La CIA, la tortura y la “democracia” norteamericana

0
229
thumb senate-report-on-cia-tortures

thumb senate-report-on-cia-torturesPrimero fue el escándalo provocado por Chelsea Manning y Julian Assange, sobre los escalofriantes crímenes de guerra de EE.UU. en Irak y Afganistán y la cínica conducta de la diplomacia norteamericana. Después, vinieron las revelaciones de Edward Snowden sobre la recopilación masiva de información ejercida por la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional del gobierno de EE.UU.): supimos que todo lo que hemos leído, escrito, o hablado por teléfono o Internet en la última década o más, se ha registrado y archivado y puede recuperarse a discreción. Se les tildó de enemigos de Estado, de traidores, y se les amenazó con la pena de muerte, los tres o se encuentran en prisión o se han visto forzados a esconderse o exiliarse. Ahora, el gobierno de EE.UU., en una cínica maniobra pre-electoral, está sacando los trapos sucios a relucir hipócritamente, corroborando estas revelaciones, y otras depravaciones aún mayores del gobierno.

El informe del Senado sobre la tortura de la CIA se parece a una novela de Stephen King, a una transcripción de los juicios de Nuremberg, o a las descripciones de Joseph Mengele sobre Auschwitz. Las atrocidades más escalofriantes se han cometido en nombre del país que protagonizó la Declaración de Independencia. Si alguien todavía duda sobre la podredumbre degenerada del capitalismo estadounidense y el imperialismo, este informe lo pone inmediatamente en evidencia. No son “mentiras y propaganda comunistas “, el informe proviene directamente de primera fuente.

Beneficios y política por otros medios

En nombre de la “guerra contra el terrorismo”, G.W. Bush desató la carrera del enriquecimiento por la vía rápida, del “todo vale”, la vía libre para contratistas militares y otros servicios. Bush, Cheney, Rumsfeld y su grupo de socios públicos y privados, delincuentes profesionales de los negocios, se lucraron sin tapujos ni licitaciones con contratos federales, todo en nombre de un “gobierno modesto”. Incluso la tortura fue subcontratada. Según el New York Times:

“El jefe de los interrogatorios, cuyo nombre no figura en el informe, fue contratado en el otoño de 2002, a pesar incluso de que el inspector general de la agencia recalcara que éste había recibido una ‘amonestación oral por el uso inadecuado de las técnicas de interrogatorio’ en un programa de formación en Latinoamérica en los 80’.

“Los psicólogos Jim Mitchell y Bruce Jessen, que aparecen con los pseudónimos de Grayson Swigert y Hammond Dunbar en el informe, no tenían experiencia realizando interrogatorios. Habían trabajado en un programa de entrenamiento durante la época de la Guerra Fría de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, en el que se daba al personal una idea del duro trato que podrían recibir en caso de ser capturados por enemigos comunistas. El programa –llamado SERE, acrónimo de Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape — no se había ideado para utilizarse en interrogatorios norteamericanos, e incluía métodos que los chinos utilizaron en la guerra de Corea con aviadores norteamericanos para obtener confesiones falsas.

“El programa permitió a los psicólogos evaluar su propio trabajo — le dieron excelentes calificaciones — y cobrar cada uno 1.800 dólares por día, cuatro veces el salario de otros interrogadores, por el uso de métodos como el “submarino” –o “ahogamiento simulado”– a los detenidos. El Dr. Mitchell y Dr. Jessen posteriormente comenzaron una empresa que asumió el control del programa de la CIA desde 2005 hasta su cierre en 2009. La CIA pagó 81 millones de dólares, más 1 millón de dólares para proteger a la empresa de responsabilidades legales.

“Al inicio del programa, dice el informe, ‘un oficial subalterno en su primera asignación en el extranjero’, que no tenía experiencia en prisiones ni interrogatorios, fue puesto a cargo de un centro clandestino de detención de la CIA, en Afganistán, conocido como “Salt Pit”. Otros oficiales de la CIA habían sugerido previamente que se le negara el acceso a la información clasificada por ‘falta de honestidad, juicio y madurez’.

