La reciente cumbre de la OTAN en La Haya ha tenido como protagonistas, y villanos, a España y al presidente del gobierno, Pedro Sánchez. Todo gira en torno al incremento del gasto militar que Trump ha impuesto a los países integrantes de la OTAN para que alcancen el equivalente al 5% del PIB para el año 2035, debido a que EEUU se dispone a reducir drásticamente sus contribuciones financieras a la OTAN. Un 3,5% sería destinado a gasto militar y un 1,5% adicional a gastos de seguridad en infraestructuras críticas, y otros no especificados. Sánchez adoptó una resistencia numantina a comprometerse con esta subida y mantuvo su pretensión de que el gasto militar español no supere el 2,1% del PIB, al menos hasta 2029, cuando habrá una revisión de las necesidades militares de la OTAN y del gasto requerido para esto.
El compromiso de gasto español
Precisamente, Sánchez se agarra a la revisión que se hará en 2029 para justificar la incoherencia de su posición. Por un lado, firmó el acuerdo final de la cumbre que compromete a cada país alcanzar el 5% del PIB en Defensa para 2035, mientras que al mismo tiempo dice que sólo se compromete a gastar el 2,1% del PIB. Según su versión, para 2029 la mayoría de los países de la OTAN comprobarán por sí mismos la imposibilidad de alcanzar el 5% y habrá una revisión “a la baja” del objetivo del gasto militar. También, para entonces, espera que Trump ya no esté al mando en la Casa Blanca y que habrá un presidente de EEUU más razonable con sus socios europeos. Pero la actitud de Trump no responde a su carácter personal, sino que es consecuencia de la realidad objetiva actual de EEUU, como explicamos mas adelante.
Durante la semana previa hubo intensas reuniones y llamadas para armonizar una posición común a fin de alcanzar pleno acuerdo en el objetivo del 5% del PIB. No obstante, en vísperas de la cumbre, Sánchez pudo exhibir triunfalmente un compromiso firmado por Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, donde éste afirmaba por escrito: “Puedo confirmarle que el acuerdo alcanzado en la próxima cumbre de la OTAN permitirá a España determinar de manera soberana su propio camino hacia el cumplimiento de los Objetivos de Capacidad, incluyendo los recursos anuales necesarios en términos de PIB, y presentar sus propios planes” (negritas nuestras). Es decir, aparentemente dejaba a criterio del gobierno español establecer su propio objetivo de gasto, sin mencionar un porcentaje concreto, siempre que alcance los «Objetivos de Capacidad».
Ante el revuelo y malestar causado en el resto de miembros de la OTAN por este compromiso de Rutte por escrito con España, al día siguiente, éste declaró: “España cree que puede alcanzar esos objetivos (de capacidades) con un porcentaje del 2,1 %. La OTAN está absolutamente convencida de que España tendrá que gastar el 3,5 % en conjunto, así que ahora cada país informará periódicamente sobre lo que está haciendo en términos de gasto y de alcanzar los objetivos. Y de todas formas, habrá una revisión en 2029”. Al final, en esta comedia de enredos, que bien podría ser descrita mejor como una farsa, cada parte interpreta a su modo el compromiso adquirido en esta cumbre.
El argumento de Sánchez es que los objetivos de gasto militar deben ser fijados no en términos abstractos de porcentajes del PIB sino por las capacidades militares concretas requeridas y que eso puede conseguirse con menos dinero. Más allá de esto, que se acepte a regañadientes que un miembro de la OTAN de segunda categoría, como España, adopte sus propios objetivos de gasto militar, en oposición al resto de miembros, revela las contradicciones que corroen a esta estructura destartalada en que se ha convertido la otrora poderosa alianza militar occidental, una vez que el poderoso amigo norteamericano ha decidido despegarse de la misma. EEUU no considera ya a Europa un campo de atención preferente de su política exterior y militar, pretende además congraciarse con Rusia para asegurarse fuentes de materias primas adicionales y tratar de alejarla de China. Tiene una abultada deuda pública cada vez más inmanejable y debe concentrar sus esfuerzos y recursos. Su prioridad pasa ahora por replegarse a su zona primaria de influencia, el Pacífico, el Ártico y las Américas. Su objetivo, a diferencia de los capitalistas europeos, no es vérselas con Rusia, sino con China, su principal competidor global.
