Los dos aspectos más destacables de las elecciones generales del pasado 9 de marzo han sido la gran movilización electoral de la clase obrera para cerrar el paso a la derecha y, como característica general, la enorme polarización política entre izquierda y derecha. Lo significativo de lo ocurrido el pasado domingo fue que ese alto grado de movilización electoral de los trabajadores se ha mantenido y lo ha hecho gracias a su instinto de clase y muy a pesar de la política del gobierno del PSOE y de sude su tibia campaña electoral. Los dos aspectos más destacables de las elecciones generales del pasado 9 de marzo han sido la gran movilización electoral de la clase obrera para cerrar el paso a la derecha y, como característica general, la enorme polarización política entre izquierda y derecha. Este hecho se ha reflejado en el alto índice de participación, un 75,32%, apenas 0,34 puntos por debajo del alcanzado en 2004. La participación de los trabajadores y sus familias, específicamente, se ha vuelto a revelar como el factor decisivo de un resultado electoral. Hace cuatro años, el incremento de la participación, de casi 7 puntos, fue la clave para desalojar al PP del gobierno. Lo significativo de lo ocurrido el pasado domingo fue que ese alto grado de movilización electoral de los trabajadores se ha mantenido y lo ha hecho gracias a su instinto de clase y muy a pesar de la política del gobierno del PSOE y de su tibia campaña electoral.
Los resultados del 9 de marzo demuestran que el vuelco electoral que se produjo en 2004 no era producto de una casualidad sino de cambios profundos que se habían operado en la conciencia de la clase obrera, y que reflejaban la intensa oleada de movilizaciones que recorrieron el Estado español desde el año 2000, la más importante desde los años de la transición. En esta ocasión el PSOE obtiene más de 11 millones de votos (38 mil más de los que obtuvo en 2004) y el 43,64% de los votos emitidos (un poco más de 1 punto respecto a 2004,. La diferencia es notable, sobre todo, respecto al año 2000. Si lo comparamos con aquellos comicios, que dieron la mayoría absoluta al PP, y que corresponde al periodo anterior a las movilizaciones que acabaron echando a la derecha del gobierno, los cambios son bastante acusados. En el 2000 el PP aventajaba al PSOE en 2,4 millones de votos, en 2008 el PSOE aventaja al PP en casi un millón, es decir, se produce una variación de más de 3 millones de votos a favor del PSOE. El vuelco se aprecia con una magnitud parecida si analizamos la variación del voto obtenido por el conjunto de la derecha y por el conjunto de la izquierda entre el 2000 y el 2008: 3 millones de votos a favor de la izquierda. Con todas las distorsiones y deficiencias implícitas de cualquier análisis basado exclusivamente en los votos, parece evidente que el gran vuelco hacia la izquierda que se produjo en 2004 se mantiene, en lo fundamental, en 2008. No obstante, estas elecciones también han puesto de manifiesto que la política socialdemócrata y las concesiones a la derecha realizadas por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, junto al seguidismo acrítico practicado por Izquierda Unida respecto a la política del PSOE y su renuncia a ejercer una seria oposición de izquierdas, ha sido el gran obstáculo para ensanchar la diferencia electoral con la derecha y acrecentar la distancia cosechada en marzo de 2004.
La derecha, básicamente, ha mantenido su posición. Es verdad que el PP recupera 400.000 mil votos respecto a 2004, hecho que todos los medios de comunicación han destacado mucho, pero tampoco alcanza el peso que tenía en 2000 cuanto en su pico histórico más alto obtenía 10.321.178 votos y el 42,61% del censo electoral. Ahora, obtiene 250 mil votos menos, y pierde más de cuatro puntos porcentuales. Si tenemos en cuenta el incremento del censo entre el 2000 y el 2008, y el incremento de participación, el PP debería haber sacado 11.359.131 para mantener la misma proporción de votos que en el 2000, es decir, debería haber sacado más de un millón de votos de los que efectivamente ha sacado en 2008, pero eso no sucedió. Mientras el apoyo a la derecha se ha mantenido constante a lo largo de las tres últimas elecciones generales, y a un nivel alto, el cambio político fundamental lo determina, como hemos señalado, la variación que se ha producido en el campo de la izquierda y más específicamente, en la participación de la clase obrera en el proceso electoral.
