en las residencias, no hizo sino propagar más dudas sobre las vacunas en millones de franceses, que pueden haber pensado que hay algo que ocultar.
Esta vez, ha sucedido exactamente lo mismo con la vacuna AstraZeneca. La reacción exagerada masiva y el efecto dominó en toda la UE comenzó en parte como un intento infructuoso de mantener la confianza pública.
La decisión de Alemania se explicaba como “medida de precaución”. En palabras del ministro de Salud, Jens Spahn: para “mantener la confianza en la vacuna, tenemos que dar tiempo a nuestros expertos en Alemania y la UE para comprobar los incidentes recientes”.
Si la idea era mantener la confianza en la vacuna, tuvo exactamente el efecto contrario.
Desinformación e ineptitud
La confianza de la población en la vacuna AstraZeneca ya estaba en su punto más bajo debido a una serie de comentarios engañosos y mala prensa de los líderes políticos europeos y de los medios de comunicación.
Inicialmente, varias agencias de salud europeas, incluidas las de Francia y Alemania, se negaron a ofrecer las vacunas AstraZeneca a las personas mayores de 65 años, argumentando que había datos limitados sobre su eficacia para las personas de este grupo de edad.
Más tarde, cuando surgieron más datos de Gran Bretaña (en donde esta vacuna se usa para todos los grupos de edad) que indicaban que la vacuna AstraZeneca era efectiva y no peligrosa, también para los mayores de 65 años, esta decisión se revirtió.
Pero la idea de que la vacuna AstraZeneca era inferior o tenía peores efectos secundarios que las vacunas de Pfizer o Moderna, por ejemplo, se hizo popular.
La prensa europea difundió noticias sobre trabajadores de la salud que se habían enfermado gravemente durante días después de recibir la vacuna AstraZeneca. El principal diario financiero alemán, Handelsblatt, citó una fuente anónima del Ministerio de Salud que afirmaba que no era eficaz para los ancianos.
Esta línea fue recogida por Macron, quien hizo la afirmación absurda y sin fundamento de que la vacuna de AstraZeneca es “practicamente ineficaz para las personas mayores de 65 años”. Más tarde, el vicepresidente de un sindicato de policías alemán afirmó que los agentes deberían recibir “la mejor vacuna posible”, sugiriendo que la policía se negaba a ponérsela.
Dosis no utilizadas
Toda esta mala prensa resultó en que millones de personas rechazaran la vacuna AstraZeneca. A principios de este mes, el Ministerio de Salud alemán informó que había usado solo el 15 por ciento de sus dosis de AstraZeneca, ya que personas de todo el país se habían negado a ponérsela o habían cancelado su cita.
Francia había despachado solo el 16 por ciento de sus dosis de AstraZeneca a 25 de febrero, Italia un quinto y España un tercio. Por el contrario, la administración de la vacuna Pfizer fue de alrededor del 80 por ciento. Las encuestas de opinión en Francia dicen que solo el 20 por ciento de las personas confía en la vacuna AstraZeneca, en comparación con el 52 por ciento que confía en la vacuna de Pfizer.
El problema es que la vacuna AstraZeneca es esencial para la campaña de vacunación europea, en parte porque es mucho más barata de fabricar y almacenar que los productos basados en el ARN mensajero de Pfizer y Moderna, que deben mantenerse a temperaturas muy bajas.
A pesar de los patéticos intentos de Merkel y Macron de dar marcha atrás, este último declarando que aceptaría la inoculación de AstraZeneca “si esa es la vacuna que me ofrecen”, la frágil confianza de la ciudadanía ha recibido un golpe más severo. Aunque el informe de la AEM ha autorizado el uso de la vacuna, es posible que esta confianza nunca se restablezca.
En un giro extraño, Macron ahora ha decidido que las vacunas de AstraZeneca se reanudarán solo para los mayores de 55 años, porque aquellos que sufrieron coágulos de sangre después de ser vacunados estaban en un grupo de edad más joven. Esta completa reversión de su posición anterior aún mantiene la idea de que existe un peligro, a pesar del informe de la AEM.
Después de retrasar los planes de vacunación, las clases dominantes de Europa han mostrado una irresponsabilidad criminal al echar más leña al fuego al escepticismo de las vacunas.