Ahora, Trump amenaza a España con represalias comerciales por su negativa a aceptar el 5% del PIB en gasto militar. Veremos si esto se queda en un simple arrebato o tiene consecuencias reales. Por lo pronto, EEUU no puede imponer aranceles a España ni a sus productos de manera diferenciada de los demás países de la UE. A lo sumo, podría poner aranceles adicionales a determinados productos que constituyan el grueso de las exportaciones españolas, pero que también afectarían al resto de países europeos. Estos podrían ser el vino, el aceite de oliva o productos farmacéuticos. También podría vetar a empresas españolas en la adjudicación de contratos públicos en EEUU. En próximas semanas, saldremos de dudas en relación a esto.
La crisis del capitalismo europeo
En realidad, la crisis que corroe a la OTAN es un reflejo de la crisis que asola al lado europeo de la misma. El “pecado” cometido por Sánchez, un aventurero y oportunista hábil capaz de los movimientos más inesperados cuando se encuentra en situaciones desesperadas, es haber dicho a la cara la verdad del asunto. Pasar del 2% actual al 5% del PIB en gasto militar, significa que España pasaría de gastar anualmente 32.000 millones de euros ¡a 75.000 millones! La deuda pública española escala actualmente al 103,85%, de manera que, ausente una perspectiva de boom económico robusto en el horizonte (más bien, al contrario), eso implicaría dolorosísimos recortes del gasto social:
“Aceptar el gasto del 5% conllevaría gastar unos 350.000 millones de euros adicionales hasta 2035 que sólo se conseguirían aumentando unos 3.000 euros anuales en impuestos a los trabajadores, eliminando las prestaciones por desempleo, enfermedad y maternidad, reduciendo un 40% las pensiones o recortando a la mitad la inversión estatal en educación desde los cero años hasta la universidad”.
Es decir, esto sería una receta acabada para la lucha de clases.
Otros países europeos están en una situación similar, o peor, que España. La deuda italiana escala al 135,3% del PIB con un déficit público del 3,4%. Francia tiene una deuda pública equivalente al 113% de su PIB, y su déficit público es de los mayores de la Unión Europea, el 5,8%. La deuda pública de Bélgica (otro país que ha mostrado públicamente su renuencia a gastar el 5% del PIB en defensa), es del 104,7%. La de Grecia es del 153,6% de su PIB, e incluso el Reino Unido ostenta una deuda pública elevada, del 101,23% del PIB. Un funcionario del gobierno español expresó de manera adecuada la situación cuando dijo: “Somos los únicos que decimos que el rey está desnudo, pero lo está. Y se verá con el tiempo”, en referencia al viejo cuento de Hans Christian Andersen.
La esperanza de países como Francia y Reino Unido es que, quizás, este aumento del gasto militar redunde en su beneficio, acaparando contratos del resto de países europeos para sus poderosas industrias de defensa. Pero esto es un deseo piadoso, porque la mayor parte de los dispositivos militares actualmente en uso en Europa tienen matriz norteamericana y sería este país quien se llevaría la parte del león de dichos contratos. Y, por otro lado, Alemania y otros países quieren impulsar sus propias industrias de defensa, cada una con sus propios sistemas de diseño y tecnología. En definitiva, tratar de armonizar un equipamiento militar europeo coherente sería un lío monumental.
El servilismo europeo hacia EEUU
¿Qué hay detrás de todo esto? Sánchez lo ha insinuado. Pocos países de la OTAN se creen realmente que puedan destinar el 5% de su PIB a armamento, con excepción de los “halcones” rusófobos en los gobiernos de los países bálticos, nórdicos y Polonia (con deudas públicas relativamente bajas), y quizás también Grecia, donde su gasto militar roza el 5% desde hace años. La verdad es que si la mayoría ha aceptado sin rechistar la imposición de Trump, ha sido para no contrariarlo, porque no pierden la esperanza de mantener atado a EEUU a la defensa europea, al que necesitan para compensar la hegemonía militar rusa en la frontera oriental. Esta es la razón de que la Unión Europea esté poniendo todo tipo de obstáculos a la firma de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, quieren prolongar la guerra aquí (y en esto, el “pacifista” Sánchez es un firme defensor de esta estrategia) para seguir implicando a EEUU con dinero, material bélico y, si fuera posible, con tropas sobre el terreno. Como ya hemos analizado en otros artículos, la Europa capitalista está aterrada porque carece de la capacidad económica, logística y de unidad política para construir sus propias fuerzas armadas y capacidades militares al nivel de la potencia militar rusa. Y la agitación del “peligro ruso” no se debe al cuento de que teman una hipotética invasión rusa de Europa. Esto es solo una excusa idiota destinada a la opinión pública. El asunto es que Rusia le está disputando a la Europa capitalista espacios de influencia política y económica, en el este de Europa donde Moscú tiene gobiernos cómplices (en Hungría o Eslovaquia), y también de asistencia militar en el caso del África subsahariana, donde ha desplazado casi completamente a Francia. La Unión Europea necesita mostrar músculo militar frente a sus rivales imperialistas para captar gobiernos “amigos” y mantener sus intereses imperialistas alrededor del mundo. Con sus propios esfuerzos lo ve imposible, por eso sigue necesitando una ayuda sustancial del amigo norteamericano.
