El contundente voto revolucionario del 30 de julio, fue una expresión del clamor popular contra el brutal estrangulamiento al que los capitalistas están sometiendo al pueblo trabajador. El pueblo de a pie, los que viven de su salario, los que venden día a día su fuerza de trabajo pa’ poder sobrevivir, están hartos de la especulación, del bachaqueo, de las colas, de la escasez crónica de alimentos y medicinas, de la inflación desatada, y de todos los males que han venido embistiendo sin piedad al pueblo trabajador durante los últimos 4 años.
A pesar de ello, a dos semanas de haberse instalado e iniciado funciones, la Asamblea Nacional Constituyente no ha dictado todavía medida alguna en materia económica. Ante las amenazas de una posible invasión militar por parte del imperialismo norteamericano, proferidas por el presidente Trump la semana pasada, la única respuesta que hubo por parte del gobierno fue la de reafirmar la propuesta inicial del diputado Earle Herrera, de adelantar las elecciones regionales para el mes de octubre.
La crisis económica, la desmoralización de las masas y la victoria del 30 J
Señalar que la actual crisis económica es la peor crisis de la historia de nuestro país, no es ni un error ni una exageración, ni significa tampoco hacerse eco del discurso y propaganda de la derecha.
Ciertamente los niveles de miseria y pobreza acumulada entre las masas trabajadoras a la víspera de “El Caracazo”, eran mucho mayores que los que existen hoy en nuestro país, y ello se debe fundamentalmente a que entre los años 2004 y 2012, gracias a las conquistas sociales logradas en el marco de la Revolución Bolivariana, logró revertirse en gran medida la miseria acumulada durante las cuatro décadas del puntofijismo, llegando a superar por mucho el nivel de vida promedio del continente latinoamericano, y logrando incluso resolver problemas crónicos característicos de los países semicoloniales, como el analfabetismo, la desnutrición infantil y la alta incidencia de mortalidad infantil.
No obstante, el proceso de destrucción del poder adquisitivo de las masas trabajadoras del país a la fecha, como consecuencia de la especulación sin control y del crecimiento vertiginoso de la inflación, está ocurriendo a una velocidad sin precedentes en nuestra historia, y más aún, continúa acelerándose peligrosamente mes a mes.
Hoy por hoy, la tasa de inflación de Venezuela es por mucho la mayor tasa de inflación del mundo. Diversos organismos estiman que la inflación acumulada de este año puede superar el 700% y para el año próximo pudiese estar cercano al 2000%.
Para el año 2014 una familia obrera promedio invertía el 50% de su salario en la compra de alimentos y bienes de primera necesidad. Sobre la base del incremento inflacionario ocurrido entre 2014 y lo que va de 2017, nos es difícil comprender que la gran mayoría de las familias de clase trabajadora están invirtiendo prácticamente el 100% de su ingreso tan sólo en la adquisición de alimentos y productos de primera necesidad, muchas incluso, no están alcanzando a cubrir la canasta básica ni logran cubrir los gastos ordinarios del mes.
Sin embargo, a pesar del brutal deterioro de las condiciones materiales de existencia de las masas trabajadoras, que han sido durante veinte años el sostén político y social de la Revolución Bolivariana, y a pesar del desgaste, cansancio y desmoralización que esta terrible situación ha provocado entre éstas, el pasado 30 de julio una vez más las heroicas masas trabajadoras volvieron a movilizarse para derrotar a la burguesía y al imperialismo, y reafirmar su férrea voluntad de lucha por transformar el régimen capitalista que por décadas les ha oprimido, explotado y subyugado.
El contundente voto revolucionario del 30 de julio, fue una expresión del clamor popular contra el brutal estrangulamiento al que los capitalistas están sometiendo al pueblo trabajador. El pueblo de a pie, los que viven de su salario, los que venden día a día su fuerza de trabajo pa’ poder sobrevivir, están hartos de la especulación, del bachaqueo, de las colas, de la escasez crónica de alimentos y medicinas, de la inflación desatada, y de todos los males que han venido embistiendo sin piedad al pueblo trabajador durante los últimos 4 años.
He allí por lo tanto el verdadero significado de la votación del 30 julio. El pueblo trabajador dijo basta ante la especulación y el enriquecimiento grotesco de los capitalistas a costa de su sangre y sudor. Las masas trabajadoras quieren resultados ante los flagelos económicos que con gran dureza hoy les azotan. No esperan discursos bonitos ni anuncios rimbombantes de planes que al final no resuelven nada. Quieren acciones concretas que acaben con el salto astronómico que dan los precios cada semana, quieren ver tras las rejas a los responsables del contrabando de alimentos y medicinas, a los especuladores y a los bachaqueros.