Las diferencias fundamentales en la situación política entre 2004 y 2008 han sido la propia experiencia del PSOE en el gobierno, la radicalización hacia la derecha del PP en la oposición, la política de total parálisis reivindicativa de los sindicatos y los clarísimos síntomas de cambio en el ciclo económico. Como dijimos desde estas páginas, en el electorado de la izquierda actuaban dos fuerzas en sentido contrario: por un lado la amenaza de un PP totalmente desbocado actuaba como un incentivo a favor de la participación electoral de la clase obrera para impedir el paso a la derecha; por otro, la política de los dirigentes del PSOE, de IU y de los sindicatos, incapaces de resolver los problemas fundamentales de la clase obrera y de hacer frente de forma consecuente a las provocaciones de la reacción en el terreno de los derechos democráticos, alimentaba la tendencia a la abstención. La amenaza de la derecha ha pesado más, lo que no quiere decir que la política reformista no haya tenido consecuencias en el terreno político, y también en el terreno electoral. Las ha tenido, y negativas, como luego veremos, pero sin embargo no ha sido el factor que ha prevalecido en esta ocasión
El atentado de ETA y la "unidad de los demócratas"
Tampoco el hecho de que dos días antes de las elecciones ETA cometiera el brutal asesinato de un ex concejal del PSE-PSOE en Euskadi (País Vasco) desvió la atención de la clase obrera de su objetivo fundamental. Por su propia experiencia a lo largo de los últimos años, un sector decisivo de los trabajadores, muy correctamente, ha asociado a la derecha como parte del problema y no de la solución, en todo lo relacionado con la cuestión nacional. Si a esto sumamos la percepción de que las elecciones eran un momento clave es fácil entender porqué el sentimiento de unidad de "todos lo demócratas" al que tantas veces han apelado los dirigentes del PSOE ante los atentados de ETA, ha sido un factor político de escaso relieve, hasta el punto de que no se han celebrado manifestaciones conjuntas masivas ni el día del atentado, ni el lunes después de las elecciones. Hace ya bastante tiempo que la unidad de entre la izquierda y la derecha está rota en calle, y esto es algo extraordinariamente positivo, poniendo sobre la mesa las dificultades de la socialdemocracia y de la burguesía para impulsar una orientación interclasista incluso en un tema tan complejo y resbaladizo como el de la cuestión nacional.
Como hemos señalado reiteradamente, la cuestión nacional, que durante años se utilizó para verter un chorro de prejuicios españolistas entre la clase trabajadora, en el contexto actual se ha transformado también en un terreno de agudo enfrentamiento entre las clases. El hecho de que la ruptura de la tregua apenas haya pasado factura al PSOE, salvo en los votos que se han podido fugar a la formación de Rosa Díez y que como muchos análisis han destacado provienen fundamentalmente de sectores de la pequeña burguesía de localidades y barrios acomodados, o que el PSOE haya obtenido buenos resultados en Euskadi, Cataluña y Galicia, nacionalidades en las que el PP continua perdiendo apoyo electoral (hay que recordar que hace tan sólo una década el PP llego a ser el segundo partido más votado en la Comunidad Autónoma Vasca), es un ejemplo llamativo de esta realidad.
Análisis interesado de la clase dominante
Como siempre ocurre, los análisis de la prensa burguesa sobre los resultados electorales son interesados. Siempre utilizan el mismo método de engaño: basándose en algunos aspectos aparentemente irrefutables tergiversan lo más esencial. Para ellos, el punto central es reducir el papel de la clase obrera a cero en todos los acontecimientos políticos, y por supuesto, también en los electorales.
Particularmente el diario El País, que cumple la función de manipular la opinión pública más a la izquierda, ha explicado el cuadro electoral más o menos como sigue. El PP ha sido castigado por su posición radical, prueba: ha sido derrotado electoralmente. El PSOE ha ganado por su moderación, prueba: el electorado ha dado la espalda a los partidos situados a su izquierda, como IU y ERC. También son castigados "los nacionalismos excesivamente soberanistas" aunque no sea de izquierdas, como le ha ocurrido al PNV con su nuevo plan Ibarretxe. Al ingrediente de la tendencia general e irresistible a la moderación, este análisis añade el de la fosilización, pues otra cosa que se fortalece es el "bipartidismo", que, por supuesto, según El País y muchos tertulianos "progres" , no tiene nada que ver con una polarización política con hondas raíces sociales, hay sólo "crispación" por arriba. Así presentado, el "bipartidismo" aparece como una resignación generalizada de la población a la política oficial, en la que los "extremismos" de uno u otro signo no tienen cabida.
