Sí al referéndum, no a la represión del Estado español
Para la clase dominante española, la unidad de España es un principio sacrosanto que defiende a capa y espada por encima de la voluntad de millones de personas, obligadas a formar parte de un Estado que se arriesga a convertirse en una jaula de naciones. El carácter autoritario y opresivo del régimen del 78 se ve más claramente que ninguna parte en esta cuestión, en los ataques constantes a la voluntad democrática del pueblo catalán, pisoteada y menospreciada sistemáticamente por el gobierno central reaccionario del PP.
El aparato del Estado español es un enemigo formidable y brutal, con herramientas represivas perfeccionadas a lo largo de décadas y siglos. La clase dominante española, con el PP al frente, tratará de utilizar todo su aparato opresivo contra el movimiento por la autodeterminación de Cataluña. Consecuentemente, hay que tener las armas, los métodos y la predisposición adecuada para enfrentarse a este aparato y vencer. Y estas armas, estos métodos, sólo pueden ser los de la movilización de masas, la lucha revolucionaria y el espíritu de sacrificio. El gobierno de la Generalitat, encabezado por los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses del PDeCAT y ERC, está muy lejos de tener los medios necesarios para esta batalla.
La fecha establecida para el referéndum sobre la independencia se acerca, aunque el aire que se respira en la Generalitat es más bien de nerviosismo, confusión y desesperación que de preparación para el combate decisivo con el Estado español. Los dirigentes burgueses y pequeño burgueses del PDeCAT y de ERC, representantes de clases conservadoras, pretenden llevar a cabo una tarea revolucionaria, la ejecución unilateral del derecho a la autodeterminación contra un Estado asfixiante y opresor, y esto sólo puede resultar en una farsa.
Límites del nacionalismo burgués catalán
Desde la convocatoria del referéndum, la Generalitat se ha dedicado a jugar al escondite con el gobierno central. Los dirigentes de Junts pel Sí (JxSí) han tratado en todo momento de evitar ensuciarse las manos. Aún no se sabe si se tienen las urnas, los censos o los espacios para votar. En los llamamientos patrióticos y grandilocuentes se suceden las apelaciones a la legalidad española, con la que supuestamente se quiere romper, el secretismo y la ambigüedad. El episodio más absurdo del verano quizá fue la negativa de varios consejeros del PDeCAT de asumir la responsabilidad colectiva que pusiera en peligro su patrimonio, lo que motivó varios reajustes y destituciones en el gobierno. El último incidente ha sido la reforma propuesta al Parlament, presentada por agilizar la aprobación expresa de la ley del referéndum, y que, como era de prever previsiblemente, ha sido suspendida por el Tribunal Constitucional (TC), con las exhortaciones del PP. La Generalitat ha pospuesto la votación de la ley, acercándola a la Diada, mientras se dice que simultáneamente se están explorando “otras vías”, como decía Lluís Corominas, dentro del “ordenamiento jurídico”, es decir, que no impliquen violar la decisión del TC. ¡Esta es la gente que quiere luchar contra el Estado español! Al mismo tiempo, mientras los dirigentes de JxSí se muestran contemporizadores y ambiguos con el gobierno central y el TC, no se muerden la lengua a la hora de atacar e insultar a la CUP. El PDeCAT ya ha afirmado que tras el 1-O romperá con ella.
Frente a las vacilaciones de la Generalitat, el gobierno central está mostrando temple y firmeza. Madrid está evitando las provocaciones innecesarias, y está limitándose a contrarrestar a cada paso los movimientos de Barcelona. Esto no impide que la derecha española y sus medios estén mostrando su faceta más histérica y chovinista contra el derecho a la autodeterminación de Catalunya, tratando de utilizar incluso el atentado del 17 de agosto contra el soberanismo catalán con argumentos delirantes y vomitivos. Esa es la verdadera cara del nacionalismo español: ignorante, arrogante, opresor y enemigo de la libertad.
