No basta con votar a la Izquierda, hay que luchar para que la clase trabajadora tome el poder
A pocos días de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) el régimen político del capitalismo argentino continúa en un delicado equilibrio inestable.
El “memo” acordado con el “equipo técnico” del Fondo Monetario Internacional implica una “contención” pasajera y relativa a la crisis, ya que el Fondo se ha negado a aportar el financiamiento necesario para pagar los vencimientos acumulados de julio más los de agosto, que en total superan los 3400 millones de dólares. Por lo cual el Gobierno recurrió a un “crédito puente”, es decir un mayor endeudamiento para cubrir estos vencimientos. Entre los financistas se encuentra el Banco de Desarrollo Latinoamericano (CAF) más la línea de yuanes provista por China a través del swap.
El desembolso del FMI, por 7.500 millones de dólares, acordado en el “memo” está sujeto al cumplimiento de las “metas económicas” y sobre todo al resultado de las PASO. Un resultado poco favorable para el oficialismo, convertiría el “memo” en letra muerta. La insolvencia del Estado argentino pende como espada de Damocles sobre el conjunto del régimen político y pone en riesgo la gobernabilidad.
Por su parte las turbulencias ante esta situación tienen su reflejo en la subida de los dólares paralelos. En estos días el dólar blue anoto un nuevo récord nominal cuando tocó los $560-. Mientras que, las medidas implementadas esta semana por el Gobierno, con el “dólar maíz” (un dólar preferencial para los terratenientes del agro negocio), junto al aumento y extensión del impuesto al dólar oficial, añaden más leña al fuego inflacionario, que volverá a acelerarse en julio y agosto, golpeando aún más los salarios de los trabajadores.
Estas elecciones se dan en el marco de niveles inéditos de pobreza, indigencia y explotación. Los números de ausentismo y voto en blanco que van al alza, en casi la totalidad de las elecciones provinciales, dan cuenta de cómo los partidos del régimen se separan de las masas y expresan un descredito en las instituciones del régimen político.
A su vez la pueblada en Jujuy marca el preludio de un estallido de la lucha de clases.
Mientras tanto el Frente de Todos/Unión por la Patria, llega a estas elecciones en una situación extremadamente delicada. Las “metas económicas” que impone el FMI hablan explícitamente de “contener el crecimiento de la masa salarial, actualizar las tarifas de energía, fortalecer los controles de gasto a través de una asistencia social mejor focalizada y una mayor racionalización de las transferencias corrientes a las provincias y empresas estatales”. Es decir, una profundización del ajuste vía reducción salarial, aumento de tarifas, reducción del gasto social y aumento de las ganancias de empresarios, banqueros y terratenientes, aumentando el rendimiento de la deuda pública local, mediante la suba de las tasas de interés.
Estas medidas son inexorablemente inflacionarias. El objetivo del FMI es empujar a la baja salarios y jubilaciones para “reconstruir las reservas” que permitan seguir drenando la riqueza creada por la clase trabajadora hacia la burguesía nacional y los fondos extranjeros, la clase capitalista. El propio FMI prevé que la economía de Argentina se contraerá un 2,5% este año.
La candidatura de Massa, aparece vapuleada ante el desmadre de precios, y llega golpeada por la miseria que se vive por abajo. Es por esto que el Fondo condiciona el desembolso al resultado electoral y se prepara para negociar con la oposición a la que ve con mejores ojos.
Juan Grabois aparece dentro de la interna de Unión por la Patria como una suerte de “contención” para evitar que la base social del kirchnerismo caiga en la abstención o considere a la izquierda como una opción, intentando canalizar estos votos, luego, hacia Massa. La línea que bajan las organizaciones kirchneristas sobre que un voto a Grabois condicionaría luego al Massismo no resiste el menor análisis y choca de frente con la realidad y la propia experiencia.
Es un dato que algunos intendentes e incluso el Gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, están realizando recorridas con Grabois en la provincia en un juego en el que por delante levantan la candidatura de Massa y por detrás intentan favorecer a Juan Grabois.
