Aniversario del asesinato de Patricio Lumumba

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La noche del 17 de enero de 1961, el líder independentista congoleño Patricio Lumumba fue asesinado en Katanga, la provincia rica en cobre del ex Congo Belga. La ruptura reciente del Estado independiente del Congo había sido financiada por capital belga. Una parcela abierta en la oscura sabana es iluminada por los faros de los coches de policía. Un oficial de la policía belga toma de un brazo a Patricio Lumumba, antiguamente Primer Ministro electo de la República del Congo, y lo conduce hacia un gran árbol. El Primer Ministro camina con agotamiento, ha sido torturado durante horas, incluso días ahora. Un escuadrón de ejecución de cuatro hombres armados con fusiles FAL belgas y armas Vigneron se posicionan, mientras que unos 20 soldados, policías, oficiales belgas y ministros de Katanga observan en silencio. Un capitán belga da la orden de fuego y una lluvia de balas siegan a Lumumba y a dos de sus ex ministros.

Cuarenta años más tarde, una comisión parlamentaria belga ha iniciado una investigación hacia el interior de este muy oscuro capítulo de la historia colonial belga. La comisión tiene un año para dilucidar sobre el asunto. Esta investigación sirve a un doble propósito: por un lado, sirve para restaurar la reputación de Bélgica en el extranjero, una reputación que ha sufrido gravemente a causa de la enorme cantidad de escándalos que han sacudido al país en los últimos cinco años (desde los escándalos de corrupción en contratos de ventas de armas en los que los líderes del Partido Socialista desempeñaron un papel prominente, pasando por el abuso sexual y asesinato de niños pequeños, hasta la contaminación de alimentos por dioxinas, … por mencionar sólo los más importantes). Esta es una mala situación para un país diminuto que exporta más de las tres cuartas partes de su producción de bienes y servicios al extranjero.

En un intento por limpiar su imagen, el nuevo gobierno Verde-Liberal-Socialista belga ha estado tomando la iniciativa en los procedimientos jurídicos en contra de Pinochet y el ex presidente iraní Rafsanjani, en el boicot de Haider, y también está buscando su propia conciencia en la investigación de su propia problemática historia colonial.

Una segunda razón es que el Departamento de Relaciones Exteriores de Bélgica ya ha comprendido que Kabila, el nuevo gobernante del Congo, está aquí para quedarse por un tiempo. Y como Kabila se apoya fuertemente en la herencia del nacionalismo de izquierda de Lumumba, Bélgica tiene que limpiar su repugnante reputación como el asesino del más prominente líder nacionalista del Congo con el fin de volver a los negocios en Kinshasa.

El hecho de que los Demócratas Cristianos Belgas -que habían estado en el poder desde la Edad Media- se encuentran ahora en la oposición hace las cosas más fáciles. Los principales protagonistas en el intento de restaurar el poder colonial belga hace 40 años eran de hecho todos demócratas cristianos, con Gaston Eyskens como primer ministro en el momento en que además provocó una huelga de dimensiones pre-revolucionarias (invierno 1960-1961) con su agresiva política de austeridad, y el conde d’Aspremont Linden, representante de la antigua burguesía belga y de una burguesía pre-belga al frente del “Departamento de Asuntos Africanos”.

La tesis doctoral de Jacques Brassine’s “Investigación sobre el asesinato de Patrice Lumumba” (Universidad Libre de Bruxelles, 1990) ha sido considerada durante los últimos 10 años como la piedra angular de la versión oficial sobre los acontecimientos ocurridos en el Congo entre 1960 y 1961. En este estudio Brassine trató de probar que el asesinato de Lumumba fue un asunto puramente interno en el que Bélgica no jugó ningún papel en absoluto. Su trabajo es bien conocido en los círculos políticos de la derecha belga.

Sin embargo, con su libro “Crisis en el Congo”(1996), el sociólogo belga Ludo De Witte arroja una luz totalmente diferente sobre la lucha por la independencia en el Congo. Este llegó a la conclusión de que el gobierno Eyskens, por lo menos animó el clima en el que eventualmente Lumumba fue asesinado y en el que las tropas de las Naciones Unidas en el Congo fueron “cómplices por negligencia”. En su libro más reciente, ‘El asesinato de Lumumba “(1999), De Witte elabora esta tesis en detalle. En los primeros capítulos no deja uno sólo de los elementos de la metodología de Brassine sin cuestionar (entre otras cosas Brassine estuvo incluso envuelto activamente en los acontecimientos de 1960-1961 y por lo tanto difícilmente puede ser considerado como un investigador independiente!).

