Se demoniza a los jóvenes pobres, que son el último eslabón de la cadena del crimen organizado, y se elude la decisiva complicidad de políticos y policías
Se demoniza a los jóvenes pobres, que son el último eslabón de la cadena del crimen organizado, y se elude la decisiva complicidad de políticos y policías
El mensaje implícito o explícito es que al no tener nada no son nada, no tienen futuro y su vida carece de valor: pero si su vida no vale nada, tampoco la de otros.
El grave problema de la inseguridad tiende a ser abordado con una extrema simplificació
Un alto porcentaje de los hechos delictivos se cometen bajo el efecto de drogas como el paco, pero si bien en las villas y barrios carenciados muchos saben quiénes son los traficantes, denunciarlos a la policía significa una condena a muerte. Ese joven de 14 años vive en la Villa 21, donde el sacerdote Pepe ha sido amenazado por combatir el consumo del paco, pero no ha logrado concitar un interés efectivo por parte de las autoridades competentes para erradicarlo. En esa misma villa, se muestra la falacia que culpa a las familias, cuya desintegració
No es un dato menor del problema de la violencia, la humillación y la agresión a su dignidad y autoestima que sufren estos chicos, sea por el color de la piel o por la cultura neoliberal aún presente, que reivindica el consumismo y el lucro, valorando a las personas por lo que tienen y no por lo que son. El mensaje implícito o explícito es que al no tener nada no son nada, no tienen futuro y su vida carece de valor: pero si su vida no vale nada, tampoco la de otros. Pocos analistas relacionan la delincuencia de estos jóvenes con la impunidad delictiva de funcionarios, empresarios, políticos y dirigentes sindicales, que exhiben obscenamente el fruto de sus acciones sin recibir ningún castigo, confirmando la frase discepoleana “el que no afana es un gil”.
La demonización predominante pretende velar que de los 6 millones de niños y jóvenes menores de 20 años en condiciones de pobreza, poco menos del 2% se vuelca al delito. Si bien esa proporción implica más de 100 mil protagonistas de la delincuencia actual en esas edades, la lectura de las mismas estadísticas en otro sentido indica que el 98% de ellos son muy valiosos: a pesar de las carencias y dificultades para alimentarse, estudiar, trabajar, adquirir medicamentos, comprar ropa, salir con sus novias/os o tener una casa, buscan otros caminos como respuesta ante condiciones críticas.
La catástrofe económica y social que vivimos desde hace más de tres décadas es la causa última de la inseguridad. Continuamos presenciando el despojo de los recursos públicos en favor de grupos económico-financiero