Por primera vez, Turquía ha lanzado una intervención militar directa en Siria, enviando tanques y aviones de guerra al otro lado de la frontera en una campaña coordinada con combatientes de la oposición siria fijando como objetivo las posiciones mantenidas por el ISIS, especialmente la ciudad estratégica de Jarablús.
Esta es la primera vez que las fuerzas terrestres turcas han llevado a cabo una operación militar de esta magnitud a través de la frontera con Siria. Una breve incursión a principios del año pasado –supuestamente para “rescatar” la tumba de un antepasado del fundador del Imperio Otomano– no pretendía propiciar una intervención militar directa turca en el conflicto, sino más bien fue un truco de Erdogán para impulsar sus credenciales de hombre fuerte.
La operación, denominada “Escudo del Éufrates”, afirma oficialmente que está dirigida contra el ISIS en venganza por los recientes ataques y atentados llevados a cabo por el Estado Islámico dentro de Turquía. La línea oficial formulada por el Ministro de Asuntos Exteriores Çavuşoğlu es que Turquía quiere limpiar la frontera del ISIS, con el fin de impedir la infiltración de combatientes del ISIS en Turquía.
El movimiento de hacerse cargo de la ciudad de Jarablús, la última gran posición estratégica en poder del ISIS en la frontera de 500 millas, parece confirmar eso. Pero no puede explicar por qué Turquía ha permitido al ISIS utilizar su territorio desde hace varios años en los que el régimen también ha utilizado también a terroristas vinculados al ISIS para atacar a las fuerzas kurdas y de la oposición dentro de la propia Turquía. Está bastante claro que la decisión de recurrir a la intervención militar directa en Siria fue tomada con el fin de impedir la consolidación de un área grande bajo el control de la guerrilla kurda del YPG en el norte de Siria, que plantea una amenaza existencial a los intereses del capitalismo turco.
El YPG tiene un control casi completo del noreste de Siria. Aún más preocupante desde el punto de vista del gobierno turco es la posible creación de una zona controlada por los kurdos al oeste del Éufrates, después de que la alianza Fuerzas Democráticas Siria (SDF) respaldada por Estados Unidos, que está dominada por el YPG, capturara al Estado Islámico la ciudad de Manbij, justo al sur de Jarablús, a principios del mes de agosto.
Las autoridades estadounidenses han reconocido que Turquía no se había mostrado feliz con la operación de Manbij pero prometió que los kurdos se retirarían una vez que la ciudad fuera despejada. El problema es que el YPG constituye la gran mayoría del SDF, y no parece tener prisa por salir de Manbij, a pesar de las presiones de Estados Unidos. Esto fue reiterado por el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, de visita en Turquía, apenas unas horas después de que se lanzara la ofensiva.
Este es un desarrollo extremadamente indeseable desde el punto de vista del gobierno turco, que siempre ha considerado el Éufrates una línea roja que no debía ser atravesada por las fuerzas kurdas.
El contragolpe de Erdogán
Como hemos señalado en artículos anteriores, la relación entre el ejército turco y el gobierno de Erdogán nunca ha sido fácil, ya que el ejército turco representa una base de poder diferente a la base burguesa y pequeñoburguesa de la región de Anatolia del partido AK de Erdogán. Durante años Erdogán ha intentado purgar al ejército con el fin de asumir un control más directo sobre el mismo.
El fallido golpe de Estado del 15 de julio fue descrito por Erdogán como un “regalo de Dios”. Le dio la oportunidad, que agarró con las dos manos, de poner en marcha la mayor purga de la historia en las filas del ejército, de arriba a abajo. El contragolpe de Erdogán se llevó a cabo en cuestión de días, despidiendo y encarcelando a decenas de miles de oficiales y soldados desde los altos rangos hasta los niveles medios y bajos.
El intento de golpe también empujó a Erdogán a una relación más estrecha con su viejo enemigo, Rusia, a escala internacional, tras culpar al gobierno de Estados Unidos por su tibio intento de no tomar partido durante el golpe. De hecho, Erdogán acusó a los EEUU de estar involucrado en él y de proteger a los golpistas, así como de alojar el presunto ideólogo principal del intento de golpe, Fethullah Gülen, en suelo estadounidense.