Estamos en un escenario absurdo en el que miles de dosis van acumulando polvo porque nadie las va a recibir. Sin duda, esto costará muchas más vidas que una pequeña cantidad de efectos secundarios graves si se prolonga la pandemia.
Este desastre continuo está teniendo un efecto político claro, como demuestra la derrota de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel en las elecciones regionales del fin de semana. La CDU, que alguna vez fue un pilar de estabilidad en Europa, ha visto derrumbarse su popularidad después de su deslucida respuesta a la pandemia y, en particular, de su mal manejo del programa de vacunación. El apoyo al partido ha caído por debajo del 30 por ciento, y hay peticiones generalizadas para que el ministro de Sanidad renuncie.
Mientras tanto, Macron está actualmente empatado con Marine Le Pen, del Agrupamiento Nacional (anteriormente Frente Nacional) en las elecciones presidenciales.
Los representantes del capitalismo europeo están perdiendo totalmente el control de la situación y cada vez más son vistos más incapaces para dominar la situación.
Diplomacia de vacunas
Como siempre, la salud pública y la crisis política están poniendo en primer plano las estrechas consideraciones nacionalistas precisamente en el momento en que más se necesita la cooperación mundial.
Desde principios de año, hemos sido testigos de cómo la “comunidad europea” se desmoronaba en acérrimas recriminaciones sobre el acceso a las dosis, y cómo los Estados miembros adoptaron un enfoque de “cada uno por su cuenta”, a pesar de un acuerdo de compra conjunta negociado a través de la Comisión Europea.
Como ya se señaló, en enero, estalló un incidente de “diplomacia de vacunas” entre Gran Bretaña y Bruselas por las dosis limitadas suministradas por AstraZeneca. Bruselas amenazó con invocar el artículo 16 del Protocolo de Irlanda del Norte (establecido como parte del acuerdo Brexit improvisado el año pasado), que habría impuesto una frontera dura en la isla, que impediría el libre tránsito de mercancías al Reino Unido.
AstraZeneca recortó aún más sus envíos previstos para Europa, e Italia bloqueó un envío de 250.000 dosis de AstraZeneca a Australia como parte de las nuevas reglas impuestas por la UE para proteger sus suministros y obligar a AstraZeneca a cumplir con sus compromisos.
En estos momentos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirma estar considerando activar el artículo 122 del Tratado de Lisboa, utilizado por última vez durante la crisis del petróleo saudí de la década de 1970, para obligar a Gran Bretaña a ceder algunas de sus vacunas excedentes a la UE.
Además de imponer una prohibición efectiva a las vacunas que salen de las fábricas europeas hacia Gran Bretaña, esto teóricamente permitiría a la UE apoderarse de las fábricas de AstraZeneca y renunciar a las reclamaciones de propiedad intelectual.
En última instancia, la UE quiere que los británicos liberen a AstraZeneca de un acuerdo contractual por el cual solo puede exportar dosis fabricadas en el Reino Unido una vez que cumpla con sus compromisos con Gran Bretaña. Evidentemente, el Estado británico no tiene intención de hacerlo.
AstraZeneca, por su parte, se encuentra bastante bien en medio de este choque, beneficiándose de la influencia que brinda la posesión de la vacuna. De hecho, la compañía está recortando aún más sus entregas prometidas a Europa, a pesar de haber recibido ya miles de millones de dinero público en pedidos anticipados.
¿Guerra Fría del Covid-19?
Es posible que las críticas a la vacuna AstraZeneca y las difamaciones sobre su seguridad provengan en parte del intento cínico de la UE de presionar a la empresa y al gobierno británico para que renuncie a más dosis. Ciertamente, algunos líderes de la UE pueden inclinarse hacia la alegría por la desgracia ajena a expensas de Gran Bretaña y AstraZeneca. En última instancia, esta debacle resultará contraproducente.
Mientras tanto, el primer ministro británico, Boris Johnson, ha atacado a Bruselas, diciendo que él mismo recibirá la vacuna de AstraZeneca. Esta pequeña disputa es una prueba más de que las vacunas están siendo explotadas como tablero de juego geopolítico por los representantes de la clase dominante.