A dos semanas de su instalación, la ANC aún no toma medidas mientras el estrangulamiento de los trabajadores por la burguesía se agudiza
A pesar de ello, a dos semanas de haberse instalado e iniciado funciones, la Asamblea Nacional Constituyente no ha dictado todavía medida alguna en materia económica. Ante las amenazas de una posible invasión militar por parte del imperialismo norteamericano, proferidas por el presidente Trump la semana pasada, la única respuesta que hubo por parte del gobierno fue la de reafirmar la propuesta inicial del diputado Earle Herrera, de adelantar las elecciones regionales para el mes de octubre. Posterior a ello, desde la casa blanca se han anunciado sanciones económicas contra Venezuela, que tampoco han tenido como respuesta acción contundente alguna.
Mientras, el rápido deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores no ha cesado. En apenas un par de semanas, el dólar paralelo, que indiscutiblemente y a despecho de los intelectuales reformistas, sí juega papel importante en la escalada inflacionaria y especulativa que vive el país, pasó de los 10.000 Bs. a casi 17.000 Bs., y continúa ascendiendo rápidamente.
A pocos días de elegida la ANC, las empresas de telefonía privada efectuaron un aumento de sus tarifas en más del 400%, aunque luego fue regulado por el gobierno. Asimismo, en diversas ciudades a lo largo y ancho del país, los transportistas quisieron imponer a la fuerza un aumento del 100% en el precio de los pasajes urbanos, al incrementar la tarifa de transporte desde 150 Bs. a 300 Bs. de un solo golpe. Después de forcejeos y negociaciones con el gobierno, finalmente se aprobó un incremento de 280 Bs., es decir, apenas 20 Bs. por debajo del precio exigido por la patronal de las empresas y “cooperativas” de transporte urbano.
De la misma forma, alimentos y demás productos de consumo básico, como el arroz, el pollo o productos de limpieza, han dado brincos espectaculares en las últimas semanas, golpeando de manera brutal la capacidad adquisitiva de las familias obreras. Un Kilogramo de arroz, puede conseguirse desde los 13.000, 15.000 o hasta 17.000 Bs.; un Kilogramo de queso duro, que es un ingrediente básico de los desayunos de cualquier familia obrera de este país, se consigue alrededor de 20.000 Bs. en la ciudad capital. Por su parte, el cartón de huevos alcanzó ya los 24.000 Bs. Saltos similares los han dado los precios del pollo, la carne y otros rubros. Ello, tomando en cuenta que el salario promedio diario de un trabajador es de apenas 10.000 Bs.
El pasado domingo 20 de agosto, durante una entrevista concedida al programa José Vicente Hoy, el presidente Maduro señaló que la comisión de economía de la ANC anunciará esta semana “un conjunto de acciones para que se respete el precio máximo de los productos y también daremos un conjunto de acciones de justicia que van a sacudir a la sociedad”.
Sin embargo, no es la primera vez que el primer mandatario nacional hace declaraciones grandilocuentes que luego no derivan en acciones revolucionarias contundentes, sino en medidas orientadas hacia la conciliación de clase con la burguesía, que por lo tanto no resuelven la situación ni favorecen a los trabajadores.
Siguiendo ése mismo espíritu, hoy en la rueda de prensa internacional que dio desde Miraflores, ha señalado tan sólo que la comisión económica de la ANC prepara medidas ante un posible bloqueo económico por parte de los EEUU.
La boliburguesía aspira profundizar el viraje a la derecha con la ANC y llegar a un pacto con la gran burguesía tradicional
Por su parte, el sector burgués del chavismo, los llamados empresarios “patriotas” y sus acólitos, han señalado claramente en las últimas semanas, que en materia económica es necesario “establecer garantías de respeto a la propiedad privada” y revisar el funcionamiento de los controles de cambio y precio, debido a que actualmente no cumplen el papel para el que fueron creados.
Las declaraciones de Oscar Schemel, Gerson Hernández, Orlando Camacho y Miguel Pérez Abad, evidencian claramente que la posición de los “empresarios bolivarianos” en la ANC no será otra sino la de flexibilizar los controles que existen en la actualidad sobre la economía, o incluso desmantelarlos progresivamente en favor de la ganancia de los capitalistas, a fin de que estos “se animen a invertir en el país”, como supuesta alternativa para levantar la producción nacional.
Para estos señores, que evidentemente defienden su posición e intereses de clase, la salida a la crisis actual no se encuentra en la radicalización de la política económica, ni en completar la revolución socialista. Todo lo contrario, incluso han propuesto “revisar” las empresas hasta ahora nacionalizadas y evaluar la posibilidad de que acciones de éstas sean vendidas a capitalistas o incluso, que sean privatizadas por completo, todo ello con el supuesto fin de “reactivar la producción”.