“En ‘Salt Pit’, el oficial encadenó a un prisionero, Gul Rahman, a la pared de su celda, despojado de casi toda su ropa. Rahman fue encontrado muerto por hipotermia a la mañana siguiente, tirado desnudo en el suelo de cemento. Cuatro meses después, el suboficial recibió una recompensa en efectivo de 2,500 dólares por su ‘excelente constante trabajo’.

“… Los equipos de interrogación estuvieron formados por personas que tenían informes ‘notablemente negativos’, incluyendo uno con “problemas de irascibilidad en gestión laboral” y otro que ‘al parecer había admitido abuso sexual'”.

Esto es sólo la punta del iceberg. En los calabozos de las prisiones secretas operadas por la CIA, conocidas bajo los repugnantes nombres de “COBALT” y “Salt Pit”, se perpetraron una sucesión de verdaderos crímenes contra la humanidad. Muchos de los sospechosos eran totalmente inocentes. Uno de ellos fue sometido hasta 183 veces a la técnica de ahogamiento simulado. Otras técnicas utilizadas fueron la desnudez, la humillación, someter al detenido a posturas en tensión, el “tacleo o derribamiento en bruto” (involucraba arrastrar al detenido hacia una celda, donde era desnudado, así como pasar por un largo pasillo mientras recibía bofetadas y puñetazos, NdE), “la técnica de la pared” (consistía en ubicar al detenido frente a una pared; el interrogador lo atraía hacia él para luego lanzarlo violentamente contra la pared, NdE), duchas de agua helada prolongadas, exposición a temperaturas frías en celdas de cemento, manipulación de la dieta y privación, exposición a luces deslumbrantes y música a todo volumen, sujeción de manos y tobillos provocando ampollas y piernas hinchadas, falta de atención médica, aplicar presión a la arteria del detenido, soplar humo de cigarrillo o puro en la cara de un detenido, aislamiento y confinamiento, y privación del sueño — en algunos casos hasta por 180 horas.

Los prisioneros fueron obligados a llevar pañales y hacer sus necesidades encima, fueron desnudados, obligados a pasar por entre gente con guantes que los golpeaba y arrastraba por la suciedad. Les dijeron que sus familiares serían violados o degollados y ellos mismos fueron amenazados con abuso sexual. Uno de los detenidos murió por hipotermia después de permanecer horas desnudo en una celda helada.

Varios prisioneros fueron sometidos a “alimentación por vía rectal”, “se les introducía una papilla por vía rectal, hecha con hummus, pasta con salsa, nueces y pasas de uva”. Los verdugos debatían entre ellos sobre qué técnicas podían utilizar mejor: “sobre el tubo rectal, si colocas y abres el catéter intravenoso, el flujo se auto-regulará, chapoteando en el intestino.” Otro opinaba: “lo que deduzco es que, si introduces el catéter tan profundo como puedas, se expande la vía intravenosa. No es necesario exprimir la bolsa — deja que la gravedad haga el trabajo”.

Esta abyecta barbarie no fue realizada por el ISIS en Irak, o por los talibanes en las zonas remotas y primitivas de Pakistán o Afganistán. Fue financiada y alentada por el país más rico del mundo en nombre de sus ciudadanos. Tal vez ahora más estadounidenses entiendan por qué tanta gente alrededor del mundo odia y quema la bandera de Estados Unidos. Incluso el ex fiscal jefe militar de ensayos de terrorismo en Guantánamo dijo que tomará décadas deshacerse del daño causado a la imagen y seguridad de los Estados Unidos.

Hipocresía imperialista

Estos horrores fueron concebidos sobre la base de flagrantes distorsiones y mentiras. Ninguno de los secuestradores del 11-S era de nacionalidad afgana, sin embargo, el país fue invadido casi de inmediato. No había absolutamente ninguna conexión entre Al Qaeda y Saddam Hussein, y los servicios de inteligencia demostraron claramente que no tenía armas de destrucción masiva, sin embargo, Irak fue arrollado y sumido en la miseria y el caos. Más de un millón de iraquíes y afganos han sido asesinados, y miles han sido desplazados. También han muerto varios miles de soldados estadounidenses, hay miles de heridos y traumatizados de por vida. Podemos asegurar sin ninguna duda que la mayoría de iraquíes, afganos, yemeníes y paquistaníes, cuya vida ha sido arruinada por el imperialismo, hubiera preferido menos “libertad, civilización y democracia” al estilo norteamericano y ¡más comida, infraestructura, empleo, vivienda, educación y salud! Lo mismo puede decirse de los estadounidenses de a pie, que han tenido que pagar la factura de estas guerras a través de recortes, austeridad y privación.