En un fantástico juego de palabras y medias verdades, resulta que la verdadera clave de la victoria del PSOE ha sido su cercanía al centro y su riguroso apego a los cánones de aburrida política oficial. Obviamente, este análisis no puede ser emitido de manera tan acabada sin riesgo de crear sensación de irrealidad, por eso se divulga de manera fraccionada y con dosis calculadas. Lo que resulta paradójico, aunque también tiene su lógica, es que este tipo de interpretaciones tengan muchísimos puntos en común con el que hacen dirigentes de la izquierda y otros grupos que, por razones imposibles de entender, se sienten vinculados al marxismo y que en su delirio sectario hablan incluso de "derechización absoluta de la sociedad".
Polarización política
La realidad ha sido bien distinta. Como hemos dicho, una característica fundamental de estas elecciones ha sido precisamente la gran polarización política a izquierda y derecha, expresando en el terreno electoral una gran tensión entre las clases. Sin comprender esta premisa fundamental es inevitable la desorientación más completa.
Precisamente porque hay una gran polarización, no se puede hablar del "castigo del electorado", en abstracto, a tal o cual opción. La derecha ha sido derrotada por la clase obrera, no por su propia base electoral. Al menos por el momento, esta última no ha castigado en absoluto el radicalismo del PP que mantiene su apoyo en lo fundamental, e incluso avanza en votos respecto al año 2004. La derecha sigue teniendo un asidero firme en amplios sectores de la pequeña burguesía y capas atrasadas de la clase obrera.
Por otra parte, el nacionalismo españolista reaccionario del PP ha provocado una constante disminución de su apoyo electoral en Catalunya, Euskadi e incluso, en Galicia, la única nacionalidad histórica en la que tenía un peso importante y hasta hegemónico. Ha perdido en ellas 21 mil, 30 mil y 100 mil votos respectivamente. Todo eso puede traer graves complicaciones en el futuro; sin embargo, a corto plazo, lo ha compensado con ganancias en Madrid, Valencia y Andalucía. Sólo en estas dos primeras circunscripciones ha recuperado 200 mil votos.
La derecha se ha mantenido fuerte fundamentalmente por una política agresiva, demagógica y sin una respuesta a la altura por parte de los dirigentes de la izquierda. Esta orientación no le ha ido mal porque tienen una base real. Las impresionantes e inesperadas movilizaciones de la clase obrera y de la juventud en la última legislatura del PP que provocaron su derrota en las urnas, desataron un hondo malestar e irritación en los sectores más reaccionarios de la burguesía, que mantienen un peso muy importante en el conjunto de la clase dominante y del aparato del estado, y de la pequeña burguesía. La falta de respuesta por parte de los dirigentes reformistas de las organizaciones de la izquierda, en toda una serie de puntos de hondo carácter ideológico, como la cuestión nacional, la inmigración, la educación, la lucha contra el integrismo católico, por citar algunos ejemplos, y su renuncia a la movilización de la clase trabajadora y la juventud, para evitar precisamente acrecentar aún más la polarización existente… da, necesariamente, un mayor impacto a la demagogia del PP, que puede canalizar parte del malestar social de un sector de la pequeña burguesía y de la clase obrera más atrasada. No es lo mismo hacer frente a la reacción que no hacerle frente. Necesariamente, no hacerle frente pasa una determinada factura.
La derecha española tiene un techo, marcado por su debilidad crónica en las nacionalidades oprimidas, donde posee una escasa implantación en proporción a su población, y por los límites de su penetración en la clase obrera, que a pesar de sus dirigentes, tiene sus tradiciones, su memoria histórica y su instinto. Es por eso que a pesar de estar muy movilizada la derecha no tiene nada que hacer en el terreno electoral cuando la clase obrera se moviliza masivamente. Ni siquiera en un contexto en el que la apuesta del gobierno Zapatero de negociar con ETA fracasó y el PP hizo de este hecho una de sus principales banderas.
