La Iglesia enfrenta una de las mayores crisis de su historia, con el escándalo de los curas violadores, la corrupción, el lavado de dinero en el Instituto para las Obras de Religión, más conocido como Banco Vaticano, las revelaciones del llamado ̈Vatileaks ̈, los crudos enfrentamientos internos entre las sectas reaccionarias instaladas en Roma, la falta de vocación sacerdotal, la pérdida de feligreses, etc. A esto se debe la renuncia de Benedicto XVI y la llegada del papa Francisco.
¿Quién es Bergoglio?
El jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, con militancia juvenil en agrupaciones de derecha peronista, es señalado, durante la dictadura, como entregador, cómplice o testigo mudo de lo ocurrido incluso a miembros de la propia Compañía de Jesús, de la que era jefe ¨provincial¨, si bien no ha tenido condenas en los juicios por la violación de derechos humanos.
Ya en democracia, como obispo primero y luego como máximo jerarca de la Iglesia en Argentina, se negó a expulsar a los sacerdotes condenados judicialmente por pederastas (como Grassi y el obispo Storni) o por secuestradores y torturadores (como Von Wernich). Tampoco facilitó nunca los archivos de la Iglesia argentina para ser usados en los juicios por delitos de lesa humanidad.
En los últimos años se opuso a todo intento de avance en la legislación social bajo los gobiernos kirchneristas Condenó en duros términos la educación sexual en los colegios públicos, las políticas de salud reproductiva (se opuso a los métodos anticonceptivos), las reformas de leyes civiles (como la de matrimonio igualitario, la muerte digna, la reglamentación del aborto no punible, etc.) y aceptó el papel de figura estelar de la oposición de derecha a partir del conflicto del gobierno con los propietarios rurales en 2008. Aunque posteriormente bajó un poco el perfil, siguió operando desde su púlpito tratando de unificar el discurso opositor al kirchnerismo.
En busca de una salida
La elección del nuevo pontífice aparece como una maniobra para recuperar la influencia social perdida por el giro reaccionario de los últimos papados. Tal vez se intente limpiar la Iglesia de sus elementos más corruptos y así garantizar su continuidad como gendarme ideológico del capitalismo. En esta movida no es de descartar la injerencia de los centros imperialistas en EEUU y Europa, para intentar restablecer la autoridad moral de la Iglesia católica frente a fermentos revolucionarios, no sólo en Latinoamérica (con un proceso de más de una década de cambios profundos y en coincidencia con el fallecimiento del presidente Chávez), sino también en el mundo árabe y el sur de Europa (otro bastión católico).
Los primeros gestos emitidos desde el Vaticano intentan mostrar un cambio, desde el nombre escogido que remite al santo enfrentado a la jerarquía y dedicado a los pobres, hasta las actitudes del nuevo papa difundidas ampliamente por la prensa mundial: austeridad en la vestimenta y en los gastos.
Suponiendo que con estos gestos, profundamente demagógicos, logre frenar la sangría de fieles y recuperar las vocaciones sacerdotales que se iban perdiendo, hará falta mucho más que eso para solucionar la crisis de la Iglesia. Por ejemplo dejar de proteger a los sacerdotes pederastas, mano firme para imponerse en la interna con las sectas ultraconservadoras, castigos ejemplares para los casos más flagrantes de corrupción, etc.
Los primeros movimientos del papa Francisco no sorprenden. Ha convocado un consejo de cardenales para intentar abrir algo la participación y oxigenar los pasillos del Vaticano. Intenta cambiar la curia, hacer que salga a la calle, que sea más militante y no meros funcionarios.
Aunque autoriza la beatificación de sacerdotes víctimas de la represión (como monseñor Romero de El Salvador) y recibe a Abuelas de Plaza de Mayo (¨cuenten conmigo, estoy a su disposición¨), sus posiciones se mantienen bien a la derecha. Despidió a Margaret Thatcher alabando su ¨espíritu cristiano¨, desautorizó a las monjas de EEUU que defienden derechos de las mujeres dentro y fuera de la Iglesia, se involucró en la política venezolana pidiéndole a Maduro que dialogue con la oposición y criticando la ¨crispación¨ (su palabra preferida) y en Argentina pidiendo a la presidenta ¨diálogo y reconciliación¨.
No está nada claro que el lavado de cara de la Iglesia sea exitoso, en medio de las urgencias por desarmar la actual estructura de poder vaticano, reducir déficits presupuestarios y sanear el Banco sin continuar lavando dinero, como para recuperar el antiguo aura de autoridad e influencia.