El Isis a punto de ser derrotado mientras los imperialistas se preparan para la guerra

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La derrota del Isis es inminente – su último núcleo en Mosul está a punto de ser aniquilado, Raqqa está siendo acorralada e, incluso, Deir ez-Zor está bajo presión.- El fin del Isis en Irak y Siria ha iniciado una lucha por el día después.

Isis ha sido la principal fuerza fundamentalista yihadista en el Oriente Medio desde 2013. Originalmente, filial iraquí de al-Qaeda, su fusión (forzada) con al-Qaeda en Siria dio lugar al grupo yihadista mejor financiado y organizado en Oriente Medio. Fue capaz de hacerse con el control de una gran parte de las armas, de los voluntarios yihadistas y del dinero que fluía hacia Siria desde Arabia Saudita, Qatar, Turquía y los EEUU, a raíz de las protestas masivas contra Assad en 2011. Su capital se basaba en Raqqa, pero su victoria más significativa fue la captura de Mosul en 2014. Ahora, está sitiado en todos los frentes.

Mosul ha sido en gran parte reconquistada por una coalición del ejército iraquí, ayudada por las milicias chiítas y la Peshmerga kurda. Raqqa está siendo acorralada por las SDF (las Fuerzas Democráticas de Siria) lideradas por el PKK, y respaldadas por Estados Unidos. EEUU y sus aliados también están tratando de llegar a la rica ciudad petrolífera de Deir ez-Zor, desde el suroeste y el sudeste de la región. El gobierno sirio, por su parte, está luchando para alcanzar a los grupos respaldados por Estados Unidos, avanzando hacia Deir ez-Zor desde Palmira y hacia Raqqa desde Alepo, con el respaldo de Rusia. Parece claro que es el comienzo del fin para el Isis.

El acuerdo de “zonas de seguridad”

Como resultado, las potencias imperialistas están luchando para dominar las ciudades importantes y el desierto rico en petróleo que antes estaba bajo el control del Isis. Es en este contexto en el que recientemente se llegó a un acuerdo entre Turquía, Rusia e Irán sobre la creación de “zonas de distensión en Siria”.

Rusia, junto con el régimen de Assad, ha aplastado eficazmente los focos más importantes de oposición en el Occidente de Siria. Las zonas metropolitanas e industriales están ahora bajo el control de Assad, así como el acceso al mar. El acuerdo permite que las áreas controladas por los rebeldes permanezcan así, con la excepción de grupos directamente vinculados a al-Qaeda (El Frente de Nusra, por ejemplo) e Isis. Varios de estos grupos también serán reasentados en la provincia de Idlib.

Algunas zonas de Siria pasan al control turco. Como “garante”, Turquía tendrá que vigilar la provincia de Idlib y una gran área en la provincia de Alepo del Norte, separando las dos regiones kurdas una de otra. Los turcos se han dotado así de una posición favorable para mantener débiles a los kurdos de Siria, pero también para mantener débil al régimen de Assad, manteniendo vivos a los diversos grupos islamistas bajo la protección turca en Idlib. A cambio, Turquía reinará en las fuerzas anti-Assad, que asestará un golpe importante a cualquier grupo que quiera continuar luchando contra Assad.

El principal perdedor en el acuerdo es Arabia Saudita, que ve su influencia minimizada, ya que la mayor parte de las fuerzas islámicas ahora estarán bajo control turco. En efecto, Arabia Saudita ha sido expulsada de Siria con este acuerdo. El otro perdedor es Estados Unidos, a quien no se le dio un asiento en la mesa de negociaciones; el plan sólo les fue presentado para su aprobación después de que éste hubiera sido redactado. A los rusos, en particular, les urge que los Estados Unidos y el Consejo de Seguridad de la ONU den su visto bueno a esta división de Siria, y los partidos se han dado un mes para negociar y elaborar los detalles más precisos. Mientras tanto, Assad y los rusos intentan establecer el control de facto de Daraa.

El ascenso de Irán

El régimen iraní se ha convertido en uno de los beneficiarios de la guerra en Irak. Al haber destruido el régimen de Saddam Hussein, el ejército estadounidense eliminó de paso la mayor barrera a la expansión iraní en Irak. Ahora, las milicias chiítas respaldadas por Irán se han convertido en la fuerza de combate más importante del régimen iraquí y son, efectivamente, las principales fuerzas del gobierno iraquí. Con un régimen leal en Bagdad, unas relaciones amistosas con Damasco e influencia significativa en el Líbano, Irán está tratando de establecer un corredor bajo su control desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico e Irán.