En los últimos años hemos visto un fenómeno político que se retroalimenta. Un fuerte movimiento social de la izquierda derrota al PP, luego la derecha reacciona radicalizando aún más su discurso y sacando a su propia base social a la calle; el peligro de una vuelta de la derecha, que mantiene un considerable apoyo electoral, vuelve a movilizar al electorado de la izquierda para impedir la vuelta del PP al gobierno. ¿No estamos viendo un cuadro bastante claro de polarización política?
El llamado fenómeno "Rosa Díez"
Rosa Díez es una expresión de lo máximo que puede dar de sí, en este contexto, una alternativa pretendidamente intermedia entre el PSOE y el PP, basada en una posición abiertamente españolista en la cuestión nacional: casi nada, como se ve. Es otra prueba de las estrecheces de eso que se llama el "amplio" espectro del centro político. Efectivamente ha podido arañar votos al PSOE, principalmente en Madrid, (aunque también al PP) pero eso es políticamente irrelevante e insignificante en comparación con lo que el PSOE ha ganado rompiendo con el PP en Euskadi. Un diputado, aupado por capas medias de la sierra de Madrid, es todo lo que ha dado de sí toda la parafernalia españolista que ha girado alrededor de esta figura, amplificada hasta límites inauditos en los medios de comunicación de la derecha. Rosa Díez es una excreción del PSOE por su funesta política de unidad de acción con el PP sobre la cuestión nacional vasca durante los años 90, lo que se denominó el "bloque constitucional". La ruptura con Redondo Terrero y Rosa Díez, en cambio, ha sido la precondición para que el PSE pasara en la CAV de un tercer puesto en 2000 al partido más votado en 2008.
La caída de IU y ERC
Se ha utilizado la caída del voto de IU como otra prueba de que "el electorado ha castigado a los extremos". Ciertamente, una de las características más llamativas de estas elecciones ha sido la caída del voto a IU. En relación a las elecciones del 2004 pierde 321.042 votos, una cuarta parte de su electorado. La razón de esta caída es la que siempre hemos explicados los marxistas: si las masas no ven diferencias políticas sustanciales entre dos partidos obreros, cuyas direcciones practican la misma política reformista, tiende a concentrar su voto al más grande. Es verdad que ante un sector de la juventud y de la clase obrera IU tiene una imagen más a la izquierda, pero eso no es suficiente, precisamente y sobre todo por el contexto de polarización política, en el que la clase obrera y la juventud deciden su voto por las cuestiones fundamentales, y no las secundarias. El enfrentamiento cada vez más duro entre izquierda y derecha, cuando la dirección del partido mayoritario de la izquierda no es capaz de estar a la altura de la situación, es un contexto que debería fortalecer a una opción más a la izquierda. Pero la condición para ello es tener una alternativa real a los problemas de la clase obrera, que necesariamente pasa por la lucha consecuente contra el sistema capitalista y la defensa de un programa socialista. El problema de IU es que no lo tiene. Sería un completo error atribuir sus malos resultados a una "derechización de la sociedad" o a una falta de interés de la juventud y de la clase obrera por una alternativa más a la izquierda.
Es más, si analizamos de manera más detallada qué ha ocurrido con los votos en el campo de la izquierda, tampoco se puede atribuir la caída de IU o ERC a una absorción automática de sus votos por parte del PSOE. De hecho, el PSOE sube muy poco en relación a las anteriores elecciones: 38.361 votos. Sin embargo IU pierde 321.041. Más aún, en muchos barrios obreros ocurre que IU pierde votos cuando el PSOE también pierde. Por ejemplo en Villaverde, un barrio obrero de Madrid, IU pierde 1.810 votos, pero el PSOE pierde casi siete mil; en Leganés, una ciudad del cinturón rojo madrileño, IU pierde 3.400 votos, pero el PSOE pierde 6.432 votos. En el cinturón rojo barcelonés ocurre algo parecido. En Hospitalet del Llobregat ICV-EUiA pierde algo más de cuatro mil, pero el PSC pierde más de cinco mil. En Cornellà pasa exactamente lo mismo: ICV-EUiA pierde 1.718 votos, pero el PSC pierde más de mil seiscientos. Por supuesto, en todas las ciudades y barrios que hemos puesto como ejemplo, la izquierda gana contundentemente con bastantes puntos por encima del 50%.