El enfado de los socios de la OTAN con Sánchez tiene que ver con esto, porque escenificar ruidosamente su oposición al plan de Trump iba a tener la consecuencia, como ha sido el caso, de enfurecer a EEUU y alejarlo más de estos objetivos que busca el imperialismo europeo. Por contra, los jefazos de la OTAN se han deshecho en halagos hacia Trump, con un servilismo empalagoso. Así, ni siquiera el genio de un Shakespeare habría podido poner en boca de sus personajes tal ejemplo de adulación y sumisión despreciables, como el que manifestó hacia Trump el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en su discurso de clausura de la cumbre:
“Durante décadas, EE UU intentó que Europa estuviera a la altura. Ahora, los aliados europeos y Canadá igualarán su gasto en defensa con EE UU. Así que permítanme saludar el liderazgo de larga data del presidente Trump al pedir que la OTAN aumente el gasto en defensa (…) Señor presidente, querido Donald, gracias por presionarnos”.
Las razones de Sánchez
A nadie se le escapa, como señalamos al principio, que el motivo íntimo de Sánchez para dar máxima publicidad a su desacuerdo, antes y durante la cumbre de la OTAN, era su situación desesperada en casa. Acosado por los escándalos internos de corrupción que afectan a exaltos cargos y exministros del gobierno y del PSOE, asediado por la oposición de derechas en el parlamento español, perdiendo pie en las encuestas de opinión, necesitaba un buen golpe de efecto para conseguir un cierto respaldo popular entre la población. Y qué mejor oportunidad que presentarse como un abanderado de la defensa del Estado del bienestar y de la contención del gasto militar, sabiendo que eso representa una carta ganadora entre la opinión pública española, en particular en la clase trabajadora y la juventud, donde la figura de Donald Trump despierta una hostilidad manifiesta. Eso, además, conectaba con su pose de los últimos meses en la que se ha mostrado como el dirigente europeo más crítico contra la política genocida de Netanyahu en Gaza, no importa los buenos negocios que el gobierno español ha mantenido con el conglomerado militar israelí desde los hechos del 7 de octubre de 2023. Y, en ese sentido, su maniobra ha tenido éxito. La oposición de derechas, PP y Vox, que ha criticado a Sánchez por enfadar a Trump, ha quedado expuesta como agentes serviles de este último, lo cual está muy cerca de la verdad.
De todas maneras, debemos desmentir la aureola “antimilitarista” de Sánchez y su gobierno. Lo contrario es la verdad. Lo cierto es que desde que Sánchez llegó a La Moncloa en 2018, el gasto militar subió un 60% hasta 2024. Si a eso le sumamos los más de 10.000 millones de euros adicionales que ha comprometido para 2025, eso sube hasta ¡un 216%! Es decir, se ha pasado de 10.283 millones de euros hasta los actuales 32.600 millones, que alcanzan ya oficialmente el 2% del PIB. Y esto, sin contar numerosas partidas ocultas destinadas a gastos e investigación militar, como han señalado diversos estudios.
¿Cuántas viviendas, hospitales, escuelas, infraestructuras y pensiones no se podrían pagar anualmente con estos más de 30.000 millones de euros? Ante esto, no podemos consolarnos con el “mal menor” de que «sólo» gastaremos en Defensa el 2,1% del PIB español frente al hipotético 5% que exige la OTAN. Independientemente de que finalmente el gasto militar en el Estado español y en el resto de países europeos aumente hasta el 2%, 3% o 4% del PIB, será un drenaje intolerable de recursos desperdiciados y traerá inevitablemente un recorte del gasto social y un empeoramiento en nuestras condiciones de vida.
