Algunas de las ideas de este hombre fueron concebidas en un mundo que ha sufrido cambios. Pero su búsqueda de una dignidad humana plena sigue siendo un motor contemporáneo. Porque Ernesto Guevara no tuvo intereses mezquinos: fue un inconforme radical, un iconoclasta que puso su pellejo por delante para dar un sentido superior, más que a su propia vida, a la vida de todos. Por eso ha sido lucidez inspiradora de actos, poemas y canciones en muchos tiempos y lugares. Por eso aún los jóvenes del mundo lo llevan como emblema. Por eso los cubanos todavía andamos con su espíritu en actividades solidarias de la salud, la educación, la cultura, el deporte y la amistad entre los pueblos.
Estimada Rectora de la Universidad Nacional de Córdoba. Profesores, alumnos, amigos:
En las diferentes luchas de emancipación de Cuba, siempre participaron hombres de diversos países: latinoamericanos, españoles, polacos, chinos, norteamericanos; por sus méritos, llegó a ser General en Jefe el dominicano Máximo Gómez Báez.
Posteriormente, como en gratitud, generaciones de cubanos han participado en gestas de distinto tipo en países del mundo. Solo en los años 30 del pasado siglo, en la guerra civil española, lucharon más de un millar de cubanos voluntarios en las brigadas internacionales.
Pero después del triunfo de la Revolución, en la década del 60, la idea de ser internacionalista empezó a ser en Cuba algo así como lo máximo, y por estar dispuesto a serlo llegó a medirse la calidad de hombres y mujeres. Incluso se hizo habitual que pusiéramos por escrito nuestra disposición de ir a cualquier punto del planeta en que la solidaridad nos reclamara.
Aún así, inicialmente yo no entendía muy bien el internacionalismo. Hasta los 20 años pensaba que era un gesto generoso, pero no estaba totalmente convencido de aquello de marcharse a ayudar a otro país, cuando en nuestra propia tierra faltaba tanto por hacer.
Solo unos pocos años antes, en nuestra más reciente etapa de liberación, luego de una dura travesía desde México hasta Cuba, un argentino había formado parte del núcleo que fundara el Ejército Rebelde. Ya en la Sierra Maestra había comandado la segunda columna guerrillera y había realizado la invasión desde el oriente hasta el occidente de Cuba, a la par del legendario Camilo Cienfuegos. Después había estado al frente de la toma de la importante ciudad de Santa Clara, acción que infringió una derrota significativa al ejército de la tiranía. Este argentino formó parte del Gobierno Revolucionario, fue presidente del Banco Nacional y Ministro de Industrias. Además fundó una familia y tuvo varios hijos en Cuba. Pero todos sus cargos, incluso su amada familia, los dejó por ser capaz de sentir en su mejilla la bofetada dada a otra persona en otro lugar del mundo, según sus propias palabras.
Comprender la dimensión del sacrificio de este hombre, su idea del internacionalismo como acto supremo de solidaridad, como expresión máxima de la condición humana, movió mis convicciones.
En junio de 1967, cuando fui desmovilizado de mi servicio militar, aquel hombre al que sus compañeros cubanos habían apodado cariñosamente Che, ya se encontraba en Bolivia en otra experiencia internacionalista. Apenas le quedaban cuatro meses de vida.
Su muerte, en octubre, fue una conmoción en mi país, muy especialmente para los jóvenes de mi generación. Este hecho, que también tuvo repercusiones universales, terminó de fraguar un arquetipo humano que nos serviría como brújula durante años. Tanto fue así que desde entonces empezaron a salirme composiciones donde trataba de explicar los significados de su altruismo.
La primera de las canciones que compuse motivado por el Che fue “La era está pariendo un corazón”. Este tema, que al inicio suscitó controversias por el uso de la palabra parir, acabó convirtiéndose en un suceso nacional, interpretado por la extraordinaria Omara Portuondo. Curiosamente también fue la primera canción de la llamada nueva trova que trascendió las fronteras de Cuba, cuando Pino Solanas la incluyó en su importante documental “La Hora de los Hornos”.