Muchos de los políticos “liberales” que ahora se llevan las manos a la cabeza, eran plenamente conscientes de lo que ocurría hace años. Hicieron la vista gorda en el momento y cerraron filas en torno a Bush y Cheney, pero ahora fingen horror e indignación. El ex jefe de la CIA, Michael Hayden, quien ahora está recogiendo generosos cheques como miembro de la Junta del Grupo Chertoff, encabezada por el ex jefe del Departamento de Seguridad Nacional, Michael Chertoff, dijo esto en 2009: “déjeme recordarle que todos los miembros de nuestros comités de inteligencia, Cámara de Representantes y Senado, Republicano y Demócrata, están ahora completamente informados sobre el programa de detención e interrogatorios. Esto no es un programa de la CIA. No es el programa del Presidente. Es el programa de los Estados Unidos”.

Mucha gente en las esferas del poder sabía que esto era inconcebible. Según el diario The New York Times:

“En enero de 2003, [tras] diez meses en el programa de prisiones secretas de la Agencia Central de inteligencia, el jefe de la Agencia de interrogatorios envió un correo electrónico a sus colegas diciendo que el tratamiento implacablemente brutal de los reclusos era un tren destartalado ‘a punto de descarrilar y pienso salir del tren antes de que suceda’. Le dijo a sus jefes que tenía “serias reservas” sobre el programa y que ya no quería ser relacionado con él ‘de ‘ninguna manera’.

“La amarga lucha interna en el programa de interrogatorios de la CIA era solamente un síntoma de la disfunción, desorganización, incompetencia, codicia y engaño que se describe en el resumen del informe de la Comisión de inteligencia del Senado. En más de 500 páginas, el resumen, publicado el martes, pinta un cuadro devastador de una agencia que no estaba capacitada para asumir la tarea de interrogar a sospechosos de Al Qaeda, falló el trabajo y luego tergiversaron los resultados”.

Todo esto no lo hicieron los Nazis o la Inquisición medieval, sino los sabuesos del imperialismo estadounidense en la primera década del siglo XXI. No se trató sólo de unas pocas “manzanas podridas”, sino que se llevó a cabo con el pleno conocimiento de los responsables más poderosos de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, el Senado y el Ejecutivo.

¿Y la guinda del pastel? Ninguna de estas técnicas de “interrogatorios coercitivos” sirvió para obtener informac

ión en la búsqueda de Osama Bin Laden, la excusa notoria que justificaba el programa. Nada de nada. Incluso cuando los agentes informaron de que no había ninguna información más que se pudiera obtener de estos individuos mediante la tortura, les fue ordenado por sus superiores “seguir adelante”.

Incluso el derechista republicano, John McCain, ha dejado sobradamente claro que el programa de tortura no logró nada — aunque efectivamente se obtuvieron grandes beneficios. Otros republicanos, como Orrin Hatch, tildaron el informe de “pura mierda política”. El ex vicepresidente, Dick Cheney, lo consideró “un montón de chorradas” y “mentiras”. De hecho, según él, todo el programa fue legal e impecable, y “[los torturadores] merecen un reconocimiento. En cuanto a mí respecta, deberían ser condecorados, no criticados.”

Republicanos vs. Demócratas

Los Demócratas del Senado tardaron en publicar este informe de 6.000 páginas, tras cinco años de investigación y negociaciones, tan sólo unas semanas antes de perder el control oficial de esa cámara del Congreso a favor de los Republicanos. Tras la derrota que sufrieron en las elecciones de mitad de mandato, quisieron asestar un último golpe y posicionarse mejor antes de las elecciones de 2016. El mensaje que se quiere transmitir es que los Demócratas no han logrado mucho con su programa de “esperanza y cambio”, pero al menos ha sido mejor que los “malos tiempos” bajo Bush y Cheney.