El único argumento que pueden exhibir los dirigentes de Unión por la Patria, ante la actual debacle económica, es presentarse como el mal menor ante candidatos como Larreta, Bullrich o Milei. Pero en definitiva es el fracaso de la dirigencia del Frente de Todos y su política de conciliación de clases, sumisión al FMI, y ataque a la clase obrera, quien hace el trabajo preparatorio para estos candidatos.
Del otro lado no estamos mejor ya que Juntos por el Cambio con su plan de gobierno de tierra arrasada, expresa a un sector de la clase dominante que quiere avanzar sin más sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora. Una burguesía que avanza sin límites. El “modelo jujeño” de Morales deja a las claras las miserias que el sistema capitalista viene preparando para esta etapa.
Larreta y Bullrich, financiados por las grandes patronales, representan dos caras de la misma moneda que busca llevar adelante una verdadera contraofensiva en las relaciones del trabajo. Su programa plantea la liquidación definitiva de los derechos y conquistas de la clase trabajadora que aún quedan en pie.
El temor a una rebelión popular ha llevado a que en estas últimas semanas las patronales y los bancos se recuesten sobre Larreta y se alejen del tándem Bullrich-Macri en estas PASO. Para dinamitar o demoler todo confían más en Horacio Rodríguez Larreta quien se muestra, no solo más “dialoguista” sino dispuesto a avanzar luego de las elecciones generales, hacia un frente de unidad nacional con sectores del peronismo, como plantea la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina. Gerardo Morales, vicepresidente de Larreta, es un viejo aliado de Sergio Massa.
Un Gobierno de Juntos por el Cambio jugaría como un enorme catalizador de la lucha de clases.
Con respecto a La Libertad Avanza tenemos la candidatura de Javier Milei, que con sus ideas ultra liberales forma parte de un proceso mundial de crecimiento de grupos heterogéneos de ultra derecha dentro de un marco de polarización. Financiado por algunos empresarios locales y a través de la Fundación Atlas por corporaciones como Pfizer, Shell, Exxon Mobil, Philipp Morris y Procter & Gamble junto a los Koch, la segunda familia más rica de los Estados Unidos que cuenta con gran influencia en el Partido Republicano.
Si bien representa un programa burgués de derecha, con un discurso contra “la casta política” y su pose “anti establishment” ha captado la atención un sector atrasado de la clase trabajadora y sobre todo de la pequeña burguesía. Canalizando así una parte del “voto bronca”.
Los recientes escándalos de ventas de candidaturas, a cambio de dólares, han tenido un impacto en la candidatura de Milei que pareciera comenzar a desinflarse. Pero esto no preocupa demasiado a la clase dominante que, en última instancia, utiliza a estas “figuras” para instalar mediáticamente una agenda de guerra total contra las masas. Sin volumen político para ganar las elecciones, ese es su papel.
Más allá de las evidentes diferencias de cómo llevar adelante el ajuste entre los principales candidatos hay un hilo conductor que los une: Todos acuerdan en negociar con el FMI y pagar la deuda. Es decir, que sean los trabajadores y trabajadoras quienes paguen la crisis de los capitalistas.
En este sentido los partidos de Izquierda representan una delimitación en línea de clase con los partidos patronales subordinados al Fondo Monetario, y es por esto que orientamos nuestro voto en esa dirección. Señalando que votar no basta, hay que luchar por la Revolución.
Sin dudas el punto fuerte de la izquierda está representado por su militancia, que encarna el sostén de estos espacios con su presencia en los conflictos fabriles y la lucha de clases. Es claro que la militancia de la izquierda le pone el cuerpo a las luchas de los trabajadores.
El punto débil lo encontramos en su dirigencia que, por diversos motivos, han asumido una política electoralista o democratizante adaptada al régimen de democracia formal. Disociando su programa del programa de la revolución Socialista.
EL Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FITU) concurre a internas con dos listas. El Partido Obrero (PO) y el Movimiento de Trabajadores Socialistas (MST) conformaron la lista “Unidad de Luchadores y la Izquierda” cuya consigna de agitación para la campaña es “Vamos con la Izquierda que se planta”.
El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda Socialista (IS) conformaron la lista “Unir y fortalecer la izquierda”. Su consigna de campaña es “Levanta a la Izquierda”.