“Fusil contra Fusil” , la segunda canción que escribí por Ernesto Guevara, la compuse sólo unos minutos después que la primera. Y es que en La Era… me faltaba el nombre y el apellido de quien me había mostrado aquella forma de entender la solidaridad. Pero siempre fui enemigo de lo demasiado explícito. Por preferencias personales pensaba que las palabras de las canciones tenían que parecerse a los tropos poéticos. Por eso en “Fusil contra fusil”, más que a la persona, mencioné la conclusión extrema a la que había llegado un hombre: que a los fusiles de los opresores podían responder los fusiles de los oprimidos.
“América, te hablo de Ernesto” se me apareció en 1972, muy cerca de aquí, en el primer país latinoamericano que visité. Era el Chile de otro hombre admirable: Salvador Allende, quien había llegado a la presidencia por la vía de las urnas. Su gobierno era una coalición de izquierdas donde sólo el MIR y otros pocos creían en la teoría del foco guerrillero. Un día hubo un gran mitin en el Estadio Nacional, donde figuraban los rostros de muchos próceres de América. Viendo que faltaba el Che, construí mentalmente la canción y cuando llegué al hotel solo tuve que transcribirla.
“Un hombre se levanta”, también llamada “Antesala de un Tupamaro”, la hice para una serie de televisión que contaba las peripecias de la guerrilla urbana del Uruguay. Tuve la suerte de que fuera interpretada por Sara González, que empezaba por entonces y la convirtió en un éxito.
“La oveja negra” la compuse también en los 70, en un período en que, por identidad continental, traté de usar ritmos de la música andina y del cono sur.
“Hombre” fue para conmemorar el XX aniversario de la caída del guerrillero. Era 1987 y cuando digo “Hombre y amigo, aún queda para estar contigo, Hombre sin templo, desciende a mi ciudad tu ejemplo”, estoy cantando frustraciones de una sociedad que un Hombre con mayúscula ayudó a fundar con un alto nivel de exigencia.
Desde entonces hasta hoy han cambiado algunas cosas. Con la caída del campo socialista, el mundo, que desde el punto de vista de las superpotencias era bipolar, aparentemente empezó a ser dominado por un solo punto de vista. Hablo de apariencias porque nosotros seguimos siendo un Tercer Mundo testimoniante e indignado. Y es que mientras existan las espantosas diferencias que nos separan y las intolerables injusticias que cometen los más poderosos, la idea de redención de hombres como este argentino-cubano-rosarino-cordobés-congolés-boliviano Guevara inspirará principios, obras y canciones.
No hace mucho hice una Tonada del albedrío y la incluí en el último disco que he grabado. En ella retomo la todavía vigente idea del Che de que el socialismo no requiere intelectuales asalariados al pensamiento oficial. Y desmiento a los que quieren estigmatizar al revolucionario como hombre violento. Y es que la violencia a ultranza no hubiera congregado tanto mundo dispar, como hace el Che; esto solo es posible bajo la divisa del amor.
Algunas de las ideas de este hombre fueron concebidas en un mundo que ha sufrido cambios. Pero su búsqueda de una dignidad humana plena sigue siendo un motor contemporáneo. Porque Ernesto Guevara no tuvo intereses mezquinos: fue un inconforme radical, un iconoclasta que puso su pellejo por delante para dar un sentido superior, más que a su propia vida, a la vida de todos. Por eso ha sido lucidez inspiradora de actos, poemas y canciones en muchos tiempos y lugares. Por eso aún los jóvenes del mundo lo llevan como emblema. Por eso los cubanos todavía andamos con su espíritu en actividades solidarias de la salud, la educación, la cultura, el deporte y la amistad entre los pueblos.
Y en la tarde de hoy pudiera decir que el Che, insólitamente, también está en la profunda gratitud que me motiva este acto, en esta casa Universal de Córdoba, tierra donde este Hombre sin muerte también dejó su huella.
Muchas gracias.