¿Qué ha ocurrido entonces? Que respecto a 2004, pese a que se ha mantenido una participación alta, una parte de los votos obtenidos por el PSOE y por IU han ido a la abstención, afectando proporcionalmente una parte mucho mayor a IU que al PSOE. Todos estos datos redundan en que el problema fundamental de IU no tiene nada que ver con una supuesta derechización de la sociedad y ni siquiera se explica totalmente por una concentración del voto al PSOE. Al tener un programa reformista y socialdemócrata, IU ha pagado un doble precio: ni se ha visto como un mejor instrumento que el PSOE para dar un mazazo al PP, ni ha sido capaz de retener a aquellos cuya preocupación más importante era la búsqueda de una alternativa a la izquierda de la socialdemocracia. Lejos de percibirse una derechización, lo que hemos visto es la incapacidad de los dirigentes de IU de estar a la altura del profundo giro a la izquierda que ha afectado a un sector de la juventud y de la clase obrera.
Aunque el caso de ERC tenga connotaciones distintas, ya que su apoyo está íntimamente ligado al sentimiento de opresión nacional en Catalunya, se ve un proceso parecido. ERC es el partido que sufre la mayor caída en términos absolutos, no solo en el campo de la izquierda, sino considerando todos los partidos, incluso a escala estatal. Pierde más de 350 mil votos, el 54"54% de lo que obtuvo en 2004. El gran ascenso de ERC, que pasó de 194 mil en 2000 a 652 mil en 2004, demuestra que una organización vista como más radical puede apoyarse en el contexto de polarización política para desarrollarse. ERC ascendió mientras era vista así, como una alternativa radical, "no contaminada" por la política oficial, por un sector de la juventud en Catalunya. Pero la experiencia de su participación en el tripartit y en diversos ayuntamientos ha demostrado que la política de ERC no es muy distinta en los aspectos fundamentales, pese a la verborrea de sus dirigentes, a la del PSOE o de IU. El 9 de marzo, una pequeña parte del voto perdido por ERC ha podido ser canalizado por el PSC, pero en su gran mayoría ha ido a la abstención, de donde había salido.
El análisis de los movimientos que se han producido en el campo de la izquierda revela síntomas políticamente muy importantes. Entre IU, ERC y CHA, que atraen tradicionalmente votantes que buscan una alternativa a la izquierda del PSOE, se produce una caída de casi 700 mil votos, pero el PSOE sólo gana 38 mil. La tendencia al "voto útil" se combina con una tendencia a la abstención de este electorado. Esto es lo que explica la ligera caída del peso del voto de la izquierda en el conjunto de los votos. El voto que pierde la izquierda no se va hacia la derecha, o hacia el centro, sino hacia la abstención; es por lo tanto una crítica clara desde la izquierda; no tiene nada que ver con un giro a la derecha de la clase obrera ni tampoco con una actitud "borrega" o "dócil", provocada por el "bipartidismo".
No confundir juicios con prejuicios
La clase obrera ha considerado que el objetivo fundamental de estas elecciones era cerrar el paso a la derecha, luego ya ajustará las cuentas con quien tenga que hacerlo. Eso no tiene nada de superficial, ni de seguidista. Nosotros no idealizamos a la clase obrera, pero sí somos concretos: ¿Cómo debemos interpretar este movimiento masivo de la clase obrera para cerrar el paso a la derecha, como un juicio, o como un prejuicio, como algo positivo o como algo negativo? Nosotros lo consideramos como un juicio, y como algo positivo. Quien confunda los juicios de la clase obrera y los tome por prejuicios irá de disparate en disparate en sus razonamientos y estará en pésimas condiciones para poder ayudarla a avanzar en su conciencia y en su lucha. No es la clase obrera la que hace un fetiche de las elecciones sino quienes son incapaces de analizar la profundidad y el valor político de sus acciones.
Lo que subraya más el significado político de esta nueva derrota de la derecha es lo poco que ha ayudado la política del PSOE desde el gobierno a hacerla posible. Podemos decir que la clase obrera se ha tenido que basar exclusivamente en su instinto y en su experiencia política acumulada. Si los dirigentes del PSOE, y en general los dirigentes de los partidos y sindicatos de la izquierda hubiesen impulsado una política de profundo cambio social y hubiesen contrarrestado el griterío de la derecha con una contraofensiva ideológica seria y con la movilización de la clase obrera y de la juventud en la calle, la derrota electoral de la derecha hubiese sido aún más contundente.
