A lo largo de las páginas del Programa de Transición, Trotsky demuestra que la división entre el llamado programa mínimo (conjunto de reivindicaciones inmediatas que, según el postulado clásico de la socialdemocracia, era posible alcanzar bajo el capitalismo) y el programa máximo (las reivindicaciones socialistas), carece de sentido en la actual fase imperialista del capitalismo, caracterizada precisamente por una decadencia senil del sistema que reduce de modo cada vez más dramático el margenrgen para que las condiciones de vida de las masas puedan mejorar de forma significativa y duradera sin acabar con el modo de producción capitalista.
Prólogo a la edición venezolana de “El Programa de Transición” de Trotsky , editado por la CMR
El pasado 22 de abril el Presidente Chávez dedicaba parte de su programa Aló Presidente a destacar la importancia del Programa de Transición, que hoy publicamos la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR) y la Fundación Federico Engels de Venezuela.
Chávez llamaba a todos los revolucionarios al estudio del Programa y resaltaba la absoluta vigencia para el momento actual de la revolución bolivariana de este documento, escrito hace casi 70 años, en 1938, por León Trotsky . No es casualidad que el escrito de Trotsky haya despertado el interés de Hugo Chávez. El tema central del Programa de Transición, como el Presidente también destacó, es la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas (económicas, sociales, políticas) para la victoria de la revolución socialista y la ausencia de una dirección al frente de las masas, y particularmente de la única clase que puede construir el estado revolucionario y edificar el socialismo: la clase obrera, con un programa que haga a esta clase consciente de su enorme fuerza potencial y de las tareas que necesita llevar a cabo para acabar con el capitalismo.
A lo largo de las páginas del Programa de Transición, Trotsky demuestra que la división entre el llamado programa mínimo (conjunto de reivindicaciones inmediatas que, según el postulado clásico de la socialdemocracia, era posible alcanzar bajo el capitalismo) y el programa máximo (las reivindicaciones socialistas), carece de sentido en la actual fase imperialista del capitalismo, caracterizada precisamente por una decadencia senil del sistema que reduce de modo cada vez más dramático el margen para que las condiciones de vida de las masas puedan mejorar de forma significativa y duradera sin acabar con el modo de producción capitalista.
La revolución bolivariana sólo puede triunfar expropiando a los capitalistas
En la etapa de decadencia senil del capitalismo, y máxime en medio de un proceso revolucionario como el que hoy vivimos en Venezuela, la reivindicación más mínima: un salario digno, la defensa de un sistema de salud o educación público y de calidad, las pensiones, la propia lucha por objetivos proclamados por el Presidente Chávez como construir una genuina democracia participativa, o conquistar la soberanía alimentaria, un desarrollo endógeno y solidario, etc. chocan inevitablemente con los límites del capitalismo. Los capitalistas sólo pueden seguir acumulando beneficios a costa de incrementar hasta extremos intolerables la explotación de los trabajadores, y no sólo en los países coloniales y semi-coloniales, también en los países más avanzados.
El desarrollo de la propia revolución bolivariana hasta el momento es el mejor ejemplo de como en el marco del capitalismo es imposible avanzar un solo paso. La revolución, en sus primeros años, intentó desarrollar algunas de las tareas clásicas de la revolución democrático-nacional y conquistar mayores cotas de justicia social sin plantear el socialismo. El resultado fue el golpe de abril de 2002 y más tarde el paro patronal. El resultado sigue siendo actualmente el saboteo económico de los capitalistas y la desestabilización.
La vigencia de la idea planteada por León Trotsky hace 70 años de que, en una situación como la que hoy vivimos, resulta imposible separar las reivindicaciones mínimas e inmediatas de la lucha por construir un estado revolucionario y expropiar a los capitalistas la constatamos los trabajadores venezolanos cada día. Luchas que empiezan por los cesta-ticket; o, como en Sanitarios Maracay (empresa tomada y puesta a funcionar bajo control obrero por sus propios trabajadores), exigiendo ropa de trabajo adecuada, unas condiciones de seguridad mínimas y otros derechos elementales; obligan a los trabajadores a tener que tomar y poner a producir ellos mismos la empresa ante la amenaza de cierre o el abandono de la misma por parte del patrón. La lucha reivindicativa se transforma rápidamente en lucha por ver quien tiene el poder y el control de la empresa y esto, en última instancia, plantea la cuestión de quien manda en el estado y en la sociedad.
