A dos años del inicio de la revolución árabe: Túnez y Egipto señalan el camino

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La revolución árabe, iniciada en enero de 2011, es uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente. Ha puesto en pie a millones de oprimidos de una zona clave del planeta en combate contra la miseria y la explotación. Su resultado se decidirá por la lucha de fuerzas vivas: entre las masas trabajadoras por un lado y la coalición de oligarcas burgueses, islamistas fanáticos e imperialistas por el otro.

Los países donde el proceso revolucionario llegó más lejos son Egipto y Túnez, donde la insurrección de masas derribó las dictaduras de Mubarak y Ben Alí. Egipto cuenta con la clase obrera más fuerte del mundo árabe, y Túnez con la central sindical más poderosa, la UGTT.

Una revolución pasa por diferentes etapas, hasta su conclusión final hacia el triunfo o la derrota. Inicialmente, como vimos hasta hace pocos meses, predomina un ambiente de euforia y unidad nacional por haber derribado la odiada dictadura. En general, debido a la ausencia de una alternativa socialista revolucionaria de masas, son los partidos y dirigentes más moderados que en el período anterior aparecían como opositores a la dictadura, quienes se ponen a la cabeza de la revolución. La fortaleza inicial de estas fuerzas, en general de carácter burgués y pequeñoburgués, refleja el predominio numérico de las masas más atrasadas recién despertadas a la política, fundamentalmente de las áreas rurales. Éstas, inevitablemente, tienden a orientarse en esta primera etapa hacia los dirigentes y figuras más conocidas que prometen el camino más fácil para resolver los ardientes problemas de las masas: desempleo, pobreza, falta de viviendas, salud, etc. Esto explica la suba al poder de las fuerzas islámicas burguesas, como la Hermandad Musulmana en Egipto, y Ennahda en Túnez.

 

Desprestigio de los partidos islámicos

 

Pero la Hermandad Musulmana y Ennahda están demostrando ser los chicos de los mandados del imperialismo y de los ricos privilegiados. La crisis capitalista mundial se manifiesta en estos países con fuerza particular. Se mantiene el desempleo y la pobreza, se incrementan los ajustes y se mantiene en pie el odiado aparato represivo del Estado y el dominio de la vieja oligarquía.

Por eso el sector más activo de los trabajadores y la juventud se ha puesto en pie de lucha contra estas fuerzas, dando paso a una nueva etapa de la revolución. Ha habido innumerables marchas y huelgas en ambos países, con el asalto y el incendio de las sedes de la HM y de Ennanhda en muchas ciudades y pueblos.

En paralelo, el gobierno y los islamistas radicales están armando milicias reaccionarias y fascistas atacando las marchas populares y asesinando dirigentes sociales y de izquierda, como el caso de Chokri Belaid en Túnez, que provocó la primera huelga general nacional de la UGTT en 35 años y que llevó cerca de un millón de personas a su entierro.

 

La izquierda crece

 

De hecho, son las fuerzas de izquierda las que empiezan a crecer ahora en Egipto y Túnez. La Corriente Popular Egipcia, de Hamdin Sabahi, un nacionalista de izquierda que se proclama antiimperialista y socialista, es actualmente la principal fuerza de oposición, y el Frente Popular –una coalición de grupos de izquierda, sindicalistas e intelectuales– es la tercera fuerza política en Túnez tras Ennahda y Nidaa Tounes (burgueses laicos), ambos en declive creciente.

La situación de Túnez y Egipto, y de todo el mundo árabe, confirma la justeza de la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, que dice que en la época del imperialismo la burguesía nacional no puede resolver los problemas estructurales de los países de capitalismo atrasado. Debe ser la clase obrera, acaudillando al campesinado pobre y demás clases oprimidas de la sociedad, quien puede resolver estos problemas tomando el poder y expropiando a la oligarquía y los monopolios imperialistas, y llamando a extender la revolución socialista en todo el mundo árabe y más allá. La tarea de los socialistas revolucionarios en todo el mundo árabe es ganar a la vanguardia de los trabajadores y de la juventud para este programa y esta perspectiva y, dentro del movimiento de masas, ganar el apoyo de la mayoría de la clase trabajadora para este objetivo.

Nos enorgullece señalar a nuestros lectores que, si bien con fuerzas modestas, la Corriente Marxista Internacional está participando en esta revolución con el objetivo de ayudar y sumar fuerzas a la vanguardia del movimiento para cumplir esta tarea.