EEUU: brutalidad policial, racismo y la polarización de la política

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thumb SWAT team By Oregon Department of Transportation SWAT team CC BY 2.0

Las espeluznantes imágenes en la televisión y en las redes sociales son implacables: coches bomba, masacre en club nocturno, policías asesinos y asesinos de policías. Es como Lenin llamó al capitalismo “horror sin fin” sin señalar su fin. No sólo en “el lejano” Irak, Afganistán y México, sino en algunas de las ciudades más prósperas del país más rico de la tierra. Esta es la espantosa cara de la crisis capitalista, la crisis de un sistema que amenaza con llevar a toda la especie humana a la debacle con ella.

Casi un siglo después que la Revolución Rusa señaló el camino a seguir, la civilización se encuentra en un callejón sin salida. Parafraseando las poéticas palabras de Marx en el Manifiesto Comunista, la humanidad ha evocado anteriormente maravillas insondables de la tecnología y la productividad desde el seno del trabajo social. Un mundo de sobreabundancia para todos está justo a nuestro alcance. La desconexión entre lo que es posible y la realidad de la monotonía y la humillación que nos vemos obligados a soportar se siente en los huesos de millones. Lo que se interpone en el camino de una sociedad verdaderamente humana es estructural, institucional y sistémico. Lo que se interpone en el camino es el capitalismo.

En el fondo, la creciente polarización es una función del abismo cada vez mayor entre las clases. Pero sin una salida clara y un camino a seguir, la creciente presión ha llevado a la frustración, ataques, y violencia. La policía ha disparado contra más de 500 personas desde el comienzo del año. A pesar del escándalo, no hubo un sólo policía condenado en los más de dos años desde que Black Lives Matter (BLM) estalló después del asesinato de Mike Brown y Eric Garner. Los descarados asesinatos de Alton Sterling en Baton Rouge, y Philando Castilla en las Twin Cities, fueron las trágicas chispas que dieron renovado impulso a las protestas de BLM. Manifestaciones espontáneas nuevamente han inundado las calles en todo el país, y cientos han sido detenidos.

En Dallas, un veterano del Ejército de Estados Unidos que había servido en Afganistán, enojado con los últimos asesinatos extrajudiciales por la policía, mató a cinco agentes uniformados y disparó a varios otros al final de una protesta pacífica de BLM. Pero el terror individual, aún cuando es en respuesta al terror organizado del Estado capitalista, sólo puede fortalecer la reacción. No puede cambiar la relación fundamental entre los explotadores y los explotados, entre la clase opresora y los oprimidos. León Trotsky explicó, “la venganza individual no nos satisface. La cuenta pendiente que tenemos con el sistema capitalista es demasiado grande para ser presentada a algún funcionario”.

Los mejores los políticos liberales y aduladores pueden ofrecer sus lágrimas de cocodrilo y hacer apelaciones vacías por la unidad y la no violencia. Se lamentan por la “fractura” de la nación, abogan por el fin de la división entre la policía y las personas a las que “sirven”, y con nerviosismo describen al país como un “barril de pólvora” esperando volar. Armados hasta los dientes, beneficiados por los miles de millones de la venta de armas, bombas y drones en todo el mundo, y empujando legislaciones para desarmar a la clase obrera, piadosamente nos recuerdan que “todas las vidas son importantes”, a lo que George Orwell podría haber añadido, “pero algunas vidas importan más que otras!”

La relativa paz entre las clase luego del boom de la posguerra -con énfasis en “relativa”, cuando la “guerra contra las drogas” ha sido una guerra civil unilateral emprendida contra los pobres- se basa en un auge económico sin precedentes. La prosperidad desdibuja el contorno de la dictadura del capital a una capa significativa de la población. Pero esto no puede durar indefinidamente. El sistema se pudre desde adentro. El número de personas que se benefician del sistema se está reduciendo. El parachoques de la llamada “clase media” estadounidense ha sido implacablemente erosionado. La primera línea de defensa de la propiedad privada del 1% son pequeños ejércitos de policía militarizada- una receta para la paz entre las clases. La imposición del terror por parte del Estado en los barrios pobres es necesaria debido a que los trabajadores y los pobres constituyen la gran mayoría. A medida que la autoridad y el miedo a la policía se desploma, los capitalistas temen las consecuencias de su “divide y vencerás”, la estrategia amenaza con salirse de control, son muy pocos para defender su propia riqueza y su propio poder.

Tratados como ratas hambrientas en una jaula, los seres humanos interactúan en consecuencia. Si todo el mundo tuviera trabajo, salud, educación y vivienda segura y accesible, se transformarían las relaciones entre los seres humanos: sin nada que vigilar, no habría necesidad de la policía. Pero con la escasez viene la necesidad de hacer cumplir la desigual distribución de los recursos. La absurda contradicción que tenemos que resolver es que la escasez capitalista es artificial. Es más que suficiente para todos. Sólo es el afán de lucro el que se interpone en el camino de un sistema racional de producción, distribución e intercambio, en armonía con el medio ambiente.

La clase obrera tiene el poder de acabar con el capitalismo de una vez por todas –siempre que  tenga una dirección que pueda dirigir a la mayoría de nuestra clase, su inmensa energía. En ausencia de tal dirección, el estancamiento de la inestabilidad puede prolongarse durante años e incluso décadas. La culpa de este callejón sin salida, en última instancia corresponde a los actuales líderes sindicales pro-capitalistas, que se sientan sobre un volcán de potencial revolucionario, pero se niegan a liberar el poder latente de los trabajadores. Un nuevo liderazgo debe ser construido con un sentido de urgencia.

A medida que nos acercamos a lo que un senador republicano llama un “incendio en un contenedor” de una elección, la polarización y el caos sólo se profundizará. La traición de Bernie Sanders a la confianza de sus partidarios llevará a muchos a buscar soluciones fuera de los dos partidos del sistema y más allá de los límites del reformismo. La participación de los votantes que se identifican como “independientes” se encuentra en 39% del electorado. Millones no pueden decidir cuál de los candidatos principales es el “mal menor”. En estas condiciones, un partido socialista independiente podría ganar impulso rápidamente y poder político.

Como marxistas entendemos que para terminar con la brutalidad policial, el racismo, la violencia, la pobreza, la explotación y la opresión, hay que acabar con el capitalismo. Explicamos que la independencia de clase en la lucha política y económica es la única manera de vencer la resistencia de los capitalistas y sus defensores. Reconocemos que existen poderosas fuerzas centrífugas que buscan destrozar la unidad de la clase obrera. Afortunadamente, estos son objeto de medidas compensatorias de fuerzas mucho más fuertes que inexorablemente nos agrupan para defender nuestros intereses colectivos. Pero la unidad de la clase en todas las líneas no puede simplemente ser declarada, sino que debe ser forjada en la lucha común. Esta es la tarea del próximo período.

La construcción de una organización capaz de proporcionar los métodos organizativos y la brújula teórica necesaria no será automática o fácil. Pero acordamos con al buen pragmatismo americano “cada problema tiene una solución” y “hay una herramienta para cada trabajo”. El problema es el capitalismo y la herramienta es un partido revolucionario de masas con raíces en cada lugar de trabajo, vecindario y universidad. Te invitamos a unirte a la CMI para ayudarnos a construirlo!