La revolución venezolana sólo podrá cumplir sus objetivos superando el capitalismo y construyendo el socialismo, como ha dicho el propio Chávez. A la hora de realizar esta tarea el Programa de Transición se torna arma imprescindible y referencia obligada. Algunos dirigentes y sectores del movimiento bolivariano plantean que la construcción del socialismo del siglo XXI es posible manteniendo la propiedad privada de la gran mayoría de los medios de producción en manos privadas, que la tarea de construir el socialismo abarcará varias generaciones antes de poder plantearse siquiera la estatización de los principales medios de producción. Muchos de los que defienden estas ideas utilizan como excusa para justificar su posición que la clase obrera venezolana, según ellos, no tiene madurez ni conciencia suficientes para construir un estado revolucionario y afrontar la gestión directa de los medios de producción.
La madurez de las masas y el Programa de Transición
El Programa de Transición responde también a estas ideas. Tal y como plantea Trotsky, el Programa representa un puente entre las necesidades inmediatas de las masas y la necesidad objetiva que tiene la sociedad de avanzar hacia el socialismo como único modo de dar genuina satisfacción a esas necesidades y al conjunto de las expectativas revolucionarias de los trabajadores y todos los demás oprimidos. Este puente parte de las necesidades de las masas y toma en cuenta su conciencia actual a la hora de cómo explicar de una manera más o menos pedagógica cuáles son las tareas pero no para decidir cuáles son esas tareas ni para adaptarse pasivamente a la conciencia. El objetivo del programa es precisamente hacer avanzar la conciencia y confianza en sí misma de la clase obrera, hacerla plenamente consciente de su fuerza y sus tareas históricas, movilizarla y ayudarle a ponerse a la altura de las mismas.
El Programa debe explicar las tareas objetivas de los trabajadores y no reflejar su atraso político. El programa debe dar cuenta de la sociedad tal como es, porque el mismo es un instrumento para luchar contra el atraso en la conciencia y vencerlo ( ) Nosotros no podemos fijar los plazos o modificar las circunstancias que no dependen de nosotros. No podemos garantizar que las masas resolverán la crisis, pero debemos reproducir la situación y mostrarles sus tareas tal como se presentan: esta es la tarea del Programa. Otra cuestión es saber como presentar el programa a los trabajadores. Es una cuestión de pedagogía y vocabulario, de elección de términos (Discusiones sobre el Programa de Transición, Discusión de los miembros del SWP con Trotsky sobre la Agonía del capitalismo)
La tarea de una organización revolucionaria armada con el Programa de Transición es transformar el proceso inconsciente e inacabado de toma de conciencia de las masas en un programa acabado y un plan consciente para tomar realmente el poder, sustituir el estado capitalista por un genuino estado revolucionario y expropiar a los capitalistas.
El Programa de Transición hoy para la revolución bolivariana
El Programa de Transición al Socialismo que defendemos hoy los jóvenes y trabajadores agrupados en la Corriente Marxista Revolucionaria dentro del PSUV, de la UNT, del Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en Cogestión y Ocupadas (FRETECO) y del conjunto del movimiento revolucionario de nuestro país es muy similar al planteado por Trotsky. En primer lugar pensamos que el eje central para hacer avanzar la revolución y poner a la clase obrera al frente de la misma es que el proceso de tomas de empresas que llevó e 2005 a la expropiación por parte del Presidente Chávez de Venepal y CNV y la creación de Invepal e Inveval continúe.
El eje central de la actuación de la UNT debe ser organizar una Conferencia Nacional de Trabajadores con la participación de todas las corrientes de la misma cuyo fin sea organizar un plan para la toma de empresas y tierras abandonadas o infrautilizadas y demandar al gobierno su estatización bajo control obrero. Esto debe hacerse en unidad de acción con los trabajadores de las empresas recuperadas o tomadas actualmente ,organizados en el FRETECO, y a los campesinos del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora , que están denunciando el cierre y abandono de mataderos, centrales azucareras, etc y el saboteo de muchos de los que permanecen abiertos y que se niegan a comprar la cosecha a los campesinos a precios dignos.
Fábrica cerrada, fábrica ocupada y puesta a funcionar por los trabajadores, como ha dicho el Presidente Chávez. Nosotros decimos, además, que para hacer esto posible cada fábrica tomada debe ser expropiada y estatizada bajo control de los trabajadores. La experiencia de Invepal e Inveval demuestra dos cosas:
a) lo que ha funcionado en la cogestión son las ganas de participar de los trabajadores b) lo que ha fallado es el saboteo de sectores importantes de la burocracia del estado y el hecho de que estas empresas, pioneras de un nuevo modelo productivo rumbo al socialismo (como planteó en su día el Presidente) no pueden desarrollarse de forma aislada y abandonadas a su suerte. Es imprescindible abordar de manera urgente la expropiación de todas las empresas abandonadas, infrautilizadas y ocupadas y establecer un Plan Nacional de Desarrollo Endógeno Rumbo al socialismo, con la participación de los Consejos de Trabajadores y comunales, que las englobe a todas y las vincule con las empresas del estado. Ese plan sólo puede funcionar si las palancas fundamentales de la economía (la banca, los grandes monopolios privados nacionales o extranjeros SIDOR, Grupo Polar, etc- y las tierras) son nacionalizadas y estatizadas bajo controlo obrero y social.