Para este propósito, Irán ha desplegado las fuerzas de Hezbollah y las milicias iraquíes en apoyo de Assad en Siria. Por el momento, las fuerzas de Hezbollah están avanzando hacia la frontera iraquí, a través del territorio de los rebeldes respaldados por Estados Unidos, cerca de Al Tanf, que es una de las tres carreteras entre Irak y Siria (la de Deir ez-Zor está controlada por Isis y la del norte por las fuerzas kurdas). Estados Unidos y sus aliados rebeldes son clave para mantener esa vía bajo su control; Estados Unidos tiene incluso una base en Al Tanf, que se ha utilizado para entrenar a combatientes rebeldes. Esto ha provocado enfrentamientos, incluyendo ataques aéreos estadounidenses contra las fuerzas del régimen de Assad hace unos días.

Estados Unidos está tratando de contener a Irán. Se ha visto obligado a entregar el control de la mayor parte de Irak a Irán, pero está desesperadamente luchando para impedir que Irán domine la región. El control sobre Deir ez-Zor y Al Tanf es decisivo, ya que el control estadounidense de esos puntos impediría que Irán pueda mover tropas y recursos entre dicha zona y el Líbano. Por lo menos, forzaría a Irán y Assad a negociar.

Los rusos tampoco están dispuestos a entregar el control completamente a Irán y Assad. De hecho, Rusia ha acordado (por lo menos por el momento) el control estadounidense sobre Al Tanf. Hezbollah, Assad e Irán están claramente decididos a capturar Al Tanf, con o sin la ayuda de Rusia.

La carrera por el Éufrates

El acuerdo de “zonas de seguridad” entre Assad, Rusia, Turquía e Irán se convirtió en una necesidad a medida que las fuerzas respaldadas por Estados Unidos avanzaban contra el Isis. Las SDF kurdas estaban invadiendo Raqqa y las milicias chiítas junto con el ejército iraquí estaban avanzando hacia Mosul. Assad necesitó liberar a sus fuerzas para moverse contra el Isis, a quien en gran parte había abandonado a su propia suerte desde el principio de la guerra civil. De hecho, el Isis proporcionó una distracción conveniente desde el punto de vista de Assad, obligando a Estados Unidos a colaborar con él y sus aliados, en particular con Irán. Ahora, sin embargo, el Éufrates se ve amenazado de verse controlado por los kurdos en el norte y los rebeldes apoyados por Estados Unidos en el sur. La provincia de Deir ez-Zor, rica en petróleo, está siendo acorralada por estas fuerzas en Siria, aunque las milicias chiítas, respaldadas por Irán, están avanzando hacia esa zona dentro de Irak.

Aparte del petróleo, Deir ez-Zor también contiene uno de los tres pasos fronterizos entre Irak y Siria, por lo que tiene una importancia estratégica y económica tanto para Irán como para Assad. Estados Unidos, Jordania, Arabia Saudita e Israel, tienen interés en detener el control de Assad sobre esta provincia y su cruce fronterizo. Desde el punto de vista turco, la cuestión más importante es el debilitamiento de los kurdos; Por lo tanto, para ellos la cuestión decisiva es que los kurdos no se hagan con el control de la zona. Liberar a Assad para controlar el territorio del Isis beneficia por tanto a sus intereses.

La derrota del Isis en estas circunstancias sólo prepara el camino para conflictos más sangrientos en el futuro, sin resolución a la vista.

Un nuevo frente

Al mismo tiempo, Arabia Saudita está planeando abrir otro frente en la batalla contra Irán. Las tribus sunitas del oeste de Irak (a través de la frontera de Al Tanf y Deir ez-Zor) desempeñaron un papel importante en el éxito temprano del Isis contra el régimen de Maliki, pero más tarde abandonaron la organización. Arabia Saudita está armando hasta los dientes a los miembros de las tribus sunitas, y se espera otro levantamiento tan pronto como el Isis sea derrotado (al menos en Irak).

Trump acaba de anunciar su respaldo a las medidas anti-Irán de Arabia Saudita con una visita de Estado y un acuerdo de armas por un valor de 110.000 millones de dólares (gran parte aprobado por Obama). El primer ministro británico ha hecho movimientos similares en los últimos 9 meses. Las ofertas de armas incluyen una gran cantidad de dispositivos que podrían utilizarse para atacar a los barcos y aviones iraníes. Los saudíes, pero también otros Estados del Golfo como los Emiratos Árabes Unidos, están almacenando armas para contrarrestar a Irán.

Antes de la visita de Estado de Trump, los saudíes amenazaron abiertamente con ir a la guerra en territorio iraní y han estado apoyando a grupos reaccionarios de oposición dentro de Irán desde hace algún tiempo. En este contexto, el discurso de Trump este fin de semana fue una declaración abierta de apoyo a la acción saudí contra Irán, prácticamente un cheque en blanco. Aunque los saudíes no cumplan con su amenaza de entrar en guerra con Irán, sin duda presagia una intensificación de la guerra en Yemen y la apertura de otro frente en Irak.

Éste será probablemente el fin del Estado iraquí centralizado. Sumergirá a Irak en otra etapa dentro de esta sangrienta guerra de poder entre los Estados Unidos, Arabia Saudita e Irán. El país ya está dividido en dos, con la autoridad kurda en el norte, cuyo apoyo al régimen de Bagdad sólo es de boca para afuera. La parte restante se dividirá ahora en líneas sunitas y chiítas, profundizando un conflicto sectario que envenena al país desde la invasión estadounidense de 2003.