La clase gobernante se muestra tan insegura a la hora de proceder y tan ávida de mantenerse en el poder, que algunos políticos están dispuestos a socavar la credibilidad del Estado en su conjunto, con el fin de conseguir unos cuantos puntos sobre sus “rivales”. Sin embargo, deberíamos dejar claro que no se trata de una división entre “izquierda y derecha”, sino entre qué sector de la clase capitalista se queda con el botín y el control del país. Enfrentados a una crisis insuperable del capitalismo —no nos dejemos engañar ni por un momento por los precios altísimos del mercado de valores, pensando que se ha logrado una estabilidad permanente o recuperación económica real— son incapaces de gobernar por la vía tradicional y se están despedazando mutuamente en busca de una llave mágica inexistente.

Ambas partes defienden los mismos intereses fundamentales, pero prefieren métodos ligeramente diferentes. Y aunque inevitablemente tratarán de competir por el poder e intentarán derribarse uno a otro mediante exhibicionismo político barato, escándalos y mentiras, al final, se unen indefectiblemente para defender el sistema capitalista de Estados Unidos y a su clase. A pesar de las diferencias entre los capitalistas y sus políticos, siempre cerrarán filas para defenderse mutuamente cuando estén en juego sus intereses esenciales.

Como es un poco más clarividente que el político medio burgués, el Presidente Obama sabe que no puede dejar que esta situación se escape de control, de lo contrario la institución presidencial podría verse amenazada. Para evitar comprometer más a la presidencia de Bush, evitó personalmente la desclasificación de varios documentos que de lo contrario se hubieran añadido al informe. Además, dice que no piensa procesar a los implicados. Según un comunicado oficial del Presidente, “una de las fortalezas que hace de Estados Unidos un país excepcional es nuestra voluntad de enfrentarnos al pasado abiertamente, enfrentarnos a nuestras imperfecciones, realizar cambios y hacerlo mejor. En lugar de buscar otras razones para refutar viejos argumentos, espero que el informe de hoy pueda ayudarnos a dejar estas técnicas donde corresponde –en el pasado”.

En otras palabras, los torturadores y aquellos que instigaron y pagaron con millones de dólares se irán de rositas. Y aunque Obama formalmente prohibió tales métodos de interrogatorio en 2009, no debemos ser tan ingenuos como para creer que abusos similares no continúan existiendo en una forma u otra. El Presidente no ha podido cumplir con la promesa de 2008, que muchos creyeron “pan comido”: el cierre del centro de detención de Guantánamo, que alberga hoy en día casi 150 presos. También firmó una extensión de la Ley Patriota (Patriot Act, en inglés) y se negó a cerrar el programa de espionaje de la NSA revelado por Edward Snowden. Además, ha ampliado enormemente el programa de drones de Bush y autorizado el asesinato extrajudicial de ciudadanos estadounidenses mediante esta forma de terrorismo tecnológico. Esta es la cara “más amable y gentil” del imperialismo norteamericano.

s de derechas: Republicana y Demócrata.” No es ninguna exageración. Desde 1853, Estados Unidos ha estado gobernado por uno u otro partido. En cualquier otro país, esta dictadura podría tildarse de tiranía. En los Estados Unidos pasa por democracia y libertad.

Decir que Estados Unidos está dominado por una pequeña camarilla de familias e individuos ricos y muy bien comunicados no es una teoría de la conspiración. No olvidemos que Bill Clinton continuó con las sanciones y las guerras asesinas de Bush padre, Bush Jr. continuó con las de Clinton y Obama recogió lo que dejó G.W. Sus grandes asesores y personal se superponen a menudo, muchos de ellos llevan sirviendo desde las presidencias de Nixon y Ford, sin dejar de mencionar la puerta giratoria constante entre las grandes corporaciones, Wall Street y los más altos niveles del gobierno. Ahora Jeb Bush y Hillary Clinton se cuentan entre los favoritos para la Presidencia de 2016.