A continuación, De Witte se embarca en un análisis detallado de los más de 8.000 telegramas que fueron intercambiados entre los diplomáticos de la ONU en el Congo y el cuartel general de la ONU en Nueva York. De Witte se acerca mucho a demostrar claramente la complicidad intensa de Bélgica en el asesinato. En lugar de haber sido los lacayos del presidente de Katanga Tsjombe, fueron los belgas los que inventaron, crearon, dirigieron y financiaron al estado títere de Katanga como un baluarte del colonialismo belga en África. Fue en Bruselas y no en Leopoldville (hoy Kinshasa) o Elisabetville (ahora Lubumbashi, capital de Katanga o Shaba, como se le ha conocido en los últimos años) donde la transferencia de Lumumba desde una prisión del ejército congolés hacia el estado sin ley de Katanga fue diseñada y ordenada. Mientras estaba tras las rejas, Lumumba incluso se las arregló para conducir al ejército congolés muy cerca de un levantamiento anticolonial contra el régimen instalado por el famoso coronel Mobutu.

La forma meticulosa en que De Witte describe y analiza los meses, días y horas antes del asesinato, los detalles lúgubres sobre la tortura, el asesinato y sobre la eliminación del cuerpo, no hacen del libro ‘El asesinato de Lumumba’ un libro muy entretenido. Sin embargo, es una clara descripción de la forma en que la burguesía de un país denominado “democrático” como Bélgica actúa cuando sus intereses fundamentales están en juego. Una lectura cuidadosa de este libro pondrá las investigaciones de la comisión parlamentaria – suponiendo  que realmente quiere descubrir la verdad – en el camino correcto. De Witte señala varios puntos oscuros (reuniones, personas, etc) que deben aclararse si la imagen completa va a ser vista. La comisión debería concentrarse en éstos. Por ejemplo, el papel que jugó el gabinete belga fantasma ubicado en el edificio Immokat en Elisabethville.

El asesinato de Lumumba y de dos de sus ministros, Mpolo y Okito, despejó el camino para el aplastamiento de los levantamientos anti-imperialistas en el Congo y en consecuencia sentó las bases para el régimen “simpático y amable” de Mobutu. El Congo, rico en minerales (un geólogo describió una vez a la antigua colonia belga como un “escándalo geológico”) fue saqueado durante 30 años de la manera más brutal por el imperialismo belga, francés y estadounidense y por la cleptocracia en torno a Mobutu. Mientras tanto, el país sirvió de bastión militar contra la emergente Revolución Africana en los años sesenta y setenta.

Al igual que las Naciones Unidas, la dirigencia del movimiento obrero belga también es “cómplice por negligencia”, por su indiferencia hacia la revolución colonial. Incluso el Partido Comunista de Bélgica fue un partidario de la presencia belga en el Congo, debido a que ¡El “socialismo en un solo país” no sería posible en Bélgica sola, debido a la falta de materias primas! Y los estalinistas en Moscú ¡Sólo apoyaron el régimen nacionalista de Lumumba en la medida en que podría ser utilizado y sacrificado en el tablero de ajedrez internacional de la “coexistencia pacífica” con el occidente imperialista!

En esencia Lumumba era un demócrata burgués que sin embargo, se radicalizó rápidamente a través de su oposición a las descaradas ambiciones coloniales belgas. Si hubiera vivido más tiempo, probablemente se habría movido en la misma dirección que Fidel Castro lo hizo en Cuba. Lumumba se convirtió en el símbolo de un movimiento independentista muy joven y rápidamente radicalizado que por desgracia estaba demasiado desorganizado para sobrevivir a la muerte y/o encarcelamiento de sus líderes más destacados. Hoy Lumumba todavía vive como un revolucionario genuino y honesto para muchos miles de trabajadores y jóvenes africanos que tratan de encontrar una salida al mortal callejón sin salida del imperialismo en el continente negro.

Por lo tanto, mientras se señalan las deficiencias de un programa nacionalista y la necesidad del internacionalismo socialista en toda África y el resto del mundo, la herencia de Lumumba tiene que ser tomada con cautela y con respeto. En la actualidad el régimen de Kabila en Kinshasa coquetea con la retórica anti-imperialista del Lumumbismo y por lo tanto puede contar con un cierto nivel de apoyo entre las fuerzas progresistas en el Congo y en la diáspora. Occidente está tomando en serio esta amenaza de nuevo y está tratando de mantener a Kabila bajo presión financiando algunas revueltas artificiales en el este del Congo.

Pero los tiempos han cambiado desde 1960, cuando el imperialismo occidental se encontraba más o menos unido en su lucha contra el “comunismo” en África. Hoy en día la situación en el continente es más similar a aquella en los tiempos de la Conferencia de Berlín de 1885, cuando Africa se convirtió en una arena de lucha entre las potencias imperialistas europeas. Hasta ahora, Kabila ha logrado como un bonapartista hábil el equilibrio entre estos diferentes intereses. Esto lo mantiene en el poder, pero no conduce hacia la posterior liberación y emancipación de los pueblos africanos. Por el contrario, África Central está atrapada en guerras civiles interminables y devastadoras.

Con el fin de alcanzar una verdadera liberación y desarrollo de las naciones africanas, las lecciones del Lumumbismo tendrán que ser asimiladas y enriquecidas con el análisis y la comprensión marxistas. Además, la clase obrera belga y europea tendrán que poner fin a toda forma de neocolonialismo.