Si la acusación de complicidad de Estados Unidos con el golpe tiene motivos o no es irrelevante. Pero está claro que muchos de los golpistas estaban profundamente involucrados en las estructuras de la OTAN. Después del golpe de estado fallido estas personas fueron mantenidas en su lugar por la OTAN. En el contexto de las relaciones muy tensas entre la Casa Blanca y el gobierno turco esto trajo las tensiones acumuladas hasta la superficie.
Desde hace algún tiempo los imperialistas de Estados Unidos han sido sumamente críticos con la política exterior de Erdogán, y la reciente negativa a apoyar las demandas turcas para conseguir el apoyo de la OTAN, en caso de que hubiera habido una confrontación militar con Rusia en el momento del derribo del avión de combate ruso sobre Latakia en noviembre pasado por la fuerza aérea turca, mostró que la paciencia de Estados Unidos con su aliado se estaba acabando. Erdogán vio todo este asunto como una humillante bofetada en la cara.
Esto puso de manifiesto los intereses divergentes de las dos clases dominantes, especialmente en relación con lo que debe hacerse en Siria. Mientras que Turquía deseaba empujar a los EEUU a una intervención directa para derrocar a Assad, los estadounidenses no estaban dispuestos a replicar sus fracasos en Irak y Afganistán. De hecho, en toda la región llegó a depender cada vez más de Irán, Hezbolá y de las fuerzas kurdas del YPG. Por lo tanto, las tensiones han ido en aumento a niveles sin precedentes conduciendo a enfrentamientos directos violentos entre grupos turcos y grupos apoyados por los estadounidenses en el norte de Alepo durante el año pasado.
La actitud de la diplomacia de Estados Unidos en relación al intento de golpe del 15 de julio reveló que funcionarios de Estados Unidos estuvieron cubriendo sus apuestas con cautela sobre el resultado de golpe, en un intento de no alejar a una parte importante del ejército turco, que está tradicionalmente más abierta a la colaboración con los EEUU que Erdogán y el partido AK. El resultado final de este esfuerzo sin embargo, ha sido el de alejar aún más al mismo Erdogán.
El acuerdo de Turquía con Irán y Rusia
Las fricciones entre el gobierno turco y los EEUU sobre el golpe sirvieron de fondo natural para un cambio en la política turca en Siria. Los intereses convergentes de Rusia, Irán y Turquía para lograr un arreglo en Siria sobre la base de limitar que los EEUU tengan una voz importante en el conflicto sirio han cimentado un acuerdo entre las tres potencias que tiene implicaciones más amplias para las relaciones mundiales. Turquía tiene el segundo mayor ejército de la OTAN y cubre una gran parte de su estratégica frontera sur-oriental. Una crisis importante dentro de la OTAN es inherente a esta situación y la clase dominante de Estados Unidos es muy consciente de ello.
Por lo tanto se ven obligados, al igual que en el caso de la guerra de Arabia Saudí en Yemen, a aceptar una vez más un hecho consumado que es contrario a su estrategia e intereses en la región. Están atrapados entre la necesidad de apoyar a las milicias kurdas en Siria, que son la columna vertebral del SDF respaldado por Estados Unidos, y la necesidad de no alejar aún más a la élite gobernante de Turquía. Es más que posible que en caso de un conflicto directo entre el ejército turco y el YPG los EEUU tendrán que tomar una decisión y dar la espalda a sus aliados kurdos.
La insurgencia kurda
La purga del ejército después del golpe y la represión brutal de la oposición interna ha dado lugar a una estabilización temporal al régimen de Erdogán, que ahora está tratando de consolidarlo recurriendo a una actitud más agresiva hacia el conflicto sirio y hacia el movimiento de liberación kurdo, tanto en Siria como en casa.
La intervención militar directa de Turquía en Siria está dirigida a socavar la consolidación de un territorio kurdo independiente controlado de facto por el YPG en el noreste de Siria, contiguo a la frontera con Turquía. También tiene el objetivo de militarizar aún más la cuestión kurda dentro de la propia Turquía. El cálculo cínico de Erdogán es socavar la creciente oposición a su régimen y socavar la posibilidad de una explosión de la lucha de clases en Turquía con la escalada artificial del conflicto contra los kurdos en un conflicto militar abierto. El intento desesperado de Erdogán por aferrarse al poder amenaza con empujar a Turquía y a toda la región hacia una crisis aún más profunda.
25 de agosto de 2016