Las razones del diferente estado de ánimo de los dos contendientes, los gobiernos de Madrid y Barcelona, se encuentran en las fuerzas de clase que les están empujando. Por un lado, el gobierno central se siente seguro de sí mismo porque tiene todo el apoyo del capitalismo y del imperialismo, en España y en el extranjero. Por otra parte, JxSí, y sobre todo el partido burgués y conservador PDeCAT, siente desesperadamente que sus dueños de clase, los grandes capitalistas catalanes, que son mayoritariamente contrarios a la independencia, le está abandonando. Las luchas en el seno de la Generalitat reflejan las tensiones entre la gran burguesía catalana, más prudente y conservadora, y la pequeña burguesía, más radicalizada.
Parece que Puigdemont está esperando un acto espectacular de represión por parte del gobierno central que pueda justificar para dar un paso atrás, cancelando el referéndum o convirtiéndolo en una jornada de protesta o en unas elecciones anticipadas. La verdad es que Rajoy y la clase dominante española, para la que la unidad de España es un principio intocable, no puede permitir que se celebre el referéndum. Además, a diferencia de lo que pasó en la consulta del 9 de noviembre de 2014, el PP gobierna en minoría y está siendo espoleado hacia la derecha por el chovinismo de Ciudadanos. Al final deberá haber un enfrentamiento. La represión por parte del gobierno central será proporcional a la determinación de la Generalitat, que, previsiblemente, no será demasiado notable.
No hay duda de que millones de personas en Catalunya quieren desafiar al gobierno de Rajoy y pronunciarse sobre la relación de Catalunya con España, aunque muchos no estén a favor de la separación. Según la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión, un 41% de los catalanes quiere la independencia, mientras un 49% se opone; sin embargo, significativamente, un 67,5% querría votar en el referéndum. Los cambios en la opinión pública estarán condicionados por las provocaciones del gobierno central, y también por el carácter de la campaña del referéndum.
El control total de la organización del plebiscito por parte de los nacionalistas de ERC y, sobre todo, de los reaccionarios del PDeCAT, puede desanimar a un sector de la población, incluidos trabajadores de los cinturones industriales de Barcelona y Tarragona, muchos de los cuales son castellanohablantes, y que comprensiblemente odian al PDeCAT y rechazan sus políticas anti-obreras y chovinistas.
La única manera de ensanchar la mayoría social por el referéndum es dando a la lucha por el derecho a la autodeterminación un contenido social, contra los recortes, la desigualdad, la precariedad y por la justicia social. Este es precisamente el tono del magnífico cartel de la CUP que, imitando el viejo cartel de la Rusia revolucionaria, llamaba a barrer de los Países Catalanes a los corruptos y explotadores (no sólo a los chupasangres del PP y la monarquía española, ¡también a los Mas y a los Pujols!). Sin embargo, estas consignas valientes de la CUP entran en contradicción con su apoyo al gobierno de la Generalitat, encabezado por un hombre de confianza de Mas.
Podemos y los Comunes deben apoyar el referéndum
Lo más trágico de la situación actual es la posición cobarde de los dirigentes de la izquierda española, sobre todo de Unidos Podemos. Tanto Pablo Iglesias como Alberto Garzón se oponen al referéndum, proponiendo en lugar de ello un plebiscito pactado dentro del marco constitucional español y dentro de la legalidad internacional. A lo más, algunos de ellos dicen apoyar la votación del 1-O simplemente “como una movilización popular” pero sin implicarse ni llamar a votar. Su posición es doblemente utópica, porque por un lado exige a la gente que quiere votar hoy a que espere a un gobierno hipotético de Unidos Podemos en el futuro lejano y que además cuente con “reconocimiento internacional”; y por otro lado requiere un acuerdo imposible con la derecha española, que nunca aceptará, o impulsar una reforma constitucional que requiere dos tercios del parlamento, una fuerza con la que difícilmente contará nunca la izquierda transformadora española.