Es por eso que Sánchez no puede presentarse como un amigo de la paz. Sánchez mantiene la política guerrerista en Ucrania, una guerra perdida que devora vidas incontables por intereses ajenos a la clase obrera europea y española, y dinero; y que trae destrucción y contaminación horribles. El Sánchez amigo de los pueblos oprimidos no ha roto relaciones diplomáticas ni comerciales, ni siquiera militares de manera completa, con Israel. Y vendió al pueblo saharaui a la corrupta y degradada dictadura marroquí, posicionándose contra el referéndum de autodeterminación del Sáhara. Y, ni mucho menos, Sánchez defiende la salida de España de la OTAN; al contrario, es un defensor entusiasta de esta agencia imperialista cuyos integrantes, a lo largo de 80 años, tienen el mayor registro de participación en masacres, genocidios, golpes de Estado y saqueo de países empobrecidos por el imperialismo. Por supuesto, en ningún momento, Sánchez ha insinuado la cancelación de los acuerdos con EEUU que le permiten mantener sus dos principales bases militares en el sur de Europa, como son las de Morón (Sevilla) y Rota (Cádiz).
Ninguna confianza en nuestros gobiernos y los “antisistema” de derechas
La realidad para la clase obrera española y europea es que no podemos depositar ninguna confianza en nuestros gobiernos, ni en los de derechas ni en los de “izquierda”, donde su política del “mal menor” es una trampa que no evita ni el gasto militar, ni nuestra implicación en guerras imperialistas en el exterior. Con la excusa de la seguridad y la defensa europeas, el autonombrado heraldo de la “democracia” y la “libertad de expresión”, la vieja Europa, está prohibiendo manifestaciones propalestinas, metiendo en la cárcel a quienes protestan o censurando actos públicos de solidaridad con Gaza.
También merece la pena señalar la posición en que han quedado todos estos grupos, partidos, e incluso gobiernos, de derecha “antisistema”. Pese a sus pretensiones ultranacionalistas han quedado expuestos como marionetas y agentes de uno u otro imperialismo. Es el caso de las Meloni, Abascal, Ventura o Farage, que no tienen disimulo en aparecer como lamebotas de Trump y del imperialismo norteamericano; o de Alternativa por Alemania, e incluso Le Pen, que no ocultan sus inclinaciones hacia el imperialismo ruso; o el caso de Orbán de Hungría que lame las botas por igual de Trump y Putin. Para peor, casi todos sin excepción, se han solidarizado con la agresión criminal y genocida del imperialismo sionista contra el pueblo pobre y oprimido de Gaza. Ninguna alternativa vendrá de esta gente que hacen gala, además, del militarismo más extremo y tienen simpatías manifiestas por la casta militar.
Solo la clase obrera está interesada en acabar con el militarismo y las guerras de agresión. La clase obrera es una clase que lleva en su ADN la creación de riqueza y bienestar, la colaboración, la fraternidad y la solidaridad, por encima de diferencias y sentimientos nacionales. Incluso, aunque Sánchez fuera un pacifista sincero y un antiimperialista convencido, lo cual no es evidentemente el caso, no es ésta una tarea que pueda encarar ni resolver un solo hombre, un solo país o un solo pueblo.
Por una movilización europea masiva contra el militarismo y la OTAN
Para derrotar al guerrerismo y al militarismo europeos, se necesita la movilización y la lucha activa de la poderosa clase obrera europea y de la juventud comprometida, una lucha que debe ser unitaria, que prepare movilizaciones masivas en todos los países y a escala continental, que se pronuncie contra el gasto en armamento y denuncie los negocios de la industria armamentística, que exija la disolución de la OTAN y el desmantelamiento de todas las bases militares, europeas y norteamericanas, y que levante la consigna de la defensa de los derechos democráticos actualmente amenazados.
En cada país, hay partidos de izquierdas con cierta influencia, sindicatos y movimientos sociales de masas que se han manifestado contra el gasto militar e incluso contra la OTAN. A todos ellos emplazamos para que sus palabras de condena se conviertan en hechos.
Los comunistas revolucionarios, dentro de este movimiento, defenderemos la nacionalización sin compensación de toda la industria de armamento, bajo control obrero, para que sea reconvertida para fines socialmente útiles, lo mismo que la expropiación de los bancos, sin indemnización, por estar atados firmemente a las industrias de guerra. Al final, debemos luchar para derrocar a los militaristas en cada país, a nuestra propia clase capitalista dominante. Frente a la guerra entre los pueblos, oponemos la guerra de clases para detener la maquinaria bélica imperialista. Sólo la revolución socialista puede derribar el capitalismo y traer la verdadera paz.