A pesar de toda la euforia del último periodo acerca de la recuperación de la economía mundial y el crecimiento bursátil, los acontecimientos han dado un brusco giro a peor. La semana pasada, las bolsas de todo el mundo se derrumbaron.
Esto ha destrozado los alardes de Donald Trump y los apologistas del capitalismo de que todo estaba cada vez mejor. Sus pretensiones en Davos de que la Bolsa estaba “batiendo un record tras otro” se han convertido en polvo.
Las bolsas estadounidenses cayeron el viernes, seguidas por las europeas y asiáticas. El lunes sufrieron su mayor caída en más de seis años, acabando de golpe con las ganancias de todo un año.
Los inversores estaban asustados por la perspectiva de tipos de interés más altos y del regreso de la inflación. El fin del dinero barato (después de años de flexibilización cuantitativa y bajos tipos de interés) amenazaba con matar la gallina de los huevos de oro.
La desbandada del lunes mostró caídas agudas y un movimiento hacia valores refugio. En un momento dado, el índice industrial Dow Jones perdió más de ochocientos puntos en sólo diez minutos. En poco tiempo sufrió una corrección técnica del 10%. El volumen de negocio fue el segundo más alto en esta década.
Colapso y espejismo
Hacia el final de la jornada, el índice S&P 500 estaba por debajo del 4,1% a los 2.648,94: su peor caída porcentual desde agosto de 2011, cuando EEUU perdió su calificación “triple A”. Todos los mercados, salvo dos, cerraron en rojo. Fue un mazazo. El Dow Jones perdió 1.175 puntos, por debajo del 4,6%, mientras que el Nasdaq cayó el 3,8% hasta los 6.967 puntos.
Los mercados asiáticos también cayeron en picado. La referencia japonesa Topix cayó el 6,3%, su mayor caída en diecinueve meses. El índice compuesto Kospi, de Corea del Sur, perdió el 2,6% y el australiano S&P/ASX cayó un 3,7% con los bancos por debajo del 3,5%. El mercado de futuros S&P 500 cayó el 2,8%. El Nikkei 225 cayó el 4,7% y el Hang Seng de Hong Kong cayó el 5,1%.
Obviamente, el secretario de prensa de Trump trató de minimizar la gravedad de la situación. “Mire, los mercados fluctúan en el corto plazo, creo que todos lo sabemos”, dijo el ayuda del presidente, antes de añadir: “Pero los cimientos de esta economía son muy fuertes”.
Esta retórica no es nueva. Los mismos sentimientos se expresan antes de cada colapso. Ray Dalio, oficial subjefe de inversiones se autoengañaba de la misma manera: “Estos grandes descensos son sólo correcciones menores… lo que viene después será más importante”. Pero las correcciones “menores” pueden provocar una avalancha.
Reina el caos
Todos temen la anunciada restricción monetaria. Eso explica las turbulencias en los mercados de obligaciones en los últimos tiempos. Una subida del precio de los bonos puede socavar los mercados al aumentar los costes para las empresas, golpeando los beneficios. También se teme que el déficit estadounidense aumente debido a los últimos recortes de impuestos, que llevarán al gobierno a pedir más préstamos.
“Hemos tenido un periodo muy prolongado de bajos tipos de interés y, si pensamos en la economía como un enfermo, los bancos centrales la veían con respiración asistida”, dijo Brian Levittown, un estratega de inversión senior en Oppenheimer Funds. Ahora se está tratando este enfermo grave quitándole la respiración artificial.
Muchos creen que tenemos por delante una carretera llena de baches. Todos los que creían que el carrusel continuaría se engañaban a sí mismos. Los problemas que señaló la crisis de 2008 nunca se resolvieron. Por lo tanto, esta “recuperación” siempre iba a llevar a una caída posterior. Ahora la volatilidad domina los mercados, un reflejo de la crisis subyacente del capitalismo.
Presagios de depresión
Todo esto tiene lugar paralelamente a la revisión por parte del FMI de su previsión de crecimiento hasta el 3,9%. La predicción del FMI apuntaba a un “gran crecimiento sostenido desde 2010”. Otras previsiones han sido incluso más optimistas.
Aun así, otros son más cautelosos. La mejora económica global no se ha basado en nada sólido, sino en elementos de ciclo que no van a durar. “La reciente ola de crecimiento global es fundamentalmente un fenómeno cíclico de demanda”, explica Gavin Davies del Financial Times, “que hasta ahora ha tenido un impacto sólo moderado en el crecimiento sostenible a largo plazo”.
John Authers, también del Financial Times, también aporta una valoración aleccionadora:
“Odio reconocer esto, pero he encontrado un buen paralelismo histórico para lo que está ocurriendo en los mercados. Y es con la primavera y el verano de 2007, en vísperas de la crisis crediticia. No me gusta reconocer esto porque no quiero que me acusen de alarmismo”.
No obstante, el periodista prosigue, explicando cómo acontecimientos similares en 2007 llevaron a toda una serie de desastres financieros, concluyendo (en palabras de Jim Cramer) con “el Armageddon”.
Pese a que Authers intenta minimizar las coincidencias, está claramente alarmado por la vitalidad de éstas. Llamativamente, Trump no ha tuiteado acerca de la Bolsa desde el 29 de enero. Esta es una señal inequívoca de que no todo va bien.
La Bolsa nunca es un reflejo exacto de la economía real. Aun así, una caída de los mercados puede ser el presagio de una nueva recesión. De eso están asustados. Puede ser una fractura importante que lleve a una depresión como en 1929.
Tormentas en el horizonte
Se cumplen diez años de la crisis capitalista global. La “recuperación” ha durado más de ocho años, pero ahora se ha agotado. Cualquier cosa puede precipitar otra depresión. Y con toda la munición que se ha gastado en combatir la última crisis, este nuevo crash puede ser incluso peor que el de 2008. Esto es lo que aterra a Wall Street y al establishment capitalista.
Concluye Authers:
“Lo que estamos a punto de comprobar es si la red de productos financieros que ha florecido en este tiempo resulta estar construida tan precariamente como la ingeniería financiera que acabo cayendo de forma tan espectacular en 2007. La historia sugiere que estamos a punto de averiguarlo.”
Si este colapso de las Bolsas evoluciona hacia algo mucho peor es imposible de predecir. Incluso el crash de Wall Street en 1929 pasó por toda una serie de altibajos.
El hecho de que el sistema capitalista hoy día ha llegado a sus límites está claro. Tarde o temprano el sistema entrará en otra depresión, que destruirá una vez más cualquier esperanza de alcanzar la estabilidad económica o política.
Los años de calma relativa en los mercados han llegado al final. Preparémonos para un arduo camino.