La UE también se ha quejado de que EE. UU. tiene millones de dosis sin usar, debido a que no ha aprobado el uso de la vacuna AstraZeneca y, por lo tanto, debería renunciar a algunas de sus vacunas de repuesto.
Mientras tanto, la UE ha prometido apuntalar su suministro firmando un nuevo y lucrativo contrato de “recarga” con Pfizer (cuya empresa asociada, BioNTech, tiene su sede en Alemania) por 10 millones de dosis adicionales para el segundo trimestre del año.
Vacunar al mundo es un gran negocio, con enormes beneficios por hacer. Es evidente que existe una competencia feroz entre las distintas empresas farmacéuticas y lo más probable es que se estén aprovechando de estas dificultades para fijar sus precios, que deben cubrirse con dinero público.
Todas estas jugadas corren el riesgo de tener consecuencias desastrosas para las masas en los países capitalistas avanzados, dados los retrasos adicionales en la campaña de vacunación. Además, es un completo escándalo que millones de dosis acumuladas estén sin usar en los poderosos países imperialistas, mientras que miles de millones de personas en los países más pobres carecen de acceso.
Nacionalismo
Al otro lado del Canal de la Mancha, los reaccionarios partidarios del Brexit que lideran el gobierno conservador no han perdido tiempo en alardear sobre el relativo éxito de la campaña de vacunación de Gran Bretaña en comparación con Europa continental.
El ministro de Salud, Matt Hancock, hizo la absurda afirmación de que Gran Bretaña había aprobado más rápido la vacuna Pfizer debido al Brexit, lo que permitió al país sortear la burocracia de la AEM.
En una entrevista posterior, el secretario de Estado de Educación, Gavin Williamson, lo negó, haciendo alarde aún más estúpido de que Gran Bretaña era simplemente un “mejor país” que Francia o Alemania.
Estas palmadas en el hombro deben situarse en el contexto de la tasa de mortalidad por COVID-19 de Gran Bretaña, que es la más alta del mundo por tamaño de población. Este es un resultado directo de la cruel incompetencia del gobierno conservador en la mala gestión de la pandemia.
¡Acabar con esta locura!
Este desorden colosal es una consecuencia directa del decrépito régimen capitalista, basado en la propiedad privada y el Estado nacional. Bajo este sistema, un puñado de poderosas empresas privadas tienen un dominio absoluto sobre los medios de producción médicos que se administran con fines de lucro y dictan los términos a los Estados.
Al parecer, una empresa finlandesa desarrolló una vacuna sin patente que estaba lista para ser probada en mayo. Sin embargo, el gobierno de Finlandia finalmente firmó un contrato con Pfizer, porque no existe un mecanismo para financiar ensayos en humanos a gran escala fuera de las grandes farmacéuticas o del capital de riesgo. El Estado no estaba dispuesto a cubrir los costos, aunque esto hubiera ahorrado dinero y vidas a largo plazo.
Mientras tanto, las potencias imperialistas rivales están luchando por el acceso a recursos críticos con el fin de hacer dinero para sus respectivos capitalistas e inmunizar a sus poblaciones primero, para volver rápidamente a la actividad económica normal.
La locura de una guerra comercial de vacunas en medio de una pandemia es una prueba fehaciente del estado decrépito e irracional del sistema capitalista.
Sin mencionar el hecho de que, en los países más pobres, el acceso a la vacuna es casi inexistente, precisamente porque los países capitalistas avanzados acaparan la oferta disponible. Los capitalistas de las grandes farmacéuticas incluso están utilizando tácticas de mano dura en su búsqueda de contratos.
Se ha informado que, como parte de las negociaciones del contrato, Pfizer solicitó a algunos países latinoamericanos que aporten activos soberanos, como edificios de embajadas y bases militares, como garantía contra el costo de cualquier caso legal futuro por posibles efectos secundarios.
Ninguno de estos problemas existiría bajo una economía globalmente planificada. Bajo tal sistema, los parásitos de las grandes farmacéuticas serían expropiados; sus recursos gestionados de forma racional; y la producción y distribución de medicamentos se llevaría a cabo sin problemas en los Estados socialistas federados.
Esta pandemia ofrece un argumento incontestable a favor de la superioridad de una economía socialista planificada sobre una capitalista, cuyas limitaciones están quedando expuestas diariamente de manera despiadada.