Por el contrario, la tónica general de los dirigentes del PSOE frente a la derecha ha sido la de hacer continuas concesiones a sus presiones, la de actuar de manera temerosa y dubitativa ante sus andanadas reaccionarias y demagógicas. Así ha sido en relación a la inmigración, la cuestión nacional u otros aspectos relacionados con los derechos democráticos. En general, cada vez que el PP clamaba por más medidas de represión y dureza, la respuesta del PSOE era la de que ellos "ya lo estaban haciendo". Así, gran parte de las ingentes cantidades de veneno y reacción que el PP ha expandido a toda la sociedad se quedaba sin respuesta política del gobierno, ni el terreno práctico ni en el terreno ideológico. El clamoroso e indignante silencio de los dirigentes sindicales también ha sido la tónica.
Situación social a peor
En la medida que se ha ido acercando el final de la legislatura los síntomas del cambio de ciclo de la economía, encaminada hacia una crisis, se hicieron cada vez más perceptibles. A los problemas no resueltos y acumulados en el periodo de crecimiento se han ido sumando otros o agravándose los ya existentes, como el acelerado incremento de los precios de los productos de primera necesidad o el paro. La victoria del PSOE en el año 2004 estuvo acompañada de una gran expectativa de que se iban a abordar problemas como el acceso a la vivienda, la precariedad laboral o el progresivo deterioro de la educación y la sanidad pública. Pero tampoco en materia social ha habido el cambio esperado. En no pocas ocasiones el discurso del gobierno en materia económica ha chirriado con la experiencia práctica de los trabajadores. El PP trató de sacar partido de esta situación tratando de convertirse en el defensor de los pobres.
Es en este contexto de ofensiva de la derecha en todos los frentes e incapacidad de los dirigentes reformistas para hacerle frente, tanto en palabras como en hechos, en el que se han celebrado las elecciones. Y es en este contexto como la derecha nuevamente ha sido derrotada.
Crisis en el PP
Un sector de la burguesía ve la radicalización de la derecha con preocupación, pero no porque electoralmente esto no sea bueno para el PP, sino por los efectos políticos generales que provoca esta política al incitar a la clase obrera a la movilización. Lo ideal para algunos estrategas de la burguesía sería, efectivamente, poder apoyarse en una caballerosa sucesión bipartidista para aplicar su política. Así, cuando se desgastase el PP ganaría el PSOE, y cuando se desgastase el PSOE ganaría el PP. Todos serían felices y comerían perdices. En este mundo ideal, el PP debería convertirse en una "derecha civilizada", renunciando a sus tradiciones históricas y manteniendo su apoyo social sin recurrir al racismo, ni al nacionalismo español, ni hablar bien del franquismo, ni decir palabrotas. El PSOE, por su lado, debería mantener su apoyo electoral sin que los trabajadores que lo voten tengan la más mínima ilusión de cambio social y por supuesto, no se les ocurra jamás hacer huelgas, hacer manifestaciones y demás formas de protesta. También deben renunciar a su memoria, porque sólo les trae malos recuerdos.
Este mundo no existe ni existirá jamás.
Ahora al PP tiene cuatro años por delante antes de poder optar otra vez a recuperar la posición perdida en 2004 y es necesario recordar que un factor de movilización de su base electoral era la perspectiva de victoria. Eso puede traer complicaciones, que pueden agravarse por elementos accidentales derivados de ambiciones personales y otras contradicciones. No obstante, es prematuro prever el calado que tendrá la crisis en el PP tras la derrota sufrida el 9 de marzo. La derecha española no se ha caracterizado históricamente por su gran unidad ni por estar dirigida por personas muy capaces. En todo caso, haga lo que haga, tendrá dificultades para superar los niveles de apoyo que ya ha alcanzado. Como hemos explicado, el PP tiene límites objetivos, y su victoria depende fundamentalmente de la abstención de la clase obrera. Desde el punto de vista de la orientación electoral, no podemos descartar que hagan determinados retoques, no exentos de riesgos para ellos. Con una pose más moderada se podría desgajar su sector más ultraderechista, que aún siendo pequeño puede ser decisivo para superar al PSOE en una disputa electoral, dado lo ajustado de los resultados. Es muy poco probable que la derecha renuncie a la demagogia racista y españolista, ¿qué otra cosa puede ofrecer?
