Alan García, en Perú, y Uribe, en Colombia, parecen haber formado una especie de frente antichavista en el continente. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, la situación la situación social y política de ambos países nos indica que empiezan a caminarpor la senda de las revoluciones venezolana y boliviana. Alan García, en Perú, y Uribe, en Colombia, parecen haber formado una especie de frente antichavista en el continente. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, la situación la situación social y política de ambos países nos indica que empiezan a caminar por la senda de las revoluciones venezolana y boliviana.
Pese a que Uribe sacó el 62% de los votos en las elecciones presidenciales de fines de mayo, la abstención fue del 60%; y la coalición de izquierda, el Polo Democrático, quedó en segundo lugar con el 22%, pese al régimen semidictatorial que existe en Colombia. Hay un auge de luchas obreras y campesinas contra la firma del TLC con EEUU y en las universidades.
En Perú, las elecciones presidenciales del 4 de junio expresaron un rechazo a las políticas capitalistas y un giro general a la izquierda, pese a la ausencia de una auténtica alternativa socialista revolucionaria. Ollanta Humala, a quien las masas referenciaban con reformas radicales y vínculos con Chávez y Morales, sacó el 47% de los votos. El candidato de la burguesía, Alan García, sacó apenas el 53% pero tuvo que disfrazar su discurso de centrizquierdismo y atacar demagógicamente a los ricos y a la derecha. Humala sufrió una campaña en contra feroz por parte de los medios, que unido a sus vacilaciones y la moderación de su discurso en la segunda vuelta, despegándose de Chávez y Morales, hizo que los sectores vacilantes de las masas se inclinaran por García con asco en el corazón porque parecía más confiable.
Pero la paciencia de las masas con García no durará mucho, comprometido con la oligarquía y el imperialismo. Apoya la firma del TLC con EEUU y las privatizaciones.
Más pronto que tarde, en Perú y Colombia, las fintas del juego parlamentario no podrán impedir lo que es inevitable y está implícito en toda la situación: un estallido revolucionario de las masas de trabajadores, de los campesinos pobres y del resto de capas oprimidas de la sociedad