¿El final del Isis?

Aunque el Isis pueda estar llegando a su fin, una multitud de grupos islamistas están surgiendo para ocupar su lugar.

En Siria, están ocupados cambiando sus nombres. La filial siria de al-Qaeda, por ejemplo, recientemente logró salir de las listas de grupos terroristas en Estados Unidos y Canadá cambiando de nombre por novena vez. Sin duda, esto se ha hecho con la aprobación tácita de las autoridades de ambos países. Turquía ha puesto, efectivamente, a varios de estos grupos islamistas bajo su protección en el norte de Siria, dispuesta a usarlos contra los kurdos, Assad e Irán cuando le convenga.

Arabia Saudita está alimentando otra insurrección en la Irak sunita, indudablemente con tintes sectarios similares al Isis. También mantienen vivos los grupos de al-Qaeda en Yemen. Cuando Trump hace algunos años acusó a Arabia Saudita de estar detrás del 11 de septiembre, tenía en parte razón. Los sunitas wahabi del Isis y al-Qaeda tienen vínculos con Arabia Saudita, reciben el apoyo directo de todo el régimen o al menos de partes de él, y no hay señales de ponérsele fin, por mucho que afirmen luchar contra el “extremismo” y el “terrorismo”.

África está emergiendo como un campo de batalla cada vez más importante entre Occidente y los hijos bastardos del régimen saudita. Las fuerzas francesas y estadounidenses están luchando contra Boko Haram y otras fuerzas islamistas en Malí, Níger y Chad. La lucha en Somalia también se está intensificando y Trump está dando a los militares estadounidenses cada vez más posibilidades de intervención en el país, en su lucha contra al-Qaeda vinculada a al-Shabaab. Túnez también está luchando por contener a los islamistas, y es probable que sus problemas se intensifiquen con el regreso de los combatientes tunecinos del Isis en Siria e Irak (estimados en 5.000).

Muchos de los combatientes que forman el Isis son veteranos de conflictos anteriores, que cambian de zonas de conflicto: África Occidental, Libia, Somalia, Afganistán, Pakistán, Siria e Irak. Son como una banda ambulante de fervorosos combatientes de alquiler. Es probable que reaparezcan en otras zonas de conflicto o cometan actos terroristas en Occidente.

El coste del imperialismo

Las condiciones que prepararon el camino para el Isis sólo han empeorado. El desastre creado por las intervenciones de Bush en Irak y Afganistán se agravó con la reticente intervención de Obama en Libia y su más entusiasta intervención en Siria. La destrucción del Estado iraquí ha tenido consecuencias desastrosas para toda la región. Las intervenciones imperialistas en las revoluciones fallidas en Libia y Siria sólo han contribuido más a la mezcla de inestabilidad.

La mayor parte del mundo se divide entre las principales potencias imperialistas, siendo la parte del león para Estados Unidos y sus aliados. El poder relativo del imperialismo estadounidense está disminuyendo debido a errores políticos, así como a una falta comparativa de competitividad de sus industrias. En su lugar, emergen poderes menores, como Irán y Turquía, así como otras fuerzas tradicionales como Rusia. La incapacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad a la región ha dejado un vacío que otros poderes están luchando por llenar, con consecuencias devastadoras para las masas.

El número de muertos en Siria ha llegado a 400.000 y es probable que a más de 270.000 en Irak. Aparte de la pérdida de vidas, 5 millones de personas en Siria se han visto obligadas a huir de sus hogares (el 25% de la población) y 3 millones en Irak (el 10% de la población). La devastación económica es inmensa. El coste financiero de la guerra civil en Siria se estimó en 237.000 millones de dólares a finales de 2015, y la producción económica se ha reducido a la mitad. Esto se debe en parte a las sanciones. Las guerras en Irak y el colapso de los precios del petróleo han hecho que el PIB per cápita esté casi al nivel de 1989, con gran parte de la infraestructura de la nación en un caos. El reciente colapso del PIB representa un mayor desastre para las masas en Irak y alimentará futuros conflictos.

A medida que las potencias imperialistas compitan por la influencia sobre la región devastada por la guerra, el sufrimiento de las masas aumentará rápidamente. La clase obrera en estos países está siendo destruida y atomizada. La barbarie se está instalando cada vez más. Las viejas estructuras tribales y las ideas religiosas, que deberían ser cosa de la Edad Media europea, experimentan un renacimiento. Para la mayoría de la población, la situación es desesperada.

El sistema capitalista en su período de decadencia senil está reviviendo catástrofe tras catástrofe. Cada vez más países se ven envueltos en un creciente torbellino de conflictos entre las potencias imperiales. Sólo una acción decisiva de la clase obrera puede poner fin a este horror.