Esta postura refleja su confianza en la democracia y diplomacia burguesa, dentro de la cual no se puede alcanzar el derecho a la autodeterminación para Catalunya, y también su miedo a enfrentarse directamente con el chovinismo español. La actitud intolerante de los dirigentes nacionales de Podemos hacia la sección catalana del partido, que mantiene una posición más valiente de apoyo (aunque limitado y ambiguo) al referéndum ha sido particularmente mala. La postura equívoca y miedosa de Catalunya en Comú también representa un paso atrás de las tesis iniciales de Barcelona en Comú, que defendía, muy correctamente, un proceso constituyente unilateral para Catalunya, incluyendo un plebiscito sobre la independencia. Hay sectores de la derecha de la organización, encabezados por las viejas momias de Iniciativa per Catalunya (ICV), comprometidas en el pasado con la nefasta política del PCE y del PSUC durante la Transición, que se alienan abiertamente con las posiciones del PSC y llaman explícitamente a no votar ni apoyar la consulta del 1-O. No obstante, está previsto que las bases de los Comunes voten entre el 12 y el 14 de septiembre para decidir la posición final de la organización sobre el referéndum
Unidos Podemos y los Comunes, que consiguieron una gran autoridad dentro de las bases independentistas por su defensa valiente del derecho de autodeterminación –y, por lo tanto, la posibilidad de influir en ellas y acercar a muchos de ellos a su posición política– ahora han desperdiciado gran parte de ese capital y han hecho aparecer a los partidos independentistas como los defensores más consecuentes de este derecho democrático elemental, reforzando su posición. Al tiempo, UP y los Comunes han reforzado la cohesión de los trabajadores que recelan del derecho a decidir alrededor de las posiciones de la derecha y la socialdemocracia española, al aparecer eventualmente en un cierto frente único no deseado ni buscado con estas.
Unidos Podemos y Catalunya en Comú deberían apoyar el referéndum, luchando en Madrid con todas sus fuerzas contra la represión del gobierno central y contra el veneno del chovinismo español, mientras en Catalunya deberían llamar a la gente a participar y movilizarse en apoyo del plebiscito, mientras desenmascaran y combaten la cobardía, la hipocresía y la duplicidad de los dirigentes de la Generalitat, presentándose como los defensores más consecuentes de los derechos democráticos del pueblo catalán y ligando esta batalla política con la lucha por los derechos económicos y sociales.
Podemos tienen una responsabilidad especial. Nació al calor de las grandes movilizaciones de los años 2011-2014, que no sólo representaron una protesta contra la desigualdad y la injusticia económica, sino también una rebelión por la libertad contra un régimen político antidemocrático, atrasado y corrupto. Para llevar a buen puerto estas expectativas, Podemos debe romper con el sistema económico del capitalismo y también con la podrida e hipócrita democracia burguesa.
Derecho de autodeterminación y socialismo
Desde nuestro punto de vista, los trabajadores de España y Catalunya serán más fuertes si van unidos en su lucha contra los capitalistas y su régimen político opresivo. La transformación socialista de la sociedad no puede tener éxito si se limita a tal o cual nación, y no se expande por toda la Península Ibérica y, en última instancia, a Europa y más allá. Por eso nosotros estamos a favor de una república catalana que esté enmarcada en una federación socialista de los pueblos ibéricos. Pero la unidad genuina de los trabajadores de la Península debe ser voluntaria y democrática, y debe basarse en la máxima libertad y en el respeto mutuo. Esto significa que las organizaciones obreras y de izquierdas de España tienen que defender el derecho a la autodeterminación de los pueblos de la Península. El actual conflicto en Catalunya señala el momento de poner en práctica este principio. Es el momento de llamar a hic Rhodus, hic salta!, de romper con el carcomido régimen del 78 y cimentar la unidad de los obreros y de los explotados a través de la lucha contra el chovinismo español y la opresión de Estado. La lucha por la creación de una república socialmente avanzada en Catalunya podría abrir las puertas para la caída del régimen del 78 también en Madrid.
A los compañeros de la CUP les decimos: ¡ha llegado la hora de romper con Puigdemont, JxSí y la burguesía catalana, que tiene intereses de clase incompatibles con la lucha por la autodeterminación! Y a los compañeros de Unidos Podemos y los Comunes les decimos: ¡es la hora de romper con el régimen del 78 y su legalidad y dar una batalla valiente por los derechos democráticos de los pueblos del Estado español!