A 4 años del Argentinazo”

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Se cumplen 4 años de aquellas jornadas históricas en que miles de personas comunes, trabajadoras, desocupadas, capas medias empobrecidas, exhibían su furia y valor en la calle derribando al gobierno de De La Rúa. La clase dominante no olvida el pánico a las masas populares, que deliberaban sobre sus problemas en asambleas públicas, se movilizaban y manifestaban bajo el grito de: “Que se vayan todos”. Era el rechazo instintivo de la gente común a los políticos venales y corruptos, y a un sistema, el ca, el capitalista, que redujo el país a la miseria.

Su legado sigue en Pie

Se cumplen 4 años de aquellas jornadas históricas en que miles de personas comunes, trabajadoras, desocupadas, capas medias empobrecidas, exhibían su furia y valor en la calle derribando al gobierno de De La Rúa. La clase dominante no olvida el pánico a las masas populares, que deliberaban sobre sus problemas en asambleas públicas, se movilizaban y manifestaban bajo el grito de: "Que se vayan todos". Era el rechazo instintivo de la gente común a los políticos venales y corruptos, y a un sistema, el capitalista, que redujo el país a la miseria.
Así y todo, se podría argüir que se quedaron todos. Esta impresión llevó a algunos a rebajar la importancia del "Argentinazo" y declarar liquidado el proceso abierto en Diciembre del 2001. Es verdad que el gobierno de Kirchner logró reconstruir, más o menos, las instituciones del sistema cuestionadas por la población trabajadora, pero ¿de qué manera?
Tuvo que barnizar su discurso de "izquierda" para conectar con las masas, con una política de duplicidad, que aunque es vista con cierta aprehensión por la clase dominante, es una necesidad para la sobrevivencia del sistema. Kirchner, ayudado por una coyuntura económica que le permitió diluir su política a favor de los empresarios con algunas migajas a favor de los trabajadores y las capas populares, debió sustentar su discurso con arremetidas verbales contra el FMI, contra los empresarios vaciadores de los 90, contra las privatizadas, contra quienes aumentan los precios, con gestos hacia la década del 70 y la condena de la represión de la dictadura. Son algunas concesiones cosméticas necesarias para mantener los intereses de conjunto del capitalismo argentino: pagos generosos al FMI, subsidios a las patronales y privatizadas, represión selectiva de la protesta social.

La clase obrera en escena

La lucha de la clase trabajadora por aumentos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo es el cambio más importante en la situación. Después de años de soportar la explotación y el miedo a la desocupación, la recuperación de la economía cambió el ánimo y la predisposición de los trabajadores que se lanzaron con todo a la lucha. El año 2005 conoció el mayor número de huelgas de los últimos 15-20 años. Esto propició el surgimiento de una nueva camada de luchadores obreros y la apertura de un debate sobre la necesidad de recuperar las herramientas gremiales para arrancarlas de las garras de una burocracia sindical cómplice de las patronales, dándose pasos muy promisorios en la unificación y coordinación del activismo obrero combativo, cuyo fruto más reciente fue la conformación del Movimiento Intersindical Clasista, al que debemos fortalecerlo y desarrollarlo.
Pero los efectos de la recuperación económica son limitados. La desocupación se mantiene en el 14%, el 47% de los trabajadores labura "en negro" y la pobreza sigue golpeando al 38,5% de la población. Los pagos de la deuda lo obligan al Gobierno a mantener y profundizar el ajuste. Todos los pactos del gobierno con los empresarios para parar el alza en los precios fracasan por la sed de ganancias del puñado de parásitos ricachones que poseen la tierra, las vacas y los supermercados. El capitalismo "en serio" de Kirchner sólo puede mantenerse con ganancias empresariales elevadas y mano de obra mal paga y precarizada.

Se necesita una herramienta política

Las luchas salariales pueden conquistar mejoras y aumentos de salarios, pero lo que hoy se le arranca a los patrones mañana querrán quitárnoslo a todo galope, utilizando todos sus instrumentos a mano. Estos son los límites de la lucha sindical. Es absolutamente necesario que nos dotemos de una organización política propia de la clase obrera que instale un gobierno de los trabajadores para atacar los intereses patronales que el gobierno de Kirchner es incapaz de enfrentar.
Lamentablemente, los diferentes grupos de izquierda no fueron capaces de aprovechar la experiencia del Argentinazo para avanzar en esta tarea. Las últimas elecciones pusieron dramáticamente al desnudo esta realidad. Pese a la entrega y el sacrificio desplegados por la militancia de izquierda, se profundizaron los enfrentamientos sectarios entre aparatos y agrupaciones, incapaces de desarrollar una política genuina de "frente único" en el movimiento sindical, piquetero, estudiantil y barrial, y finalmente electoral, única manera en que se puede captar la atención de millones de trabajadores, mujeres y jóvenes.
Los sindicalistas y gremios combativos, los militantes de las agrupaciones de izquierda, los trabajadores y los jóvenes luchadores debemos aunar esfuerzos para superar esta situación, aprender de los errores cometidos y ayudar a dar los primeros pasos en la construcción lo más unitaria posible de esta herramienta política que necesitamos los trabajadores.

Una perspectiva socialista

A escala mundial, el capitalismo se encuentra en un callejón sin salida. Ni en Argentina, América Latina, EEUU o Europa el capitalismo puede dejar de producir lo que lleva a su decadencia: crisis, guerras, enfermedades evitables y desastres naturales. Paralelamente, vemos en todas partes elevarse un movimiento general de rebelión exigiendo un cambio profundo de la sociedad.
El Argentinazo no está muerto, pese a las lamentaciones de los cínicos y los escépticos. El gobierno de Kirchner pudo sacar temporalmente a la clase dominante del atolladero, pero debajo de la superficie de aparente tranquilidad, se va acumulando la bronca producto de las mil y una humillaciones diarias e invisibles que, molecularmente, están dejando su marca en la conciencia de la clase obrera.
La desconfianza en las instituciones "democráticas", en los políticos apoltronados en ellas, o en los empresarios vaciadores, no se ha perdido sino que se mantiene y acumula, como demostraron los trágicos acontecimientos de Cromañon, o la pueblada contra las privatizadas en Haedo. El sentimiento antiimperialista está a flor de piel, como se vio en las movilizaciones de masas que recorrieron el país en noviembre contra la "Cumbre" de Mar del Plata.
La necesidad de construir una organización política que permita avanzar a la clase obrera y los sectores populares en su lucha contra la explotación capitalista va a ir encontrando, de ahora en más, una receptividad mayor, comenzando por las capas más avanzadas de la clase trabajadora. En esta tarea nos encontrarán en primera fila a los compañeros e integrantes de la Corriente Socialista El Militante.

Buenos Aires, 20 de diciembre 2005