EL FRUTO PROHIBIDO POR METROVIAS
En épocas donde con asistencia record las elecciones de delegados para todos los sectores de la AGTSYP son una conmovedora demostración de participación y compromiso entre compañeros, una vez más en la administración vivimos en la marginalidad. Mas de 20 años llevan guardadas las urnas para los trabajadores que en administración no volvimos a tener representantes desde que arrancó la privatización.
Un derecho negado con la furia de quien ve una amenaza en el cumplimiento de la ley, de quien se niega a resignar parte de los abusivos beneficios que el menemismo le otorgó al principio de esta concesión.
Esta reacción agresiva de Metrovías, que por ejemplo desplazó de su vida a Ariel por ser el primer afiliado de la administración a la AGTSYP, nos obliga a despertar al hecho de que en algo muy turbio se basa el temor de la empresa a la recuperación de nuestros derechos. Imaginen cuánto molesta a la empresa devolver los derechos a los trabajadores de administración que cuando se planteó ese punto en la última paritaria los representantes de la empresa se pararon y se fueron, negándose a siquiera tratar el tema. No sólo desconocen la ley, sino que ante el reclamo de cumplimiento de la misma huyeron despavoridos e indignados (paradójicamente indignados).
No es casual que la empresa en estas dos décadas, a cada trabajador al momento de ingresarlo y luego con estas reacciones nos marque la cancha para dejarnos en claro que esas urnas son el fruto prohibido. Esa situación deseada de poder democráticamente elegir alguien que nos represente, constituye un desacato imperdonable que Metrovías castiga con sangre vía telegrama.
Están terminando las elecciones en todo el Subte, en medio de jornadas festivas en las que muchos trabajadores solidariamente asumen el compromiso de poner su esfuerzo en favor de cooperar a la ayuda mutua y a la defensa colectiva. Unidos son más, unidos son fuertes y unidos van por más logros de los que ya han obtenido.
Mientras en la Administración de Metrovías señalan supuestas serpientes, la empresa nos mantiene alejados de ese fruto prohibido que nos corresponde y nos invita a mirarnos el ombligo para conducirnos a preocuparnos solo por nuestro bienestar buscando logros que son para unos u otros y en desmedro de los compañeros más desfavorecidos.
De esta forma, débiles, los menos acomodados la pasan bastante mal y quienes se acomodan mejor logran bastante más que los otros pero mucho menos de lo que obtendrían si se manejaran colectivamente en función de que todos mejoren para estar en condiciones más igualitarias.