Un reciente intercambio de cartas hostiles entre el PTS y el PO deja en claro que no existen diferencias, estratégicas o de programa, entre los componentes del FITU. Los dirigentes del PO acusan a los dirigentes del PTS de neokirchneristas por denunciar los fallos contra Cristina Kirchner y de tener “un rumbo absolutamente racista frente al movimiento piquetero”. Los dirigentes del PTS contestan que los del PO se adaptan “a un manejo arbitrario de los planes, incluso para movilizar a sus propios actos”. En lugar de una discusión que gire en como vertebrar cotidianamente a la clase obrera en la lucha contra el Estado burgués para la toma del poder, lo que vemos es una disputa de aparatos por las candidaturas y los lugares en las listas.
Por afuera del FITU el Nuevo MAS lanzo su fórmula presidencial con Manuela Castañeira a la cabeza para “renovar a la Izquierda”. Su agitación se centra en un salario que parta de $500.000, como parte de sus “siete propuestas anticapitalistas para salir de la crisis” que son una serie de reformas que se plantean desgajadas de la necesidad de construir un partido revolucionario capaz de orientar a la clase obrera hacia la conquista directa del poder, liquidando las relaciones de producción capitalistas.
La ausencia de un programa transicional que ofrezca una solución a los problemas de vivienda, salud, empleo, salarios, jubilación y educación ligándola a la toma del poder es el problema central de la dirigencia de la Izquierda. En su lugar presentan un programa que liga las reivindicaciones inmediatas de las masas a nacionalizaciones en el marco del capitalismo apareciendo como la pata izquierda del régimen político y evidenciando la adaptación al Estado al que debería destruir.
Política Obrera centra su agitación en que “Gobiernen los Trabajadores”. En la idea de ganar una mayoría de votos para poder convocar una asamblea constituyente que aplique el programa electoral de Política Obrera. Perdiendo de vista que para alcanzar las reivindicaciones electorales que plantean es necesario organizar la lucha en las calles, las fábricas y los sindicatos, los lugares de trabajo. Potenciando y construyendo organismos de coordinación y autoorganización e impulsando los métodos de lucha tradicionales de la clase obrera como la asamblea de base y la huelga para luchar por el poder.
No renunciamos a levantar las consignas que expresen las necesidades más urgentes de los millones de mujeres y hombres de nuestra clase, sí señalamos enérgicamente que establecer consignas que no se encuentren integradas a un sistema de consignas y articulada a una formulación de Poder Obrero, reniega del bagaje teórico que heredaremos del marxismo revolucionario, como es el Programa de Transición.
Es correcto luchar por salarios indexados siguiendo la evolución de los precios de la canasta familiar, por salud y educación de calidad. Pelear contra los despidos, contra la depredación ambiental y la entrega de nuestras riquezas, por una Única Banca Estatal y por la nacionalización de los grandes depósitos. Por el monopolio del Comercio Exterior, por la ruptura con el Fondo Monetario Internacional y el desconocimiento de la deuda externa. Pero siempre, como ya señalamos, vinculado a una formulación de poder.
Nos encontramos en una fase preparatoria y esto supone que las masas pueden irrumpir en la escena política en cualquier momento, y debemos prepararnos para cuando rompan con su propia realidad y salten a una agudización de la lucha de clases.
Debemos militar en el seno de nuestra clase, materializando en ella el programa de la revolución. Es la clase obrera la que puede dar una orientación al conjunto de los explotados hacia una nueva legalidad, dándole al movimiento de masas un objetivo claro de poder.
Para que esto se dé, es necesario construir las fuerzas de la Izquierda sobre la sólida roca de la teoría marxista. Necesitamos orientarnos hacia una perspectiva internacionalista que plantee que la única salida es la revolución y el Socialismo, para evitar las décadas de ajuste que intentan imponernos.
Para que los trabajadores podamos gobernar debemos tomar el poder en nuestras manos y derrocar políticamente a la burguesía. Explicar pacientemente esta perspectiva es la tarea en estas elecciones.
¡Construyamos un Partido Revolucionario!