Desde el punto de vista de la clase obrera, más allá del modelo de disfraz por el que opten, lo importante es que la derecha española es profundamente reaccionaria, y representa un peligro para la clase obrera en todos los terrenos, incluido en el electoral, a pesar de su derrota.
La ventaja del PSOE sobre el PP es de menos de un millón de votos. Contando todos los votos de la izquierda y todos los votos de la derecha, la diferencia es similar. Un incremento de la abstención, aunque pequeño, que afectase a determinados sectores de la clase obrera, podría dar pie a una victoria de la derecha en el futuro.
Correlación social, correlación electoral
Lo más importante a tener en cuenta es que esta situación ajustada en el terreno electoral no es el reflejo mecánico de la correlación de fuerzas entre la burguesía y la clase obrera en el terreno social. Es en el terreno de la lucha real donde la clase obrera puede demostrar toda su superioridad frente a la reacción.
Pero eso no quita la importancia que tiene el frente electoral y por supuesto que la izquierda puede avanzar muchísimo más en este terreno. Puede aventajar en muchísimo más que un millón de votos al PP. Pero la condición para que esto se produzca es un cambio radical de la política llevada a cabo por las organizaciones políticas y sindicales, empezando por organizar seriamente a la clase obrera inmigrante, que representa más de 4 millones de trabajadores y que tienen también que disfrutar plenamente de todos los derechos políticos, incluido obviamente del derecho a voto. Este es un punto decisivo, sobre todo en ciudades como Madrid o Valencia donde la clase obrera ha cambiado su fisonomía con la incorporación masiva de los inmigrantes a sus filas.
Es posible arrastrar aún más votos de la clase obrera, es posible crear división en el PP, crear contradicciones en su base electoral, claro que sí. Pero eso sólo es posible con una política auténticamente socialista, que ataje de frente los problemas sociales como el desempleo, los bajos salarios, la precariedad, el deterioro de la sanidad y la educación. Eso sólo se puede hacer tomando el control de las palancas fundamentales de la economía, nacionalizando la banca y los grandes monopolios y poniéndolos al servicio de la inmensa mayoría de la sociedad. Las enormes contradicciones sociales provocadas por el capitalismo,, que se va a incrementar aún más con la crisis de los próximos meses, sólo se puede canalizar plenamente y en positivo con un programa de profunda transformación social.
Características nueva legislatura
La segunda legislatura de Zapatero, probablemente, se desarrollará en un contexto muy distinto a la primera. La crisis económica someterá al gobierno a presiones muy fuertes. La burguesía jugará todas sus cartas, exigiendo al gobierno más recortes sociales, más contrarreformas laborales y más represión contra los trabajadores y la juventud. CiU podría jugar este papel, como socio de facto del gobierno. Al mismo tiempo la burguesía seguirá agitando con su demagogia contra la inmigración y suministrando veneno para dividir a los trabajadores en líneas nacionales. Las posiciones que la reacción mantiene en el aparato del Estado seguirán activas, y las bandas fascistas, en un medio de tensión e impunidad, se seguirán utilizando para amedrentar a la juventud. Por otro lado, la clase obrera y los jóvenes tendrán que movilizarse frente a estos ataques y evitar que el peso de la crisis caiga sobre sus espaldas, defendiendo los derechos democráticos. Presionarán al gobierno para que haga efectivas las mejoras sociales. En general, el margen de maniobra del gobierno será mucho menor, y todas las debilidades y contradicciones de la socialdemocracia saldrán a la superficie con mucha mayor crudeza y la necesidad de un programa revolucionario, verdaderamente marxista, se hará más claro.
Es en este escenario que los sectores más avanzados de trabajadores y de la juventud tendremos que jugar nuestro papel; un escenario en el que la claridad teórica, política y organizativa será decisivo para aprovechar todo el potencial, toda la fuerza que la clase obrera sin duda desplegará, y sobre el que tenemos que basarnos para llevarla a la transformación socialista de la sociedad, la única alternativa a la podredumbre del sistema capitalista.
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