Previendo la tentativa de su hermano de convertirse en el tercer miembro electo de la dinastía Bush, hay una campaña mediática en marcha para rehabilitar la imagen de G.W Bush. Como individuo, se presenta como inofensivo, divertido y práctico, y su presidencia como subestimada e incomprendida. Se dice que se ha retirado a una vida tranquila, ocupado en limpiar maleza, retado a echarse un balde de agua helada (campaña Ice Bucket Challenge, en inglés, para donar dinero para la investigación de un tipo de esclerosis, NdE), pintando Arte infantil en su rancho en Texas (aunque referirse al conjunto de su trabajo en esos términos es un insulto a los niños y al arte). Cuando se le preguntó en una entrevista reciente a quién apoyaría en 2016, se refirió a Bill Clinton como a un “hermano de distinta madre” y a Hillary Clinton como a su “cuñada” — pero obviamente está alineado con su hermano biológico Jeb. Es sólo una anécdota, pero refleja la manera íntima en la que están ligados Republicanos y Demócratas.

Tras la decisión de dos jurados de exonerar a los policías implicados en los asesinatos de Michael Brown y Eric Garner, estas revelaciones resquebrajarán aún más la confianza de los estadounidenses en las instituciones del sistema capitalista. Con la misma impunidad con la que actuó la policía de Ferguson y Staten Island, los torturadores de la CIA y sus responsables saldrán también impunes por sus crímenes.

Obama dice que tales métodos de tortura no tienen “nada que ver con los valores de Estados Unidos”. Pero debemos afirmar claramente que no existe tal cosa como “los valores de Estados Unidos”, en abstracto. Existen los valores y los intereses de los trabajadores y los de los capitalistas. Los primeros se guían por un deseo de tener hogares y puestos de trabajo seguros, pensiones, acceso a la atención médica y educación de calidad, y tiempo para el ocio con los amigos y familiares. Los valores capitalistas están impulsados por la búsqueda del todopoderoso dólar, sin importar el daño colateral que se hagan a la humanidad y al planeta.

Por esta razón siempre hemos explicado que, en realidad, hay dos Norteaméricas: la Norteamérica de la minoría de la clase gobernante y la de la mayoría de la clase obrera. La cruda realidad es que este país está dirigido por un puñado de personas. Poseen las palancas claves de la economía y utilizan su riqueza para asegurar su dominación política. Ya sea un partido u otro en el poder, se guardarán de proteger sus intereses básicos. Tres directores consecutivos de la CIA mintieron descaradamente sobre el alcance de las torturas, por una razón: es su trabajo como perros guardianes del sistema hacer lo que sea necesario para defenderlo. El Congreso y la Casa Blanca han estado pretendiendo durante una década que todo estaba bien por ese mismo motivo.

La política exterior es simplemente una extensión de la política interna. La “legalidad” significa poco cuando los intereses de la burguesía y su Estado están en juego, tanto en casa como en el extranjero. Como el refrán del leopardo (“la lluvia moja las manchas del leopardo pero no se las quita”, NdE), un sistema socio-económico que nos dio las SS de Hitler y la CIA de Bush no puede quitar sus manchas.

Así, aunque nos repugna, nada de esto nos sorprende como marxistas. No tenemos ilusiones en el Estado burgués y su forma de democracia, y sabemos muy bien hasta dónde sería capaz de llegar una clase gobernante desesperada por mantener sus intereses y el poder. Su grotesca palabrería no puede ocultar la realidad para quienes han aprendido a leer entre líneas.

En el futuro, un gobierno obrero abrirá los archivos de par en par. Lo que se ha revelado hasta ahora parecerá un libro para niños en comparación con las monstruosidades, que están aún por conocer. Sin embargo, para millones de estadounidenses, este informe será un shock importante. Durante mucho tiempo, muchas personas se han creído el mito del sueño americano, del presunto excepcionalismo estadounidense, y que viven realmente en la sociedad más grande, libre y democrática del planeta. Se decepcionarán profundamente por lo que se ha hecho en nombre del país. La ilusión de que “Estados Unidos no hace ese tipo de cosas” o que “eso no pasa aquí” se ha desvanecido.

No obstante, este proceso de despertar de la conciencia sólo está en sus inicios. A pesar de este sórdido informe, muchos continuarán presionando firmemente la venda de los ojos, por temor a ver lo que está pasando realmente. Pero no podrán hacerlo indefinidamente. Los acontecimientos, los muchos acontecimientos, nos sacarán del letargo autoimpuesto y los que hoy se muestran aparentemente más apáticos, bien podrían pasar al frente de los movimientos de masas para cambiar la sociedad en el futuro.

Para acabar con el imperialismo, la guerra, la tortura y la discriminación — hay que acabar con el capitalismo.