Junto a esto, para luchar contra el desabastecimiento y especulación, el burocratismo y el saboteo, tanto en el sector público como en el privado, y para construir el estado revolucionario que necesitamos, es imprescindible desarrollar Consejos de Trabajadores, formados por delegados elegibles y revocables en todo momento, tanto en las empresas públicas como en las privadas. El objetivo de estos Consejos debe ser desarrollar el control obrero de la producción y empezar a avanzar hacia la gestión de las empresas por los trabajadores. En el sector alimentario es especialmente urgente desarrollar estos Consejos y que en colaboración con los Consejos Comunales implementen el control obrero y social como único modo de combatir efectivamente el acaparamiento, desabastecimiento y saboteo económico.
Los Consejos de Trabajadores tanto de las empresas públicas como privadas deberían vincularse entre sí y con los Consejos Comunales a escala local, estadal y nacional en una Asamblea Nacional de Consejos Obreros y Comunales. Esta es la única forma de poder generar la estructura de un estado revolucionario, basado en el poder obrero y popular (comunal) que, tal y como planteaba el Presidente Chávez en su discurso de toma de posesión, pueda sustituir al Estado actual que como él dijo- sigue siendo capitalista, burgués.
Estas medidas deberían acompañarse con otras incluidas en el Programa de Transición como la escala móvil de salarios (por encima de la inflación) y horas de trabajo, la conformación de milicias obreras y populares para defender la revolución, etc.
El punto de partida del Programa de Transición escrito por Trotsky es precisamente que el factor fundamental que impedía a la clase obrera cumplir sus tareas históricas en los años 30, esto es, ponerse al frente de la revolución y abordar la construcción de un estado obrero revolucionario basado en los Consejos Obrero y la expropiación y estatización de los principales medios de producción (banca, monopolios y latifundios) bajo control obrero era la ausencia de una dirección al frente del movimiento obrero con un programa que plantease de forma clara, concreta y directa esas tareas y mostrase al conjunto de los trabajadores como llevarlas a cabo.
El papel de la dirección
Esta idea brillante de Trotsky ha llamado la atención de Chávez con razón. Ni siquiera la simple enunciación de las tareas revolucionarias resuelve el problema de tomar efectivamente el poder, llevar a cabo esas tareas y alcanzar la transformación de la sociedad. Más bien, plantea la cuestión en toda su crudeza. En todos los casos en que la vanguardia obrera, los trabajadores más avanzados y conscientes, no han sido capaces de arrancar la dirección del movimiento de masas de las manos de los reformistas mediante un método y un programa correctos la revolución ha sido derrotada. Chávez cita a Trotsky cuando -haciendo referencia a la situación en Europa en el momento de escribir el Programa de Transición- dice que si las condiciones objetivas para el socialismo están maduras, pero falta una dirección revolucionaria al frente del movimiento obrero que ofrezca el programa, las ideas y los métodos necesarios para aprovechar esa oportunidad histórica, esas condiciones pueden empezar a pasarse e incluso a pudrirse.
Esto fue lo que ocurrió en Italia, Alemania o España en los años 30. Las políticas reformistas de los socialdemócratas y estalinistas y los errores ultra-izquierdistas- dejaron a la clase obrera sin dirección. Las situaciones revolucionarias, enormemente favorables, que existían en estos países fueron desaprovechadas y el resultado fue la victoria de la contrarrevolución bajo la forma del fascismo. El peligro de la contrarrevolución no ha sido superado ni derrotado aún por nuestra revolución. La burocracia, el reformismo, la desconfianza hacia las fuerza de la clase obrera para ponerse al frente de la revolución y cumplir su misión histórica representan hoy, junto con el peligro cada vez más presente del sectarismo y el ultra-izquierdismo, una brecha dentro del campo revolucionario por la que puede empezar a entrar el caballo de Troya de la contrarrevolución.
La correlación de fuerzas en Venezuela sigue siendo enormemente favorable a la clase obrera pero la revolución no será irreversible hasta que los jóvenes, trabajadores y luchadores populares más conscientes y avanzados no nos unamos entorno a las idas y métodos del marxismo y nos dotemos de un Programa de Transición capaz de ganar la mayoría dentro del PSUV, así como en el movimiento obrero organizado en la UNT y en el conjunto del movimiento revolucionario y llevemos a cabo la edificación de un estado revolucionario y la estatización de los principales medios de producción, como paso imprescindible hacia la planificación democrática de la economía y el inicio de la construcción del socialismo.