Desde el punto de vista de Schemel, Pérez Abad y compañía, la salida a la crisis actual consiste en acelerar el viraje hacia el capitalismo y abandonar por completo cualquier orientación de tipo socialista.
Pues bien, cualquier medida de esta naturaleza no significa más que descargar sobre los hombros de la clase trabajadora el fardo de la crisis capitalista que hoy azota al país, lo que no sólo profundiza el desgaste y desmoralización de las masas trabajadoras, sino que además, no terminará de calmar las ansias de la gran burguesía nacional, que sólo se sentirá satisfecha cuando haya sido llevada a cabo una contrarreforma completa en materia económica, liberando el dólar, despidiendo cientos de miles de trabajadores del sector público, haciendo recortes en salud y educación, financiando una nueva deuda con el FMI, privatizando todos los latifundios y fábricas expropiadas por el presidente Chávez, derogando la inamovilidad laboral y la LOTTT. Por ende, cualquier reforma mediana que se lleve a cabo, ni resolverá la crítica situación material de las masas, ni calmará las ansias de la burguesía de derrocar al gobierno, y es al final, en consecuencia, absolutamente vana e inútil.
Completar la revolución socialista es la única salida posible: ¡Avanzar hacia el socialismo!
Por el contrario, como hemos explicado de manera persistente durante todos estos años, la única salida posible a la crisis actual (que además no es sino la propia crisis de la sociedad burguesa expresada en nuestra realidad nacional concreta, o si se quiere, que es la expresión nacional particular de la propia crisis orgánica del régimen capitalista), es virar totalmente a la izquierda y completar la revolución socialista.
En consecuencia, la Asamblea Nacional Constituyente debe declararse plenipotenciaria y aplicar un programa radical de choque para enfrentar la crisis económica que los capitalistas y reformistas quieren hacer pagar a los trabajadores. No hay otra vía para enfrentar la guerra de los capitalistas contra el pueblo trabajador. No hay excusas para tomar medidas audaces y dar el zarpazo contra la oligarquía. El pueblo se ha movilizado por millones esperanzado apoyando la constituyente y mostrando una vez más su extraordinaria voluntad de lucha. No es la hora de medidas timoratas y traidoras.
En primer lugar debe decretarse la congelación general de precios a nivel nacional. Esta medida evidentemente, en el marco de la feroz lucha de clases que vive el país en el ámbito económico, será poco o nada acatada por la burguesía y pequeña burguesía comerciante a menos que sea impuesta por los trabajadores organizados en las empresas y comunidades. Para ello deben conformarse comités revolucionarios de abastecimiento y control de precios en cada barrio y comunidad del país. El pueblo debe organizarse para controlar desde abajo el abastecimiento y el cumplimiento de la congelación de precios. ¡Ya basta que los comerciantes especuladores se hagan ricos estrangulando a los trabajadores!
En segundo lugar, debe decretarse el monopolio estatal del comercio exterior bajo control obrero. Mientras se le sigan otorgando dólares a los capitalistas, éstos los desviarán hacia el mercado negro para hacer ganancias fabulosas con bajísima inversión, venderán sus mercancías a precios de mercado negro aunque las hayan comprado a tasa Dicom o a tasa Dipro, o simplemente sacarán sus capitales del país. La lógica del capitalismo es la obtención de mayores tasas de plusvalía a costa de la menor inversión posible. Compran arroz, aceite o harina en el extranjero a tasa Dicom, y quieren “clavársela” al pueblo a precio de mercado negro, con más de un 400% de incremento. Pensar, por lo tanto, que la burguesía actuará de manera “honesta” o distinta, es una fantasía reaccionaria que sólo conduce a la revolución a un lugar, a la derrota. ¡Ni un dólar más para los capitalistas carajo!
En tercer lugar, la banca debe ser nacionalizada y centralizada en una única banca nacional estatal. La banca privada juega un rol de primera importancia en el otorgamiento de divisas a la burguesía, y en consecuencia, en el desvío de éstas hacia el mercado negro, o incluso en la extracción de capitales fuera del país. Aparte de ello, la banca privada hace enormes fortunas de manera parasitaria con el dinero de los trabajadores, sin producir ningún valor, y por último, los capitales que esta posee y controla constituyen una palanca fundamental e imprescindible para articular y sustentar un plan nacional de producción dirigido a revertir la política de feroz sabotaje de la producción y huelga de capitales que han impuesto los capitalistas durante los últimos años. ¡Nacionalización de toda la banca privada ya!
Estas acciones, si bien serían un gran paso adelante, sólo pueden ser el inicio de una cadena de medidas dirigidas a destruir el capitalismo, como única vía posible para salir de la crisis.
Seguidamente, debe nacionalizarse todo el resto del sector financiero, incluyendo obviamente las compañías aseguradoras. Ya basta que las corredoras de seguros devoren de un solo bocado enormes cantidades de divisas y de presupuesto público, haciendo de la salud un negocio, mientras millones de hombres, mujeres, niños y ancianos, están padeciendo por la falta de medicamentos y de insumos hospitalarios, como consecuencia del sabotaje económico en materia de salud, aunque también, debido a las políticas reformistas del gobierno y al grave deterioro de la salud pública.
En esta misma línea de acción revolucionaria, debe declararse el impago de la deuda externa. Mientras existen enormes carencias de bienes en materia alimentaria y de salud, así como de insumos industriales y demás, necesarios para poner en marcha la economía del país, el gobierno está pagando de manera puntual miles de millones de dólares a las burguesías imperialistas y sus organismos financieros, dedicando así enormes sumas de divisas que podrían ser utilizadas para aliviar la crítica situación de escasez de productos, insumos y materias primas. ¡Que la crisis la paguen los capitalistas, no el pueblo trabajador! ¡Ni un dólar más para el pago de la deuda!
En materia de producción y distribución, es necesario decretar el control obrero sobre todas las fábricas, grandes establecimientos comerciales y demás empresas, así como la nacionalización de todos los monopolios, tanto de alimentos, como de las demás ramas industriales. Una política general de control obrero de la producción a través de Consejos Socialistas de Trabajadores en cada fábrica y empresa, será, al igual que la congelación de precios, combatida ferozmente por la oligarquía, y ello obligará a la nacionalización de todas estas empresas.
En general, todas las medidas planteadas hasta aquí, contarán evidentemente, con una feroz oposición por parte de la burguesía. Será necesario por lo tanto, a fin de poder vencer la resistencia violenta de los capitalistas, constituir milicias revolucionarias armadas por cada fábrica y centro de trabajo, así como también, conformar comités de soldados revolucionarios, para apoyar a las milicias obreras y al conjunto de la clase en la tarea de expropiación de la burguesía, más aún teniendo en cuenta que sin lugar a dudas la respuesta de la burguesía será acompañada de intentonas y planes de golpe desde sectores reaccionarios de las fuerzas armadas y los cuerpos policiales, como hemos observado en los últimos meses.
Acto seguido, se hace necesario construir, a través de la discusión democrática de toda la clase obrera organizada en Consejos en todo el país, un plan nacional de producción, que permita resolver la actual crisis de infraproducción, escasez, contrabando e inflación desatada.
Para que la clase obrera y las masas oprimidas en su conjunto puedan participar democráticamente en la construcción, revisión y control del plan de producción, se hace necesario que todos los Comités de abastecimiento, los Consejos Socialistas de Trabajadores, los Consejos Comunales y Comunas revolucionarias y las Milicias obreras se articulen a nivel local, regional y nacional, en una gran asamblea de delegados obreros y populares, todos elegibles por la base, revocables en cualquier momento, rotativos en la medida en que las condiciones de preparación técnica y política lo permitan, y que por las funciones que desempeñen devenguen un salario que no sea superior al de un trabajador calificado. De esta forma, estaríamos avanzando en la práctica en el desmantelamiento del estado burgués, y en la construcción y establecimiento de un estado obrero revolucionario, dando así firmes pasos en dirección hacia el socialismo.
La Revolución Bolivariana ha llegado ya a una fase decisiva de su historia. Toda la experiencia de la lucha de clases en los últimos 150 años, enseña que en una situación revolucionaria, o vence la burguesía o vence el proletariado, pero a la final no hay conciliación posible entre ambas fuerzas irreconciliablemente antagónicas. La burguesía y el imperialismo han venido arreciando de manera brutal su ofensiva contra la revolución, como nunca antes se había visto, y la revolución está en grave peligro. A pesar de que todos los días podemos ser testigos de discursos vacíos y embriagados de triunfalismo por parte de burócratas, muchos de ellos hoy en cargos de diputados a la ANC, el tiempo se agota para las fuerzas de la revolución.
De continuar por la senda del reformismo y la conciliación de clases, poco a poco se está preparando el terreno para la victoria de la contrarrevolución. El poderoso resultado del pasado 30 de julio no significa que las masas hayan superado la situación de agotamiento, rabia y desmoralización, y ello podría expresarse estruendosamente en las venideras elecciones regionales. Sólo hay una salida posible que sea favorable a las masas trabajadoras, y es llevar la revolución socialista hasta sus últimas consecuencias. Es hora de que la clase obrera y el pueblo revolucionario pasen a la ofensiva por el socialismo.
¡Con la burguesía ni diálogo ni negociación!
¡Contra la ofensiva del imperialismo y la contrarrevolución! ¡Completar la revolución!
¡Avanzar hacia el socialismo!